viernes, 11 de febrero de 2022

De almanaques, calendarios y predicciones [VIII]

 

El almanaque editado para el año 1869 por el periódico El Cascabel, continúa básicamente con la misma estructura y recorrido que los anteriores.

1869 fue un año muy agitado políticamente. Tras el derrocamiento de Isabel II y su forzosa salida al exilio, se formó un gobierno provisional que convocó elecciones para el 15 de enero, aunque bajo sufragio universal solamente masculino. Dichas elecciones fueron las primeras tras la revolución La Gloriosa del año anterior, lo que marcó un antes y un después en la historia del liberalismo español. La revolución estuvo encabezada por los generales Juan Prim y Francisco Serrano, poniendo fin al gobierno de Narváez, jefe del Partido Moderado.

Las Cortes Constituyentes comenzaron sus sesiones el 11 de febrero de 1869. La Constitución se promulgó solemnemente el 6 de junio de 1869 donde se recogía un importante catálogo de derechos y libertades.

El almanaque que nos ocupa, editado a finales del año anterior, recoge de forma subrepticia los cambios que se iban produciendo, pero sin llegar a tomar clara posición, aunque el ideario del periódico y de su director Carlos Frontaura era básicamente moderado y monárquico. Tanto las ilustraciones, algunas del reconocido ilustrador y dibujante Francisco Ortego, al que dedicaré particulares entradas, como los textos que las acompañan, expresan preocupación por los acontecimientos pasados y temores por el futuro que habrá el año 1869 al que va dedicado el almanaque.

Las viñetas humorísticas de carácter costumbrista era una forma de evitar la censura respecto a aquellas otras de carácter político que fueron adquiriendo un mayor protagonismo tras la revolución Septembrina. En el Decreto del 23 de octubre de 1868 ya se establecía que «todos los ciudadanos tienen derecho a emitir libremente sus pensamientos por medio de la imprenta, sin sujeción a la censura ni a ningún requisito previo», algo que favoreció muy notablemente la aparición de numerosas publicaciones donde la caricatura adquirió una importancia cada vez mayor. El esfuerzo de las publicaciones para llamar la atención de sus lectores se basaba en gran medida en los dibujos que incluía formando parte de la estrategia comercial.

Como mi interés se centra principalmente en la evolución de los almanaques, entresaco del editado para 1869 unos ejemplos muy comedidos respecto a los cambios políticos, a los que añado algunas recomendaciones publicitarias.

En uno de los dibujos de los recuerdos del año 1868, reproducido más abajo, se nos informa sobre la compañía imperial japonesa. Por contextualizar algo que desde nuestra perspectiva actual nos puede resultar extraño conviene recordar que esa compañía imperial japonesa se refiere a la occidentalización del entonces teatro japonés en el Periodo Meiji (1868-1912), referido a los 45 años del reinado el emperador japonés donde el país, como potencia emergente, desarrolló una importante modernización y occidentalización de las artes escénicas que rompían con los esquemas clásicos y que difundieron por numerosos países, entre ellos en el nuestro. Tanto su sofisticado vestuario, grandiosas tramoyas, aparatosa escenografía con personajes voladores, uso de trampillas, etc., no fue bien acogido por el público de entonces, de ahí que se renombrara en el dibujo como la «compañía imperial de los demonios».

Todo ello guarda relación con el Tratado de Amistad, Comercio y Navegación firmado por España y Japón el 12 de noviembre de 1868, a caballo entre la Revolución Meiji en Japón y la Revolución Gloriosa en España, apenas mes y medio antes del exilio de la reina a París. No hay que olvidar que en aquellas fechas España seguía manteniendo una presencia territorial nada desdeñable en Asia-Pacífico.














©Antonio Lorenzo

lunes, 7 de febrero de 2022

De almanaques, calendarios y predicciones [VII]

 

El periódico El Cascabel volvió a regalar a sus suscriptores un nuevo almanaque, en este caso para el año 1868, según la costumbre del periódico al finalizar cada año.

Cada vez son más los estudios sobre la prensa satírica o generalista de la segunda mitad del siglo XIX, aunque no propiamente de los almanaques, si bien estos últimos nos ofrecen un recorrido generalista del año que acaba y un vaticinio sobre el que va a comenzar.

Como es sabido, lo satírico trasciende la categoría de lo literario al ejercer una solapada crítica sobre la gestión de lo público mediante recursos variados, como romances, epigramas, chascarrillos, etc., que pueden ir acompañados de dibujos o ilustraciones que lo refuerzan en forma de escenas cotidianas.

El dibujo satírico, como representación, no deja de ser una especie de subterfugio como forma de democratizar el saber generalista. La caricatura cómica de los ilustradores fue muy mal llevada por los políticos que aparecían en sus dibujos por el efecto cómico que suscitaban en amplias capas populares. 

La imagen satírica de la prensa del XIX no ha gozado hasta relativamente hace pocos años de la merecida atención por parte de los estudiosos, aunque contiene múltiples niveles de lectura al estar vinculada a acontecimientos no siempre fáciles de entrever.

El momento político del año 1868 en España supuso todo un cambio estructural tras el triunfo de la revolución La Gloriosa, el destronamiento de la reina Isabel II y su salida al exilio, acontecimientos que obviamente no se recogieron en el almanaque editado a finales del año anterior. Este almanaque no disfrutó de la nueva libertad de prensa instaurada por decreto del 23 de octubre de 1868 y confirmada luego en la Constitución de 1869. Es por ello que las críticas al poder público se ven atenuadas, y más en el periódico editor del almanaque que no se destacó precisamente por su crítica política, algo que aumentó considerablemente a lo largo del Sexenio Democrático (1868-1874) donde el número de publicaciones periódicas se incrementó de forma notable, aunque muchas de ellas de corta duración, salvo algunos casos puntuales.

Repasando a grandes rasgos el contenido de este almanaque para el año 1868 aparecen elementos propios de los editados anteriormente. Tras el recurrente "Juicio del año", escrito por su director, Carlos Frontaura, entresaco algunas ilustraciones de "tipos populares" acompañadas por una cuarteta alusiva al pie de cada una de ellas, a lo que siguen otras ilustraciones con el objetivo de despertar la sonrisa a sus observadores.











©Antonio Lorenzo

jueves, 3 de febrero de 2022

De almanaques, calendarios y predicciones [VI]

 

El almanaque editado por el periódico El Cascabel para el año 1867 continúa con la misma estructura de los editados anteriormente. Quedan aún por explorar con mayor detenimiento muchos otros almanaques que pueden ofrecernos una interesante visión panorámica sobre sus contenidos.

Las sátiras políticas que aparecen entreveradas en estas publicaciones no dejan de ser circunstanciales, pero a través de las caricaturas y los textos que las acompañan nos ofrecen todo un arsenal de aspectos merecedores de valoración y evolución.

La historia de la literatura apenas se ha detenido en estas publicaciones por considerarlas de rango inferior o, en el mejor de los casos, como antecedentes prácticos de obras más enjundiosas de los autores que practicaron o desarrollaron colaboraciones como ejercicios previos.

Poco a poco fueron estableciéndose diferencias entre los practicantes del «humorismo literario», referido a los considerados autores con enjundia, frente al catalogado como «escritor humorista», de más bajo perfil e interés literario encaminado a proveer a sus lectores de una risa fácil y populista.

A caballo de estas denominaciones encontramos a Carlos Frontaura (1834-1910), escritor y prolífico periodista que dirigió El Cascabel, el infantil Los Niños (1870-1877 y 1883-1893) contando con numerosos colaboradores, y posteriormente La Risa, como director literario con el subtítulo de «periódico ilustrado, cómico y humorístico».

El almanaque para 1867 contiene el consabido santoral con notas astronómicas y con especial dedicación a las fases lunares. También se incluye una relación de fiestas, letrillas y poemas, alguno del mismo José Zorrilla, todo ello acompañado por ilustraciones, entre ellas del dibujante y prolífico Ortego. Tampoco podía faltar el recurrente «juicio del año» escrito en verso por el propio director literario Carlos Frontaura, aunque todo ello sin meterse de lleno en asuntos políticos tal como ocurre en otras publicaciones paralelas.

El almanaque, en definitiva, es un producto a caballo entre el periodismo, la literatura y la educación, al que consideramos como objeto de investigación por sí mismo, en cuanto que incorpora textos, imágenes y comentarios variopintos que proporcionan elementos para contextualizar la visión previa del año que va a comenzar según el imaginario de sus autores y de los lectores a quienes va dirigido.

Tras algunas de las ilustraciones entresacadas del almanaque añado al final algunas muestras interesantes de publicidad recogidas al final del folleto, que también merecerían mayor atención en cuanto a la evolución de la misma. Uno de los ejemplos reproducidos es el del establecimiento de la bollería Nieto, en Sevilla, donde se promocionan las famosas tortas de polvorón y aceite, así como los "molletes sevillanos" que dicen sustituir ventajosamente al pan francés. En otro de ellos se promociona una zurcidora que se traslada a una nueva dirección desde la galería de San Felipe Neri (tras la demolición del más famoso mentidero de Madrid), o la publicidad de la "Fábrica de miriñaques", puestos de moda en aquellos años por la influencia de la emperatriz Eugenia de Montijo, a lo que dediqué una de las entradas del blog:

     https://adarve5.blogspot.com/2021/11/el-disparate-del-mirinaque-o-la-mujer.html















©Antonio Lorenzo

domingo, 30 de enero de 2022

De almanaques, calendarios y predicciones [V]


El periodismo español del siglo XIX, a raíz de la libertad de imprenta de 1808, constituye toda una amalgama de información indispensable, no solo para adentrarse en el conocimiento de los cambios políticos, sino también como soporte cultural en un amplio sentido, así como el avance de su trayectoria humorística y sarcástica.

Mi interés se centra especialmente en el contenido de los efímeros almanaques por parte de distintos periódicos que solían regalarse a los suscriptores de cara al próximo año, como sucede con el periódico El Cascabel.  
«Este periódico, que lleva dos años de publicación, se distingue por la amenidad y la moralidad de su lectura.
Cuesta la suscrición por tres meses 6 rs.; los que suscriben por seis meses ó un año hasta fin de octubre de 1865, reciben gratis este Almanaque».

Los almanaques gozan de interés por sí mismos, campo no muy tenido en cuenta por los estudiosos, en el sentido de que participan transversalmente del periodismo, la literatura, el entretenimiento y lo visual. El primer número del periódico El Cascabel apareció en 1863 editado en Madrid, aunque con diversas periodicidades hasta su desaparición en 1877.

Cabecera del primer número del periódico

Aunque resulta algo extenso, creo que merece la pena recorrer las intencionales propuestas y características apuntadas en este primer número:

Este periódico, mejor dicho, papel público, sale cuando puede, como puede y por donde puede, y esto si Dios quiere y el alcalde.
No tiene días fijos para su publicación, por la sencillísima razón de que nadie los tiene en el mundo, y es una gran tontería, que solo cabe en cabeza humana, decir: «Mañana salgo, mañana entro....›› sin tener en cuenta lo eventual de la vida mortal.
Este periódico no admite suscripción en Madrid, primero, porque no le da la gana, y segundo, porque a nadie quiere preguntar cómo se llama, donde vive, ni cuántos años tiene.
Este periódico tiene el color del papel en que se imprime, y no tiene ninguno de los colorines de la política, porque la política no le importa un rábano ni un pito, mientras la política sea una feria, de la que cada cual habla según le va en ella.
Este periódico es chico, y no es grande, porque es bueno, (que no ha de ser El Cascabel el único que tenga modestia, hoy que nadie la usa), y de lo bueno no se puede dar mucho por dos miserables cuartos.
El Cascabel será un periódico festivo, esmeradamente hecho, decorosamente escrito y oportuno sobre todo, y su objeto principal será hacer reír, lo que es mucho más difícil que hacer llorar.
Los maridos desgraciados, los ensuegrados, las solteronas, las feas, las niñas que tengan pasión de ánimo, los enfermos del alma y del cuerpo, los que desesperan esperando que vuelvan los suyos, las víctimas de los prestamistas, todos aquellos, en fin, que estén en disposición de coger el cielo con las manos, deben comprar El Cascabel, y hallarán alivio y consuelo.
El Cascabel fotografiará los tipos de la sociedad moderna, que los hay en abundancia, y soberanamente ridículos, comentará todos los hechos, todos los dichos, tomará acta de todas las grandes cosas, así como de todas las grandes tonterías contemporáneas, publicará semblanzas, cuentos, chascarrillos, poesías, críticas, charadas, novelas y artículos de costumbres de escritores nacionales (no milicianos) y extranjeros.
Este periódico se diferencia de los periódicos de grandes proporciones que se publican en la corte en lo siguiente:
En que no hace la oposición al ministerio, ni a los perros con bozal o sin el.
En que no es ministerial de otro Gobierno más que del de las amas de idem, que suelen ser guapetonas y frescachonas.
En que no se meterá con La Correspondencia de España.
En que solo hablará de lo que entienda, y no se expondrá a decir cada disparate que cante el Credo
En que no andará a la greña con sus colegas, como suelen hacer los hombres públicos, que parece tienen deseo de igualarse con las mujeres idem.
En que conocerá los defectos de sus amigos como los de sus enemigos, y dará a cada cual lo que le corresponda.
Y basta lo dicho para que se comprenda que El Cascabel, aunque costará dos cuartos, será un periódico que no tenga precio.
¡Y ahora, el que lo quiera lo toma y el que no lo deja!
El año 1866, que es el dedicado al almanaque por el periódico El Cascabel, es un ejemplo más de las publicaciones satíricas del periodo isabelino para 1866, al que le quedaban dos escasos años para que el triunfo de La Gloriosa, obligara a la reina a marcharse al exilio. 

Al igual que otras publicaciones de corte satírico de la época, tuvieron que ir sorteando las leyes de prensa vigentes. Tanto El Cascabel, como el también muy conocido Gil Blas, firmaron un manifiesto contra el proyecto presentado en marzo de 1865 por el entonces ministro de la Gobernación Luis González Bravo, proyecto que no logró salir adelante.

Los periódicos de corte satírico que trataban de introducirse en el mercado lector de aquellos años pretendían erigirse como avanzadilla de opiniones colectivas mediante el recurso de la sátira, acompañada de dibujos y caricaturas de situaciones y de personajes públicos conocidos. Los almanaques que editaban los periódicos no dejaban de ser un reclamo de uso anual para favorecer la suscripción y promoción del periódico editor.

Tras el juicio del año, propio de todo almanaque, recojo algunas de las imágenes acompañadas de textos alusivos.













©Antonio Lorenzo