sábado, 25 de marzo de 2023

Castigo que Dios nuestro señor ha obrado con una ventera

 

En la anterior entrada centraba la atención en un conjunto de pliegos que también estaban relacionados con cuentecillos y romances tradicionales donde se detallaba el tremendo castigo a una criada por no atender debidamente a los indigentes, con especial atención a la figura de Jesucristo que disfrazado de pobre también solicitaba ayuda.

El castigo a la criada, considerada como subalterna de segundo orden en la mentalidad machista, se refleja también es este otro pliego de cordel, aunque en este caso se trata de una ventera donde se cuenta en dos partes la historia de lo ocurrido con un arriero vendedor de aceite.

El pliego fue editado en Valencia el año 1814 por la imprenta y librería de Manuel López, quien también fuera editor de periódicos, diarios y folletos. 

La historia se desarrolla en una desconocida provincia de Andalucía que el autor del pliego no cita por considerarlo indecoroso. Al arriero José Francisco, que llevaba cargas de aceite para vender en una localidad próxima, se le apareció la Virgen indicándole que se acercara a la cercana venta para advertir a la ventera que tuviese más caridad con los pobres ya que de no hacerlo se le acabaría quemando la venta. Cumpliendo su recomendación comunicó a la ventera el aviso que le dio la Virgen para que tuviese consideración con los pobres, aunque ella ni lo creyó ni lo tuvo en cuenta. En la segunda parte del pliego y tras regresar el arriero el día siguiente a su trabajo, se encontró con un quejoso anciano que se hallaba recostado sobre unas yerbas del camino y que resultó, sin él saberlo, el mismo Dios quien solicitó al arriero ir a la venta para examinar el trato de la ventera. Una vez allí, la ventera se negó a atenderle mostrando una enorme falta de caridad y echándole a empujones de la venta por lo que José Francisco lo llevó a su casa para atenderle de sus heridas y que descansara en cama. Al regresar de nuevo Francisco a su trabajo se encontró con otros arrieros que le comunicaron que la venta estaba ardiendo en llamas y que cuatro demonios despedazaban con sus garras a la ventera al tiempo que se abría la tierra tragándose a la infeliz mesonera en medio de un hedor a azufre.

Al regresar Francisco a su casa resulta que ya no se encontró al anciano, sino que apareció un señor crucificado y derramando sangre y agua por su costado. El final del pliego recoge que Francisco apareció muerto y abrazado a un crucifijo, por lo que fue recompensado por su demostrada caridad con la gloria santa.

Como señalé en la entrada anterior, el encuentro de un labrador (arriero en el caso del pliego) con un indigente que pide caridad y que no es otro que Jesucristo, es recurrente en la tradición romancística. A modo de ejemplo, transcribo esta versión inédita de El labrador caritativo [IGR, 0185] que nos recitó María Bernal, Bernal, de 63 años, en La Puebla de la Sierra (Madrid) junto a mis compañeros Julio Camarena y Paloma Esteban el 5 de noviembre de 1983.

Madrugaba un labrador   tres horas antes del día
y antes de ponerse el sol   a su casa se volvía.
Se ha encontrado a un pobrecito   el pobrecito decía:
- Mónteme usté en ese macho   que Dios se lo pagaría.
El labrador se apeó   y un rato lo subiría,
y a su casa le llevó   y de cenar le daría
pan de centeno le dio   porque de otro no tenía.
Cada bocado que daba   de trigo se le volvía.
Tres mantas le dio a escoger   por ver de cuala quería.
A eso de la medianoche   el labrador no dormía.
Se levantó el labrador   con una vela encendida
por ver si el pobre descansa,   por ver si el pobre dormía.
Y vio que era Jesucristo,   la cruz por cama tenía.
- Si yo hubiera sabido esto,   que tal huésped yo tenía,
No le hubiera dao mis mantas   sino mi alma y mi vida.
-Te prometo, labrador,   trigo pa toda tu vida
y para cuando te mueras   la gloria tendrás cumplida.

El pliego








©Antonio Lorenzo

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