«Un cura con sus ruegos se presentó en casa de un enfermo riquísimo para administrarle los sagrados auxilios y por dos veces los rehusó. Dijo en alta voz a los concurrentes, que al espirar [sic] ya se encargaría el diablo de conducirle al infierno. Efectivamente se presentó uno vestido de demonio para llevarse el cadáver, y con tres tiros de revólver fué muerto por un criado, y reconocido resultó ser el sacristán del pueblo».
Por si todo esto fuera poco, el pliego añade unos sucesos ocurridos en la ciudad italiana de Capua y que se dicen copiados de un diario. Un cura, que dirigía una escuela de niños, tuvo que ausentarse, lo que aprovecharon los niños para liberar, por diversión, un canario enjaulado muy apreciado por el sacerdote. A su regreso, y ante el anuncio de terribles castigos, los niños acabaron acusando a uno de ellos para salvarse. Los padres del muchacho, ante la falta de noticias de su hijo, se dirigieron a la escuela y acabaron descubriendo el horrible espectáculo de su hijo con los brazos puestos en cruz y un clavo en cada mano y con los pies cortados, como consecuencia de resultar corta la mesa. La venganza del padre sobre el malévolo cura no se hizo esperar.
El pliego, independientemente de los sucesos que narra, no esconde la intencionalidad final de prevenir a los feligreses frente a la antigua práctica de atemorizar a los parroquianos mediante sermones para obtener algún tipo de beneficio, lo que enlaza con un anticlericalismo ideológico de largo recorrido.
«Bien podréis abrir el ojoEl pliego, independientemente de los sucesos que narra, no esconde la intencionalidad final de prevenir a los feligreses frente a la antigua práctica de atemorizar a los parroquianos mediante sermones para obtener algún tipo de beneficio, lo que enlaza con un anticlericalismo ideológico de largo recorrido.
y limpiarlo con pincel,
que no os saquen el chaleco,
cuidado aún la piel...»
©Antonio Lorenzo
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