Juan José de Austria (1629-1679), hijo natural de Felipe IV y de la actriz cómica María Inés Calderón “La Calderona”, es uno de los personajes más fascinantes de la historia moderna española. Reconocido por su padre en 1642, perdió el favor de la corte a raíz de sus derrotas en Flandes y Portugal, pero finalmente, tras una vida de altibajos, llegó incluso a ejercer el cargo de primer ministro durante la regencia de su hermanastro Carlos II.
Son tres los reyes que llenan el siglo XVII español: Felipe III (1598-1621), Felipe IV (1621-1665) y Carlos II (1665-1700). Algunos autores consideran a Juan José de Austria como el último de los validos de la monarquía española y otros como el antecedente de un primer ministro.
María Inés Calderón 'La Calderona' |
Juan José de Austria fue el fruto de una de las numerosas
aventuras amorosas y correrías amatorias de Felipe IV y que eran conocidas por
su primera esposa Isabel de Borbón. Uno de los romances más comentados fue el
que sostuvo con María Inés Calderón, fruto de los cuales fue el nacimiento de
Juan José. Conocida también por “Marizápalos”, dio a luz a Juan José en la
calle Leganitos de Madrid y en el registro bautismal se anotó que era “hijo de
la tierra”, una de las formas de inscribir a los bautizados cuyos padres no se
conocían. El recién nacido fue primeramente trasladado a León para alejarle de
la corte y posteriormente a Ocaña.
Una rapidísimo recorrido por su biografía es el siguiente: con apenas 18 años estuvo al mando de la flota enviada para sofocar
la revuelta de Nápoles (1647-51). Intervino en el sitio de Barcelona de 1652
que puso fin a la larga guerra de la Corona contra la rebelión de Cataluña,
donde fue nombrado virrey (1653-56). También fue nombrado virrey de Flandes
(1656-59). Felipe IV le encomendó el mando del ejército para recuperar el
control de Portugal (1661-64), tarea en la que fracasó.
Tras la muerte de su padre en 1665 quedó como regente su segunda mujer, Mariana de Austria. Juan José contaba entonces con 36
años y su hermanastro y heredero al trono, Carlos, con tan sólo cuatro.
Es conocida su animadversión a la viuda y madrastra Mariana de Austria y a su valido y confesor el jesuita austriaco Nithard. En 1668 fue desterrado al descubrirse su implicación en un complot contra Nithard; antes de ser detenido, huyó a Cataluña y se puso al frente de una fuerza armada, con la que marchó hacia Madrid, forzando la caída de Nithard (1669).
Tras la caída posterior de Valenzuela (nuevo valido de Mariana de Austria) regresó a Madrid, y apoyado por los militares y los grandes de España, dirigió el gobierno de la monarquía de su hermanastro Carlos II hasta su muerte.
Testamento de Juan José de Austria
Según escribe José Calvo Poyato en la biografía que ha
dedicado al personaje (Juan José de Austria. Un bastardo regio, Barcelona,
Plaza&Janés, 2002).
“Cuando don Juan expiraba, Carlos II se divertía viendo unos fuegos de artificio que estaban quemándose en la plaza de palacio. Allí le llegó la noticia del fallecimiento de su hermano. Parece ser que no le afectó. Ni siquiera se tomó la molestia de visitar el cadáver, limitándose a disponer que se diese sepultura a su cuerpo embalsamado en el panteón real de El Escorial, si bien antes del entierro sus restos mortales quedarían expuestos al público durante tres días en el Alcázar Real, mientras se decían gran cantidad de misas por la salvación de su alma.Por expreso deseo de don Juan, su corazón fue llevado a la basílica del Pilar de Zaragoza, para que quedase a los pies de aquella imagen por la que el difunto había tenido especial veneración. Para su entierro fue amortajado con su hábito y las insignias propias de su rango como gran prior de la orden de San Juan. El día 20 se efectuó el traslado de su cadáver para ser enterrado. Mientras que por los tortuosos caminos de la sierra madrileña era conducido el cadáver de don Juan para quedar sepultado en el panteón, Carlos II se dirigía a Toledo para reunirse con su madre; iba acompañado por un gentío del que formaban parte muchos de los desterrados por orden de don Juan que, advertidos de su muerte, habían regresado a toda prisa a Madrid.No hubo grandes manifestaciones de duelo por su óbito. Desvanecidas las expectativas que su ascenso al poder había alumbrado, el pueblo de Madrid, de quien había sido un ídolo, estaba al igual que su rey, más pendiente de los festejos y celebraciones que con motivo de la boda real ya habían comenzado”.
Grabado de Joannes Blavet (1675) |
Continuando con lo escrito por su
biógrafo Calvo Poyato:
“En su testamento, que estaba fechado en Madrid el 7 de septiembre, dejaba expuestas sus últimas voluntades respecto de los escasos bienes y pertenencias que tenía. A diferencia de otros validos que habían aprovechado su tiempo de privanza para acumular grandes fortunas, don Juan nunca mostró interés por el dinero ni por los bienes materiales, salvo si le permitían obtener un determinado fin. Siempre reclamó recursos suficientes para atender las necesidades de los cargos que ocupó y se quejó amargamente cuando no dispuso de los medios que consideraba necesarios para cumplir las misiones que se le encomendaron a lo largo de su vida. Después de hacer la profesión de fe habitual en todos los testamentos y de manifestar sus preferencias sobre determinadas advocaciones y santos, nombraba como heredero universal de sus pertenencias a su hermano el rey, rogándole que de entre sus joyas escogiese una para entregársela a doña Mariana de Austria. Todo un gesto cuyo significado es complicado de alcanzar a comprender, tratándose de su más mortal enemiga. Dejaba algunas imágenes y una cruz de plata para su hija, sor Margarita de la Cruz de Austria. Disponía que su ropa usada fuese entregada a sus ayudas de cámara, así como que el dinero que tenía debía destinarse a pagar a sus criados tres meses de salario y abonar los gastos del entierro y misas. Disponía luego que se abonasen las deudas que tenía contraídas hasta donde alcanzase, pagándose las mismas por orden de antigüedad. Habla mucho en su favor el que pidiese al rey, su hermano, en una de las cláusulas, que no abandonase a sus criados, solicitándole ayuda y trabajo para ellos”.
El documento es localizable en la
Biblioteca Nacional de Madrid en el manuscrito 10.901 y su lectura parece más una
confesión que un testamento donde trata de congraciarse con todos y exculparse
de los errores cometidos.
Retrato de Juan José de Austria |
La sátira política
Durante el reinado de Carlos II la profusión de la sátira es sorprendente. Tan sólo en la Biblioteca Nacional de Madrid es posible rastrear hasta un total de 91 manuscritos que contienen valiosas piezas de este género.
Como el tema se sale del propósito de este blog sólo publico, a modo de ejemplo, un par de muestras. La primera invectiva fue compuesta por el jesuita Juan Cortés Osorio contra don Juan en forma de décimas.
Un fraile y una corona,
un duque y un cartelista,
anduvieron en la lista
de la bella Calderona.
Parió, y alguno blasona
que, de cuantos han entrado
en la danza, ha averiguado
quien llevó la prez del baile,
pero yo aténgome al fraile,
y quiero perder doblado.
De tan santa cofradía
procedió un hijo fatal,
y tocó al más principal
la pensión de la obra pía.
Claro está que les diría
lo que quisiere su madre,
pero no habrá a quien no cuadre
una razón que se ofrece:
mírese a quien se parece,
porque aquel será su padre.
Sólo tiene una señal
de nuestro Rey soberano:
que en nada pone la mano
que no le suceda mal:
acá perdió Portugal,
en las Dunas la arrogancia,
dio tantos triunfos a Francia
que es cosa de admiración
quedar tanta perdición
en un hijo de ganancia.
Bien sé que en Puerto Longón,
Nápoles y Barcelona
hacia con su persona
gentil representación.
Por ajena dirección
obro bien cuando más tierno,
pero en tomando el gobierno
salió tan desatinado que,
como hijo del pecado,
dio con todo en el infierno.
Como contrapeso, publico una invectiva anónima de los
partidarios de Juan José contra el poderoso Padre Nithard.
Atiéndame su Insolencia,
dígame padre Everardo
¿si quema la Inquisición
como a él no le ha quemado? (...)
Sin duda que de Alemania
trajo peste a nuestro barrio,
pues desde que en él está
estamos acá purgando. (...)
Todo lo hace religión
y todo lo ha reformado
pues ya ha llegado a ser celda
lo que antes era palacio.
Téngalo basta que le veamos
de nuestra reina privado.
Antonio Lorenzo