Traigo en esta ocasión un pliego emparentado con la canción andaluza y con relación a determinadas representaciones de zarzuelas.
El género andaluz tuvo una importancia decisiva en la configuración de la zarzuela de la segunda mitad del siglo XIX, al igual que el conocido como casticismo madrileño a modo de exaltación nacionalista de los usos y costumbres españoles.
Los pliegos de cordel vienen a ser como una crónica popular de los gustos imperantes en los medios urbanos y no tanto en los rurales, como en una primera mirada pueda parecer, pues la producción y actividad mercantil de estos pliegos se promueve preferentemente desde las ciudades donde residen los centros de poder. La mercantilización de la letra impresa, producida, como digo, en las ciudades, se distribuye como textos baratos entre amplias capas sociales de la población sin que podamos considerarlo como un género exclusivo de las clases bajas.
Reproduzco el pliego reeditado en Barcelona por Llorens, sin año, aunque según el catálogo de Azaustre, giraría alrededor del 1850. Contiene tres composiciones que comentaré a grandes rasgos más adelante.
La castañera de Madrid
Respecto a este pregón tan difundido, entresaco de la fundamental obra de Emilio Cotarelo y Mori, Historia de la zarzuela, o sea el drama lírico en España, desde su origen a fines del siglo XIX, Madrid, Tipografía de Archivos, Olózaga I, 1934, página 189, lo siguiente:
«El 3 de abril se estrenó en el Príncipe la zarzuelita en un acto Jeroma la Castañera, letra del actor Mariano Fernández y música de don Mariano Soriano Fuertes.
La llamaron tonadilla sus autores, porque ya no se sabía ni lo que era zarzuela ni tonadilla. Es una preciosa zarzuelita en un acto, como otra cualquiera de hoy. Se hizo veinte días seguidos, y luego se cantó millares y millares de veces en todos los teatros de España y de América.
Matilde Díez hizo una castañera con muchísima gracia; lo mismo que Mariano en su papel de manolo andaluz y Sobrado de gabacho, tocador de organillo callejero. La escena es a la puerta de una taberna, en que tiene su puesto la castañera.
Empieza con un coro de hombres, sencillo, pero intencionado y armonioso.
Dejad las faenas: - reíd al destino;
ahoguemos las penas - en un mar de vino.
Jeroma entona su graciosa canción, acompañada luego del coro:
Aunque vendo castañas asadas,
aguantando la lluvia y el frío,
con mi moño y mis medias caladas
soy la reina para mi ‘querío’.
iRegordonas!... que se acaban:
sin dinero no se dan...
que a rumbosa no me ganan
los usías de gabán».
Matilde Díez, actriz de los teatros de Madrid |
Tal fue el éxito de este pregón que no tardó en incorporarse como copla independiente al repertorio andaluz en los cafés cantantes dentro del grupo genérico de las cantiñas. Alguna de sus coplas se ha cantado por «Caracoles», estilo flamenco al que dio forma más o menos canónica el eminente don Antonio Chacón, aunque sustituyendo algunas palabras, como ‘querío’ por ‘marío’, en una grabación suya de 1928, seguramente más apto para los oídos del público femenino de la alta sociedad madrileña ante los que solía actuar.
De la misma obra citada anteriormente de Cotarelo, entresaco lo que publica sobre «Los toros del puerto»:
"El día 24 de diciembre de este mismo año de 1841, en que tales avances se dieron a la reaparición de la zarzuela y se empezó a usar ya este antiguo nombre, se estrenó igualmente «La zarzuela interrumpida o lo que fuere sonará»; pieza burlesca, en la cual se cantó, por Juana Pérez y Francisco Salas, una «Canción satírica» cuya letra escribió el después famoso ministro don Luis González Bravo. La misma Juana Pérez cantó a continuación las antiguas coplas del «Serení», ahora con nueva música, compuesta por don Ramón Carnicer; luego Salas cantó los famosos «Toros del Puerto», letra de González Bravo y música del propio Salas; un aria de la ópera «El fanático por la música», y, por último, Bárbara Lamadrid hizo oír un aria nueva y una «tirana» final". (Cotarelo, pp.185-186)
Más adelante añade:
«Los toros del Puerto», zarzuela andaluza en un acto y en verso. Cádiz, 1847, que parece representada en este año y teatro, pues está dedicada a Dardalla, que actuaba en él. Tiene solo tres piezas de música, el último la conocida canción «Los toros del Puerto». (Cotarelo, página 211 en nota).
Dardalla, a quien está dedicada la obra, no es otro que el célebre actor José María Dardalla y Gutiérrez, muy querido por el público y primer actor en numerosas representaciones del género gitanesco-andaluz.
Como es sobradamente conocido, el barón Charles Davillier y el ilustrador Gustavo Doré, recorrieron gran parte de España en 1862, viaje recogido en Le voyage en Espagne, publicado primero por entregas y en 1874 en su forma definitiva.
De la edición que manejo (Ediciones Grech, Madrid, 1988) reproduzco las referencias que he encontrado sobre «Los toros del Puerto»:
El nuevo tango americano
La última composición que recoge el pliego, conocida también por «El pobe negillo» remeda un tanto burdamente el habla del esclavo y no es otra cosa que el punto cubano o de La Habana que tan de moda se puso en el siglo XIX, de clara influencia atlántica, y que adquirió notable éxito tanto en los números de zarzuela como en todo tipo de espectáculos de variedades. Este nuevo tango americano guarda relación con los tangos de negros descritos y estudiados por José Luis Ortiz Nuevo y Faustino Núñez, fruto de sus trabajos en las hemerotecas de Madrid, Sevilla, Cádiz o La Habana y que han abierto unas nuevas e importantes vías de investigación que pueden consultarse en su fundamental y espléndida obra La rabia del placer. El nacimiento del tango y su desembarco en España (1823-1923), Diputación Provincial de Sevilla, 1999, junto a otros trabajos de ambos autores.
Antonio Lorenzo