Dentro del marco del cristianismo católico las advocaciones marianas engloban toda una variedad de formas para referirse a apariciones, milagros, patronazgos, misterios o presencias de la Virgen María que guardan estrecha relación con su devoción histórica o geográfica a las que se les rinde culto como mediadoras o protectoras. Aun sabiendo que la Virgen María, como madre de Jesús, es una sola, la iglesia católica no solo admite, sino que promueve innumerables advocaciones, ya sean locales o generalistas, con la finalidad, entre otras, de justificar o hacer más asequible la devoción popular.
Se conoce un gran número de advocaciones a la Virgen María, no solo por sus diferentes nombres asociados a la devoción popular, sino también por sus variadas representaciones en imágenes, tallas, cuadros o estampas de todo tipo. La práctica evangelizadora y el uso de la mariología no ha dejado de ser un beneficioso motivo para acercar la virgen al pueblo creyente en su papel de mediadora y protectora, con las implicaciones espirituales y terrenales que conlleva dicha práctica.
La Virgen del Pilar es una de las advocaciones más importantes y conocidas tras haber sido designada políticamente como Patrona de la Hispanidad y como Fiesta nacional, aunque anteriormente fue conocida como Patrona de la Raza, y proclamada también como Patrona de la Guardia Civil el 8 de febrero de 1913 por el rey Alfonso XIII. La leyenda sobre la venida de la Virgen del Pilar es uno más de los recurrentes ejemplos que se encuentran alejados en cuanto a su credibilidad y veracidad racional, ya que sus bases documentales son altamente controvertidas, al igual que ocurre con otros muchos clásicos ejemplos en su relación con los santorales bajo la idea de incrementar la fe religiosa, a lo que se une su finalidad propagandística y no ajena a lo recaudatorio.
El día 12 de octubre es la fecha sobre la que se ha construido dos narraciones: la leyenda del pilar y el desembarco en América de Cristóbal Colón en el ya lejano 1492, aunque no fue hasta el año 1892 cuando se reafirmó los cuatrocientos años de la gesta colombina, aunque no fue hasta los comienzos del siglo XX cuando se comenzó a conmemorar de forma institucional el día de Nuestra Señora del Pilar en el año 1918, bajo el gobierno de Antonio Maura, como Fiesta de la Raza, aunque dadas las críticas sobre lo impropio de dicha denominación se sustituyó su nombre en plena dictadura franquista por el Día de la Hispanidad como Fiesta Nacional.
Entre los variados recursos utilizados para fomentar la devoción a los centenares de advocaciones marianas que se conocen no hay que desdeñar la contribución y variedad de los pliegos de cordel, ejemplos de la literatura popular impresa, como paralelas fuentes a considerar para alimentar popularmente la enorme propaganda y la motivación a la devoción mariana o a la de los santos, mediante la propagación de las visitas a los lugares de culto y las consabidas donaciones de sus creyentes, a lo que se une un indeterminado número de indulgencias concedidas como premios de consolación, como se refleja en los pies de muchas estampas.
Las coplas sueltas que aluden a la Virgen del Pilar son muy numerosas, algunas de las cuales se han incorporado a la memoria colectiva, como la más famosa, que al parecer fue compuesta durante los sitios de Zaragoza durante la guerra de La Independencia y que a lo largo del todo el siglo XIX hasta la actualidad ha suscitado numerosas formas comparativas con otras advocaciones, lo que ha inspirado el libro de Francisco Javier Ramón Solans: La Virgen del Pilar dice... Usos políticos y nacionales de un culto mariano en la España contemporánea (Zaragoza, Prensas Universitarias de Zaragoza, 2014).
La Virgen del Pilar dice
que no quiere ser francesa,
que quiere ser capitana
de la tropa aragonesa.
Se conocen muchas otras coplas donde se establece una especie de competición entre la Virgen del Pilar y las vírgenes locales, cuyo uno de los ejemplos es la siguiente copla:
La Virgen de la Paloma
le dice a la del Pilar:
Si tú eres aragonesa,
yo madrileña y con sal.
La tradición mariológica basada en leyendas apócrifas o en relatos orales sobrepasa va más allá de los hechos históricos, documentales o verosímiles para instalarse de forma consolidada en la percepción colectiva. Los milagros atribuidos a muchas de las advocaciones son un reguero de inconsistencias racionales basados en leyendas apócrifas, aunque bien condimentadas por los poderes políticos y religiosos para construir beneficiosos imaginarios colectivos para su provecho.
Por centrarnos en este caso en la Virgen del Pilar, destacan dos de ellos: el primero, en el supuesto origen y la consiguiente construcción del templo zaragozano; y el segundo, en la restitución de una pierna cortada al vecino de Calanda, Miguel Pellicer, episodios muy reactivados con sentido nacionalista español durante la dictadura franquista como vínculos simbólicos.
El origen de la devoción a la Virgen se centra en que se le apareció en carne mortal sobre un pilar o columna de mármol al apóstol Santiago cuando vino a evangelizar a la península ibérica donde se le apareció a su paso por Zaragoza para confortarle en su misión en torno al año 40 de nuestra era cuando se hallaba predicando a orillas del Ebro. Si la aparición a Santiago, según la leyenda, se produjo el año 40, la virgen aún no había fallecido, según consta en el evangelio de Juan y en los Hechos de los Apóstoles, pues aún no había ascendido a los cielos. Según ello, no se puede hablar propiamente de una aparición, sino más bien de un desplazamiento en carne mortal, algo similar a la llegada del fragmento de la cruz de Cristo que llevaba colgada del pecho el Patriarca de Jerusalén y que fue tomada de improviso por los ángeles para «teletransportarla» a Caravaca de la Cruz (Murcia), según admite la tradición legendaria aceptada por el imaginario popular.
El relato de la aparición presencial de la Virgen María a las orillas del Ebro aparece recogido en los folios finales de una de las copias del códice Moralia, sive Expositio in Job, de de Gregorio Magno de finales del siglo XIII y conservado en el Archivo Capitular del Pilar de Zaragoza. En dicho códice se fija por escrito en el año 1297 la venida de la Virgen, base de la tradición posterior. La traducción del texto en latín, añadido por un copista, que ha servido como sustento de la tradición, es como sigue:
Entre tanto, Santiago el Mayor, hermano de Juan, hijo del Zebedeo, por revelación del Espíritu Santo, recibió un mandato de Cristo para que viniese a España a predicar la palabra de Dios. Él se dirigió inmediatamente a la Virgen, le besó las manos y le pidió con piadosas lágrimas la licencia y bendición. La Virgen le dijo: “Ve, hijo; cumple el precepto de tu Maestro, y por el mismo te ruego que en una ciudad de España, donde convirtieres mayor número de hombres a la fe, edifiques una iglesia en memoria mía, como te mostraré que lo hagas”. Saliendo, pues, Santiago de Jerusalén, anduvo predicando por España, llegando finalmente a la España Menor, que se llama Aragón, en aquella región que se dice Celtiberia, donde está situada Zaragoza, a orillas del río Ebro.
Aquí predicó Santiago muchos días, logrando convertir para Cristo a ocho hombres. Con ellos se entretenía a diario acerca del reino de Dios, y por la noche se iba a una era cerca del río, donde se echaba en la paja. A los pocos días, estando el Apóstol con los fieles sobredichos, cansados de la oración hacia la media noche, y durmiendo ellos, oyó Santiago voces de ángeles que cantaban: “Ave Maria, gratia plena”. Él, arrodillándose en seguida, vio a la Virgen, madre de Cristo, entre dos coros de millares de ángeles, colocada sobre un pilar de mármol.
El piísimo semblante de la bienaventurada Virgen María llamó a sí dulcísimamente al santo Apóstol, y le dijo: "He aquí, hijo mío, Santiago, el lugar designado y deputado para mi honor. Mira este pilar en que asiento. Sabe que mi Hijo, tu Maestro, lo ha enviado desde lo alto por mano de los ángeles. Alrededor de este sitio colocarás el altar de la capilla. En este lugar obrará la virtud del Altísimo prodigios y milagros admirables por mi intercesión y reverencia a favor de aquéllos que imploren mi auxilio en sus necesidades. Y el pilar estará en este lugar hasta el fin del mundo, y nunca faltarán en esta ciudad adoradores de Cristo". Entonces el apóstol Santiago, lleno de alegría, dio innumerables gracias a Cristo y también a su madre. Luego aquel ejército de ángeles, tomando a la Señora de los cielos, la restituyó a Jerusalén y la colocó en su celda. Gozoso el bienaventurado Santiago con tal visión y consolación, empezó inmediatamente a edificar allí la iglesia, ayudándole los que había convertido a la fe.
El texto conservado se considera la base legitimadora de la posterior tradición y leyenda sin poner en duda alguna su veracidad, algo que en los últimos años prestigiosos investigadores han indagado sobre ello con documentada carga crítica, al igual que sobre el fraudulento milagro de la restauración de la pierna al cojo de Calanda.
Las dudas sobre la aparición de la Virgen a Santiago en carne mortal hasta fue puesta en cuestión por el ilustre historiador y teólogo fray Juan de Ferreras y García, gran erudito y uno de los fundadores, nada menos, que de la Real Academia Española de la Lengua (1713) y Bibliotecario Mayor de la recién inaugurada Biblioteca Real (1715). En su monumental obra, compuesta por 16 volúmenes Sinopsis histórica y cronológica de España, cuya primera parte se publicó en el año 1700, tuvo que sufrir la censura de que le fueran arrancadas tres hojas por Real Cédula de Felipe V en 1720, ya que no interesaba ni a los deseos del monarca ni a sus consejeros en sus relaciones con la Santa Sede. ¿Qué contenían dichas hojas? En ellas se ponía en cuestión la aparición de la Virgen sobre una columna a Santiago y su encargo de la construcción de un templo. El erudito sacerdote, nada sospechoso de sus creencias católicas y defensor incluso de la legitimidad de Felipe V frente al archiduque Carlos por la corona de España, sostuvo que estaba dispuesto a limpiar las crónicas de España de "fábulas y ficciones" donde argumentaba que una cosa era el ser creyente y otra muy distinta el creer cualquier cosa, sosteniendo, además, que cualquiera tiene el derecho y la libertad de creer en lo que quiera, aunque en el caso de la aparición de la Virgen sobre una columna, el prestigioso historiador la identificó como una talla traída de Francia a mediados del siglo XV y atribuida al imaginero de Daroca Juan de la Huerta, al servicio entonces del duque de Borgoña y coincidente con la actividad imaginera de los talleres de La Borgoña.
El milagro del cojo de Calanda
Uno de los milagros más difundidos por la intervención de la Virgen es el que se refiere al milagro del cojo de Calanda, suceso que ha dado lugar a un conjunto de libros específicos, tanto a favor como en contra, sobre dicho acontecimiento. El relato de lo sucedido es, más o menos, como sigue: Miguel Pellicer, nuestro protagonista, perteneciente a una humilde familia, decidió marcharse a casa de un primo de su madre residente en Castellón de la Plana para trabajar en la agricultura. En 1637 Miguel Pellicer sufrió un accidente cuando montaba en un carro tirado por dos mulas. Al tropezar una de ellas hizo que se cayera el carro donde una de las ruedas pasó por su pierna derecha fracturándosela. Tras una serie de curas parciales fue trasladado al Hospital de Nuestra Señora de Gracia en Zaragoza pasando antes a visitar a Nuestra Señora del Pilar y encomendarse a ella. La lesión de su pierna empeoró, por lo que se decidió amputarla y enterrada en el cementerio del hospital. Ya sin su pierna y una vez recibida el alta hospitalaria, pasó a ejercer de mendigo en una de las puertas de entrada a la basílica del Pilar por donde circulaban muchas personas. Pasado un tiempo decidió trasladarse a Calanda y seguir mendigando por los pueblos de la comarca. El día 29 de marzo de 1640 ocurrió el milagro. La madre de Miguel entró en su habitación y vio que le sobresalían los dos pies en la cama. Tras llamar a su marido y a otros testigos presentes vieron que su pierna se había restituido atribuyendo su curación a la mediación de la Virgen del Pilar. Un notario dio fe en un acta de la autenticidad de lo acontecido lo que produjo un gran revuelo de testigos que dieron fe de aquello. Su pierna de palo acabó como exvoto en la Santa Capilla del Pilar. Ello dio paso a que se abriera un proceso canónico sobre el milagro de Calanda hasta obtener la calificación de milagro por la Curia Arzobispal el 27 de abril de 1641.
Fue tal la fama de dicho milagro que hasta el propio rey de entonces, Felipe IV, quiso que Miguel Pellicer viajara a la corte donde se cuenta que el monarca se postró para besarle la pierna restituida. La relación de este milagro obtuvo amplia repercusión en toda Europa debido a las traducciones que se hicieron en varias lenguas de lo publicado en España sobre el supuesto milagro.
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Isabel Guerra - Milagro de Calanda |
Por el contrario, en un reciente estudio de los historiadores Ángel Briongos y Antonio Gascón sostienen que este suceso no es más que un mito forjado desde el poder en un momento en el que a la ciudad le venía bien que esto ocurriera. Su labor de investigación ha quedado reflejada en su libro de más de setecientas páginas: El milagro del cojo de Calanda. La génesis de un mito (Zaragoza, Editorial Geoda, 2015), donde señalan que muchos de los aspectos que conformaban el milagro se basa en irregularidades, por lo que añaden fuentes inéditas que contradicen el relato que tan bien le vino en su momento tanto al clero como al poder oficial.
Otro ejemplo, de solapado interés propagandístico, es este pliego de cordel donde un mancebo se despide de su patria zaragozana para incorporarse a una campaña contra unos adversarios no citados, seguramente franceses, pero creyéndose protegido ante las armas enemigas por la Virgen del Pilar al tiempo que desarrolla un extenso y emocional recorrido por referentes lugares.
Más interesante es este otro pliego, fechado en 1808, en plena Guerra de la Independencia contra los franceses, como antecedente de los bombardeos sufridos durante la Guerra Civil de 1936 donde el templo y la ciudad se vieron protegidos milagrosamente frente a las consideradas tropas enemigas gracias a la protección de la Virgen.
No fue este el único caso, pues la basílica del Pilar de Zaragoza fue bombardeada el 3 de agosto de 1936 por la aviación republicana durante la Guerra Civil. Pero gracias a la intercesión de la Virgen del Pilar ninguno de los artefactos explotó, algo que fue utilizado como propaganda por las tropas golpistas como una clara señal de que la Virgen tomaba partido por el bando nacional frente a la barbarie republicana.
Este hecho ha dado lugar a diferentes versiones contradictorias sobre el porqué no explotaron las bombas según demos la razón a uno o a otro de los bandos. Pero el caso es que el rastro que dejaron dos bombas se ha utilizado como recordatorio propagandístico como se refleja en una la pilastra cercana a la Santa Capilla colgadas a ambos lados de una placa conmemorativa.
Independientemente de las creencias que se tengan sobre la veracidad de estos hechos, lo que parece claro y admite pocas dudas es el reiterado uso propagandístico de exaltación patriótica vinculado históricamente al poder de la iglesia y al propiamente oficial. La historia política y religiosa no puede entenderse, en su conjunto, sin tener en cuenta tanto su aceptación como sus críticas. De este modo, la trayectoria evangelizadora del apóstol Santiago y su supuesta tumba en Santiago de Compostela no han dejado de suscitar encendidas polémicas sobre su autenticidad, al igual que la supuesta aparición de la Virgen al apóstol a orillas del Ebro en el año 40. Pero sea como fuere, y al margen de todo ello, hay que admitir con el debido respeto que tanto las leyendas, las tradiciones o las creencias no necesitan de escrituras.
©Antonio Lorenzo