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viernes, 8 de enero de 2021

La I República española y la despedida de Amadeo de Saboya

 

Lámina que recoge una buena valoración de quien fuera un efímero rey de España y que dio paso a la I República española, proclamada por las Cortes el 11 de febrero de 1873 y que duró hasta el 29 de diciembre de 1874.

No fue fácil la búsqueda de un nuevo monarca tras la salida al exilio de la reina Isabel II destronada a raíz de los sucesos revolucionarios de septiembre de 1868. Varios de los candidatos propuestos para ostentar el trono de España no cuajaron, entre ellos el duque de Montpensier o el mismo general Espartero. Al final, y con el decidido apoyo del general Prim, Amadeo de Saboya, segundo hijo del rey de Italia, aceptó el compromiso siendo aprobado por las Cortes.

Su corto reinado no contó con el apoyo de la opinión pública ni con el de los distintos sectores políticos, así como tampoco por la nobleza ni por el clero, ya que su padre, el rey de Italia Víctor Manuel II, fue excomulgado por la iglesia católica después de que el ejército italiano tomara Roma el año 1870 y el papa Pío IX se vio obligado a retirarse al Vaticano. 

Amadeo representaba y apoyaba un régimen liberal frente a los partidarios de la destronada Isabel II.

Pese a que en un primer momento contó con el apoyo de los progresistas, unionistas y demócratas, el fraccionamiento de estos grupos dificultó el desarrollo de su breve reinado. Durante el mismo, Amadeo I pretendió establecer un turno pacífico de gobierno entre las principales facciones en que se había dividido el partido progresista, aunque resultó un intento fracasado.

Algo más de dos años fue lo que duró su reinado y tras las luchas entre diversos sectores se vio presionado a presentar su renuncia ante las Cortes.

El papel moderador del monarca en la observancia de las prácticas institucionales y en el desempeño de sus funciones arbitrales no lograron impedir las disputas entre conservadores y radicales, llevando al fracaso el primer intento de experiencia monárquico-democrática de la historia de España.

«Conozco que me engañó mi buen deseo. Dos años largos ha que ciño la corona de España, y la España vive en constante lucha, viendo cada más lejana la era de paz y de ventura que tan ardientemente anhelo. Si fuesen extranjeros los enemigos de su dicha, entonces, al frente de estos soldados tan valientes como sufridos, sería el primero en combatiros; pero todos los qué con la espada, con la pluma, con la palabra agravan y perpetúan los males de la nación son españoles, todos, invocan el dulce nombre de la patria, todos pelean y se agitan por su bien; y entre el fragor del combate, entre el confuso, atronador y contradictorio clamor de los partidos, entre tantas y tan opuestas manifestaciones de la opinión pública, es imposible atinar cual es la verdadera, y más imposible todavía hallar el remedio para tamaños males. …Nadie achacará á flaqueza de ánimo mi resolución. No había peligro que me moviera a desceñirme la Corona si creyera que la llevaba en mis sienes para bien de los españoles, ni causó mella en mi ánimo el que corrió la vida de mi augusta esposa, que en este solemne momento manifiesta, como yo el vivo deseo de que en su día se indulte a los autores de aquel atentado. Pero tengo hoy la firmísima convicción de que serían estériles mis esfuerzos e irrealizables mis propósitos. Estas son, señores diputados, las razones que me mueven a devolver a la nación; y en su nombre a vosotros, la corona que me ofrecía el voto nacional». 

                                   (Fragmento del discurso de abdicación de Amadeo I ante las Cortes)
La idea principal que recorre el texto es su clara referencia a la constante división entre los distintos sectores políticos que debían haberle apoyado durante su reinado, a que no hay enemigos exteriores, sino que es la continua debilidad interna entre los partidos políticos, junto a las tensiones que provocaban los carlistas o republicanos la causa principal de su abdicación al trono de España.

La lámina reproducida se hallaba en venta en la que parece ser la casa particular de Marcos Bargalló, distribuidor de este tipo de documentos y no sabemos si fuera además impresor o editor. Aunque no consta la fecha, todo parece indicar de que se trata del año 1873 tras la reciente abdicación del rey.



©Antonio Lorenzo

domingo, 8 de noviembre de 2020

Neo-católicos y liberales en la prensa del siglo XIX


Dos aucas o aleluyas donde se critica burlonamente en la primera a los conocidos como neo-católicos y en la segunda se enaltecen las ideas liberales. Ambas fueron publicadas en el semanario satírico La Campana de Gracia en enero y febrero de 1872. Este semanario, editado durante más de 64 años, de contenido republicano y anticlerical, lo fundó Inocencio López el ocho de mayo de 1870. 

La última etapa de este semanario desde el 2 de julio de 1932 hasta su desaparición en 1934, fue propiedad de Esquerra Republicana de Catalunya, siendo dirigido, entre otros, por Antoni Serra. 

Antes de contextualizar brevemente algunos de los acontecimientos históricos de este periodo, así como el porqué del título de este semanario, paso a reproducirlas.


Estas dos aucas hay que enmarcarlas en un periodo convulso de nuestra historia. Como antecedente, la revolución de 1868, conocida como «La Gloriosa» abrió paso al periodo conocido por el Sexenio Democrático (1868-1874) donde se produjeron numerosos e importantes cambios sociales y políticos que fueron trascendentales para la historia de España por sus repercusiones posteriores. Tras la salida hacia el exilio de Isabel II tras la revolución de 1868 se formó un gobierno provisional presidido por Serrano y con Prim como ministro de Guerra. Se convocaron elecciones a Cortes Constituyentes dando lugar a la Constitución de 1869. En su conjunto, esta constitución establecía un régimen democrático, apto para la participación de todas las fuerzas políticas dentro de un orden preferentemente burgués. Una vez aprobada, el Gobierno se propuso consolidar el nuevo régimen y emprender el desarrollo legislativo de la constitución al tiempo que se buscaba un candidato al trono de España, imponiéndose al final la candidatura de Amadeo de Saboya. El nuevo monarca llegó a España el 30 de diciembre, tres días después del asesinato del general Prim en Madrid, quien fuera su valedor más fiel de cara a su elección. El 2 de enero de 1871 fue proclamado rey.

El breve reinado de Amadeo se vio afectado por reiteradas insurrecciones de uno y otro signo, como el inicio de la Tercera Guerra Carlista, lo que condujo a la desintegración de la coalición gubernamental dejando al rey sin el apoyo necesario para hacer frente a la gobernabilidad del país. En estas circunstancias, Amadeo acabó por presentar su renuncia al trono en febrero de 1873. Tras la abdicación de Amadeo, las Cortes proclamaron la I República Española en febrero del mismo año y que duraría hasta el 29 de diciembre de 1874.

Es en este contexto donde hay que situar las dos aucas reproducidas mediante el formato habitual de las aucas o aleluyas en una lámina de 48 viñetas con pareados bajo cada ilustración, claramente posicionadas en contra de los intereses de los conservaduristas neo-católicos y favor de la república.

Cabe preguntarse sobre quiénes eran los neo-católicos. En la 23ª ed. del Diccionario de la lengua española define el término «neocatolicismo» como la doctrina político-religiosa que aspiraba a restablecer en España las tradiciones católicas en la vida social y en el gobierno del Estado.

Hay que aclarar de antemano que dicho apelativo resulta impreciso y cambiante en el tiempo, aunque, si nos atenemos al magnífico trabajo de Begoña Urigüen: Orígenes y evolución de la derecha española: el Neo-Catolicismo, Madrid, Centro de Estudios Históricos, C.S.I.C., 1986.

«Neo-católicos son la extrema derecha del partido moderado que tiene en Donoso a su padre e inspirador. Un carlista, por muy ortodoxo y pro-romano que se manifieste, no es objeto de denominación de neo-católico. Esta aclaración es importante para el historiador de esta época. Y más importante todavía es la verificación de que un adjetivo de contenido netamente religioso y católico sirva para identificar a un grupo socio-político de derecha extrema. Queda claro a lo largo del presente trabajo que el neísmo es una denominación exclusivamente política. No se es neo de una manera adjetiva, sino por la pertenencia a un grupo político determinado».
La idea central que subyace era que un cambio político liberal arrastraría a una revolución social y tras la proclamación de la libertad, acarrearía el libertinaje de los más desposeídos. La importancia que adquiere el poder de la iglesia y del catolicismo en general no puede separarse de estas concepciones ideológicas.

Urigüen comenta también en su introducción de su trabajo lo siguiente:

«Estos tres derechismos, el católico liberal, el carlismo y el neísmo habrán de encon­trarse andando el tiempo y con la llegada de épocas especialmente calamitosas para el espíritu y los intereses de la derecha. Tras la caída de Isabel II los carlistas y los neos llegarán a fusionarse por la aceptación de la legitimidad carlista por parte de estos últimos. Andando el tiempo, se intentará la unión de los católico-liberales, los carlistas y los antiguos neos o tradicionalistas donosianos. Tras el fracaso de esta unión los carlistas se denominarán leales, los tradicionalistas pasarán a llamarse integristas, y los pidalistas serán para los dos primeros los mestizos, por mezclar el liberalismo con el catolicismo. Todo esto plantea situaciones muy mezcladas que conviene aclarar. El tema de la derecha y el catolicismo presenta también otros capítulos dignos de estudio. Uno de ellos es la prensa de derechas que viene a confundirse con la prensa católica. También aquí se formula la pregunta. ¿Hasta qué punto se presenta la prensa católica como un fenómeno propio, como una actividad que tiene en sí misma su razón de ser? ¿Hasta qué punto es un instrumento al servicio del catolicismo? ¿Está condicionado el fenómeno periodístico de la derecha por intereses económicos?»

Se considera que la influencia de las ideas y escritos de Donoso Cortés sobre los neo-católicos y el tradicionalismo español fue decisivo.  De sus ideas bebieron gran parte de los católicos durante el reinado de Isabel II, sobre todo en sus escritos a consecuencia de la revolución francesa en febrero de 1848, lo que obligó al rey Luis Felipe I de Francia a abdicar dando paso a la Segunda República Francesa. Las ideas de Donoso coincidieron además con un momento crucial con las sostenidas por el papa Pío IX en su afán por consolidar una iglesia católica pura y descontaminada frente a una falsa idea de libertad y progreso,

El origen de los neos se sitúa en los sectores católicos-conservadores del partido moderado frente a los liberales, muy próximos al carlismo, aunque no identificados plenamente. Aún dentro de los partidos de talante conservador (carlistas, católicos liberales y neos) se desarrollaban luchas ideológicas entre ellos, según la coyuntura política del momento, sobre cómo afrontar de la mejor manera su relación con los liberales, aunque les unía su inquebrantable defensa de la religión y de la monarquía tradicional del Antiguo Régimen.

Las principios ideológicos de este grupo, aunque habría que matizarlos a lo largo del tiempo, son a grandes rasgos:

* Crítica al liberalismo y defensa a ultranza de la unidad católica de España como esencia de lo español

* A favor de una monarquía hereditaria como constitutiva de la unidad de España

* Equidistancia inicial con el carlismo, al que más tarde apoyarían como garantes de la monarquía.

* Sumisión del poder civil al eclesiástico, respeto a la autoridad de origen divino y negación de la soberanía popular como origen del poder

Se trata, en resumen, de un grupo político concreto procedente del partido moderado considerándose como los legítimos defensores de los intereses de la iglesia. No obstante, nos encontramos con una confusión terminológica que perdura a lo largo del tiempo entre carlistas, realistas, tradicionalistas, integristas o católicos liberales. En su conjunto hay que considerarlos, no como integrantes de un determinado partido político, sino como un grupo de presión frente a sus adversarios ideológicos.

La Campana de Gracia

La importancia adquirida por la prensa escrita y la profusión de periódicos y folletos durante estos años nos dan idea de la confrontación de posturas de uno y otro signo según las circunstancias tan cambiantes de la época. La carga doctrinal de la prensa periódica y sus elementos propagandísticos se va consolidando como un campo de estudio, territorio poco explorado aún por los historiadores.

La historia del título del semanario viene a simbolizar una incitación a la lucha mediante el toque de campana, donde cada número editado indicaba que se trataba de una «batallada» semanal.

La insurrección en muchos puntos de España, como fue el caso del barrio obrero de Gracia, estuvo motivada porque el gobierno provisional no pudo satisfacer la promesa de abolición de las quintas, ya que se vio obligado a enviar tropas desde la península para tratar de sofocar la insurrección en Cuba. La llamada a filas a las clases populares con el consiguiente peligro de ser embarcados hacia Cuba, desencadenó una profunda crisis y rebeliones populares frente ante las promesas incumplidas por parte de los sucesivos gobiernos provisionales de suprimir las quintas. La situación no mejoró y los distintos gobiernos se vieron obligados a continuar llamando a quintas permitiendo mediante rebajas que los municipios redimieran colectivamente a sus quintos pagando al Estado determinada cantidad en plazos anuales o proveyendo al ejército de voluntarios.

El título recuerda de forma simbólica la llamada a la resistencia mediante los toques de campana que no dejaban de sonar de forma continua, ya que mediante una cuerda se la iban pasando los particulares cercanos a la torre para que no dejara de sonar ni de día ni de noche. Todo ello vino motivado por la Revuelta de las Quintas oponiéndose a la demanda del gobierno de llevar obligatoriamente los jóvenes al ejército. El general Eugenio Gaminde fue el encargado de imponer la medida a la fuerza, y fue entonces cuando los vecinos de Gracia fueron llamados a la resistencia mediante los toques de la campana. Los militares la dispararon repetidamente con los cañones, pero la campana no dejó de tocar. La campana se convirtió en un símbolo de resistencia y de las ideas federales que defendían gran parte de los vecinos.


Ilustración de cañoneo por las tropas liberales (publicada el 15 de mayo de 1870)

A lo largo de su extensa trayectoria el semanario sufrió varias suspensiones debido a sus lacerantes críticas. Tras la suspensión de un mes en 1872, el editor se vio obligado a encontrarle una variante para mantener a los lectores durante el tiempo de suspensión. La nueva publicación, sustitutiva y luego con vida propia, se llamó L'Esquella de la Torratxa (Barcelona, 1872-1938), donde la respuesta del editor fue: ¿No quieres oír campanadas? Pues oirás al menos unos cencerros cada semana.

Tras otra serie de suspensiones no fue hasta el 19 de enero de 1879 cuando La Campana de Gracia continuó publicándose de forma ininterrumpida hasta su desaparición. A su vez, L'Esquella de la Torratxa también se vio obligada a escoger otros títulos: entre el 30 de mayo y el 16 de julio de 1872 como La Tomasa y entre el 2 y 9 de octubre de 1925 por La Rambla.

Cabeceras del semanario

Las portadas de la abundante prensa de la época servían para expresar de forma simbólica reivindicaciones políticas para concitar la complicidad del lector. Estas ilustraciones pueden considerarse como discursos autónomos para identificarse con el contenido de la publicación, en lo que hemos venido llamando imágenes para leer.

Haciendo un pequeño repaso por las diferentes cabeceras observamos cómo el motivo central de la campana bombardeada se mantiene de mayor a menor protagonismo en los sucesivos encabezamientos.


Portada del primer ejemplar (8 de mayo de 1870)

Portada del 21 de noviembre de 1870

Más curiosa resulta la torre con la campana bombardeada enmarcada en tres sectores a través de un triángulo, lo que recuerda la simbología iconográfica masónica, con el lema: libertad, igualdad y fraternidad  en clara alusión a la Revolución Francesa y donde se puede ver en sus laterales a un obrero con su barretina y con las mangas de la camisa remangadas y a un señor bien vestido tocado con un sombrero, ambos leyendo el periódico con la intención, se entiende, de que la publicación estaba dirigida a la integración de cualquier clase social que defendiera los mismos intereses y su clara orientación republicana.


Portada del 21 de enero de 1872

Portada del 1 de enero de 1879

Portada del 1 de enero de 1881

Última portada del 12 de octubre de 1934

©Antonio Lorenzo

miércoles, 30 de septiembre de 2020

Guzmán el Bueno y su reflejo en la literatura popular impresa

Cromo de la fábrica de papel de fumar "La zaragozana"
Alonso Pérez de Guzmán es uno de los personajes míticos de la historia de España tratado como héroe legendario y como arquetipo defensor de la patria y de la religión. Como referencia histórica se ha discutido no solo su lugar de nacimiento, que se sitúa en la ciudad de León, sino también su trayectoria mercenaria, semejante al Cid Campeador, luchando por diversas circunstancias tanto a favor de los musulmanes como de los cristianos. Se trata de un mito histórico donde se entremezcla lo real con lo meramente legendario a lo largo de su evolución en el tiempo y con gran proyección tanto en literatura como en la pintura.

El episodio más significativo de su gesta ha quedado reflejado a través de numerosas obras literarias, romances, novelas, dramas, comedias, zarzuelas y óperas, aparte de su reflejo en la literatura popular impresa en forma de pliegos de cordel, de cromos o estampas populares donde se reproducen o adaptan pinturas o dibujos sobre el personaje.

Las biografías y crónicas que se conocen sobre su figura son un calco unas de otras unas a otras sin un rigor histórico contrastado, puesto que su engrandecimiento como héroe comienza desde el siglo XVI en adelante resaltando en todas ellas su gesta como defensor de Tarifa y como modelo de patriotismo.

El modelo histórico-legendario sobre el que descansa la gesta de Guzmán en su defensa de Tarifa puede considerarse la crónica nobiliaria titulada Las Ilustraciones de la Casa de Niebla, de Pedro Barrantes Maldonado, crónica escrita a partir del 1541 con correcciones y adiciones posteriores, cuyo autor fue contratado por el sexto duque de Medina Sidonia y conde de Niebla para escribir la historia de su familia y su genealogía.

Alonso Pérez de Guzmán (1256-1309), hijo bastardo de don Pedro Núñez de Guzmán, nació en León el año 1256, sin que se conozcan datos concluyentes que lo certifiquen. Su fama se forja en las guerras y conflictos sucesorios entre Sancho y su hermano, el infante don Juan (hijos ambos de Alfonso X el Sabio). Guzmán sirvió también en un tiempo a los intereses del emir Abu Yusuf apoyando a Alfonso X en las contiendas que mantuvo contra su hijo Sancho debido a las tensiones sucesorias y al que una vez proclamado rey como Sancho IV sirvió posteriormente.

El conflicto sucesorio vino provocado por la temprana muerte del hijo primogénito de Alfonso X, Fernando de la Cerda, cuyos derechos de sucesión al trono deberían recaer en sus hijos. Su hermano, el infante Sancho, creyendo ser el legítimo sucesor del reinado, se rebeló contra su padre apoyado por gran parte de la nobleza. Alfonso X recriminó la postura de Sancho a quien desheredó en su testamento y con la ayuda de sus antiguos enemigos musulmanes se dispuso a ganar las posiciones que había ido consiguiendo el hijo desheredado. Estos hechos justifican la intervención de Alonso de Guzmán a favor de los musulmanes en apoyo de Alfonso X contra el que luego fuera su rey y mentor Sancho IV.

Tras la conquista de la plaza de Tarifa el 21 de septiembre del año 1292 por el ya nuevo rey castellano-leonés Sancho IV, apodado el Bravo, y dirimidas las desavenencias que los enfrentaron anteriormente, designó a Alonso Guzmán, en julio de 1293, como alcaide y defensor del castillo-fortaleza de Tarifa, plaza de gran interés defensivo, tanto para los granadinos, cuyo rey era Mohamed II  como para la tribu bereber emergente por el buen acceso a su puerto, tribu conocida en castellano como los benimerines. La importancia de la conquista de la ciudad de Tarifa para las tropas cristianas residía por ser cabeza de puente y punto estratégico para el aislamiento de Granada de cara a la reconquista, según el controvertido concepto de la actual historiografía, tal y como sucede con el concepto de nación.

En el transcurso de todos estos hechos el infante Juan, hermano de Sancho, quien también aspiraba al trono, pasó de su exilio en Portugal donde se encontraba entonces a Tánger, donde se puso al servicio del sultán benimerín llevando consigo a Pedro Pérez de Guzmán, hijo del alcaide de Tarifa, con el fin de asediar y conquistar la plaza.

Tras el intento por convencer a Alonso Pérez de Guzmán de la entrega de la plaza y a su negativa de hacerlo, el infante Juan amenazó con matar a Pedro, el segundo hijo de Alonso.

Ante esa tesitura, desde lo alto de la torre albarrana Pérez de Guzmán respondió que en ningún caso le entregaría el castillo aunque degollara a su hijo, lanzándole desde el adarve su propio puñal como símbolo de su decisión en prueba inequívoca de aceptar el sacrificio de su hijo antes de entregar Tarifa.

Los sitiadores procedieron allí mismo a degollar a Pedro ante la mirada de su padre. Tras estos sucesos el rey Sancho le adjudicó el sobrenombre de «Bueno».

El primer pliego reproducido se detiene en señalar, muy del gusto romántico, el enamoramiento entre Pedro, hijo de Alonso de Guzmán, con doña Sol, hija de quien fuera posteriormente el traidor infante don Juan. La ilustración que encabeza el pliego recoge de forma novelística el regalo de doña Sol al hijo de Guzmán de una banda como símbolo de su amor. El pliego desarrolla una historia novelada y de enredo donde Pedro, prisionero de los musulmanes, se ve condicionado por el interés de su madre en salvarlo y donde entra en juego su libertad a cambio de grandes riquezas, a lo que se unen las titubeantes razones esgrimidas por su madre y por la propia doña Sol. El rechazo de Guzmán fue total al encontrarse ante el dilema de elegir entre el honor y el amor por su hijo, decantándose por lo primero: «más quiero honra sin hijo que hijo con honor manchado». 





Reproduzco también un «ventall» (abanico) donde comparte ilustración con Cristóbal Colón en una escena de audiencia con Isabel la Católica.


El segundo pliego que reproduzco tiene un interés añadido, ya que se menciona al final el autor de los versos y por formar parte de la etiquetada como Biblioteca de la Ilustración Popular.

J. B. Pastor y Aycart fue un escritor de a comunidad valenciana (Beneixama, 1849-1917). Fue médico rural y escritor prolífico: teatro, ensayo, poesía, crítica literaria, artículos de prensa, etc. De ideología conservadora y de patrioterismo exacerbado, lo que se refleja en el pliego editado en la imprenta valenciana de José María Ayoldi en ¿1870?

La Biblioteca de la Ilustración Popular Económica, creada en Valencia (1869-1877), tuvo por finalidad el contrarrestar ideológicamente la famosa revolución de 1868, conocida como «La Gloriosa». De tendencia católica carlista pretendía a través de sus publicaciones realzar el catolicismo y los dogmas desarrollados en el Concilio Vaticano I (1869-1870) durante el papado de Pío IX. Para ello encargaron a diversos escritores, entre los que se encontraba Pastor y Aycart, la confección de una serie de romances, pretendidamente cultos y de contenido histórico, frente a la profusión de los considerados romances vulgares distribuidos por los ciegos y los músicos callejeros. Es en ese contexto donde hay que situar el pliego en cuestión donde se resalta la famosa gesta de Guzmán el Bueno como referente ideológico de los valores cristianos y patrióticos bajo la pluma de Pastor y Aycart. De esta serie de romances históricos se realizaron treinta y seis entregas entre los años 1870 y 1874 y cuyo número catorce corresponde al pliego sobre Guzmán el Bueno que nos ocupa.





La evolución del mito

Los mitos históricos, basados en un héroe o personaje, evolucionan a lo largo del tiempo, tanto en la mentalidad colectiva de los que lo acogen como en el tratamiento literario que se les da. En el caso de las crónicas que se conservan no se encuentra bien delimitada la frontera entre mito e historia. Es el caso de Guzmán el Bueno, que pasó de ser un referente para legitimar la genealogía y la posición privilegiada de la nobleza de la casa de Medina Sidonia, a ser recordado básicamente por el famoso episodio del puñal y la muerte de su hijo sin tratar de entrar en disquisiciones sobre la justificación de esa conducta. De ahí que su figura presente contradicciones, ya que en su trayectoria pasó de guerrear transitoriamente a favor del enemigo musulmán contra su patria y religión acabando transformándose en un cristiano fiel a los principios de la fe y a la fidelidad moral de servir a su patria con honor (el «todo por la patria», que aún perdura como lema en los cuarteles), aún a costa de sacrificar a su hijo.

Aunque no se pone en duda la historicidad real y su defensa de Tarifa, sí que aparecen en las crónicas del siglo XVI elementos novelescos que empañan la biografía del personaje. Así, en la citada crónica nobiliaria Las Ilustraciones de la Casa de Niebla (1541), de Pedro Barrantes Maldonado, obra tenida como referente histórico para crónicas y posteriores escritos, se construye una biografía fabulosa del personaje añadiendo elementos novelescos, como su lucha contra una serpiente alada cuando estuvo en Marruecos al servicio del rey musulmán o la domesticación de un león.

Si hacemos un recorrido sobre un determinado héroe lo largo del tiempo observamos cómo adquiere determinadas connotaciones que varían su percepción según la época. 

Al margen de su biografía, lo que queda en la memoria colectiva (y a esto han contribuido sobre todo los literatos y los pintores) es el gesto de poner a disposición del enemigo su propio puñal para que se diera muerte a su hijo y salvaguardar de esa forma la fidelidad a la palabra dada. Ello plantea un conflicto psicológico y moral que ha ido desarrollándose en el tiempo de diferentes maneras. Aceptar el sacrificio de un hijo no es el único caso que se conoce, pues ya Abraham aceptó por mandato de Dios el sacrificar a su hijo como prueba de su fidelidad creyendo salvar de esta forma el pacto entre Yahvé y el pueblo de Israel. 

En el mito parece deducirse en las crónicas que, aunque el protagonista estuvo un tiempo al servicio del enemigo de su patria, nunca renunció a los principios de la fe y a la defensa de los intereses patrios. De esta forma, el hijo que acabó degollado es concebido en algunos escritos posteriores como un mártir de la religión realzando la figura del padre como prototipo de la determinación de defender la ciudad ante los sitiadores musulmanes.

No es el único caso de la defensa de una plaza donde se tuvieron que tomar decisiones parecidas. Catalina Sforcia (Milán, 1463-Florencia, 1509), hija bastarda del duque de Milán, se atrincheró por circunstancias que ahora no vienen al caso en la fortaleza de Ravaldino. Durante el asedio a la misma, los sitiadores amenazaron con asesinar a sus hijos si no les entregaba la plaza y se rendía. Pero ella, cuenta la leyenda, se levantó la falda y señalando ante los sitiadores sus genitales exclamó: «¡matadlos si así lo queréis, pero tengo el instrumento para tener muchos más! Nunca conseguiréis que me rinda». Tras este gesto los asaltantes levantaron el asedio.


La hazaña protagonizada por Guzmán el Bueno hay que considerarla y contextualizarla según la época. El enfrentamiento del defensor de la ciudad con un infante de España desarrolla un conflicto interior entre un padre que se debate entre la obligación a la palabra dada y el amor filial, aparte de la tensión existente entre Guzmán y su mujer –ya que la madre sólo entiende que hay que salvar a su hijo, según los escritos posteriores–. La leyenda viene a confirmar, en un primer momento, que la patria y el honor se encarnan en él como valores fundamentales por encima de cualquier otra consideración, incluso por encima de las relaciones paterno-filiales, debate desarrollado en la tragedia neoclásica española, así como la exaltación del honor y la patria en el teatro romántico.

En la obra de Pedro de Medina (Sevilla, 1493-1567), recogida en los tomos IX y X del Memorial histórico español (colección de documentos publicados por la Real Academia de la Historia, Madrid, 1857), adquiere un mayor protagonismo la olvidada María Coronel, esposa de Alonso de Guzmán, al ser la cooperadora activa en depositar lejanamente las ganancias obtenidas por su marido en su etapa al servicio del rey de Marruecos. Como episodio curioso, Pedro de Medina narra que en las largas ausencias de su marido y debido a su desasosiego carnal, introdujo un tizón encendido en sus genitales creyendo que de esta forma podía apagar sus ardores.

Controversia entre Iriarte y Samaniego


Al margen de nuestro recorrido por la figura de Guzmán el Bueno, creo que resulta de un cierto interés la controversia entre dos reconocidos fabulistas sobre su diferente visión de la gesta del defensor de Tarifa.

Tomás de Iriarte (Tenerife, 1750-Madrid, 1791), fue un reconocido dramaturgo, traductor y autor de sus conocidas Fábulas literarias (Madrid, Imprenta Real, 1782). La controversia con el otro fabulista, Félix María Samaniego (1745-1801) surgió porque este último, entre otras razones, ya había publicado el año anterior a Iriarte una primera edición de su Colección de fábulas en verso castellano para el uso del Real Seminario Vascongado, algo de lo que era consciente el canario, lo que contradecía su reivindicación de ser el primer escritor español en reintroducir el género.

El ejemplo de Samaniego y el éxito contrastado de su colección, reeditada en diversas ocasiones, abrió el camino a toda una pléyade de fabulistas españoles que se ejercitaron en la moda del apólogo moral, ampliando el género a otros temas y estilos. 

La frecuente reedición de los autores clásicos puso de actualidad la fábula en el siglo XVIII, contando además con el apoyo de los pensadores reformadores que defendían la función utilitaria y ética de la poesía. Acabó convirtiéndose en uno de los géneros poéticos preferidos como instrumento educacional de los jóvenes y como apólogo moral de una atrayente enseñanza.

Iriarte compuso la música y el texto del Soliloquio de Guzmán el Bueno en un solo acto para declamarse por un solo intérprete. El monólogo se estrenó en Cádiz en 1790 cosechando grandes aplausos, reponiéndose al año siguiente en Madrid con la intervención del afamado galán llamado Antonio Robles, también con mucho éxito.


Esta forma de teatro musical, conocido como «melólogo», tuvo vigencia durante el siglo XVIII. Aunque el término es ambiguo hace referencia principalmente a la música instrumental que acompaña una declamación, ya sea en su comienzo o en sus pausas, en una especie de diálogo entre la orquesta y el actor. Como género teatral, aunque de carácter menor y mixto, resultaba muy apropiado para el lucimiento de un actor o actriz a imitación de sus homólogos franceses, reconociéndose como su creador al filosofo enciclopedista J. J. Rousseau.

El fabulista Samaniego, contrario a este tipo de representación y dolido por haberle arrebatado la condición de ser el verdadero reintroductor del género fabulístico en España, escribió en 1792 una versión burlesca a la que tituló Parodia de Guzmán el Bueno.

En la introducción que precede a su parodia contra Iriarte, escribe:
«El maldito ejemplo de Pigmalión, perdóneme su mérito, nos va a inundar la escena de una nueva casta de locos. La pereza de nuestros ingenios encontrará un recurso cómodo para lucirlo en el teatro, sin el trabajo de pelear con las dificultades que ofrece el diálogo. Cualquier poetastro elegirá un hecho histórico, o un pasaje fabuloso, o inventará un argumento; extenderá su razonamiento, lo sembrará de contrastes, declamaciones, apóstrofes y sentencias, hará hablar a su héroe una o dos horas con el cielo o con la tierra, con las paredes o con los muebles de su cuarto; procurará hacernos soportables tal delirio con la distracción de allegro, adagio, largo, presto, con sordinas o sin ellas; y se saldrá nuestro hombre con ser autor de un soliloquio, monólogo o escena trágicocómicolírica unipersonal».
Parece claro que su opinión sobre este tipo de teatro unipersonal se alejaba bastante de su concepción del teatro neoclásico.

Samaniego insiste en su desafección por los soliloquios unipersonales:
«O nos entregas la plaza o degollamos tu hijo», dijeron los moros a Guzmán el Bueno, que mandaba a Tarifa. Este bravo soldado no les da otra respuesta que arrojarles su propio cuchillo desde el muro al campo. Retírase a comer, oye gritos, levántase de la mesa, acude al muro, ve el sacrificio de su hijo, y se vuelve a continuar la comida, diciendo con serenidad a su esposa: «Creí que asaltaban la plaza». Este es el Guzmán de la historia, pero como en el Soliloquio veo que el señor Guzmán anda algo y aún algo remolón para arrojar el cuchillo, y que la serenidad con que volvió a la mesa, se le convierte toda en tenderse sobre un banco y prorrumpir en suspiros, ayes, lamentos, lágrimas y desmayos, me parece que no habrá inconveniente en que yo con mis correcciones, variaciones y aumentos haya hecho un Guzmán a mi antojo.
Como es oficio nuevo este de hacer soliloquios, he querido instruirme en la materia y he hallado en los libros que la palabra soliloquio está particularmente consagrada a la teología mística: que así llamamos a las meditaciones devotas, verbi gratia, los Soliloquios de San Agustín, que los de la escena deben llamarse Monólogos. Yo quisiera que en la escena no hubiese ni el nombre ni la cosa, supuesto que los mismos libros que han hablado del soliloquio dramático nos dicen que no hay una cosa más contraria al arte y a la naturaleza que los tales monólogos».
La muerte de Tomás de Iriarte, acaecida en 1791, ocasionó que la parodia de Samaniego ni siquiera fuera publicada entonces, decisión respetuosa de don Félix hacia su antiguo amigo y adversario literario.

Guzmán el Bueno, símbolo del patriotismo

La decisión de defender la plaza de Tarifa a toda costa ha trascendido en el tiempo de una dimensión local a consolidarse como símbolo colectivo nacional. La elevación de su decisión a mito nacional se recoge y justifica en la afamada y controvertida Historia de España del padre jesuita Juan de Mariana, donde relata que tras su discutida decisión de arrojar a los sitiadores su puñal regresó a la mesa donde estaba su mujer para continuar comiendo sin verse alterado por las circunstancias, escena recogida anteriormente por Samaniego. El padre Mariana eleva a Guzmán el Bueno casi a la santidad al comentar que otorgó grandes limosnas a los pobres y favoreciendo con sus posesiones a la iglesia acreditando de esta forma su fama de bueno y hasta de santo.
«Los de dentro, confiados en las buenas murallas y animados por su caudillo y cabeza Alonso Pérez de Guzmán, resistían con valor y ánimo. Aconteció que un solo hijo que este caballero tenía vino a poder del Infante y de los moros; sácanle a vista de los cercados, amenazan si no se rinden de degollarle. No se mudó el padre por aquel lastimoso espectáculo, antes decía que cien hijos que tuviera era justo aventurallos todos por no mancillar su honra con hecho tan feo como rendir la plaza que tenía encomendada. A las palabras añade obras. Échales desde el adarve una espada con que ejecutasen su saña, si tanto les importaba. Esto hecho se fue a yantar. Desde a poco dio la vuelta por el grande alarido que levantaron los soldados por ver degollar delante de sus ojos aquel niño inocente, que fue extraño caso y crueldad mas que de bárbaros. Hizo más atroz el caso ejecutarse por mandado el infante don Juan. Acudió pues el padre a ver lo que era, y sabida la causa, dijo con mesurado semblante: «cuidaba que los enemigos habían entrado la ciudad»; y con tanto se volvió a comer con su mujer sin dar muestra alguna de ánimo alterado. En tanto grado pudo aquel caballero enfrenar el afecto paterno y las lágrimas».
En otros escritos sobre su hazaña se añade la posibilidad de canjear a su hijo por la entrega de la ciudad, lo que añade un nuevo motivo para realzar el honor a la palabra dada y su sometimiento a la autoridad del monarca.

El sentido del honor y del patriotismo, al margen de la conciencia individual reflexiva y libre, ha perdurado durante toda la etapa franquista del pasado siglo XX mediante lecturas patrióticas exacerbadas donde se ensalzaba como ejemplo y sin ninguna duda la lealtad a la patria y el sentido del honor de Guzmán el Bueno. Ejemplo paralelo de su hazaña fue la defensa que protagonizó contra las fuerzas republicanas en el Alcázar de Toledo (julio de 1936) el coronel Moscardó. Los asaltantes amenazaron con matar a Luis, hijo del coronel, si no rendía la plaza, lo que posteriormente sucedió en agosto del mismo año. En la conversación telefónica de 23 de julio de 1936, en la que intervino su hijo, se le comunicó que le iban a fusilar si no se efectuaba la rendición, a lo que Moscardó respondió con estas palabras: «Pues encomienda tu alma a Dios, da un grito de ¡Viva España! y muere como un patriota».

 El 16 de julio de 1947, en pleno franquismo, el Ayuntamiento de Tarifa le concedió la Medalla de Oro de la Ciudad por el parecido de la gesta en su defensa del Alcázar de Toledo durante la «gloriosa Cruzada» con la que protagonizara Guzmán el Bueno el año 1294. La medalla fue recogida por el ya ascendido teniente general Moscardó el 8 de septiembre de 1948. Años después, a propuesta de la alcaldía, se concedió el título de Hijo Adoptivo y Predilecto a Francisco Franco el 25 de noviembre de 1965.

El franquismo considera a Guzmán el Bueno como ejemplo indiscutible de honor y amor a la patria, correlacionándolo con otros personajes como Fernán González, don Pelayo, el Cid Campeador, los Reyes Católicos, Agustina de Aragón o Santa Teresa. Los libros de lecturas patrióticas utilizaban la misma o parecida terminología para inculcar el mismo tipo de valores. La Enciclopedia Álvarez fue sin duda el manual escolar más difundido en la enseñanza primaria durante el franquismo en las décadas de 1940 y 1950. Estos libros de texto, junto a las lecturas patrióticas acompañantes, constituyeron un poderoso instrumento para moldear el pensamiento de los niños y niñas de entonces en los ideales del nacionalcatolicicismo, con el objetivo de perpetuar la idea de una España tradicional, eterna, católica e imperial.

La Enciclopedia estaba compuesta por tres volúmenes que se correspondían entonces con los tres grados de formación para la enseñanza primaria, siendo cada volumen válido para dos cursos. Reeditada numerosas veces entresaco una de sus páginas del tomo dedicado al 2º grado.


En 1973 se aprobó y cambió el sistema educativo en España mediante una nueva Ley General de Educación. A partir de entonces la famosa enciclopedia Álvarez dejó de aparecen en los colegios.

Pero no solo los libros escolares incidían en fomentar la idea de una España tradicional y católica, puesto que se conocen ilustraciones en láminas diversas y en cromos, como el editado por los célebres chocolates La Juncosa:


La gesta de Guzmán el Bueno también suele aparecer en cromos sueltos illustrando la historia de España.


Cromo editado por la Compañía de Fósforos y Cerillas

Álbum Gráfico de España y su Historia (Editorial Calleja)
Iconografía variada

Para completar una pequeña iconografía sobre Guzmán el Bueno añado una serie de imágenes que ilustran su memoria.

Estatuas de Guzmán el Bueno en Tarifa y León
Placa conmemorativa en Tarifa

Castillo de Guzmán en Tarifa

Dibujo de Lechard para la Historia General de España y sus Indias

Grabado de José Utrera y Cadenas en el Semanario Pintoresco Español (1847)

En 1856, el escritor Ramón Ortega y Frías editó una extensa novela sobre Guzmán el Bueno muy alejada de los hechos y fruto de una imaginación calenturienta, pero debido a su éxito fue reeditada numerosas. De la edición de 1859 entresaco, como mera curiosidad, las láminas sueltas y descontextualizadas que la acompañaban.







©Antonio Lorenzo

martes, 19 de noviembre de 2019

El controvertido conde de España conocido por "El tigre de Cataluña"


Me voy a detener en esta ocasión en una figura contradictoria, solapada y poco conocida, pero que ha protagonizado una de las páginas más negras de nuestra historia, dejando en la memoria la idea de que fue un acreditado sanguinario y funesto personaje. Al margen de su intervención en los campos de batalla desde la guerra de la Independencia nos detendremos especialmente en su etapa catalana, que es a la que se refieren los impresos populares que integramos. También nos detendremos en su muerte, ya que fue asesinado y arrojado al río Segre por unos sicarios con una piedra atada a su cabeza, desfigurado su rostro y profanada su tumba un año más tarde, en 1840, donde fue exhibido su cráneo por distintas poblaciones.

Roger-Bernard-Charles d'Espagnac de Ramefort (1775-1839), descendiente de una familia de origen hispano emigrada a Francia, (conocido posteriormente como conde de España o Carlos de España), nació el 15 de agosto de 1775 en Ariège. Hijo del marqués Henri d'Espagnac, coronel y senescal de Couserans-Comminges-Nébouzan, descendiente de los condes de Foix por una rama más joven.

A consecuencia de la Revolución francesa, su familia fue perseguida estableciéndose en su huida primeramente en Inglaterra y posteriormente en Palma de Mallorca en 1792. Charles d'Espagnac se casó en 1804 con la hija de unos grandes propietarios mallorquines: Dionisia Rosinyol de Defla y Comelles.

Alistado en el ejército español en 1792, defendió su patria adoptiva de su Francia natal sirviendo a Fernando VII incondicionalmente contra el liberalismo y a quien permaneció fiel durante todo su reinado lo que le valió ocupar importantes puestos en el mando de las distintas provincias. tras el fallecimiento de Fernando VII en 1833 se puso al servicio del pretendiente carlista Carlos María Isidro de Borbón en la primera guerra carlista (1833-1840). Así llegó a ser capitán general de Cataluña, instaurando en Barcelona un auténtico régimen de terror y represión. Fernando VII españolizó su apellido otorgándole el título nobiliario del condado de España en 1819 y el título de Grandeza de España (máxima dignidad de la nobleza española) el 27 de agosto de 1827. Su recorrido en el ejército y su participación en numerosas batallas lo llevó a ser nombrado general y posteriormente a ser nombrado capitán general de Cataluña (1827-1832) estableciendo su cuartel general en la Ciudadela de Barcelona. El régimen de terror y crueldad del que hizo gala hizo que se le conociese con el sobrenombre de «El tigre de Cataluña», por su afición de eliminar a sus enemigos con medidas enérgicas "lanzándolos a la eternidad" según su frase predilecta y repetida. Su crueldad con los enemigos y el trato vejatorio con las mujeres son un referente en la vida de este siniestro personaje.

En un principio Carlos de España dispuso en Cataluña de una corriente de opinión favorable por su fama de militar competente y buen organizador. Con el transcurso del tiempo, y al igual que sucedió con el general Maroto, para protegerse de los enemigos molestos, tanto de fuera como de sus propias filas, no dudaron en ejercer el terror mediante fusilamientos. El recuerdo del conde de España, figura desconcertante, resulta difícil de concretar en la historia, debido a la documentación dispersa y contradictoria sobre la disparidad de sus actuaciones según a qué bando u opiniones nos atengamos y a las evidentes contradicciones de su personalidad. Lo mismo fusilaba a un conspirador que a un tendero que hubiese aumentado el precio de los víveres de primera necesidad. Mientras sus partidarios resaltan el orden, respeto y temor que consiguió en Cataluña, sus adversarios destacan su crueldad y sadismo.

Grabado de José Gómez
Editado en 1856, por Francisco J. Orellana El Conde de España o la inquisición militar, se detallan las actuaciones del conde con sus adversarios, del que extraigo algunas de sus láminas ilustrativas


En esta estampa se nos muestra la escena de un grupo de presos rodeados y vigilados  por las fuerzas del orden en la explanada de la Ciudadela barcelonesa con la presencia del conde de España, Cantillón y otros asistentes a la ejecución. La imagen de los presos condenados a la horca pasaron a formar parte del imaginario popular convirtiéndose en un recurso iconográfico contra el conde de España.






















La figura contradictoria del conde de España fue ampliamente denostada, aunque desde el punto de vista del carlismo más radical, su figura es ensalzada justificando sus acciones por su defensa del rey y la religión, tachando de traidor al general carlista Maroto (protagonista junto al general Espartero del célebre "abrazo de Vergara") tal y como se recoge pormenorizadamente en el libro publicado en 1840 de Tresserra y Fábrega, Félix Ramón, del que reproduzco la portada y que, por cierto, tiene una curiosa historia. Parece ser que bajo el seudónimo de Tresserra y Fábrega, se escondía el monje y predicador mercedario Magín Ferrer i Pons, conocido propagandista de la causa carlista.

Como sucede con casi todos los personajes históricos, la valoración de sus acciones depende del punto de vista ideológico que los juzgue. Las portadas que reproduzco a continuación son un claro ejemplo de los distintos puntos de vista sobre la justificación de la trayectoria política de este oscuro personaje.




Su muerte

La muerte del conde de España, nunca aclarada del todo sobre quienes intervinieron en ella, puede considerarse como un ajuste de cuentas, no solo de sus adversarios políticos sino también de sus propios correligionarios y sus desavenencias y disensiones internas. La envidia, la constatación de que padecía una condición enfermiza y por el deseo de ocupar su puesto se optó por darle muerte.  Relevado del puesto y conducido a Francia en 1839, fue asesinado por unos sicarios y arrojado por el puente llamado de Espía. Su cadáver fue encontrado días después río abajo siendo enterrado finalmente en Coll de Nargó.

Para incrementar el morbo sobre esta muerte parece ser que ni siquiera el fallecido tuvo reposo, ya que un tiempo después su tumba fue profanada y su cabeza robada. Según se cuenta, un médico aficionado a la frenología, llamado José Roset (catedrático de medicina en la universidad de Cervera, en Lérida), ayudado por sus compañeros de viaje, abrieron la tumba, extrajeron el cráneo, lo pudieron en una bolsa y se marcharon. El fin era el de hacer un estudio sobre su mente criminal. Al poco de cometer el robo fueron sorprendidos por unos ladrones que los tuvieron retenidos. Consiguieron huir y se trasladaron a Igualada portando la cabeza del conde. Un tiempo después el médico se trasladó a Filipinas llevándose el cráneo junto a sus pertenencias. Tras el fallecimiento del médico en Filipinas a causa de una enfermedad tropical, José Roset legó en carta testamental a su hermana Antonia todos sus bienes. Así pues, hizo traer desde las Filipinas sus efectos personales y el cráneo hasta Igualada, de donde eran naturales. Antonia Roset depositó el cráneo en la iglesia de San Agustín, donde se estableció la Congregación de la Buena Muerte. Antonia Roset, al morir, dejó como herederos del cráneo a éstos religiosos. Pero en 1858, familiares del conde que residían en Mallorca, por Real Orden firmada el 25 de noviembre obtuvieron el permiso para exhumar los restos mortales del conde para trasladarlos a Defla (municipio de Sinéu en Mallorca). En junio de 1859 se realizó el traslado de los restos a falta de la cabeza.

Lugar donde reposan los resto del conde de España según el siguiente enlace

En definitiva, la muerte por asesinato del conde de España haría sin duda las delicias de los impresores de pliegos donde lo morboso y escatológico son características recurrentes en este tipo de impresos populares.

Del libro de Tresserra y Fábrega, entresaco y trascribo el relato sobre su muerte:
"Al llegar al puente llamado de Espía se juntaron algunos con los que llevaban la víctima: uno le tiró un pistoletazo y otro le dió una puñalada: le ataron una soga al cuello con una piedra y lo echaron del puente abajo, creyendo los asesinos que seria negocio concluido, y que ya jamás se hablaria del Conde de España, suponiéndose que se habria perdido en Francia. [...]
En los primeros dias de noviembre circularon las noticias sagazmente propagadas por los asesinos y cómplices, ó interesados en el asesinato, de que el Conde de España estaba oculto en Francia. El partido furibundo, cuando ya estuvo seguro de que el Conde no habia de hablar mas, y contaba asimismo que jamás habia de llegar el asesinato á descubrirse, dictó la tan calumniosa como ridícula y desatinada circular de la Junta de Berga de fecha 7 de noviembre en que se dieron por supuestos los vehementes indicios de que el Conde trataba de vender el Ejército y el Principado con la misma perfidia que lo hizo Maroto en las Provincias Vascongadas. Pero pronto se turbó la feroz satisfaccion de los que habian ordenado, con sentido y ejecutado el asesinato. El dia 4 las aguas del Segre arrojaron un cadáver á la playa que forma, el rio entre Coll de Nargó y Hostal dels Esplovins: dicho cadáver tenia una soga atada en el cuello. En aquella playa permaneció durante el dia 5, en la noche del cual fue enterrado en Coll de Nargó. El Conde de España era conocido de todo el país: los primeros que vieron el cadáver lo reconocieron por el del Conde: lo reconocieron cuantos pasaron por aquel camino en dicho dia 5: los primeros divulgaron la noticia, y fueron varios los que pasaron á aquel punto para reconocer el cadáver. La identidad de este con el cuerpo del Conde de España no dejó la menor duda; el reconocimiento fue general, público y notorio, y no contradicho por persona alguna; y si hubiese necesitado confirmacion era mas que suficiente el no haber aparecido el Conde en ninguna parte". 
La noticia de su muerte estuvo llena de incertidumbre por si hubiese sido un reclamo para distinguir a los amigos de los enemigos. Extraigo de la página 322 del libro La Guerra de Cataluña. Historia contemporánea, redactada por oficiales que fueron actores o testigos de los acontecimientos, bajo la dirección de Eduardo Chao, Madrid, 1847:
«Era tal el terror que Espagne inspiraba y tal el concepto que de estravagante tenia, que cuando en Berga tuvieron noticia de su muerte, los habitantes se la fueron comunicando unos á otros con el mayor sigilo, y nadie se atrevia á manifestar abiertamente la impresion que les causaba este suceso,porque todos llegaron á persuadirse que era una treta de que se valia para descubrir el ódio ó el cariño que cada cual le profesaba. Todos creian que Espagne mismo habia hecho circular la noticia de su muerte para que, dándola por cierta, suc enemigos no le tuviesen miedo y revelasen sus sentimientos hablando de él con completa libertad. Tan general era esta creencia que por espacie de algun tiempo en el pais dominado por los carlistas no se oian mas que estas espresiones ú otras análogas: «Dicen que Espagne ha muerto.... para el tonto que lo crea; farsa suya! Todo es una farsa!». 
Los pliegos



Continúo con este interesante pliego donde se desarrolla y se recrea una ficticia conversación entre Manuel Llauder y el conde de España. Hay que recordar que Llauder fue nombrado capitán general de Cataluña, en sustitución del conde de España en diciembre de 1832. El conde se retiró a Mallorca y posteriormente a Francia. Llauder fue nuevamente nombrado capitán general de Cataluña en 1835 siendo sustituido en su cargo al año siguiente por el liberal Francisco Espoz y Mina.

Un detalle significativo que acompaña la imagen de los dos generales es que ambos llevan atados a una cuerda unos aparentes feroces animales, sin duda para resaltar el apelativo de tigre que fue aplicado tanto al conde de España como a Llauder. El epíteto de tigre también se le aplicó al general Cabrera "El tigre del Maestrazgo"

Las críticas a ambos en el pliego vienen insistentemente reflejadas mediante una especie de letrilla repetitiva:
                                                       ¿Quién hizo mas de los dos?
                                                       Sábelo el diablo, sábelo Dios.





En el siguiente pliego, no solo se recoge la muerte del conde, sino que está impregnado de advertencias al general Cabrera "El tigre del Maestrazgo" anunciándole que correría prontamente la misma suerte que el conde  por sus excesos y crueldad.

Existe la teoría de que el propio Cabrera, junto a otras destacadas personalidades carlistas, urdieron en secreto un plan para acabar con la vida del conde de España. El proceso judicial abierto para aclarar el asesinato del conde nunca concluyó, quizá porque no interesaba que salieran a la luz sus verdaderos instigadores.



Para terminar, reproduzco otro interesante pliego donde se recoge el "sueño espantoso" del general Cabrera al recibir la noticia de la muere del conde de España. El pliego vaticina el castigo que tendría el propio Cabrera al bajar a los infiernos, como lo tuvo en sus sueños el tigre de Cataluña.

Aunque en el pliego no viene la fecha de edición, puede deducirse que corresponde al mismo año del asesinato del conde de España, en 1839.





©Antonio Lorenzo