Francisco Sans Cabot (1828-1881) - Prim en la guerra de África |
Los conflictos de España con Marruecos pueden resumirse, en un sentido amplio, en cuatro grandes etapas que marcan otros tantos puntos de inflexión, si bien ciertamente discontinuos en el tiempo: la primera de ellas hace referencia a la guerra mantenida con Marruecos en 1859-1860; la segunda, a la guerra de Melilla de 1893. La tercera, a la guerra de Melilla de 1909, con la derrota militar del «Barranco del Lobo» y coincidente con la llamada «Semana Trágica» de Barcelona, que acabó con el fusilamiento de Francisco Ferrer y Guardia y con el derrocamiento del gobierno conservador de Maura, y, en una cuarta etapa, la llamada guerra del Rif, en 1921, con el desastre de Annual y los episodios del Monte Gurugú y Monte Arruit, etc., hasta desembocar en la paz definitiva, en 1927, bajo la dictadura del general Primo de Rivera.
En esta primera entrada me ceñiré a la primera de estas guerras (1859-1860).
La intervención española contra el Imperio de Marruecos tuvo como causa inmediata el ultraje al pabellón español en la ampliación de límites en el campo de Ceuta (pactados en los convenios de 1844-45). Su duración abarca desde el 10 de agosto de 1859, donde se inicia el hostigamiento de los marroquíes, la declaración de guerra el 22 de octubre, el desembarco de las tropas españolas en noviembre y hasta el 25 de marzo de 1860 donde se establecen los primeros acuerdos de paz con el sultán Muley-El-Abbas y que concluirían con el tratado de paz del 25 de mayo.
La cronología de este primer enfrentamiento contra el imperio marroquí puede resumirse así:
1859 (22 de octubre) Declaración de guerra a Marruecos.
1860 (01de enero) Victoria de los Castillejos por el general Prim
1860 (2-5 de febrero) Conquista y toma de Tetuán por O’Donnell.
1860 (23 de marzo) Victoria de Wad-Ras.
1860 (26 de abril) Paz con Marruecos.
1860 (01de enero) Victoria de los Castillejos por el general Prim
1860 (2-5 de febrero) Conquista y toma de Tetuán por O’Donnell.
1860 (23 de marzo) Victoria de Wad-Ras.
1860 (26 de abril) Paz con Marruecos.
El teniente general Prim, al mando de uno de los cuatro cuerpos del ejército, obtuvo una importante victoria en el valle de Castillejos (enero de 1860) (actual Fnideq marroquí), abriendo el camino para la toma de Tetuán por O’Donnell, jefe supremo del ejército español, consolidada el 17 de febrero del mismo año. La vibrante prosa de Pedro Antonio de Alarcón relata los episodios de la batalla de Castillejos, de la que fue testigo, y la toma de Tetuán en su «Diario de un testigo de la guerra de África». La siguiente canción nos recuerda estos episodios donde podemos apreciar en su última estrofa el sentimiento de exaltación por la victoria conseguida. La alusión al Serrallo alude a la posición ocupada y fortificada el 21 de noviembre por el general Echagüe y cuya defensa ocasionó numerosas pérdidas humanas. La canción se compuso seguramente durante el propio transcurso de los hechos, pues alude a la inminente toma de Tánger, acción que finalmente no llegó a producirse.
Del día seis de febrero
nos tenemos que acordar
que entramos los españoles
en la plaza de Tetuán.
La plaza de Tánger
la van a tomar,
también han tomado
la de Tetuán.
Centinela, centinela,
centinela del Serrallo,
¡alerta, alerta, que vienen
los moritos de a caballo!
En la plaza de Tetuán
hay un caballo de caña.
¡Cuando el caballo relinche,
entrará el moro en España!
Una vez tomada la ciudad de Tetuán, y rotas las negociaciones de paz con los marroquíes a raíz de la toma de la ciudad, el ejército comenzó a avanzar sobre Tánger. Una nueva victoria española en Wad-Ras, marzo de 1860, obligó al sultán a pedir la paz (Paz de Wad-Ras, 1860), por la que se consolidaron las posesiones en Marruecos obteniendo un favorable, aunque ciertamente escaso, tratado comercial. El gobierno español pretendió conservar la plaza de Tetuán, pero tras la intervención de Inglaterra, opuesta a la presencia española en Tánger y que no quería permitir una expansión tan cerca del Estrecho, decidió abandonar esta plaza a cambio de una compensación económica establecida en el Tratado del 25 de abril y que nunca se llegó a producir plenamente ante el desencanto de la población española que esperaba obtener mejores resultados de una campaña que le había sido tan favorable y que quedó resumida en la célebre frase «Guerra grande y paz pequeña».
No es este el espacio adecuado para desarrollar y analizar estos hechos y sus relaciones con la política internacional donde se inscribe, de lo que hay abundantes estudios y monografías. Sí considero de interés la «intrahistoria» y los etnotextos que acompañan a este primer momento de las guerras africanas en romances, piezas teatrales, canciones, novelas y prensa que iré desarrollando en sucesivas entregas.
Antonio Lorenzo
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