A la adoración y al baile de los pastores en alabanza al nacimiento del Niño Dios aparecen también en este pliego las gitanas de Egipto, de procedencia errónea atribuida desde antiguo al pueblo gitano. El curioso pliego, impreso en el siglo XVIII en el conocido taller valenciano de Agustín Laborda, se detiene en transcribir coplas y estribillos para ser cantados en el portal y alegrar de este modo al niño recién nacido.
El texto del pliego se hace mención a la creencia de la habilidad atribuida a la mujer gitana de echar la buenaventura, anticipar el futuro del niño y vaticinar su pasión en la cruz. Respecto a los pastores, según el Evangelio de San Lucas, se dirigieron a Belén una vez que los ángeles anunciadores del nacimiento subieran al cielo. Entre las ofrendas que portaban figuraba un corderito junto con pieles blancas para abrigar al niño. A continuación, se despidieron de María y de José tras sus bailes y sonecitos.
Toque las sonajas Menga,suene la gayta y el pito,bayle cada qual su buelta,y alegre al Niño chiquito,al son sonecitodel pándare pándere panderito.
Aspectos de la adoración de los pastores aparecen en numerosas coplas sueltas en la tradición oral de carácter divertido, integradas en los aguinaldos o "aguilandos" de muchas regiones donde se identifica a los pastores, de forma errónea según la tradición escrita, con los ángeles anunciadores.
Los pastores no son hombresque son ángeles del cielo,y en el parto de María,ellos fueron los primeros...
Como villancico cantado se añaden numerosas y variadas coplas como estas:
Yo soy un pobre gitanoque vengo de Egipto a aquí,y al Niño Jesús le traigoun gallo quiquiriquí.Yo soy un pobre labriegoque vengo con mi cestillay al niño Jesús le traigopañal, jabón y mantilla.Yo soy un pobre gallegoque vengo de mi Galiciay al niño Jesús le traigolienzo para sus camisas...
El pliego recoge también coplas alusivas respecto a la adoración de los Santos Reyes para ser cantadas tras la curiosa descripción de la búsqueda de una posada para el Nacimiento del hijo de Dios.
Desde un punto de vista histórico o, mejor dicho, congruente, no deja de resultar sorpresivo y sorprendente la simultaneidad de la adoración de los pastores con la visita de los Reyes Magos siguiendo una estrella si se tiene en cuenta lo descrito en el canónico Evangelio de San Mateo, donde no se dan nombres ni se dice que fueran reyes ni que fueran tres, ya que su número queda fijado por los regalos ofrecidos. A su llegada, Jesús ya tendría alrededor de dos años de edad, pues Herodes calculó el tiempo que habrían tardado en llegar los reyes para ordenar la matanza de todo varón de dos años de edad hacia abajo.
Los episodios sobre el nacimiento y la infancia de Jesús apenas se encuentran presentes salvo en los dos primeros capítulos de los evangelios canónicos de Mateo y Lucas, como son: su nacimiento, la adoración de los magos, la huida a Egipto, la matanza de los inocentes o el regreso a Nazaret, más desarrollados en los evangelios apócrifos, en particular en el Evangelio árabe de la infancia, donde se nos dan noticias sobre los ocultos años de la vida de Jesús
Las referencias a los Reyes Magos en la literatura medieval española se remontan al siglo XII o comienzos del XIII en el Auto de los Reyes Magos o en el breve poema hispánico recogido en el Libro de los tres reyes de Oriente, cuyas alusiones han quedado profundamente arraigadas en el imaginario colectivo con el paso de los años, junto al aprovechamiento y readaptación narrativa por parte de la iglesia oficial aparecida en comedias y zarzuelas.
Al margen de tantos datos contradictorios y de dudosa credibilidad sobre estos acontecimientos, lo que nos interesa en este caso es la difusión de estas creencias a través de la literatura popular impresa que recoge estos episodios fruto del imaginario colectivo cristiano.
©Antonio Lorenzo
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