El primero de los pliegos reproducidos contiene unos villancicos nuevos, alegres y divertidos para cantar en estas próximas Navidades. Se incluye al final de este primer pliego unos villancicos al Niño perdido, más conocidos con el nombre de Madre, a la puerta hay un niño, villancico muy extendido y del que se conocen numerosas versiones trasmitidas oralmente y recogidas en distintas regiones.
En este segundo pliego aparece también el famoso villancico, unido al también muy conocido por El labrador y la Virgen o El milagro del trigo, basado en los evangelios apócrifos, es decir, en los no reconocidos por la iglesia oficial. Dicho episodio se encuentra recogido de forma transversal en el pasaje cuarto del Libro sobre la Infancia del Salvador, escrito en latín en el siglo XIII.
Respecto a Madre, a la puerta hay un niño su comienzo más conocido es más o menos:
- Madre, a la puerta hay un Niño,más hermoso que el sol bello,diciendo que tiene frío,porque viene casi en cueros.- Pues dile que entre y se calentará,porque en esta tierra ya no hay caridad.Entró el Niño y se sentó,y después de calentadole pregunta la patrona:- ¿De qué tierra y qué reinado?- Mi padre es del cielo, mi madre también,yo bajé a la tierra para padecer.- Hazle la cama a este Niñoen la alcoba y con primor.- No me la haga usted, señora,que mi cama es un rincón.Mi padre es del cielo, mi madre también,yo bajé a la tierra para padecer. [...]
En cuanto al Milagro del trigo, en el pasaje cuarto del libro citado sobre la Infancia del Salvador, puede leerse en una de sus traducciones:
«Ocurrió de nuevo un día de sementera que Jesús iba atravesando el Asia y vió un labrador que sembraba cierto género de legumbres, por nombre garbanzos, en una finca que es llamada la cercana a la tumba de Raquel, entre Jerusalén y Belén. Jesús le dijo: Hombre, ¿qué es lo que estás sembrando? Mas él, llevándolo a mal y burlándose de que un muchacho de aquella edad le hiciera esta pregunta, le respondió: Piedras. Y Jesús le dijo a su vez: Tienes razón: porque efectivamente son piedras. y todos aquellos garbanzos se convirtieron en piedras durísimas, que aún conservan la forma de garbanzos, el color y aún el ojuelo en la cabeza. Y de esta manera todos aquellos granos, tanto los ya sembrados como los que iban a serlo, se convirtieron en piedras. Y hasta hoy, buscándolas con cuidado, se pueden encontrar dichas piedras en el mencionado campo».
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