Charpentier, Jean Baptiste - La taza de chocolate (1768) |
Gracioso e interesante pliego donde se exalta al chocolate como remedio para numerosos desarreglos corporales y psicológicos. Aunque en el impreso se dice que proviene de Caracas, las bebidas hechas a partir de sus semillas secas, estuvieron vinculadas durante mucho tiempo a los mayas, aztecas y a otras civilizaciones antiguas de Mesoamérica. Sin embargo, nuevos hallazgos arqueológicos avalan la hipótesis de un uso del cacao desde hace 5.000 años, mucho antes de lo considerado como propio de la América central.
En 1502 Cristóbal Colón, durante su cuarto viaje, recibió como ofrenda de bienvenida, armas, telas y sacos de una especie de habas oscuras que, en la sociedad azteca, servían a la vez de moneda y de producto de consumo. Pero no fue hasta unos cuantos años más tarde cuando Hernán Cortés trajo a España esta especie de oro marrón y probablemente la receta de la exótica bebida. En la corte española se le añadió azúcar, canela, almendra, leche o miel a la bebida que comenzó a llamarse chocolate. Rápidamente acabó convirtiéndose en delicia exclusiva reservada a la nobleza.
La corte española mantuvo como secreto de estado, durante un siglo, la preparación de esta bebida y solo los monjes conocían el procedimiento para convertir el fruto del cacao en chocolate, utilizándolo sobre todo en Cuaresma.
A pesar del secretismo, el chocolate llegó pronto a otros países: uno de los primeros fue a Francia gracias a la boda entre María Teresa de España, gran aficionada a esta bebida, con Luis XIV, el Rey Sol.
Al chocolate se le otorga poderes afrodisíacos y revitalizantes debido a sus componentes. La pasión por esta bebida entre los monjes fue tal que los frailes llegaban a tomar hasta ocho jícaras al día, pues supuestamente les ayudaba a mantenerse en el estudio y en la oración por largo tiempo, pero esto provocó que se escribieron tratados de teología para determinar si el consumo de la bebida rompía o no el ayuno y por tanto si debía tomarse en Cuaresma.
El considerado como el primer libro escrito en España sobre el chocolate se publicó en el 1631. Su autor fue el médico Antonio Colmenero de Ledesma. Nacido en Écija (Sevilla) en 1583, su tratado estaba encaminado a señalar las cualidades médicas que tenía la bebida, aunque advirtiendo y desaconsejando su consumo desproporcionado en verano. El tratado de Colmenero se convirtió en un referente en Europa, al ser traducido al francés en 1643, al alemán un año más tarde y al inglés en 1652.
Cinco años después de que apareciera el libro de Colmenero, se publicó un sugerente y atractivo tratado sobre si el chocolate quebrantaba o no el ayuno eclesiástico. De todo ello trata el fascinante libro de Antonio Rodríguez de León Pinelo: Question moral si el chocolate quebranta el ayuno eclesiástico, editado en 1636 en Madrid por la viuda de Juan González. León Pinelo fue un prestigioso letrado y cronista mayor de indias. Fue en Valladolid donde nació nuestro autor en 1590, ciudad donde se refugiaron sus padres al tener que huir de Portugal por temor a ser juzgados y condenados por la Inquisición portuguesa debido a su ascendencia judeoconversa. A los pocos años de residir en Valladolid, el padre de nuestro autor decidió partir a las Indias en busca de fortuna. Antonio, realizados sus primeros estudios, partió con su madre, un hermano y su tía al Río de la Plata donde se establecieron. Tras vivir unos años en Argentina, en 1612 se trasladó a Lima para cursar estudios superiores con excelentes resultados, lo que le valió para adquirir importantes cargos de responsabilidad en el virreinato de Perú.
En 1622 regresó a Madrid donde revalidó su título de abogado y escribió, entre otros, numerosos memoriales argumentando la libertad de comercio. Tras contraer matrimonio en 1629 de cuya unión nacieron cinco hijos, falleció en Madrid el 21 de julio de 1660.
El tratado resulta de gran interés si lo analizamos desde una perspectiva histórica y lo encuadramos dentro de la historia cultural y de las mentalidades de entonces. De ser una bebida ritual propia de la nobleza y de los monjes, pasó a ser alimento ordinario al ir agregándole vainilla, azúcar o canela, volviéndose remedio y golosina. Al convertirse en un importante medio de socialización por todos los grupos sociales, las autoridades eclesiásticas se enzarzaron en un debate sobre si esta bebida alteraba la debida devoción de las monjas.
Debido al efecto excitante que provocaba esta bebida, se prohibió a las monjas su consumo, obligadas en un voto solemne a no tomar chocolate ni a incitar a otras a que lo tomaran a causa del ambiente festivo que proporcionaba la bebida y tan contrario a las rígidas normas de la vida monacal.
Al ser bebida muy popular, en 1644 la Corte de Madrid y sus alcaldes ordenaron que «nadie, ni tienda ni en domicilio ni en parte alguna pueda vender chocolate como bebida», tratando de evitar su consumo en cualquier lugar y obligando de esta manera a ser vendido como pastillas y ser consumido solo en domicilios.
En su tratado, León Pinelo se apoya y da noticia sobre lo que habían escrito anteriormente los médicos Juan de Cárdenas y Juan Barrios, cuyos textos fueron impresos en México e 1691 y 1609 respectivamente donde detallaban sus puntos de vista sobre el chocolate. Todos ellos trataron de adecuar sus opiniones a la normativa eclesiástica vigente, lo que no resultaba nada fácil de mantener debido a las múltiples formas de elaboración del chocolate y a las encendidas controversias sobre si era bebida o alimento.
La parte final del tratado recoge unas interesantísimas reflexiones sobre cómo han de ser las recetas del chocolate para diferentes tipos de hombres y mujeres, lo que comporta una serie de sorprendentes descripciones de esas tipologías que merecerían, sin duda, un mayor detenimiento.
Esto es lo que escribe sobre las recetas adecuadas para preparar el chocolate:
Los hombres o mujeres sanguinos son los que de ordinario las mejillas de la cara tienen coloradas, los que son carnudos, los que por maravilla se ahítan, y los que tienen los cabellos entre negro y bermejo, que decimos castaños, y los que tienen las carnes entre blanco y colorado, como rosado, y los que son comilones, y mejores bebedores; los que sueñan guerras, prados, oro, y que tienen algunos flujos de sangre, y los que de ordinario se ríen, y tienen buena cara; a estos tales les conviene que el chocolate que hubieren de beber, que no lleve...
Los hombres y mujeres flemáticos son los que son gordos, los que tienen las carnes muy blandas, y los cabellos blandos, y declinantes a blancos, los que de ordinario mal cuecen, y los que son dormilones, y los que en trabajando se cansan, y los que no apetecen mucha bebida, los que sueñan baños, aguas, granizo, y nieve, y los que sienten provecho con cosas calientes, y daño con las frías, y los que tarde se enojan; a estos tales el chocolate que hubieren de beber ha de llevar...
Los hombres o mujeres melancólicos son los que son feos, morenos o verdinegros, y muy ordinario de malas caras, los que tienen los cabellos muy negros y ásperos, o muy bermejos, y los que suelen tener almorranas y ventosidades, los que sueñan muertos, toros, y cosas tristes, y duermen mal; a ellos tales les conviene beber el chocolate...El pliego
Impreso en Tarragona en 1868 en el taller de J. A. Net-lo, se hallaba en venta en Casa Vidal en Reus.
©Antonio Lorenzo
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