martes, 27 de octubre de 2020

Vida del bienaventurado San Amaro


El pliego de cordel en prosa que reproduzco adquiere gran interés por lo antiguo de la historia que cuenta y por su amplia difusión hasta tiempos muy recientes. Se trata de la historia de San Amaro y los entrecruzamientos argumentales que se han ido produciendo a lo largo de los siglos hasta llegar a este pliego del siglo XIX. 

La leyenda sobre este santo y personaje fabuloso no aparece en las primeras y conocidas compilaciones hagiográficas, como es el caso de la primera redacción de la Legenda aurea, obra de referencia del género hagiográfico de Jacobo de la Vorágine en el siglo XIII. Se conservan, en cambio, dos testimonios manuscritos: uno en portugués (copia traducida del siglo XIV) y otro en castellano, contenida en el Ms 1958 de la Universidad de Salamanca. La leyenda fue posteriormente impresa con variantes que conjugan una amalgama de motivos temáticos muy difundidos y presentes dentro de un ámbito de leyendas diferentes. Una versión impresa sobre la vida de San Amaro ya se encuentra en La Leyenda de los santos, donde figura incluida en las ediciones conservadas de Burgos (ca. 1497-1500) y de Sevilla, (1520-1521).

No se conoce la fuente original latina sobre la que supuestamente han derivado las traducciones española y portuguesa de esta leyenda. La amplia difusión de la misma en los siglos XVI y XVII fueron fusionando motivos literarios y folklóricos que se han mantenido a través de relatos orales y, como es el caso que nos ocupa, a través de pliegos de cordel, como atestigua esta muestra que reproduzco del siglo XIX. 

La transmisión del texto es compleja, pues los dos primeros manuscritos conservados no guardan relación textual directa entre ellos, aunque se sospecha que existió una edición latina como fuente pero que no ha llegado hasta nosotros. El hibridismo temático que supone esta leyenda ha ido incorporando motivos folklóricos o cultos de otras muchas, paralelismos y semejanzas, como ocurre con la más conocida Navigatio Sancti Brendani (La navegación del santo irlandés san Brendán, escrito en la primera mitad del siglo X) en su también búsqueda del paraíso. La vinculación temática de la tradición irlandesa sobre el Amaro castellano fue defendida, entre otros, por Menéndez Pelayo.

La vida de tan enigmático personaje hay que considerarla a modo de una metáfora espiritual proveniente de la creación colectiva mediante la fusión de distintos motivos folklóricos o de otros relatos hagiográficos que se han ido incorporando a la historia de este singular personaje.

La línea argumental de la vida de San Amaro (según esta prosa de cordel) es, a grandes rasgos, como sigue:
 
Amaro, en una indeterminada ciudad de Asia, cuyo nombre fue puesto por invocación del cielo, era un hombre de vida penitencial, temeroso de Dios y dispuesto a ayudar a todo aquel que pasara por su tierra; pero la idea le guiará en toda su trayectoria vital era la de llegar a conocer la ubicación del paraíso terrenal y la posibilidad de contemplarlo.

Una noche oyó una voz del cielo indicándole que su anhelo podía cumplirse y que para ello debía tomar una embarcación y navegar sin rumbo establecido y sin guía. Para su travesía contó con el acompañamiento de dos criados y cuatro amigos con la tácita condición de no preguntar por el destino que emprendían. 

La primera isla desconocida a la que llegaron fue La Desierta, donde habitaban mujeres hermosas y hombres feos y crueles, isla que fue maldecida por Dios por sus pecados, por lo que salieron de ella enseguida. Tras atravesar el Mar Rojo llegaron a otra isla denominada Fuen-Clara, donde fueron muy bien acogidos por sus moradores que allí vivían hasta ciento cincuenta años sin enfermedades. Una santa mujer aconsejó a Amaro que debía salir de la isla con el fin de que sus acompañantes no se quisieran quedar en ella gozando de su hermosura y deleite. Tras navegar durante un tiempo se encontraron atrapados en un mar helado (mar cuajado) donde embarrancó el barco debido al hielo formado y donde observaron que unos monstruos marinos devoraban los cadáveres de los tripulantes de seis barcos que también habían quedado estancados. Amaro tuvo una visión de la virgen indicándole que para salir de esa situación llenara los odres que llevaban de aire y los arrojasen al mar. Al hacerlo y atarlos al barco los monstruos marinos, creyendo que eran cadáveres que flotaban, arrastraron la embarcación hasta aguas vivas, por lo que pudieron seguir navegando. Al llegar a la Isla Solitaria fueron atendidos por trece monjes que se mantenían con las frutas que recogían y donde uno de ellos indicó a Amaro el camino a seguir tras expresarle que buscaba el paraíso. Tras tender de nuevo las velas al viento llegaron a una isla donde habitaban otros monjes y donde un venerable anciano, conocido por Leonita, bendecía todos los días a seis fieros leones que se postraban a sus pies. Tras continuar su viaje llegaron a una isla donde habitaban dos ermitaños quienes le indicaron que el paraíso terrenal que tan ansiosamente buscaba se encontraba a lo lejos en unas escarpadas sierras circundadas por cuatro ríos innavegables, según oyeron decir a una venerable anciana llamada Baralides, superiora de un monasterio de mujeres cercano a donde se encontraban los ermitaños. Amaro se despidió para siempre de sus compañeros con la intención de proseguir solo su marcha hacia su ansiado destino. Tras entregar a sus acompañantes la embarcación y todos sus enseres emprendió su marcha hasta el monasterio que regía Baralides, quien por una visión era conocedora al detalle de todas las vicisitudes de su viaje de Amaro y su indeclinable deseo de llegar al paraíso. Baralides le indicó el camino a seguir, aunque antes de su partida quiso que Amaro bendijese a una sobrina que quería tomar los hábitos y que con el tiempo sería nada menos que Santa Brígida.

Tras escalar con gran trabajo una alta sierra tuvo a la vista un precioso alcázar con altas torres que identificó como el paraíso terrenal, donde custodiaba la puerta un gallardo mancebo con espada en mano que le impidió la entrada, aunque le fue explicando las bellezas de todo tipo que se contemplaban desde el umbral. Tras intentar de nuevo su entrada el portero le indicó que ya llevaba allí más tiempo que nadie y que habían pasado doscientos años allí contemplando desde lejos tanta belleza sin que hubiera envejecido y sin tener conciencia de ello.

Despidiéndose del guardián regresó al puerto donde dejó a sus compañeros y donde encontró levantada una hermosa ciudad tras los doscientos años que pasó en la entrada del paraíso. Una vez identificado y reconocido por los actuales moradores de la ciudad fundada por quienes fueran sus acompañantes, hicieron construir para él, a poca distancia de la ciudad, un monasterio donde se refugió durante un tiempo y donde acabó pasando sus últimos días.

A partir de un impreso de 1593 de Bernardino de Santo Domingo se añade, al igual que en el pliego reproducido, una reseña sobre la vida de Santa Lucía, seguramente para servir de ejemplo a las mujeres como modelo de lectura femenina









No es la intención de este blog el detenernos a comentar los episodios y los sugerentes tópicos folclóricos que aparecen en el relato o su relación con la dimensión simbólico-religiosa de otras tramas narrativas hagiográficas. Nuestro interés se centra en dar a conocer la sorprendente perdurabilidad de esta leyenda hasta tiempos tan recientes. Esta leyenda guarda, además, un sorprendente paralelismo con un actual cuento nahuah recogido oralmente en el municipio de Mecayapan (Veracruz, México), reintroducido posiblemente por misioneros españoles y brillantemente estudiado por José Manuel Pedrosa, según referencia final.

Otras portadas de documentos que recogen la vida del venturoso Amaro son las siguientes:


Ej. de la Biblioteca de El Escorial, s.l y s.a.         Impreso en Burgos por Juan de Junta en 1552



 Vida del bienaventurado San Amaro + El martirio de Santa Lucía [s.l., s.a] (s. XVIII), (Ayuntamiento de Murcia)


También se conoce otro San Amaro legendario que poco tiene que ver con el que nos ocupa y del que existe devoción a lo largo del camino de Santiago.  Este San Amaro fue un peregrino francés del siglo trece que, tras haber visitado el sepulcro de Santiago, se quedó a servir a los enfermos y peregrinos en el hospital de Burgos, el significativo hospital del Rey, que actualmente acoge dependencias universitarias. El cementerio y su capilla del que fuera recinto hospitalario burgalés, llevan su nombre.

Sobre este santo da cumplida noticia en el siglo XVIII el P. Flórez en su España Sagrada, T. XXVII, cap. 4, pp. 292-9. 

San Amaro peregrino cuenta con numerosos topónimos en Galicia donde goza de gran devoción y donde se le invoca en santuarios, ermitas o en romerías con su nombre. Al no formar el bienaventurado Amaro parte del santoral católico, se le trató de identificar con  el nombre de Mauro, que sí figura en el santoral católico, aunque no tienen nada que ver salvo que ambos fueron peregrinos.

La tradición folklórica del San Amaro buscador del paraíso terrenal, desarrolló ramificaciones hacia otras leyendas afines temáticamente lo que enreda, aún más, el complejo mundo de su desarrollo temporal.

En el archipiélago canario también hubo una cierta confusión al asociar equivocadamente en un tiempo a San Amaro con el enigmático discípulo de San Benito San Mauro Abad. Madoz, ya en el siglo XIX, equiparaba a los dos nombres. San Amaro/San Mauro es el patrón de la localidad palmera de Puntagorda, donde se celebraba una conocida romería.

Fray Alonso de Espinosa, en su obra de 1554 Historia de Nuestra Señora de Candelaria señala que la devoción al bienaventurado San Amaro fue muy intensa en el primer siglo de la evangelización del archipiélago.

Descripción tópica del Paraíso

Entre los tópicos folclóricos que se recogen en la leyenda, el de la llegada al paraíso, como resultado del recorrido vital de perfección, es significativo. Las visiones y viajes al otro mundo no es exclusivamente medieval. El deseo de contemplar lo maravilloso suele estar asociado a un tiempo mítico donde su visión se encuentra fuera del tiempo cronológico habitual. Uno de los muchos ejemplos es, precisamente, la contemplación del paraíso por Amaro, siempre desde la entrada, ya que a ningún testigo humano le es permitido acceder al interior de este territorio hasta que se produzca su muerte.

En el pliego se describe lo que, entre otras cosas, alcanza a ver Amaro: murallas y torres cubiertas de piedras preciosas, hermosos árboles con frutas, coros de doncellas coronadas de flores y vestidas con telas blancas y brillantes que van cantando y tañendo instrumentos, todo ello envuelto en fragrantes olores...

En estas descripciones maravillosas hay un deseo de enmarcarlo en términos cotidianos para que resulten reconocibles y cercanos para todo aquel que lo escuche.

La fascinación que despierta todo lo considerado como un lugar maravilloso participa de unos rasgos comunes, como son la lejanía y la inaccesibilidad. Llegar a ellos supone un viaje iniciático, tal como ocurre en la búsqueda de la ciudad de Eldorado, la fuente de la eterna juventud, la tierra de Jauja, el jardín de las Hespérides, el mito geográfico de San Borondón en el archipiélago canario o el paraíso terrenal.

El paraíso terrenal ha servido desde antiguo como fuente de inspiración de poetas y pintores. A modo de ejemplo reproduzco este hermoso panel de Jan Brueghel el Joven.


Jan Brueghel el Joven (1601-1678) - Panel del Paraíso Terrenal

Para saber más:

* Gómez Redondo, Fernando. "La leyenda de San Amaro". Historia de la prosa medieval castellana II El desarrollo de los géneros. La ficción caballeresca y el orden religioso. Madrid: Cátedra, 1999; pp. 1962-71. 

* Vega, Carlos Alberto. Hagiografía y literatura: La vida de San Amaro. Madrid: El Crotalón, 1987. 

* Pedrosa, José Manuel. La búsqueda del paraíso: la Vida de San Amaro medieval y el cuento nahua mexicano de El joven que llegó a las escaleras y puertas del cielo, en eHumanista, volume 16, 2010.

* Romero Tobar, Leonardo. Un San Amaro legendario en el camino de Santiago, en La leyenda: antropología, historia, literatura (Actas del coloquio celebrado en la Casa de Velázquez), Madrid, Univ. Complutense de Madrid y Casa de Velázquez, 1989, pp. 193-207.

 ©Antonio Lorenzo


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