Los debates
literarios medievales recibieron un fuerte impulso en las aulas universitarias,
donde era frecuente la práctica de debates jurídicos o las porfías entre los
representantes de la Iglesia o de las religiones.
El éxito de
estos debates y su amplia difusión sugiere que se incorporaron de forma
resumida a la tradición oral, donde siempre fueron apreciados, habida cuenta la
gran cantidad de impresiones que sobre los mismos hacían las imprentas. Esta
difusión oral proviene de refundiciones de autores anónimos y que, a través de
un proceso de ida y vuelta, pasaron de lo escrito a lo oral y de lo oral de
nuevo a lo escrito. No podemos desdeñar, pues, la memorización de determinados
preceptos o proverbios morales que pasaron de la escritura a la cadena oral.
Recordemos
que muchos de los cuentos folklóricos que circulaban oralmente durante la Edad
Media fueron fuente y claros inspiradores de las obras de autores cultos, como
las colecciones de «exempla» utilizadas por don Juan Manuel en «El conde
Lucanor» en un proceso de retroalimentación que pasaba por la lectura, la
memorización, la reescritura y vuelta de nuevo a la cadena de la oralidad.
Creo que, al
igual que sucede con el Romancero de temática religiosa, la memorización de
oraciones o de romances no constituye propiamente un proceso de
tradicionalización, sino más bien de memorialización, puesto que su
variabilidad es muy escasa, así como su «apertura» de intriga y significados,
ya que su función primordial consiste en servir de soporte de una enseñanza
moral para interiorizar y consolidar creencias y pautas de comportamiento.
Debido a su
carácter didáctico, estos debates fueron usados como herramientas por los predicadores
en sus sermones sirviéndose de ellos como ejemplos de una enseñanza doctrinal.
Algunos de
estos debates, simplificados y adaptados, han llegado hasta nosotros a través
de los pliegos, y aún en épocas recientes han podido recogerse oralmente en las
encuestas llevadas a cabo por algunos colectores de tradiciones.
Veamos algunas portadas y ejemplos sobre estas controversias doctrinales entre un moro y un cristiano.
Madrid, Impr. D. José Marés, 1848 |
Facsímil sin lugar ni fecha de impresión |
Estos
debates creo que se apartan y que no guardan similitud con las tan conocidas representaciones simbólicas de carácter
popular de las fiestas de «Moros y Cristianos». Estas fiestas rememoran
episodios locales y se integran en las festividades anuales de cada localidad
como un ritual festivo. Estos combates entre el bando de los héroes (los
cristianos) y el bando de los enemigos (los moros) tienen una dimensión
sociológica y antropológica de tal complejidad que rebasa con mucho la
intención meramente divulgadora de este blog.
Aunque su
incierto origen parece remontarse en apariencia a la «reconquista», con
profusión de combates fingidos con pólvora, sobre todo en la zona de Levante, en
algunas representaciones se incluye un breve parlamento entre el jefe moro y el
cristiano que puede recordar algo a lo recogido en los pliegos sueltos.
Parlamento entre un moro y un cristiano en Laza (Ourense), festividad que se celebra el 3 de mayo |
Los «pasillos» y las «relaciones de
comedias»
Un caso
aparte, pero que considero que tiene mucha mayor relación con las contiendas
verbales entre el moro y el cristiano en los pliegos de cordel, es su analogía
con las «relaciones de comedias» y los «pasillos dialogados» que circulaban en
folletos de bajo coste y que recogían los pasajes más representativos y que se han
venido reimprimiendo en pliegos hasta bien avanzado el siglo XIX. Estas
relaciones eran susceptibles de ser recitadas o representadas en las tertulias.
Habitualmente recogen los pasajes que desarrollan el enfrentamiento entre el
moro y el cristiano en el terreno doctrinal, por lo que estos pliegos se
encuentran en la frágil frontera entre lo escrito y lo oral y que necesitarían de
una mirada más atenta.
Doy unos
ejemplos donde en uno de ellos se sugiere el escenario adecuado para ser representados.
Barcelona, Impr. de Juan Llorens, 1862 |
Reus, en Casa Vidal, sin año. |
No quisiera
acabar esta entrada sin señalar a vuelapluma la importancia de la «décima» como
tipo de estrofa que se manifiesta en estos debates y en los anteriores que
hemos visto. Ya sea en su variante de décima glosada o no, es un tipo de
estrofa que se ha mantenido (y mantiene) con gran vitalidad en las islas
Canarias como género musical de ida y vuelta con el continente americano.
Como
ha estudiado con sagacidad Maximiano Trapero, la décima en Canarias está
vinculada al fenómeno migratorio, sobre todo con Cuba, de fines del siglo XIX y
comienzos de XX. Estos pliegos de controversia que hemos mostrado, en esta y en
entradas anteriores, son un caso anómalo de utilización de un tipo de estrofa
que prácticamente ha desaparecido en la tradición oral peninsular pero que
pervive con inusitada fuerza en Canarias al haber sido paso obligado durante muchos
siglos entre la península y América. El uso de la décima en los pliegos sueltos
merecería, sin duda, un estudio pormenorizado que abarcase todas sus variantes
y modalidades.
Antonio Lorenzo
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