(Entrada publicada el 15 de agosto de 2013 y recuperada)
Retrato de Madame de Staël |
El origen del pliego que nos ocupa en esta entrada es deudor de la novela de Madame de Staël-Holstein (1766-1817). Su obra ha quedado oscurecida con el paso del tiempo aunque, heredera de los enciclopedistas, fue divulgadora del romanticismo alemán en Francia.
De formación intelectual exquisita se casó en una boda pactada con un hombre que le doblaba la edad, el barón Magnus de Staël-Holstein, embajador entonces de Suecia en Francia. Su buena formación y posición económica no impidió a Madame de Stäel participar en los debates prerrevolucionarios con los políticos y pensadores de su tiempo, reunidos ahora en su salón de la rue du Bac y más tarde en el castillo familiar de Coppet.
En la biografía de Staël de Joseph Turquam se afirma que, inicialmente, el entusiasmo de Madame por Napoleón fue tan intenso como más tarde sería su odio. Su participación en la gran corriente antinapoleónica de la época le valió el exilio durante varios años y la prohibición, en 1810, de la primera edición de su obra, «De L´Allemagne», prohibición que no consiguió obstaculizar su gran éxito. Napoleón ordenó alejar de París a esta mujer inteligente, cultivada y muy rica con gran influencia en los círculos intelectuales.
La novela «Corinna o Italia» (Corinne ou l'Italie) fue publicada en 1807 y es considerada como la iniciadora de una incipiente novela de mujeres a comienzos del siglo XIX.
Entre 1794 y 1803, durante un viaje a Italia y en el período siguiente, Madame de Staël escribió un diario que utilizó para escribir una novela ambientada en ese país. La novela se divide en veinte capítulos o libros, dedicados a la historia de amor entre los dos protagonistas, el tiempo y la identidad del arte italiano, especialmente en Roma, las costumbres y el carácter de la lengua italiana, la literatura, el arte, la religión y sus ritos, así como descripciones de Nápoles,Venecia y Florencia.
Madame de Staël por el grabador Henri-Joseph Hesse (1781-1849) |
Las aventuras de los protagonistas ofrecen a Madame de Staël la oportunidad de describir Italia (como subraya el título), sus costumbres, sus paisajes, sus glorias.
La novela obtuvo de inmediato un éxito extraordinario: desde 1807 a 1894, sólo en francés, se publicaron más de 86 ediciones.
En «Corina o Italia» subyace la opinión de que el genio no es exclusivo de lo masculino. Para Corina tener genio era ser capaz de experimentar grandes sentimientos y transformarlos en arte. Madame Staël destaca en su novela los rasgos activos y de entusiasmo que percibe la atracción y la belleza contenidas en todas las cosas.
Ediciones de Corina en España
La primera traducción de la novela en España apareció en el tomo XII de la «Biblioteca Universal de Novelas, Cuentos e Historias instructivas y agradables», editada por Ibarra en 1819 y traducida por el lexicógrafo, historiador y político Pedro María Olive.
Reproduzco la portada de una edición valenciana de 1838.
Copio, en primer lugar, la historia en prosa de los amantes recogida en la edición de la imprenta vallisoletana de Dámaso Santarén en 1846.
Corina fue hija de Mr. Eugermond, escocés, aunque nació en Italia, donde pasó alegremente los primeros años de su vida y se instruyó muy bien en la música y poesía, habilidades que se aprecian mucho en aquel país. Durante este tiempo murió su madre, que era italiana, y su padre, que se había marchado a Escocia, se casó de nuevo con una escocesa. Envió a llamar a Corina, la cual fue allá; pero, acostumbrada desde su infancia al bello clima de Italia y a las alegres costumbres de los italianos, extrañó sobremanera el aspecto triste y sombrío de Escocia y el carácter frío y reservado de los escoceses. Dotada de un talento superior y poseyendo mil habilidades, se desesperaba viendo que no hacían caso de ella, siendo así que en Italia había recibido ya muchos aplausos. A esto se juntó, para hacerle más aborrecible aquella mansión, el mal trato que le daba su madrastra. Cansada de sufrir, resolvió volver a Italia. ¡No sabía la desdichada que corría a su perdición!Pidió permiso a su madrastra, la cual se lo concedió con la condición de que mudara de nombre y que ocultara cuidadosamente, dondequiera que fuere, su familia. Se convino a ello Corina y en su consecuencia partió para Italia.Llegó allá, donde acabó de perfeccionarse en las habilidades que poseía, en un grado tal que era la admiración de toda Italia. Fue coronada en el Capitolio como improvisadora, estando en la cual ceremonia la vio Oswald, joven escocés que viajaba por Italia con el fin de restablecer su salud y quien, al verla tan hermosa y recibiendo tales obsequios, se prendó de ella. Procuró introducirse en su casa y Corina se prendó también de los finos modales de Oswald. Este, en un principio intentó luchar con su pasión figurándose ofender con ello la memoria de su padre, quien le había destinado, antes de morir, por esposa, a Lucinda Eugermond, hermana de Corina por parte de padre.Pero bien pronto llegó a olvidarse de esto y juró a Corina amarla eternamente. Estando en esto, le enviaron a llamar de Escocia para que fuera a incorporarse a su regimiento, que iba a marchar para América. Tuvo que obedecer y al partir prometió a Corina no olvidarla jamás y le dio un anillo. Llegó a Escocia, donde le acosó bastante la dicha Eugermond, viuda de Mr. Eugermond, para que se casase con su hija Lucila, según había mandado el padre de Oswald al morir; pero Oswald se resistió a ello lo más que pudo.Entretanto Corina, no pudiendo sufrir verse tan lejos de su amado Oswald, partió a Escocia donde, sin ser vista, le vio varias veces; pero figurándose que la había olvidado, porque le vio muy obsequioso con Mi-lady Eugermond y su hija Lucila, no quiso hablarle y, en un rato de desesperación, le envió el anillo y una carta que sólo decía: ESTÁIS LIBRE. Oswald hacía tiempo que no recibía carta alguna de Corina, por lo que empezó a dudar de su fe; pero al recibir la carta y el anillo, se confirmó en ello. Desesperado, por creerse burlado, se casó inmediatamente con Lucila. Corina se volvió a Italia y allí enfermó gravemente. Oswald, informado de todo, fue a buscarla en compañía de su mujer, Lucila, y de una hija que ya había tenido de ella. Corina, al principio, no quiso verle; pero se lo permitió cuando se vio cercana a la muerte, y expiró en sus brazos.La desgraciada Corina murió víctima del amor y el triste Oswald pasó en lo sucesivo una vida infeliz. Tal es el fin de las personas demasiado sensibles que se abandonan ciegamente a sus pasiones.
A esta hoja escrita por ambas caras de la imprenta Santarén (1846), le sigue la canción que comienza: «víctimas de un amor infelice…»
Reproduzco a continuación el pliego tardío editado en Barcelona por la imprenta de los sucesores de Domenech en 1869, aunque hay noticias de ediciones anteriores, como la de la imprenta de F. Vallés, de 1837; la de Estivill, sin año, o la de la imprenta vallisoletana de Dámaso Santarén en 1846, que ya he comentado.
Reproduzco también la «Canción de la triste Corina, lamentándose de la ingratitud de Oswaldo, su falso y cruel amante», que resulta ser continuación del pliego que contiene la «Canción nueva de Abelardo y Eloisa», editado en Madrid por J. M. Marés, sin año.
Antonio Lorenzo