De este curioso pliego de mediados del siglo XVII se conocen pocas ediciones y reimpresiones. Se trata de un pliego de contenido religioso como ejemplo de literatura ascética popular con la finalidad de alcanzar la virtud y la perfección. Para ello se utilizan elementos simbólicos, en este caso a través de una cadena de oro dividida en cuatro vueltas, como recurso utilizado para la oratoria y predicación religiosa. El pliego consta de una redondilla inicial en cada una de las cuatro vueltas dando paso a una serie de seguidillas. Estos versos fueron compuestos, según el pliego reproducido, por el licenciado Juan de Castro, aunque en otras versiones se añaden otros dos apellidos, dando por resultado final el de licenciado Juan de Castro Pecellín y Varona, autor del que solo he encontrado referencias sueltas sobre su obra poética.
La cadena de oro se asocia simbólicamente con la oración, pues se identifica con una cadena de oro que pende del cielo y llega a la tierra por la que llegan a nosotros todos los bienes. Nosotros hemos de subir a Dios mediante la oración como se expresa en numerosos tratados espirituales que animan a practicar la oración como humilde ejercicio de perfección y de virtud cristiana. Por la cadena de oro colgada del cielo y que llega hasta la tierra bajan y descienden hasta nosotros sus bienes y nosotros subimos mediante la oración hacia Dios. El simbolismo de la cadena recuerda a la conocida Escala de Jacob, una especie de escalera que se le apareció en un sueño al personaje bíblico descrito en el Libro del Génesis y que llegaba desde el suelo al cielo por donde subían y descendían los ángeles.
son escaleras
que en el cielo se ponen,
y al suelo llegan. (Vuelta segunda)
El sueño de Jacob |
La Biblioteca Nacional de Madrid conserva un ejemplar de este pliego atribuido a Iván de Castro Pecellín y Varona, impreso en el taller de María de Quiñones el año 1658 y a la venta en casa del mercader de libros Juan de Valdés, enfrente de Santo Tomás.
Dato a reseñar es que la impresora María de Quiñones, viuda del famoso impresor Juan de la Cuesta, fue el librero responsable de la edición príncipe del Quijote en su taller. María fue continuadora de su labor impresora tras el fallecimiento de su marido en la calle madrileña de Atocha, donde se encontraba el taller. María de Quiñones (fallecida el 5 de julio de 1669) colaboró comercialmente con diversos mercaderes libros, como es el caso de Juan de Valdés (no confundir con el humanista Juan de Valdés, fallecido en 1541).
El pliego sobre la cadena de oro se imprimió también en Sevilla, sin fecha, a costa de la viuda de Nicolás Rodríguez (viuda de la que desconocemos su nombre), quien asumió su papel de editora y librera entre 1670 y 1675. En su actividad impresora imprimió o editó veintiocho obras, de las que solo seis son libros propiamente dichos, siete folletos y trece pliegos sueltos, entre los que se encuentra la cadena de oro que nos ocupa.
Una reproducción más reciente es la editada en Lérida por la imprenta de la viuda de Corominas, (Teresa Terré i Palau) con fecha posterior a 1840, cuyas dos xilografías que encabezan la primera plana del pliego son las elegidas para ilustrar esta entrada.
También se conoce el pliego editado en Valencia por la imprenta de Laborda, en la calle de La Bolsería sin año.
Según los escasos datos que laboriosamente he podido reunir aparece también como autor de El médico del amor y Espejo de la hermosura (Salamanca, 1650), obras que no he logrado consultar salvo una referencia a esta última: "el licenciado Juan Castro Pecellín regaló al obispo salmantino su Espejo de hermosura encuadernado a la italiana y dorado, siendo su precio de encuadernación 8 reales". Datos entresacados del trabajo de Francisco Javier Lorenzo en su artículo Contratos de aprendizaje del sector del libro en Salamanca (1601-1650), en Salamanca, Revista de Estudios, nº 50, 2003, en nota de la página 92.
Como curiosidad añadida, en el fondo antiguo conservado en la Biblioteca Nacional de Perú se reseñan y conservan los dos títulos anteriormente reseñados atribuidos a Juan de Castro Pecellín, impresos en Salamanca en 1650.
©Antonio Lorenzo
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