Un ejemplo más de los muchos pliegos editados con motivo de la pasión y muerte de Cristo es el impreso por José María Marés en Madrid, en 1851. El pliego comienza con los muy conocidos versos de El rastro divino [Índice General del Romancero, IGR nº 1537], del que se conocen numerosas versiones con variantes o añadidos al ser utilizados también como oración de gran popularidad en todo el ámbito panhispánico.
Las muchas muestras recogidas oralmente como oración suelen acabar más o menos con los siguientes versos:
Quien esta oración dijera todos los días del añosacará un alma de pena y la suya del pecado.Quien la sepa y no la diga, quien la oiga y no la aprenda,el día del juicio verá lo que se contiene en ella.
©Antonio Lorenzo
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