Un motivo recurrente, tanto en la literatura como en las creencias y leyendas populares, es el relacionado con el pacto con el diablo. El pacto entre una persona y el demonio (en cualquiera de sus manifestaciones), consiste en la «venta» de su alma a cambio de obtener algún tipo de beneficio. Según los diferentes relatos los beneficios a obtener varían entre los de conseguir una eterna juventud, una vida de riqueza, la obtención del amor o el poder. Estos contratos con el diablo se asocian con la brujería aceptando el precio de la condena eterna del alma a cambio de lo pactado.
En el caso de este pliego el pacto lo firma con su propia sangre un mozo nacido en Flandes (sin indicar ciudad ni su nombre, y en la más cercana Mahón, según el editado por Marés) por cuya vida regalada de amores y riqueza, perdió todos sus bienes y hacienda a causa de su afición al juego. Tras invocar al demonio para resolver su penosa situación, este apareció en figura de niño, como de tres años, y con características físicas horrendas, ofreciéndose al joven para que lo llevase a cuestas a su espalda y lograse de esa forma la caridad de aquellos a quienes solicitara su petición. Las condiciones se resumían en que en sus peticiones de caridad y limosnas no se nombrara nunca ni a dios, ni a la virgen ni a cualquier santo; tampoco debería asistir a misas y su petición solo debería referirse como una ayuda para la carga que transportaba. El plazo pactado para esta situación de entrega del alma quedó fijado en siete años mediante un papel firmado con la propia sangre del joven.
Tras muchos avatares el indigente llegó al santuario de Santa Ana del Monte, en la villa de Jumilla, regida por franciscanos (fundado, por cierto, en el siglo XVI y que actualmente acoge unas bellas exposiciones artísticas). Allí el demonio fue reconocido rápidamente los monjes, proponiéndose estos, mediante toda clase exorcismos y conjuros, liberar a la pobre víctima de su pacto.
Una vez conseguida su liberación, el joven tomó el hábito en dicho convento haciendo penitencia de sus culpas y pecados.
La historia que cuenta el pliego tiene correspondencias con muchos otros relatos plasmados literariamente, así como leyendas y cuentos tradicionales. El caso de Fausto de Goethe es el más significativo literariamente, aunque la tradición oral ha conservado numerosos cuentos sobre la intervención del diablo, que corresponden al Tipo 756, y sus variantes, de la famosa clasificación de Aarne-Thompson.
La historia que cuenta el pliego tiene correspondencias con muchos otros relatos plasmados literariamente, así como leyendas y cuentos tradicionales. El caso de Fausto de Goethe es el más significativo literariamente, aunque la tradición oral ha conservado numerosos cuentos sobre la intervención del diablo, que corresponden al Tipo 756, y sus variantes, de la famosa clasificación de Aarne-Thompson.
¿Es posible un pacto con el diablo?
Según el eminente teólogo español José Antonio Fortea, en la «Cuestión 31» de su Summa Daemoniaca. Tratado de demonología y manual de exorcistas (Zaragoza, ed. Dos Latidos, 2012) explica que «la gente suele pensar que los pactos con el demonio solo existen en la literatura. Están equivocados». «Hay personas que conscientemente, con toda advertencia, pactan con el diablo y le entregan el alma con tal de conseguir algo en esta vida», señala.
«Por supuesto uno puede firmar un papel, pero no se le va a presentar el demonio ni para entregarle el papel, ni para recogerlo», indica. «Cuando uno hace un pacto de este tipo siempre espera que se aparezca alguien, pero es uno mismo el que tiene que escribir los términos, y tampoco aparece nadie una vez firmado el pacto, con lo cual uno se queda con el papel en la mano», insiste.
«El alma puede arrepentirse siempre que quiera con un simple acto de su voluntad. Arrepintiéndose, el pacto queda en papel mojado fueran cuales fueran los términos del contrato. Incluso aunque se excluyera la posibilidad del arrepentimiento, esta cláusula no sirve de nada. Dios que nos ha dado la libertad para hacer lo que queramos, no nos ha dado libertad para renunciar a la libertad. Esto es válido también en la eternidad, en el cielo o en el infierno seguiremos siendo libres. Sólo que en el cielo ya no querremos pecar, y en el infierno ya no querremos arrepentirnos. «... El gran poder del pacto con el demonio es hacer pensar a la persona que ya está condenada haga lo que haga. Es difícil hacer entender a una persona que ha firmado tal trato que sigue siendo tan libre como antes. Pero es así».
Un antecedente famoso de los conocidos como grimorios (libros de fórmulas mágicas), es Práctica
de conjurar (1673) de Fray Luis de la Concepción, donde se contiene todo un manual de
instrucciones para invocar a las fuerzas tenebrosas y alcanzar acuerdos con
ellas, a cambio, por lo general, del alma del interesado. La primera edición de la Práctica de conjurar la publicó
Francisco García Fernández en el año 1673, en Alcalá de Henares, si bien ha sido reeditada en numerosas ocasiones, donde también aparecen conjuras contra langostas y otros animales nocivos, así como contra las tempestades.
El pliego que reproducimos es uno más de los múltiples ejemplos sobre la presencia del diablo en este tipo de impresos, presente también en los cuentos folklóricos, que se relacionan con los sermones de los predicadores de la sociedad medieval trasladados eficazmente a la mentalidad colectiva para despertar o consolidar el temor al demonio y al infierno, si bien no faltan tampoco relatos caricaturescos sobre su presencia.
El pliego que reproducimos es uno más de los múltiples ejemplos sobre la presencia del diablo en este tipo de impresos, presente también en los cuentos folklóricos, que se relacionan con los sermones de los predicadores de la sociedad medieval trasladados eficazmente a la mentalidad colectiva para despertar o consolidar el temor al demonio y al infierno, si bien no faltan tampoco relatos caricaturescos sobre su presencia.
Añado al final tres portadas sobre el mismo asunto editadas en distintas localidades y talleres de conocidos impresores.
Portada del pliego impreso en Madrid por J. M. Marés, s.a. |
Córdoba, Imp. Fausto Gª Tena (s.a) |
Valencia, Imp. Laborda (s.a) |
©Antonio Lorenzo