miércoles, 17 de noviembre de 2021

Chasco al sacristán por el arriero y su mujer


La relación de los pliegos de carácter burlesco con el teatro breve es innegable. El teatro breve engloba una variedad de géneros cuyas fronteras son imprecisas y donde se combinan elementos dispersos en un hibridismo genérico variado. Las versiones sobre pretendientes burlados son recurrentes en los pliegos de cordel, al igual que lo fueron en las representaciones en tertulias, pasillos, sainetes o en el fronterizo y más desconocido género de las llamadas mojigangas dialogadas y escenificadas. Este último término, que aparece en el siglo XVII, se refiere a las procesiones parateatrales y burlescas vinculadas a la celebración cristiana del Corpus o a la pagana del Carnaval. En un sentido amplio estas muestras de carácter festivo fueron evolucionando y alcanzando un mayor desarrollo en los entremeses. Es en estos últimos donde más abunda la figura del sacristán como personaje enamoradizo y seductor, que viene a suplantar de alguna manera al cura lascivo entreverando una crítica anticlerical.

La trama suele ser muy simple. El pretendiente (sacristán, cura, etc.), trata de seducir a la mujer para lograr acostarse con ella. La mujer puede adoptar un papel de encubridora ante el marido o bien castigar al seductor informando previamente al marido y urdiendo un plan conjunto para vengarse y que acabe malparado. El sacristán es figura risible en muchos de estas escenificaciones, al igual que se recoge también en los pliegos de cordel y en conocidos romances de tradición oral. La síntesis o el entrecruzamiento de lo cómico con lo religioso siempre dio mucho juego en la tradición, tanto escrita como oral, a lo que también habría que añadir las huellas que se pueden rastrear en el refranero.

El papel de la mujer admite matices o distintos puntos de vista, desde los relatos más generalistas donde abunda una diatriba contra la mujer, hasta aquellos que resaltan de forma solapada su argucia y su insatisfacción sexual. Según los distintos relatos pueden entreverse dos líneas: la más generalizada es la línea misógina donde la mujer representa la encarnación del pecado con todos los tópicos conocidos y otra, más ambivalente, por su actitud frente a maridos simples o viejos que le producen insatisfacción sexual. En este último caso hay ejemplos donde la mujer acepta la relación amorosa del pretendiente cortejador y trata de engañar u ocultar su relación al marido, lo que se aparta, con matices, de la línea misógina más generalizada en el sentido de otorgar un mayor protagonismo decisorio a la mujer, aunque lo más frecuente es que informe previamente al marido de la visita del amante cortejador para diseñar conjuntamente una venganza organizada. 

Su relación con los llamados cuentecillos breves y relatos populares es notoria, ya que todos ellos participan de elementos comunes por su forma dialogada y su indudable intención burlesca.

Existe una gran cantidad de ejemplos, ya sean editados o transcritos de los recogidos oralmente, para sustentar este tipo de burlas que corresponden a una serie de tipos del cuento folklórico, como el clasificado con el Tipo 1730: Los pretendientes atrapados [Aarne, Antti y Thompson, Stith: The Types of the Folktale; a Classification and Bibliografy. Translated and enlarged by Stith Thompson, FFCommunication, núm 184, Helsinki, Indiana University 1964], por citar un referente del que se conocen abundantes versiones hispánicas. En este tipo de engaños, llevados a cabo por la mujer ingeniosa y su marido, el amante se esconde bajo la cama o dentro de un arca o armario. 

Los personajes que intervienen en ellos suelen ser gentes con oficios populares como el de tahonero, tabernero, ventero, molinero, barbero, carbonero o arriero. Este último oficio del marido es el que figura en la trama del pliego, llamado también "cosario o conductor de encargos", lo que vendría a ser, por dar un toque jovial a la entrada, como un repartidor de "Amazon".

A grandes rasgos, el desarrollo del pliego es el siguiente: Un lascivo sacristán trata de seducir a una joven casada el año anterior con Francisco de las Peñas (el repartidor de Tarancón). En su visita al convento de la Encarnación, situado en un pueblo próximo para llevar unas efigies de regalo elaboradas por un hábil tallista y escultor que traía en un arcón. La priora aprovechó la ocasión para encargarle al tallista, por medio del arriero, la talla de un nuevo San Sebastián que tenían deteriorado. Al regresar el arriero a su casa su mujer le comunicó las intenciones y el interés hacia ella del sacristán, quien estaba dispuesto hasta "vender la sotana y robar el copón". Ambos urden un plan para citar al sacristán en su casa con la excusa de que el marido ya se encontraría de viaje. Una vez desnudo el sacristán y ante la acordada y supuesta llegada imprevista del marido, el sacristán se ocultó desnudo en un arcón. Sabedor de ello, el arriero carga con el arcón dirigiéndose de nuevo al convento y comunicando a la madre priora que ya le trae la nueva talla encargada de San Sebastián. Una vez abierto el arca, el asustado sacristán se finge muerto, pero la priora y las monjas advierten que "tiene...un... qué se yo", como un ratón, por lo que el arriero, para resolver la situación, sacó del bolsillo una navaja incitando a cortar el ratón y "santas pascuas". El sacristán que lo oyó pegó un brinco y bajando las escaleras de dos en dos huyó despavorido.

El propósito de estos ejemplos, como muchos otros que podrían traerse a colación, no es otro que el de entretener o hacer reír, y no propiamente el de moralizar o educar. Este apartado que podríamos englobar como burlas eróticas, ofrecen aspectos poco tenidos en cuenta y que sugieren un más detenido estudio desde el punto de vista de cómo se refleja en ellos el papel de la mujer sometida a la mentalidad machista dominante.





©Antonio Lorenzo

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