domingo, 4 de agosto de 2013

El conde de Montecristo

Fotograma de «La venganza del conde de Montecristo», dirigida por Kevin Reynolds en 2002

La famosa novela «El conde de Montecristo», de Alejandro Dumas (padre) fue publicada originalmente en Journal des Débats en dieciocho partes. La publicación se extendió desde el 28 de agosto de 1844 hasta el 15 de enero de 1846. Primero fue publicada en París por Pétion en 18 volúmenes (1844-1845). Las versiones completas de la novela en el francés original fueron publicadas durante el siglo XIX.

La figura contradictoria de Edmundo Dantés pasa de ser una figura trágica tras su encarcelamiento hasta mostrar un irrefrenable deseo de venganza.

Un rapidísimo resumen de la novela es como sigue:

Tras llegar a Marsella como primer oficial, Dantés releva a su patrón como capitán tras la muerte de éste. Prometido con la joven Mercedes no llega a casarse debido a que es arrestado poco antes de la boda por ser sospechoso de bonapartismo. Llevado ante el procurador Villefort, este lo declara inocente al principio pero, para protegerse a sí mismo de una posible acusación bonapartista debido a una vieja relación entre el antiguo patrón de Dantés y su padre, acaba por enviarlo al Castillo de If. Todo este plan sale adelante gracias a la ayuda de Danglars, compañero de Edmundo en el barco, y Mondego, un banquero que está enamorado de su prometida, la catalana Mercedes.

Castillo de If en Marsella
Abandonado a su suerte, Edmundo pasa años en las mazmorras del Castillo de If, donde se planteó el suicidio. Sin embargo, sus sentimientos de venganza superan a su desesperación y logra fugarse gracias a la ayuda de un viejo abad llamado Faria. Éste le enseña desde matemáticas a historia y preparan la venganza contra los que condenaron a Edmundo. Tras escapar, Edmundo es rescatado por unos contrabandistas, a los que se unió haciendo negocio en la isla de Montecristo hasta convertirse en un hombre rico. Decidido a obtener su venganza y bajo una nueva identidad -luego desarrollaría dos más-, viaja a Marsella donde encuentra a su prometida casada -a él se le suponía ejecutado por traición- y a los objetivos de su venganza. Es entonces cuando comienza su largo plan.

Nueve años más tarde, Edmundo aparece en París como el Conde de Montecristo y, con todo su dinero y experiencia en el mundo de los negocios, logra crear un entramado capaz de arruinar a sus enemigos, con Villefort loco, Mondego muerto por su propia mano y Danglars apresado por un bandido italiano.

El pliego que reproduzco está editado en Barcelona por la imprenta de Ignacio Estivill en 1848, esto es, apenas unos años después de su primera publicación lo que da idea de su enorme éxito y popularidad. Parece ser que existe otra edición barcelonesa, anterior a la de Estivill, de 1846, editada por la Imprenta de Miguel Borrás que no he logrado localizar.





Escrito en forma de romance y con un poder admirable de síntesis, resulta curioso cómo utiliza la cursiva para llamar la atención y resaltar a primera vista la «catalanidad» de la prometida de Edmundo, lo que puede interpretarse como un recurso comercial ante sus más cercanos compradores catalanes.

Reproduzco también la portada de los tres pliegos editados en Valladolid por la imprenta de Dámaso Santarén en 1856.


De las innumerables ediciones de esta novela doy un ejemplo de edición cuidada y lujosa sufragada por la célebre marca de puros “Montecristo”, junto a otras ediciones baratas destinadas al gran consumo




Teniendo en cuenta el éxito de la novela de Dumas un empresario catalán encargó en 1848 a Víctor Balaguer y a su colaborador Francisco Luis de Retes su adaptación para ser representada en el teatro. Las dos primeras adaptaciones, luego refundidas en una, se estrenaron en el Teatro del Liceo el 2 y el 3 de septiembre de 1848.

La edición refundida en un sola sesión de tres actos y un prólogo, para evitar su representación en dos noches distintas, se estrenó el 6 de julio de 1849 en el Teatro Principal.


«El abate Faria y Edmundo Dantés o el conde de Montecristo» fue el título de otra adaptación posterior de la novela a cargo de José Nieto y José Guardia estrenada en el Teatro Principal de Gracia en noviembre de 1903.


La historia de Edmundo Dantés ha sido llevada al cine y la televisión en numerosas ocasiones y su papel ha sido interpretado por actores como Gérard Depadieu, Richard Chamberlain o James Caviezel.

Reproduzco, para finalizar, algunas muestras de las bellas ilustraciones que acompañan a una edición conjunta en 5 volúmenes de Londres y New York de 1888.









Antonio Lorenzo


domingo, 28 de julio de 2013

Atala o los amores de dos salvajes en el desierto

Anne-Louis Girodet, Atala portée au tombeau (1808)
Buena parte de los pliegos decimonónicos acogen temas y motivos de la novela romántica en un proceso de intertextualidad y de adaptación de obras dramáticas. Los pliegos de cordel adaptan, abrevian, condensan o fragmentan obras para un público lector-oidor que, a través de sus variadas prácticas lectoras, satisface de algún modo sus necesidades.

Un caso que podemos considerar como ejemplo de adaptación novelística por parte de los pliegos de cordel es el referente a los célebres amores de Atala y Chactas.

Las portadas y los distintos pliegos que reproducimos son deudores de la famosa novela «Atala», publicada en 1801 por François-René de Chateaubriand (1768-1848). Dicha novela gozó de una repercusión y aceptación inmensa, como lo prueba el gran número de reimpresiones y ediciones al poco de ver la luz. Tal fue su éxito que la primera edición española conocida es la valenciana de 1803, aunque existe una traducción al castellano en el mismo año de su publicación en 1801, editada en París, y que ha originado algunas polémicas sobre su traducción. Sea como fuere, lo cierto fue el éxito fulminante de la obra en España, aunque los censores de la Inquisición expurgaron párrafos, frases y expresiones por considerarlas inmorales, sobre lo que volveré.


Parece claro que si Francia e Inglaterra no hubiesen tenido colonias en Norteamérica ni Chateaubriand hubiese viajado a ellas entre abril y diciembre de 1791, el aprecio a esas culturas periféricas no hubiese tenido tanta aceptación. Los relatos de viajes de escritores franceses e ingleses fueron el motor del interés hacia esas culturas exóticas para amplios sectores de población.

El argumento, visto desde una perspectiva actual, puede resultarnos ingenuo, chocante y extemporáneo. La acción de la novela se sitúa en la Luisiana, antigua colonia española incorporada a Francia por Napoleón en 1800, tras el acuerdo secreto con España por el Tratado de San Ildefonso.

La novela se basa en la narración que hace el viejo indio Chactas, hijo adoptivo de un cristiano llamado López, a un francés llamado René que huyó de Europa y se refugió en la tribu de los Natchez, a la que Chactas pertenece.

Hecho prisionero por una tribu enemiga y condenado a muerte, Chactas es salvado de la muerte por una joven india cristiana, llamada Atala. Enamorado de ella, escapan ambos al desierto encontrando refugio junto a un misionero, el padre Aubry. Pero Atala, que resulta ser la hija de López y de una india cristianizada, rechaza el amor de Chactas y ella misma se envenena al haber prometido a su madre moribunda mantener su voto de castidad y consagrarse a Dios.

Toda la narración gira en torno a la voluntad de pureza de la protagonista, aderezada con descripciones de una naturaleza exótica, todo ello hábilmente entremezclado con la religiosidad y la pasión avasalladora del amor juvenil.

La obra abrió las puertas al sentimentalismo, a lo pasional y al individualismo, signos elocuentes del denominado Romanticismo literario. Chateaubriand no reconoce en los indios la figura del buen salvaje gobernado por la ley natural, tan querido de los ilustrados, sino que su interés va encaminado a lo exótico de sus costumbres atemperadas por su conversión al cristianismo y al enriquecimiento mutuo de experiencias entre una sociedad natural y otra sociedad civilizada.

Dada la profusión de ediciones en pliego (en prosa y en verso) de Atala y su amante Chactas solamente voy a reproducir, a modo de ejemplo, unas pequeñas muestras ilustrativas.




Barcelona, Imp. de Narciso Ramírez y Comp.ª, 1876




Madrid, Imprenta de D.J.M. Marés, 1861

Reproduzco también, al ilustrarse con otras xilografías, las portadas de las ediciones de Llorens, en Barcelona, de Corominas, en Lleida y de Ignacio Estivill, también de Barcelona.


Barcelona, Imp. de Ignacio Estivill, sin a
Atala representa el tema del amor imposible donde la fatalidad teje una especie de red invisible que da al traste a la unión de los amantes, como sucede en otros ejemplos de parejas románticas.

La famosa historia también se editó, a modo de antecedente del comic, como «aleluya», de la que expongo la editada por la Imprenta Hernando de Madrid con algunos dísticos ripiosos que despiertan la sonrisa: «Buscan un seguro asilo huyendo del cocodrilo»


Atala y la inquisición

La inquisición intervino enseguida para suprimir algunos párrafos considerados inmorales. En 1803 un inquisidor de Valencia no duda en calificar de herético tanto al autor como a la obra. Otro de ellos señala que la novela «excita esta infame pasión del amor, la alimenta y nutre»

Entre las obras (que figuran como absolutamente prohibidas) por el censor de los teatros de La Habana figura «Atala, o los amores del desierto», comedia en cinco actos.


La incoherencia o la inhabilidad de algunas traducciones ofrecían párrafos y frases, que no pasaron de largo para los censores, como las siguientes:
«Entreabría mis labios al vientecillo, y éste, lejos de refrescarme, se abrasaba con el fuego de mi aliento».
Otro ejemplo donde actuó la tijera de la censura fue en una de las traducciones de 1813 donde se describe un juego entre dos jóvenes indígenas:
«Dos doncellas bregan por quitarse una varilla de sauce. Sus pechos se rozan, sus bocas se encuentran, sus manos se cruzan sobre la varilla (...), sus bellos pies desnudos se entrelazan, sus suaves alientos se confunden, ellas se encorvan, se enredan los cabellos, miran a sus madres, se ponen coloradas y todos aplauden».
Ilustraciones e imágenes

La famosa historia de estos amantes ha servido de fuente inspiración para ilustradores y pintores.

Reproduzco algunas imágenes representativas.


De interés son estas estampas secuenciadas.





Chactas en la tumba de Atala

Pintura de Luis Monroy (1845-1918), realizada en 1871 

Chactas dépose une fleur sur le front d'Atala endormie. Musée du Nouveau Monde. La Rochelle

Pintura de Rodolfo Amoedo (1883)

La historia de Atala y Chactas también sirvió de inspiración para la zarzuela "El triste Chactas" en un acto y en prosa, con libreto de Pedro María Barrera y música de Francisco Asenjo Barbieri, estrenada en el Teatro Eslava de Madrid el 9 de marzo de 1878.




Antonio Lorenzo


sábado, 20 de julio de 2013

Cogida y muerte del torero Pepe-Hillo


En el laberinto temático de los pliegos de cordel no podían faltar las referencias a la lidia y a la muerte de toreros famosos, tan del gusto popular. Traigo en este caso un pliego que narra y lamenta la muerte en la plaza de toros de Madrid, en 1801, del célebre torero sevillano José Delgado «Pepe-Hillo».

Caro Baroja, con su sagacidad acostumbrada, comenta en su imprescindible y seminal «Ensayo sobre la literatura de cordel» (Revista de Occidente, 1969, pág. 223):

«[…] Así también el torero como tal y por muy plebeyo que sea su origen, es heredero del prestigio de héroes antiguos, los cuales siempre aparecen en los romances como grandes matadores, aunque sea de a caballo. El Cid, se dice que fue el primero que los alanceó. Bernardo del Carpio, héroe fingido y no menos popular que el Cid, también fue gran torero, según los romances que a él se dedican. Y, entre los moros, Muza y Gazul, símbolos de la galantería caballeresca».

José Delgado Guerra nació en Sevilla el 14 de marzo de 1754. Fueron sus padres Juan Antonio Delgado y Agustina Guerra, tratantes en aceites y vinos del Aljarafe (condado de Niebla). Fue bautizado en la iglesia del Salvador el día 17 del citado mes y año, figurando como padrinos José de Misas y su mujer Juana Rodríguez.

Apenas se conocen los comienzos de José Delgado en el toreo. La primera vez que en relaciones de diestros vemos el nombre de este matador es en la corrida madrileña de 1769, actuando como banderillero para los espadas Juan Romero y Miguel Gálvez.

En 1777, en la plaza de Cádiz, tiene lugar el encuentro de Pepe Hillo con Pedro Romero, de donde nació una encarnizada competencia entre ambos. Se trata, en definitiva, de diferentes formas de entender el toreo: si Pedro Romero representa, a decir de los entendidos, las formas más clásicas del toreo de la Escuela de Ronda, Pepe-Hillo sería el ejemplo de la Escuela sevillana, más florida y vistosa, de toreo fácil, frente al quehacer reposado, desnudo de adornos y fundamental del de Ronda.

Cartel anunciador de 1780 en El Puerto de Santa María

El escritor Manuel Chaves Rey (1870-1914) comenta sobre la forma de torear del sevillano:
«Pepe-Illo en cambio (está comparando el toreo de Pepe-Illo con el de Pedro Romero) siempre estaba en movimiento durante la lidia: no dejaba de practicar ninguna suerte: por conseguir un aplauso llegaba a la temeridad; cuanto hacía otro, intentaba él ejecutarlo sin estudio previo ni cálculo de facultades: a cada toro daba distinta brega, alegraba la plaza con sus jugueteos y arriesgadas habilidades, y como poseía un valor invencible y una voluntad de hierro, a pesar de las graves heridas que le causaron los toros, cada vez que salía al circo apenas restablecido se le veía con mayor ceguedad y desprecio de la existencia pegarse a la fiera y con más brío olvidar una nueva cogida».


Reproduzco el pliego, editado en Córdoba en la imprenta de Don Luis de Ramos y Coria, sin año.





Del blog http://gestauro.blogspot.com.es/ copio la pormenorizada narración de la cogida y muerte de Pepe-Hillo:
«Se había programado en Madrid, para el día 11 de mayo de 1801, la 3ª corrida completa de 16 toros, 8 por la mañana y otros 8 por la tarde. Los diestros eran José Romero (de Ronda), José Delgado (Pepe-Hillo) y Antonio de los Santos. Dos de esos toros eran de la ganadería de D. José Gabriel Rodríguez Sanjuán, de Peñaranda de Bracamonte y de estirpe castellana. Uno de ellos era Barbudo, que fue lidiado en 7º lugar, por la tarde. La víspera de la corrida, los toros estaban en la vaguada del Arroyo de Abroñigal, esperando ser llevados en la madrugada siguiente a los corrales de la plaza de la Puerta de Alcalá. Pepe-Hillo, que siempre había desconfiado de los toros castellanos, acudió a verlos a caballo. Uno de esos toros se acercó a él y entonces, dirigiéndose al mayoral, le dijo: «Tío Castuera, ese toro para mí». Tristemente era Barbudo, negro zaíno, que le iba a quitar la vida, unas horas más tarde. Según el testimonio del escritor Don José de la Tixera, autor del texto de la "Tauromaquia o arte de torear", dictado por Pepe-Hillo, Barbudo sólo tomó 3 ó 4 varas huyendo, mostrando su condición de manso. Más tarde, en banderillas, Antonio de los Santos le pareó y luego aún hubo 3 pares más de los banderilleros Joaquín Díaz y Manuel Jaramillo. Pepe-Hillo, de azul y plata, le dio dos naturales y uno de pecho. Entró a matar, muy cerca del toril, metió media estocada muy superficial y contraria, haciendo el toro por él y le alcanzó en el muslo izquierdo, le corneó en el estómago, campaneándolo horriblemente de pitón a pitón durante varios segundos. El picador Juan López, sin caballo y solo con la vara, intentó hacerle el quite pero fue inútil. Pepe-Hillo murió en la enfermería 15 minutos después. José Romero mató luego al toro de 2 estocadas. Pepe-Hillo fue enterrado dos días después, tras una procesión popular por las calles de Madrid, en la iglesia de San Ginés, donde aún reposan sus restos. Durante mucho tiempo se guardó luto en Madrid y se suspendieron las corridas de toros».
Aparte de su fama de torero valeroso y artista, a Pepe-Hillo se le conoce también por ser el inspirador de un tratado publicado en Cádiz en el año 1796 titulado «La Tauromaquia o arte de torear. Obra utilísima para los toreros de profesión, para los aficionados y toda clase de sujetos que gusten de toros». Si bien no es la primera obra donde se recogen y se desarrollan las artes del toreo a pie, sí es la que más renombre ha alcanzado entre los aficionados.

Adjunto la portada de la primera edición junto a la que procede de mi biblioteca particular.


Primera edición en Cádiz de 1796
Portada de la edición de 1894


















Índice de la obra
Aunque el torero era prácticamente analfabeto y apenas sabía escribir su nombre, nadie dudó de que había sido el inspirador del tratado y que él lo había dictado. Los expertos atribuyen la autoría material del libro a un extraordinario aficionado y muy amigo suyo: José de la Tixera.


Pepe-Hillo en la pintura


La vida y muerte de Pepe-Hillo ha sido fuente de inspiración de pintores como Goya o Picasso. Adjunto de Goya un precioso y pequeño cuadro titulado «Lance de capa en un encierro».


La pintura representa una escena previa a la corrida, cuando se encerraban los astados en los toriles desde la arena de la plaza, al igual que ahora sigue sucediendo en Pamplona durante los sanfermines. La piara de toros colorados es guiada por un picador, un subalterno con la guindaleta -o lazo- y un capeador, que ejecuta un lance de capa por detrás en el primer plano de la composición. Por la riqueza de su atuendo, aquí la está realizando un matador. Dado que Pepe-Hillo", afirmó categóricamente en su célebre "Tauromaquia o Arte de Torear" que está suerte la había inventado él, es posible que Goya haya querido retratar en esta pintura al famoso torero sevillano en acción.

Muerte de Pepe-Hillo por Goya

Aguatinta de Picasso ilustrando "El arte de torear", de Pepe-Hillo

Ilustración de la revista semanal "La lidia". Pepe-Hillo salva al picador Ortega


Pepe-Hillo en el cine y en la zarzuela

La enorme fama que alcanzó el torero, no sólo entre las clases populares y humildes sino también entre las clases acomodadas, así como su truculenta muerte en la plaza, fue una motivación comercial que no se podía desaprovechar. De ahí que surgieran películas y argumentos para trasladarlos a la partitura.


La primera película que se conoce sobre Pepe-Hillo data de 1929 y estuvo precedida por una gran expectación, como lo corrobora el periódico ABC del 12 de octubre de 1928 donde se anunciaba su inminente estreno y la calificaba como soberbia producción nacional y no dudaba en añadir: «en Pepe-Hillo se ha conseguido por primera vez en España una técnica y fotografía tan novísima que no solamente iguala, sino que superan a las de producciones extranjeras».

La película muda, de la que reproduzco dos secuencias, estaba protagonizada por María Caballé.

Posterior es la película «La maja del capote», dirigida por Fernando Delgado en 1943, centrada en los amores del torero Pepe-Hillo y la maja Mari Blanca. Reproduzco el cartel anunciador y las letras de las canciones interpretadas por Estrellita Castro y editadas en una célebre imprenta madrileña dedicada también, en su postrimería en pleno siglo XX, a la edición de pliegos de cordel.





La fama del torero también se halla representada en la zarzuela «Pan y toros», con música de Francisco Asenjo Barbieri y libreto de José Picón, estrenada en diciembre de 1864 en el teatro de la Zarzuela de Madrid. En uno de sus números musicales del primer acto intervienen como personajes Pepe-Hillo, con el registro vocal de bajo-barítono y los toreros José Costillares, como tenor, y Pedro Romero como tenor cómico.


Posterior a esta célebre zarzuela es la estrenada en el teatro de los Bufos Ardarius en 1870 (teatro Variedades), con versos de R. Puente y Brañas y música de Guillermo Cereceda, de la que reproduzco la portada del libreto de la segunda edición de 1873.


Para acabar este breve resumen reproduzco los versos que dedicó al torero  el poeta y ganadero Fernando Villalón (1881-1930).


Joseph-Hillo, Joseph-Hillo,
el de la peineta grana,
que a marquesas enamoras
y en los cosos toros matas.
Joseph-Hillo, Joseph-Hillo,
no vayas hoy a la plaza,
ni en la calesa te subas
ni te relíes en la capa
que alfombra fue del chapín
de la Duquesa de Alba...

Y estas airosas seguidillas toreras de José Bergamín (1895-1983).

El arte del toreo
fue maravilla
porque lo hicieron juntos
Ronda y Sevilla.

Unieron dos verdades
en una sola
con Illo y con Romero
Sevilla y Ronda.

De Sevilla era el aire
de Ronda el fuego:
y los dos se juntaron
en el toreo.

Y como se juntaron
los dos rivales
no habrá nada en el mundo
que los separe...


Antonio Lorenzo