miércoles, 12 de febrero de 2025

La zarabanda y la cosecha de criadas en la corte y en el día

 

El papel ejercido por las criadas en los pliegos de cordel no solo se limita a ser servidoras de familias más o menos pudientes, ya que en otros muchos casos participan como confidentes, encubridoras e incluso participativas en horrorosos crímenes. La criada, que suele aparecer como un personaje rural de escasa preparación y que busca un sustento en la ciudad, acaba por convertirse en todo un referente útil que participa con los señores en diversos acontecimientos.

En esta entrada me limito a reproducir tres pliegos donde la criada adquiere un protagonismo referencial y donde en dos de ellos aparece un estribillo asociado al baile de la zarabanda, aspecto sobre el que centro mi interés en esta entrada y al margen, en este caso, de los papeles de las criadas que aparecen en la literatura popular impresa y que son merecedores de una particular atención.

Que toca mi vida
la zarabandilla;
que toca mi alma
la zarabanda.

En la tradición oral es conocida una canción con el nombre de Las Zarandillejas, El Jarandillo o El Castigo del sacristán, de tono alegre y festivo como canción-danza derivada de la Zarabanda y recogida en distintas regiones:

Esto eran dos hermanas
la zarabandilla
que se iban a acostar.
zarabandilla, andilla
zarabandilla, andá.

Dice la chica a la grande:
la zarabandilla
ruido suena en el corral.
zarabandilla, andilla
zarabandilla, andá...

Las referencias sobre el origen del baile popular de la zarabanda desde el Siglo de Oro son confusas y contradictorias al barajarse diversas hipótesis. Esta danza se hizo muy popular, ya que consistía en bailar de forma circular con giros y movimientos sensuales. En varias obras literarias cervantinas también aparecen referencias al divertido y desenfrenado son acompañado con picantes letras cantadas con guitarras y percusiones (castañetas o castañuelas).

 Resulta de interés rememorar las opiniones del jesuita Juan de Mariana (1536-1624), aparecidas en su Tratado sobre los juegos públicos, incluida en el tomo II de sus obras completas, de las que entresaco algunas de ellas:
«Por ahora solo quiero decir que entre las otras invenciones ha salido estos años un baile y cantar tan lascivo en las palabras, tan feo en los meneos, que basta para pegar fuego aun a las personas muy honestas. Llámenle comúnmente zarabanda, y dado que se dan diferentes causas y derivaciones de tal nombre, ninguna se tiene por averiguada y cierta; lo que se sabe es que se ha inventado en España, que la tengo yo por una de las graves afrentas que se podían hacer a nuestra nación, tenida por deshonesta y inclinada a deshonestidad, tanto, que estando en París oí decir a una persona grave, docta y prudente que tenía por averiguado hacían más estrago en esta parte en aquella ciudad los criados de un caballero español que allí estaba que todos los demás hombres naturales que allí vivían. [...] Y no dejaré de decir lo que me avisó un amigo mío, que este baile se hacía antiguamente en tiempo de romanos, y que también había salido de España, tierra fértil en semejantes desórdenes, por donde las mujeres que hacían este baile de deshonestidad las llamaban en Roma gaditanas, de Cádiz, ciudad de España, donde se debió de inventar en aquel tiempo...»
El Racionero de la Santa Iglesia catedral de Toledo, el canónigo Pedro Sánchez, en su Historia moral y filosófica del año 1589, se preguntaba tras su atrayente y atenta mirada observadora:
«¿Qué cordura puede haber en la mujer que, en estos ejercicios diabólicos, venta de la composición y mesura que debe a su honestidad, descubriendo con estos saltos los pechos y los pasteles, y las cosas que la naturaleza o el arte ordenó que anduviesen cubiertas? ¿Qué diré del halconear con los ojos, del revólver las cervices y andar coleando los cabellos y dar vueltas a la redonda y hacer visajes, como acaece en la zarabanda y otras danzas, sino que todos estos son testimonios de locura y no están en su seso los danzantes?» 
Sobre la procedencia de la zarabanda existe una controversia sobre si su origen se vincula a la América Latina por su similitud con bailes de indígenas americanos o procedente de España. Parece ser que estos bailes se popularizaron en las colonias españolas antes de cruzar el Atlántico y llegar a la península. Otra visión sobre esta danza se considera propiamente de origen español, como sostiene el Padre Mariana en la cita anterior, y que fue importada al nuevo mundo por los colonos y conquistadores españoles.

Tras ser prohibida a finales del siglo XVI por el Supremo Consejo de Castilla bajo duras penas a quien la bailase o cantase, se siguió interpretando de forma clandestina en corralas o teatros. Poco a poco se fue suavizando y ganando interés hasta convertirse en un nuevo baile que obtuvo buena acogida en países europeos. Elevada posteriormente a danza cortesana fue fuente y origen de otros muchos bailes o bien disuelta en otros estilos como la jácara o la chacona. 

El primer pliego está fechado en el año 1815, cuando el infausto Fernando VII ya recuperó la monarquía y restableció el absolutismo tras la Guerra de la Independencia española frente a los franceses y declarando ilegal a las Cortes de Cádiz y a la Constitución de 1812. El segundo de ellos figura en el colofón el año 1849 y en el tercero el de 1863. Vemos, pues, que en el trascurso de alrededor de cincuenta años el pliego en cuestión fue reimpreso por distintos talleres, lo que da idea de la popularidad del mismo, aunque en el segundo no aparece el estribillo y en el tercero se añade al final Los toros del Puerto, con un claro sentido andalucista y donde se cita a la zarabanda como alegre y bulliciosa.

En el colofón de este primer pliego aparece como distribuido en Valencia por la imprenta y librería de Manuel López, sobre el que ya se tienen noticias en la segunda mitad del siglo XVIII como conocido impresor de libros de temática religiosa, según lo aportado por prestigiosos investigadores sobre las librerías valencianas.

El segundo pliego procede de la imprenta madrileña de José María Marés en el año 1849 y el tercero de la imprenta y librería de José María Moreno en Carmona (Sevilla) el año 1963.





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©Antonio Lorenzo

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