Julio Caro Baroja, en su fundamental Ensayo sobre la literatura de cordel (Revista de Occidente, 1969), dedicó unas ilustrativas páginas sobre las diversas manifestaciones del «andalucismo», reflejado en los pliegos sueltos. Caro Baroja examina el andalucismo como expresión estética y ética a partir de las manifestaciones poéticas desde el siglo XVI, alcanzando un enorme desarrollo a lo largo el siglo XIX popularizadas a través de los ciegos copleros. En las Escenas andaluzas, de Estébanez Calderón, "el Solitario" (1799-1867), se recogen y desarrollan los tópicos andalucistas a través de las manifestaciones musicales, a lo que hay que añadir su posterior influencia en pinturas, así como en bromas, zarzuelas en estrofas variadas o en relaciones andaluzas que tratan de imitar el habla popular convencional o modalidades lingüísticas exageradas con peculiar ortografía que también proliferaron fuera de Andalucía.
El «andalucismo» es un género literario, musical, pictórico, muy en boga desde 1830 a 1860 y que contribuyeron a desarrollarlo desde la Emperatriz Eugenia, amiga de Mérimée y de Iradier, hasta nuestros pobres cantores ciegos y que en la historia de la literatura y de la música españolas decimonónicas supone, hasta cierto punto, una reacción contra lo exótico, lo extranjero o extranjerizante, según se deduce la de lectura de algunas obras eruditas. (Capítulo VIII, pág. 205).
Ya en el prólogo, don Julio se adelanta a sus consideraciones posteriores:
Pero hay otro hecho, que conviene hacer resaltar y que se da a fines de siglo y hoy que es el de que el «popularismo» se traduce, con mucha frecuencia, de modo exclusivo en «andalucismo» y aun «gitanismo». Lo castellano, viejo o nuevo, queda desplazado para muchos por lo específicamente andaluz, por el prestigio y seducción que ejercen las costumbres populares de Andalucía, desde el XVIII. (pág. 28)
Si aceptamos el llamado costumbrismo como género literario, pictórico, musical, etc., desarrollado en España desde los últimos años del siglo XVIII hasta aproximadamente los años cincuenta del siglo XIX, adopta tal multiplicidad de formas, enfoques, lugares comunes, variantes o contenidos que dificulta una definición consensuada críticamente al tratarse de un concepto de perfil impreciso. El andalucismo constituye uno más de sus ingredientes sin obviar otras manifestaciones provinciales donde se alude a su lenguaje característico o a las costumbres propias y tópicos generalizados. El costumbrismo y sus manifestaciones constituye un fenómeno generalista y continuista, aunque no circunscrito en exclusiva a lo típicamente español, sino desarrollado también de forma amplia en otros países europeos. Las imágenes idealizadas del campesinado y de sus costumbres provienen más bien de gentes ilustradas con la subyacente intención de enfrentarse a lo considerado como extranjero o ajeno a lo autóctono o lo nuestro y reforzar una imagen idealizada del pueblo.
El costumbrismo andalucista, al igual que el madrileñismo castizo (recuérdense los "majos" y "majas", asociados a los barrios populares y que aparecen en numerosos sainetes, como en los más conocidos de don Ramón de la Cruz. Tal fue el éxito de ese controvertido "madrileñismo" que el propio ayuntamiento erigió un monumento dedicado a los saineteros y músicos madrileños e ilustrado con diversas escenas, como la reproducida Canción de la Lola.
Estas manifestaciones pueden rastrearse también en su vertiente periodística y en la literatura popular impresa, que es la que nos ocupa principalmente, a través de los pliegos de cordel que reproducen sainetes, pasillos o tonadillas potenciadas por los viajeros extranjeros que creían hallar en estas manifestaciones folclóricas populares el verdadero carácter de lo español y su identificación con el andalucismo.
Términos como el majismo, lo tradicional o lo castizo resultan equívocos y de procedencia difusa, pero sin entrar en disquisiciones resulta más práctico sobreentenderlos desde una óptica popular de corte emocional, como asociados a lo puro, a lo propio, aunque en realidad su trayectoria semántica contradice estas acepciones generalistas, algo que nos aleja de las meras pretensiones divulgativas que nos mueven.
Sería aconsejable y útil el realizar una especie de guía o índice de títulos de los temas andalucistas, recogidos en los pliegos de cordel de lo que adjunto estas muestras que habría que incorporar a esa imaginativa base de datos.
La profusión de obras zarzuelistas de contenido andalucista y los pliegos con textos de canciones sueltas de corte andaluz se difundieron con profusión dentro y fuera de la región andaluza en recurrentes textos con pretensiones "andaluzadas" por diferentes escritores aparecidos en la prensa o en revistas.
No cabe atribuir al flamenco un sentido único e independiente sin considerar su interacción con las canciones tradicionales o folklóricas, tanto de otras regiones de España como de países americanos como Cuba o México. Repasando a grandes rasgos el contenido de los temas recogidos en numerosos pliegos de cordel se aprecia la influencia y el hibridismo con el que hay que caracterizar el arte flamenco, género mestizo y lejano de considerarlo un arte hermético accesible solo para los iniciados. La importancia del folklore musical en general no ha sido muy tenida en cuenta por quienes quieren dotar al flamenco de un status de unicidad y pureza definitoria en exclusiva del pueblo andaluz y a los que les cuesta admitir influencias foráneas. La interacción del folklore con el flamenco ya la expresó Manuel Naranjo Loreto en su trabajo Flamenco y folklore. Análisis desde una perspectiva folklórica, en Revista de flamencología, N.º 1, 1995, pág. 89.
Ni tan siquiera Rodríguez Marín, en sus "Cantos Populares Españoles", ni Antonio Machado "Demófilo", en su "Colección de Cantes Flamencos", publicada en 1881, quiso diferenciar y descontextualizar de lo tradicional al llamado arte jondo, porque el concepto de folklore no establecía esas diferencias.
Da la impresión de que hasta finales de siglo conviven en auténtica armonía flamenco y folklore, siendo del gusto de muchos artistas la utilización de estilos folklóricos para representación de sus espectáculos. [...]
El periodo en el que el flamenco empieza a tomar carta de naturalidad, comienza en el momento en el que se integra en el café-cantante. lugar en principio tabernario, lúgubre, donde las gentes de baja condición, se dan cita a la sombra de vino, mujeres y cante. ¿Por qué el flamenco? Probablemente porque ésta es una manifestación artística unipersonal. en la que la aportación del autor modela y define el estilo, imponiendo cada interprete su sello propio: de ahí que aparezcan varios tipos de soleares, siguiriyas, tangos, etc...
Es durante el siglo XIX donde una ola de andalucismo recorre España iniciada por los viajeros extranjeros fascinados por la imagen, un tanto estereotipada, de lo andaluz y asumida posteriormente por gran parte del público español como una representación de lo genuinamente patrio.
El costumbrismo y el andalucismo, como dos tendencias estéticas, se confunden, se entremezclan o se complementan en muchas de sus manifestaciones. Prueba de ello son los pliegos de cordel donde recogen de forma dispersa todo un muestrario de canciones, coplas o romances (los menos) de asunto andalucista, de madrileñismo castizo o de claras influencias americanas ilustrativos de los cantes de ida y vuelta. Muchos de los textos incluidos en ellos formaban parte de representaciones teatrales.
A lo largo de diversas entradas trataré de reproducir más ejemplos de pliegos de cordel con este tipo de contenidos, algo de lo que ya me ocupé, aunque de forma dispersa, en anteriores entradas:
https://adarve5.blogspot.com/2018/05/el-tio-caniyitas-y-otras-canciones.html
https://adarve5.blogspot.com/search?q=ligas+de+mi+morena
https://adarve5.blogspot.com/2018/03/canciones-al-estilo-moderno-la.html
https://adarve5.blogspot.com/2020/11/el-tango-americano-como-precursor-de.html
Los pliegos de cordel combinan coplas de cantares populares, fragmentos entresacados del Romancero tradicional o de zarzuelas, así como coplas sueltas donde se entrecruzan el flamenquismo, el torerismo o la imagen romántica del gitanismo andaluz.
En este primer pliego se recoge la Canción de la Pepa + la Canción del Tremendo + la Canción del mocito del barrio + El valentón del Perchel.
Muchos de los textos incluidos en los pliegos formaban parte de representaciones teatrales, por lo que eran conocidos por el público que acudía y que luego recordaba a través de los pliegos sueltos. Por citar un ejemplo, Las puñalás y el parné, con el que concluye siguiente el pliego, fue escrito por poeta y dramaturgo malagueño Ramón Franquelo (1821-1875), con música del maestro Mercé, como se recoge en la recopilación del prolífico José María Gutiérrez Alba: El pueblo andaluz. Sus tipos, sus costumbres, sus cantares (c. 1877).
El siguiente pliego, a la venta en la tienda de M. Borras en Palma de Mallorca, es un claro ejemplo de pliegos donde se incluyen canciones cantadas en los teatros como se refleja en la cabecera.
©Antonio Lorenzo