domingo, 26 de mayo de 2013

La buenaventura y el talismán del amor


Para ilustrar esta entrada de la buenaventura sugiero observar el cuadro de Georges de la Tour (1593-1652) que resume visualmente el tópico literario y el prejuicio tan extendido sobre los gitanos como ladrones y embaucadores.

La escena representa a cuatro astutas ladronas que roban a un muchacho mientras concentra su atención en la vieja que le lee la palma de la mano y le reprocha el que le haya dado tan poco dinero por adivinarle el futuro. En una perfecta simbiosis una de las muchachas le está quitando la bolsa de dinero mientras que una cómplice ya tiene la mano dispuesta para hacerla desaparecer. Otra de las jóvenes, de piel clara, le corta con disimulo la cadena que sujeta un medallón de oro.

A modo de una escena teatral podemos observar el estudiado juego de manos de las muchachas y la expresión concentrada de sus miradas.

La gitana que lee la mano y vaticina el futuro a los incautos es un claro ejemplo de arquetipo folklórico que ya aparece en las comedias de enredo y en los relatos costumbristas, preferentemente de ámbito andaluz.

Como antecedente literario nos viene enseguida a la memoria la figura de Preciosa, la gitana protagonista de la clásica novela «ejemplar» de Cervantes. En dicha novela Preciosa hace gala de su hábil manejo del lenguaje y de su poder de persuasión, a pesar de que se descubra al final que no era realmente una gitana sino una noble robada al nacer a sus padres.

Cervantes comienza su novela con una declaración de intenciones:
«Parece que los gitanos y gitanas solamente nacieron en el mundo para ser ladrones: nacen de padres ladrones, críanse con ladrones, estudian para ladrones y, finalmente, salen con ser ladrones corrientes y molientes a todo ruedo; y la gana del hurtar y el hurtar son en ellos como accidentes inseparables, que no se quitan sino con la muerte».
La actitud de Cervantes respecto al mundo gitano es ambigua, pues parece aceptar su inclinación al delito al tiempo que idealiza su modo de vida y la belleza de los de su raza.

 Muchos otros son los antecedentes que se podrían aportar en relación con la buenaventura, tanto en las obras literarias como en la cultura popular en general, pero basten unos ejemplos recogidos en los pliegos de cordel para comprobar su vigencia hasta fechas relativamente recientes.





Publico también un interesante pliego, conocido ya en el siglo XVIII puesto que aparece citado en el Romancero de Durán, del que conocemos edición de Francisco Barrera en Llerena (Badajoz) cuya actividad impresora se remonta al último cuarto de dicho siglo. Existen también reimpresiones, con otras xilografías, de los Herederos de Juan Jolís y de Estivil en Barcelona, donde se atribuye su composición a un ingenio cordovés [sic].

En el romance, narrado con desparpajo, la gitana nos va relatando su vida de penurias, ya que está cargada de hijos, y hasta ayuda a aliviar la muerte de su marido ladrón en la horca estirándole de los pies «porque mucho no penara», junto a otra serie de vicisitudes donde se conjugan aspectos truculentos y burlescos, tan propios de la «poética» del género.





La historia de la pintura proporciona a las ciencias sociales un amplio abanico de datos sobre los que reflexionar. Constituye por tanto un elemento más a tener en cuenta a la hora de historiar con imágenes. El tema de la buenaventura responde claramente al imaginario colectivo sobre el mundo gitano, como se recoge en la pintura desde los siglos XV al XIX. La representación del exotismo, la criminalidad y la otredad, la quiromancia y el ocultismo se popularizan entre los pintores, de los que publico unas muestras donde el simple hecho de que una mujer observe las líneas de una mano se vincula inmediatamente a la imagen de una mujer gitana como símbolo identitario.


François-Joseph Navez (1787-1869)
Caravaggio (1571-1610)

Pintura realizada en 1841 por el artista ruso Mikhail Ivanovich

Simon de Vouet, Diseuse de bonne aventure, 1618

Las representaciones de la buenaventura desaparecen en la pintura a finales del siglo XIX como reacción general contra ese impacto de la revolución industrial en el campo. Se potencia también desde entonces el colorido en paisajes bucólicos y entornos naturales vírgenes. Los campesinos y los gitanos quedarían asociados permanentemente a unos paisajes que realmente ya comenzaban a desaparecer.

En otro orden de cosas y respecto a la música recordemos la zarzuela en un acto y cinco cuadros «La buenaventura», estrenada en Madrid en 1901, de la que publico la portada del libreto.




Antonio Lorenzo

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