Xilografía de la Vida, Pasión y Muerte de Cristo editada en Madrid por Marés |
©Antonio Lorenzo
Es la Pasión de Jesús
un reloj de gracia y vida,
reloj y despertador
que hace gemir a la vida.
Vuestro reloj, Jesús mío,
devoto quiero escuchar
y en cada hora contar
lo que por mí habéis sufrido.
Cuando a las siete os veo
humilde los pies lavar:
¿cómo, si no estoy muy limpio,
me atreveré a comulgar?
A las ocho instituisteis
la Cena de nuestro altar
y en ella, Señor, nos disteis
cuanto nos pudisteis dar.
A las nueve el gran mandato
de caridad renováis,
que si amasteis al nacer
hasta el fin, Jesús, amáis.
Llegan las diez en el huerto,
oráis al Padre postrado.
Que yo pida con acierto,
haced, mi Jesús amado.
Sudando sangre a las once
os contemplo en agonía:
¿Cómo es posible, mi Dios,
no agonice el alma mía?
A las doce de la noche
os prende la turba armada
y, luego, en casa de Anás
recibes la bofetada.
A la una de blasfemo,
impío Caifás os nota
y enseguida contra vos
la chusma vil se alborota.
A las dos falsos testigos
acusan vuestra inocencia
¡qué impiedad y qué descaro,
qué maldad y qué insolencia!
A las tres ya os conocen
e insultan unos villanos:os dan lo que ellos merecen
con sus sacrílegas manos.
¡Qué dolor cuando a las cuatro
os niega, cobarde, Pedro:
mas vos, Jesús, lo miráis
y él reconoce su yerro.
Las cinco son y se junta
el Concilio malignante
que dice: “¡Muera Jesús,
muera en la cruz al instante!”A las seis sois presentado
ante Pilatos, el juez,
y os declara inocente
hasta por tercera vez.
A las siete por Pilatos
a Herodes sois remitido,
como seductor tratado
y como loco vestido.
A las ocho otra vez
preso a Pilatos volvisteis
y entonces a Barrabás
pospuesto, Jesús, te viste.
A las nueve seis verdugos
os azotan inhumanos
y por eso a una cruz
os atan de pies y manos.
A las diez duras espinas
coronan vuestra cabeza,
espinas que en vuestras sienes
clavan con dura pereza.
Cuando a las once os cargan
una cruz de enorme peso,
entonces veo, mi Dios,
cuánto pesan mis excesos.
A las doce entre ladrones,
Jesús, os veo clavado
y se alienta mi esperanza
viendo al mundo perdonado.
Es la una y encomiendas
a Juan tu querida Madre
y, luego, pides perdón
por nosotros a tu Padre.
A las dos otra vez hablas
sediento como Israel
y al punto os mortifican
con el vinagre y la hiel.
A las tres gritas y dices:
“Ya está todo concluido”.
Mueres y llora tu Madre,
todo el orbe estremecido.A las cuatro una lanzada
penetra vuestro costado
donde salió sangre y agua
para lavar mis pecados.
A las cinco de la cruz
os bajan hombres piadosos
y en los brazos de tu Madre
os adoran religiosos.
A las seis con gran piedad,
presente también María,
entierran vuestro cadáver
y ella queda en agonía.
Triste Madre de mi Dios,
sola, viuda y sin consuelo:
ya que no puedo llorar,
llorad, ángeles del cielo.El reloj ha concluido.
Sólo resta, pecador,
que despiertes a los golpes
y adores al Redentor.
De la imprenta cordobesa de Luis de Ramos y Coria este pliego dedicado a los dolores de María Santísima.
©Antonio Lorenzo
Ilustración del devocionario |
El Sumo Pontífice Gregorio XVI en 22 de enero de 1836 concedió á todos los fieles que á lo menos con corazón contrito recen devotamente las oraciones de los Gozos y Dolores arriba puestas en siete domingos continuos, las siguientes indulgencias: 300 días en cada uno de los seis primeros domingos; plenaria en el séptimo confesando y comulgando.El Papa Pío IX, en 01 de febrero de 1847, se dignó conceder una indulgencia plenaria para cada uno de los siete domingos de San José, si se observan las condiciones de confesión, comunión y visita en cualquier templo, rogando por las necesidades del Sumo Pontífice y de la santa Iglesia.No hay época señalada para practicar la devoción de los siete domingos; pero sí se exige que sean seguidos, sin interrupción, y que en cada domingo se recen todos los siete Dolores y Gozos de San José; y quien no sabe leer rece siete veces el Padrenuestro, Avemaría y Gloria. Se recomienda á la piedad de los fieles que en cada domingo lean una de las meditaciones que van á continuación.Las indulgencias son aplicables por las almas del purgatorio.
Fondo de la imprenta barcelonesa de Estivill |
©Antonio Lorenzo
«Santa imaginaria que como santa Salsa, nació de un despropósito iconográfico. Su leyenda se forjó a principios del siglo XIX, según una inscripción manipulada.En 1802 se descubrió una tumba cristiana en la catacumba de Priscila, en Roma. La inscripción de los ladrillos que cerraban el habitáculo decían Lumena Pax tecum Fi. Al reordenar las letras, se obtuvo Filomena Pax tecum, y de inmediato se concluyó que estaban ante los restos de una joven virgen y mártir llamada Filomena.En 1805, un sacerdote de Mugnano, cerca de Nápoles, obtuvo estas pretendidas reliquias para su iglesia. Poco después, una visionaria imaginó la vida detallada de la santa. El emperador Diocleciano habría ordenado que la arrojasen al Tíber con un ancla al cuello, pero los ángeles cortaron la cuerda y la santa llegó a la ribera opuesta sin mojarse. Recapturada por sus perseguidores, fue asaeteada, pero las flechas se volvieron contra los arqueros. Al fin la decapitaron.Esta Pasio, un tópico de la clase más trivial, promovió peregrinaciones acompañadas de milagros. En realidad, esta recién llegada a la devoción católica nunca existió. «La pretendida Filomena -concluye el bolandista H. Delehaye- no tiene derecho alguno al culto que se le profesa».Por ello la iglesia se honraría a sí misma aboliendo el culto usurpado por una falsa santa, tan sospechosa como san Expedito. Pero es más fácil inventar una santa que hacerla descender de los altares».
«Para que las fiestas de los santos no prevalezcan sobre los misterios de la salvación, déjese la celebración de muchas de ellas a las iglesias particulares, naciones o familias religiosas, extendiendo a toda la iglesia aquellas que recuerden a santos de importancia realmente universal" (Sacrosanctum Concilium 111)».