Mostrando las entradas para la consulta almanaques ordenadas por relevancia. Ordenar por fecha Mostrar todas las entradas
Mostrando las entradas para la consulta almanaques ordenadas por relevancia. Ordenar por fecha Mostrar todas las entradas

martes, 2 de enero de 2018

La fortuna y el amor por medio de la baraja + La buenaventura según el mes de nacimiento

José Benlliure Gil (1858-1937) - La buenaventura a la novia
Todo comienzo de año resulta propicio para preguntarnos sobre lo que nos deparará el futuro. Los pronósticos sobre la suerte que correrán las personas o los vaticinios de los fenómenos meteorológicos según determinados calendarios o almanaques son lugares comunes en estas fechas.

Ya en el siglo XVIII, las críticas formuladas por el erudito benedictino Benito Jerónimo Feijoo (1676-1764) en su Teatro crítico universal (Tomo I, discurso VIII) consideraba estas prácticas y predicciones como falaces.
"La correspondencia de los sucesos a algunas predicciones, que se alega a favor de los Astrólogos, está tan lejos de establecer su arte, que antes, si se mira bien, la arruina. Porque entre tantos millares de predicciones determinadas, como formaron los Astrólogos de mil y ochocientos años a esta parte, apenas se cuentan veinte, o treinta que saliesen verdaderas: lo que muestra que fue casual, y no fundado en reglas el acierto. Es seguro, que si algunos hombres vendados los ojos un año entero, estuviesen sin cesar disparando flechas al viento, matarían algunos pájaros. ¿Quién hay (decía Tulio) que flechando aun sin arte alguna todo el día, no dé tal vez en el blanco? »Quis est qui totum diem jaculans, non aliquando collimet?» Pues esto es lo que sucede a los Astrólogos. Echan pronósticos a montones sin tino; y por casualidad uno, u otro entre millares logra el acierto".
En este mismo blog desarrollé, hace ahora dos años, una más extensa entrada sobre los almanaques, lunarios y pronósticos en general, que puede consultarse a través del siguiente enlace:


Reproduzco dos pliegos: el primero sobre el arte de echar las cartas, útil para las niñas enamoradas y casaderas, y el segundo sobre la explicación del signo según el mes de nacimiento.








©Antonio Lorenzo

domingo, 7 de enero de 2018

Seguidillas a la mejor pastora + Calamidades de Francia, por el Gran Piscator de Salamanca

Diego de Torres Villarroel (1694-1770) "El Gran Piscator de Salamanca"
La vida del autor al que se refieren los pliegos es realmente controvertida y polémica. El autotitulado "Gran Piscator de Salamanca" no es otro que Diego de Torres Villarroel, un auténtico fenómeno cultural por sus diversas y polémicas facetas vitales y literarias. De obra dilatada y mal comprendida se le considera generalmente como un personaje extravagante, mucho más conocido por sus almanaques y profecías que por su obra propiamente literaria y autobiográfica.

Señalo someramente algunas pinceladas sobre su trayectoria vital y fecunda vida para contextualizar los dos impresos.

Nacido en Salamanca en 1694, comenzó a asistir a la escuela a temprana edad, donde pronto aprendió a leer y a escribir, siendo un niño de temperamento rebelde y aficionado a las picardías, según se desprende de su propia obra autobiográfica.

Hacia 1715 se ordenó de subdiácono (tardando treinta años en solicitar el presbiteriado). El estado sacerdotal no parece que le atrajese demasiado, pues fue acusado de escribir coplas satíricas y hasta fue encarcelado.

En septiembre de 1718 publicó en Salamanca su primer almanaque con el título Ramillete de los astros, donde ofrecía datos astronómicos, profecías y predicciones para el año entrante.

A partir se 1723, y tras el éxito de su primer almanaque, adoptó el seudónimo de Gran Piscator de Salamanca, donde vaticinaba, en los siempre esperados almanaques, hechos históricos: como la muerte de Luis I, hijo de Felipe V, el motín de Esquilache o la Revolución francesa, lo que le granjeó gran reputación de adivino y la general creencia de que era poseedor de facultades mágicas.

Fue tal el éxito de sus predicciones que fue criticado, entre otros, por el erudito benedictino Benito Feijoo y por el Padre Isla, al considerar los pronósticos como meras supersticiones que agradaban al vulgo, críticas que no le desagradaban y que incluso rebatía satíricamente.

Tras su traslado a Madrid, en 1723, se instaló en casa de la condesa de Los Arcos, donde estuvo indagando unos extraños ruidos que se oían en el palacio y eran achacados a los duendes. La condesa lo introdujo en distinguidas tertulias y durante su estancia en la capital fue publicando diversos folletos con sugerentes títulos: Viaje fantástico (1724), Correo del otro mundo (1725), El gallo español (1725), Cátedra de morir (1726), El ermitaño y Torres (1726), Libro de curiosidades y aventuras (1726), Reglas para torear y arte de todas suertes (1726), etc.

En octubre de 1726 regresó a Salamanca para opositar a la cátedra de Matemáticas y tras una serie de incidentes, que alargaría en demasía estas breves notas, tuvo que huir a Francia y también estuvo desterrado en Portugal en 1732, donde permaneció hasta noviembre de 1734 tras conseguir su declaración de inocencia

Consciente de las críticas que se vertían sobre su obra, él mismo recoge en sus Visiones y visitas de Torres con don Francisco de Quevedo por la Corte (1727) lo que opinaban otros sobre él:
"A mí me han llamado ladrón (que viví hurtando en una tropa de gitanos, y que si no me hubiera escondido en Portugal me hubieran ahorcado en la plaza de Salamanca como a Joaquinillo, el más famoso ratero, en la de Madrid); desvergonzado, indigno en las costumbres, tizón del infierno, blasfemo, lujurioso, pícaro, villano, bailarín alquilado, alcoranista, calvinista, luterano, hereje, sopón, sayón y otras innumerables injurias que se han eternizado en el bronce de la prensa".
El propio Torres advirtió con ironía y ciertas dosis de provocación al lector sobre las falacias de sus propias predicciones en el prólogo de su almanaque de 1736: Los pobres del hospicio de Madrid, lo que no coartaba la credulidad de sus múltiples seguidores.
"...Dieciséis años ha que te estoy predicando desde mis prólogos que no creas en las adivinanzas y acertijos de la astrología y eres tan obstinado que no sólo has creído a mis despropósitos, sino que has dado adoración a todos los zangarrones y patas de cabra que salen jurándoles de oráculos con su gorra, bigotes, anteojos y compases (...) Ni hay tal arte en el mundo, ni se enseñan semejantes locuras, porque todos los aforismos astrológicos son sueños, delirios y embustes (...) Ríete de mí y de los demás compositores de almanaques, porque el más sabio es un embaidor que sólo estudia en hurtarte el tiempo y el real de plata. Yo, por la misericordia de Dios, nada te debo, porque siempre te he vendido mis mentiras con desengaño".
En el verano de 1737, en su viaje de peregrinación a Santiago de Compostela, las gentes le consultaban sobre sus problemas y su fama fue aumentando a causa de sus predicciones.

Entre los años 1738 y 1743 decidió recoger en una colección de varios tomos sus obras sueltas, refundidas de nuevo, corregidas y aumentadas.

Por si todo esto fuera poco, el multifacético personaje también escribió obras dramáticas y zarzuelas para ser representadas como entretenimiento en el ámbito doméstico de casas nobles, como La armonía en lo insensible y Eneas en Italia, o Juicio de Paris y robo de Elena, conteniendo números musicales e integradas en su volumen  misceláneo Juguetes de Thalía donde reúne piezas de teatro breve en forma de comedias jocosas, poemas satíricos y sainetes. Haciendo gala de una escasa consideración sobre sus escritos de juventud ¿falsa modestia? escribió en el prólogo:
"Los más de los juguetes cómicos que contiene este libro, los escribí cuando era un mancebo ignorante, bullicioso y apasionado a las huelgas, las distracciones y entretenimientos inseparables de la primera edad. Cuanto hay en él, lo escribí mandado; y por acreditarme de dócil y obediente, no se me dio nada parecer majadero".

En febrero de 1745 fue ordenado presbítero, al tiempo que atravesó un quebranto de su salud, pidiendo su jubilación en el 1750.

Los últimos años de su vida los pasó organizando sus escritos en el salmantino Palacio de Monterrey, como administrador del duque de Alba. Su fallecimiento se produjo el 19 de junio de 1770.

Su controvertida figura se ha asociado, si bien de forma un tanto distorsionada, con la imagen de hombre extravagante debido a lo heterogéneo de su dilatada producción literaria y a sus obras de carácter autobiográfico.

Se ha señalado que una de sus famosas predicciones fue la de vaticinar en 1756 la Revolución francesa de 1789, según se recoge en la reimpresión del pliego que reproduzco al final, aunque recientes estudios sospechan de que dichos versos son apócrifos y escritos posteriormente por un desconocido autor, quien, bajo las siglas P. F., glosó una supuesta décima original atribuida a Torres, pero que no se ha podido acreditar.

[P.F. Calamidades de Francia, pronosticadas por el Dr. D. Diego de Torres: Glosa de una décima, en que este autor vaticina las actuales turbulencias que afligen á aquel infeliz Reyno, con la especificacion del año en que tomáron pie. Cadiz: Don Manuél Ximenez Carreño (1790?)]

                                            Cuando los mil contarás
                                            con los trescientos doblados
                                            y cincuenta duplicados,
                                            entonces tú lo verás,
                                            mísera Francia, te espera
                                            tu calamidad postrera
                                            con tu rey y tu delfín,
                                            y tendrá entonces su fin
                                            tu mayor gloria primera.


Al analizar los distintos versos se ha querido interpretar la asociación del año 1790 (deducidos de los versos) con el fin de la monarquía francesa que comenzó con la Revolución del año anterior:

                                       1000 + (300*2) + (50*2) + (9*10) = 1790











Reproduzco dos pliegos de diferente factura: el primero de ellos, reimpreso por la conocida imprenta barcelonesa de los Herederos de Juan Jolis, sobre temática religiosa navideña y acabada con las iniciales O.S.C.S.R.E. (que corresponden a la frase latina de acatamiento a la autoridad de la iglesia: «Omnia Submitto. Correctione Santae Romanae Ecclesiae»); y el segundo, otra reimpresión sobre la famosa y apócrifa glosa de la décima de Torres Villarroel pronosticando la Revolución francesa. Este pliego se hallaba en venta en la casa del librero Joaquín Gasset, frente al Colegio de San Carlos (o de los Ochenta, por el número de alumnos becados o elegidos de forma arbitraria por los obispos) en Cervera (provincia de Lérida). Hay que recordar que las constituciones de dicho colegio datan de noviembre de 1772.










©Antonio Lorenzo

jueves, 17 de marzo de 2022

De almanaques, calendarios y predicciones [XIII]


Este primer número del Almanaque de la ilustración para el año 1874 fue el comienzo de una serie de almanaques de igual título y factura de periodicidad anual y larga trayectoria. A partir del año 1897 formó parte provisionalmente de la revista Almanaque de la Ilustración española y americana, donde aparecían en las portadas ambas publicaciones, siendo absorbida por completo a partir de 1908.

Su primera época estuvo a cargo de Carlos Frontaura, conocido y prolífico periodista y escritor, director del periódico El Cascabel (1863-1875), periódico que también editaba almanaques para el año próximo bajo su dirección, a los que hemos dedicado atención en anteriores entradas. También colaboró en otras importantes publicaciones, como El Museo Universal, La Ilustración española y americana y como fundador y director de Los Niños, aparte de su obra personal. De ideología conservadora, desarrolló también una actividad política de la mano de Cánovas del Castillo ejerciendo el cargo de gobernador de distintas provincias y contribuyendo a la llamada Restauración borbónica con la figura de Alfonso XII.

El 11 de febrero de 1873, año de la edición del almanaque, se proclamó la I República española, tras la renuncia al trono de Amadeo I, lo que ello supuso de revuelo político y desconocidas expectativas coincidiendo con una turbulenta situación económica y social, entre otros factores por las consecuencias de la Tercera guerra carlista, el recrudecimiento de la guerra  de los Diez años en Cuba, el auge del movimiento obrero y campesino, y el conflicto dentro de las filas republicanas entre unitarios y federalistas «intransigentes». Todo ello desencadenó la llamada Insurrección cantonalista o revolución cantonal que comenzó en julio de 1873 con la proclamación del Cantón de Cartagena, (símbolo del movimiento), queriendo junto a otros territorios que lo secundaron instaurar inmediatamente una "República Federal" sin esperar a que las Cortes Constituyentes elaboraran y aprobaran la nueva Constitución Federal que estaba en marcha, como defendía el presidente del poder ejecutivo de la república Francisco Pi y Margall.

Este levantamiento cantonal contribuyó a debilitar la tambaleante república considerado desde el gobierno central como un movimiento separatista que lo que buscaba era reformar la estructura del estado mediante una división administrativa (región o territorio) que gozase de gran autonomía de gobierno dentro de una organización política más amplia para constituir "desde abajo" la "República Federal" española.

Esta revolución cantonalista se ha descrita de forma parcial por algunos historiadores tachándola tan solo como un movimiento localista y desfasado, liderado por notables burgueses sin atender a los problemas reales de su tiempo y ocultando establecer similitudes con la Comuna de París, movimiento insurreccional activo entre el 18 de marzo al 28 de mayo de 1871 en la capital francesa.

En el "Juicio del año" del almanaque, escrito por Carlos Frontaura, tras repasar la trayectoria mitológica de Júpiter, principal dios de la mitología romana, solicita de forma metafórica su intervención para el año venidero debido a la lamentable situación en la que encontraba envuelta España en ese momento. 


A su vez, en el exhaustivo balance del año 1873 que también desarrolla Carlos Frontaura atendiendo al contexto histórico y social, escribe al final del mismo lo siguiente:
«Triste es, -como puede verse por los anteriores apuntes- la historia del año último: la desgraciada España le ha ocupado casi por entero con el ensayo de la República, pudiendo asegurarse que la revolución del 1868 no ha logrado su desarrollo hasta febrero de 1873. Las pasiones contenidas durante cuatro años (desde la revolución de 1868), se han manifestado en toda su desnudez, y han causado numerosas víctimas; y el problema constituyente, planteado por la abdicación del rey Amadeo de Saboya, queda sin resolver al terminar el año. Tenemos república; pero unos quieren que sea unitaria, otros federal y otros socialista. Suframos sus consecuencias, y pues que tenemos que pasar por dicha forma de gobierno, penetremos con timidez en el año 1874, buscando la mejor de las repúblicas, como el célebre Jerónimo Paturot». (pág. 20)

La mención a Jerónimo Paturot se refiere a la novela satírica de Louis Reybaud, donde comentaba humorísticamente las extravagancias de la sociedad francesa de entonces en su obra Jerónimo Paturot en busca de la mejor república (original de 1848 con edición española de 1856) que alcanzó cierto éxito en los círculos intelectuales. 

La insigne escritora Emilia Pardo Bazán en su ensayo crítico La literatura francesa. La Transición (1911), desarrolla unas lúcidas reflexiones sobre el tránsito del romanticismo al realismo en la literatura gala y los espacios creativos e híbridos entre ellos, sobre los que se detiene.

Comentando la influencia de Louis Reybaud, escribe:

«Si se inclina un poco Reybaud a lo vulgar, sus héroes, Jerónimo y Malvina, serán sencillamente personajes de Paul de Kock; si se remonta, lo serán de Eugenio Sue. La sátira social de Reybaud ha evitado estos dos escollos. Es imposible desplegar mayor donaire en la sencillez. Nótese que esta sátira de un régimen deja muy mal parado al romanticismo; y así tenía que suceder, tratándose de un escritor castizo, dotado del humorismo nacional, y cuyos númenes son la sensatez, la claridad, la moderación y un grano de sal irónica. La forma de Reybaud es sucinta, incisiva, sin galimatías ni digresiones; su vena, cáustica y mordaz. No diré que Jerónimo Paturot llegue a la altura de Gil Blas [se refiere a "La Historia de Gil Blas de Santillana" o "Aventuras de Gil Blas de Santillana", novela picaresca escrita en francés por Alain-René Lesage entre 1715 y 1735, personaje que posteriormente también dio pie a la revista satírica Gil Blas impresa en Madrid entre 1864 y 1872],  pero es de su raza, de la estirpe de esos buscavidas aventureros, descentrados, que al cruzar todos los medios sociales, abarcan en su historia la de una generación». 
A continuación, y bajo la etiqueta de "Recuerdos literarios", el colaborador y escritor Manuel Ossorio (1839-1904) hace un repaso por las más importantes contribuciones artísticas del año 1873 a las que divide en los siguientes apartados:

* Obras de carácter político e histórico
* Literatura científica y filosófica
* Novelas (con especial mención a los primeros cuatro volúmenes ya publicados de los Episodios nacionales de Pérez Galdós.
* Poesía lírica.
* Sobre el Teatro español, comenta lo poco destacado de las obras en estrenos competentes, aunque resalta el éxito popular de lo representado en algún café-teatro "gracias a la benignidad de los espectadores, más larga que los vestidos de las bailarinas, que suelen llevar el secreto de un éxito en sus rosadas pantorrillas de algodón".

Al finalizar el almanaque se recoge un registro de artistas de las letras, ciencias y artes distribuida en meses con las fechas de nacimiento o fallecimiento en su caso señalando su actividad artística.

Ilustraciones destacadas

Las magníficas ilustraciones que aparecen en el almanaque recogen aspectos o episodios característicos del año, como la salida del rey Amadeo I fuera de España; sugerentes imágenes sobre los insurrectos cantonalistas; referencia a la participación española en la Exposición Universal de Agricultura, Industria y Bellas Artes, celebrada en Viena desde el 1 de mayo al 31 de octubre de 1873; referencias a la guerra civil carlista; la catástrofe por descarrilamiento en el puente sobre el río Duero en las cercanías de Viana de Cega (Valladolid) el 11 de septiembre de 1873 con el resultado de 21 muertos y 58 heridos; el traslado de la estatua de Felipe III de la Plaza Mayor madrileña a los almacenes municipales en previsión de posibles actos de vandalismo por la recién proclamada república o la escena donde se recoge la visita de la destronada reina Isabel II al papa Pío IX en 1873 para influir sobre las relaciones entre la Santa Sede y los gobiernos republicanos que promovían entonces el proyecto de separación Iglesia-Estado.









©Antonio Lorenzo

viernes, 11 de febrero de 2022

De almanaques, calendarios y predicciones [VIII]

 

El almanaque editado para el año 1869 por el periódico El Cascabel, continúa básicamente con la misma estructura y recorrido que los anteriores.

1869 fue un año muy agitado políticamente. Tras el derrocamiento de Isabel II y su forzosa salida al exilio, se formó un gobierno provisional que convocó elecciones para el 15 de enero, aunque bajo sufragio universal solamente masculino. Dichas elecciones fueron las primeras tras la revolución La Gloriosa del año anterior, lo que marcó un antes y un después en la historia del liberalismo español. La revolución estuvo encabezada por los generales Juan Prim y Francisco Serrano, poniendo fin al gobierno de Narváez, jefe del Partido Moderado.

Las Cortes Constituyentes comenzaron sus sesiones el 11 de febrero de 1869. La Constitución se promulgó solemnemente el 6 de junio de 1869 donde se recogía un importante catálogo de derechos y libertades.

El almanaque que nos ocupa, editado a finales del año anterior, recoge de forma subrepticia los cambios que se iban produciendo, pero sin llegar a tomar clara posición, aunque el ideario del periódico y de su director Carlos Frontaura era básicamente moderado y monárquico. Tanto las ilustraciones, algunas del reconocido ilustrador y dibujante Francisco Ortego, al que dedicaré particulares entradas, como los textos que las acompañan, expresan preocupación por los acontecimientos pasados y temores por el futuro que habrá el año 1869 al que va dedicado el almanaque.

Las viñetas humorísticas de carácter costumbrista era una forma de evitar la censura respecto a aquellas otras de carácter político que fueron adquiriendo un mayor protagonismo tras la revolución Septembrina. En el Decreto del 23 de octubre de 1868 ya se establecía que «todos los ciudadanos tienen derecho a emitir libremente sus pensamientos por medio de la imprenta, sin sujeción a la censura ni a ningún requisito previo», algo que favoreció muy notablemente la aparición de numerosas publicaciones donde la caricatura adquirió una importancia cada vez mayor. El esfuerzo de las publicaciones para llamar la atención de sus lectores se basaba en gran medida en los dibujos que incluía formando parte de la estrategia comercial.

Como mi interés se centra principalmente en la evolución de los almanaques, entresaco del editado para 1869 unos ejemplos muy comedidos respecto a los cambios políticos, a los que añado algunas recomendaciones publicitarias.

En uno de los dibujos de los recuerdos del año 1868, reproducido más abajo, se nos informa sobre la compañía imperial japonesa. Por contextualizar algo que desde nuestra perspectiva actual nos puede resultar extraño conviene recordar que esa compañía imperial japonesa se refiere a la occidentalización del entonces teatro japonés en el Periodo Meiji (1868-1912), referido a los 45 años del reinado el emperador japonés donde el país, como potencia emergente, desarrolló una importante modernización y occidentalización de las artes escénicas que rompían con los esquemas clásicos y que difundieron por numerosos países, entre ellos en el nuestro. Tanto su sofisticado vestuario, grandiosas tramoyas, aparatosa escenografía con personajes voladores, uso de trampillas, etc., no fue bien acogido por el público de entonces, de ahí que se renombrara en el dibujo como la «compañía imperial de los demonios».

Todo ello guarda relación con el Tratado de Amistad, Comercio y Navegación firmado por España y Japón el 12 de noviembre de 1868, a caballo entre la Revolución Meiji en Japón y la Revolución Gloriosa en España, apenas mes y medio antes del exilio de la reina a París. No hay que olvidar que en aquellas fechas España seguía manteniendo una presencia territorial nada desdeñable en Asia-Pacífico.














©Antonio Lorenzo

jueves, 3 de febrero de 2022

De almanaques, calendarios y predicciones [VI]

 

El almanaque editado por el periódico El Cascabel para el año 1867 continúa con la misma estructura de los editados anteriormente. Quedan aún por explorar con mayor detenimiento muchos otros almanaques que pueden ofrecernos una interesante visión panorámica sobre sus contenidos.

Las sátiras políticas que aparecen entreveradas en estas publicaciones no dejan de ser circunstanciales, pero a través de las caricaturas y los textos que las acompañan nos ofrecen todo un arsenal de aspectos merecedores de valoración y evolución.

La historia de la literatura apenas se ha detenido en estas publicaciones por considerarlas de rango inferior o, en el mejor de los casos, como antecedentes prácticos de obras más enjundiosas de los autores que practicaron o desarrollaron colaboraciones como ejercicios previos.

Poco a poco fueron estableciéndose diferencias entre los practicantes del «humorismo literario», referido a los considerados autores con enjundia, frente al catalogado como «escritor humorista», de más bajo perfil e interés literario encaminado a proveer a sus lectores de una risa fácil y populista.

A caballo de estas denominaciones encontramos a Carlos Frontaura (1834-1910), escritor y prolífico periodista que dirigió El Cascabel, el infantil Los Niños (1870-1877 y 1883-1893) contando con numerosos colaboradores, y posteriormente La Risa, como director literario con el subtítulo de «periódico ilustrado, cómico y humorístico».

El almanaque para 1867 contiene el consabido santoral con notas astronómicas y con especial dedicación a las fases lunares. También se incluye una relación de fiestas, letrillas y poemas, alguno del mismo José Zorrilla, todo ello acompañado por ilustraciones, entre ellas del dibujante y prolífico Ortego. Tampoco podía faltar el recurrente «juicio del año» escrito en verso por el propio director literario Carlos Frontaura, aunque todo ello sin meterse de lleno en asuntos políticos tal como ocurre en otras publicaciones paralelas.

El almanaque, en definitiva, es un producto a caballo entre el periodismo, la literatura y la educación, al que consideramos como objeto de investigación por sí mismo, en cuanto que incorpora textos, imágenes y comentarios variopintos que proporcionan elementos para contextualizar la visión previa del año que va a comenzar según el imaginario de sus autores y de los lectores a quienes va dirigido.

Tras algunas de las ilustraciones entresacadas del almanaque añado al final algunas muestras interesantes de publicidad recogidas al final del folleto, que también merecerían mayor atención en cuanto a la evolución de la misma. Uno de los ejemplos reproducidos es el del establecimiento de la bollería Nieto, en Sevilla, donde se promocionan las famosas tortas de polvorón y aceite, así como los "molletes sevillanos" que dicen sustituir ventajosamente al pan francés. En otro de ellos se promociona una zurcidora que se traslada a una nueva dirección desde la galería de San Felipe Neri (tras la demolición del más famoso mentidero de Madrid), o la publicidad de la "Fábrica de miriñaques", puestos de moda en aquellos años por la influencia de la emperatriz Eugenia de Montijo, a lo que dediqué una de las entradas del blog:

     https://adarve5.blogspot.com/2021/11/el-disparate-del-mirinaque-o-la-mujer.html















©Antonio Lorenzo