martes, 21 de septiembre de 2021

Literatura popular ilustrada: Los españoles pintados por sí mismos [III]

 
En esta tercera entrada sobre Los españoles pintados por sí mismos incluyo el resto de las ilustraciones que faltaban para completar la obra, así como el índice parcial y general de la recopilación a lo que añado una interesante y posterior lámina de auca o aleluya que da fe del interés despertado por los tipos populares en fechas posteriores.

La confluencia de la imagen y el texto favoreció el éxito de la obra y su posterior desarrollo e imitación en parecidas compilaciones posteriores suscitando de forma renovada el interés del público. La actividad editora también utilizó parte de estas ilustraciones disponibles para ilustrar determinados artículos que fueron publicados antes o después en la prensa o semanarios. Es sabido que debido a las necesidades editoriales para abaratar los precios de edición se reutilizaron algunos de los dibujos de los tipos representados en otras publicaciones, por lo que la idea original de representar tipos populares en trance de desaparición (según expresa en el prólogo Rodríguez Rubí) queda cuanto menos en entredicho. Eso ocurre con figuras como el senador, el ministro, el diplomático o el diputado a Cortes..., al igual que sucede con otros «tipos» que no son propiamente representativos de lo intrínsecamente español, como el grumete, el patrón de barco o el jugador, de características más universales.

Al margen de las controvertidas ideas sobre el llamado género costumbrista, lo que nos ha guiado en estas tres entradas es el ofrecer las imágenes de los tipos representados de una forma ordenada, más atrayente y completa.

El género costumbrista, según estudios más recientes y documentados, ha pasado de considerarse como depositario de simples recursos casticistas y pintorescos, propios de una ideología conservadora y nacionalista, a ser interpretado desde puntos de vista más amplios, ya que en ellos no se proponen modelos moralistas de conducta, sino que su propósito se centra en la descripción de una serie de personajes donde lo transitorio es el eje de lo verdaderamente común. La valoración del pasado no debe confundirse como propio de una mente conservadora, retrógrada o inmovilista respecto a los cambios sociales, algo que la historia literaria ha venido achacando al escritor costumbrista.

El costumbrismo, en definitiva, excede los límites de lo literario puesto que trata de ofrecer testimonio de una realidad concreta, de ambientes y de situaciones cotidianas que cubren un gran espectro social. Una especie de cajón de sastre donde confluyen distintos puntos de vista que combinan la tradición con la innovación, lo que amplía su visión de conjunto y su límite cronológico hasta fechas más recientes.

La comadre + El mayoral + El diplomático

El gaitero gallego + El sereno + La actriz

El cómico + El maragato + La viuda del militar

La monja + El Seise de la catedral de Sevilla + El ratero

La posadera + El ministro + La colegiala

La cigarrera + El emigrado + El accionista de minas

El celador de barrio + El agente de bolsa + La prendera

El usurero + El buhonero + La mirasabidilla

La señora mayor + El covachuelista + El boticario

El diputado a Cortes + El portero + El español fuera de España

El ciego + El retirado + El índice de autores de esta entrada

Índice general de los artículos y autores de la compilación

En el índice general se aprecia un error en el título del artículo dedicado erróneamente al canónigo (página 272, por Juan Pérez Calvo), cuando en realidad corresponde a la figura  de «El cómico», aunque ya figura corregido en las ilustraciones.

Añado este auca o aleluya, de tono desenfadado y burlón sobre Los españoles pintados por sí mismos, reflejo de un itinerario de «longue durée». La reproduzco primeramente en secciones  para una mejor visualización.





©Antonio Lorenzo

viernes, 17 de septiembre de 2021

Literatura popular ilustrada: Los españoles pintados por sí mismos [II]

 

Continuando la entrada anterior reproduzco las siguientes imágenes entresacadas de Los españoles pintados por sí mismos, obra colectiva aparecida entre los años 1843 y 1844, y compilada en un solo volumen en 1851 por Gaspar y Roig formando parte de su «Biblioteca ilustrada», que es la que manejamos.

En esta compilación de 1851, aunque no tan cuidada como la publicada anteriormente en dos tomos por el editor Ignacio Boix (1843-1844), se incluyen casi un centenar de láminas, que son las reproducidas a lo largo de estas entradas y que aparecen intercaladas de una manera informal, ya sean dentro o fuera del texto, dibujadas por Giménez y grabadas en madera por Capuz, Carnicero, Severini, Cibera, Rico, Vilaplana, Toro… representando los variopintos tipos populares que acompañan a los distintos artículos incluidos en la obra. Al igual que en la entrada anterior, el interés de esta segunda selección, conservando el orden de la compilación, es dar a conocer de una forma visualmente más amplia estas imágenes y al mismo tiempo suscitar el interés por su lectura.

La historia de la lectura en España no ha sido estudiada ni tenida en cuenta hasta hace relativamente pocos años, algo de lo que aún contamos con escasas perspectivas de análisis multidisciplinares en lo que significa la historia cultural. De ahí la importancia de recuperar y realizar un mínimo recorrido por la producción de los editores del pasado siglo XIX, sobre todo de los años centrales, donde se produjo un claro desarrollo de las técnicas de impresión junto al avance de la difusión de los libros y de la prensa de distinto signo. En esos años centrales la ilustración comenzó a adquirir un carácter más enraizado con el texto proporcionando elementos más interactivos y complementarios con los textos, por lo que servían para interpretar lo escrito según diferentes ópticas, ya fuesen de crítica social, formas de vestir, de sátira caricaturesca, o simplemente como complemento de lo que se lee. La trayectoria general de las ilustraciones en esos años puede resumirse como el recorrido de las imágenes para ver a las imágenes para leer.

El propósito explícito de esta compilación de tipos y oficios populares obedece a la idea, según expresa en la introducción Tomás Rodríguez Rubí, de salvaguardar lo considerado como el genuino carácter puro español frente a las influencias extrajeras.

Rodríguez Rubí lo expresa en el prólogo de la compilación de esta forma:

«Ningún otro pueblo ciertamente merecía tanto el ser pintado como el español, porque ningún otro es tan numeroso y variado en sus tipos, ni tan original. ¿Dónde hallaríais un torero? ¿dónde un gitano como el español? ¿un contrabandista como el andaluz? ¿una manola como la madrileña? En ninguna parte; y si hubiésemos tardado algo mas en pintarnos, ni en España mismo, porque la sociedad entera se está rejuveneciendo y la moda francesa nos ha ido desnudando pieza por pieza para vestirnos al instable capricho de ese pueblo, que así arroja un rey una mañana al canal de la Mancha como se quita una camisa y la echa á la ropa sucia». 

El costumbrismo, en su sentido más estricto o ajustado, alude a la tradición literaria del XIX donde se exalta el carácter nacional español como forma propia de ver y entender el mundo. Se trata de una mirada marcadamente nostálgica frente a los cambios sociales que se iban produciendo en aquellos años convulsos de mediados del siglo XIX. En los relatos costumbristas no solo se nos ofrece un relato literario sino también una representación visual.

La asociación entre el costumbrismo y la novela realista, entendido el primero como paso precursor o intermedio del realismo es un tema cuestionable para los críticos en el sentido de que en las novelas consideradas realistas  incorporan de forma habitual los usos y costumbres de la época, escenarios y tipos por lo que la interacción intertextual entre ellas, consideradas como géneros según su característico lenguaje literario, y al igual que sucede con el teatro, es frecuente y no fácil de deslindar, como ocurre, por ejemplo en el caso del genial Galdós, donde reconoce en sus Observaciones sobre la novela española contemporánea (1870):

«Pero la clase media, la más olvidada por nuestros novelistas, es el gran modelo, la fuente inagotable. Ella es hoy la base del orden social: ella asume por su iniciativa y por su inteligencia la soberanía de las naciones y en ella está el hombre del siglo XIX con sus virtudes y sus vicios, su noble e insaciable aspiración, su afán de reforma, su actividad pasmosa. La novela moderna de costumbres ha de ser la expresión de cuanto de bueno y malo existe en el fondo de esa clase, de la incesante agitación que la elabora, de ese desempeño que manifiesta por encontrar ciertos ideales y resolver ciertos problemas que preocupan a todos, y conocer el origen y el remedio de ciertos males que turban a las familias. La grande aspiración del arte literario en nuestro tiempo es dar forma a todo eso».

Tras esta segunda compilación de imágenes indico al final los autores correspondientes de cada artículo.

El presidiario + El cochero + El ejecutor

El calesero + El médico + El dómine

El exclaustrado + El patrón de barco + El elegante

El hospedador de provincia + El cartero + El anticuario

La celestina + La casera de un corral + El canónigo

El avisador + El demanda o santero + El pastor trashumante

El aprendiz de literato + La político-Mana + El grumete

El contrabandista + El senador + El segador

La maja + El bandolero + El colegial

El patriota + La doncella de labor + El baratero

El poeta + El ventero + El jugador


Relación de autores de los artículos


©Antonio Lorenzo


martes, 14 de septiembre de 2021

Literatura popular ilustrada: Los españoles pintados por sí mismos [I]


Los españoles pintados por sí mismos es una obra colectiva y referencial del llamado género costumbrista de nuestro país, aunque a semejanza e imitación de lo publicado anteriormente en Francia con Les français peints par eux mêmes, Paris: L. Curmer, (1840-42), obra en ocho volúmenes donde se recoge en texto y en imágenes los tipos y costumbres de los franceses de mediados del siglo XIX.

Los españoles pintados por sí mismos comenzó a publicarse a través de la prensa en artículos sueltos y por entregas en los últimos meses de 1842 escritos por distintos y significativos autores. Su primera recopilación apareció en dos volúmenes entre 1843 y 1844, a cargo del librero y editor Ignacio Boix. La colección fue reimpresa posteriormente en un solo volumen en 1851, recogiendo los mismos textos, aunque no siempre los mismos grabados, formando parte de la Biblioteca Ilustrada de Gaspar y Roig editores, que es la que manejamos. Dicha editorial fue creada en 1845 en Madrid por José Gaspar Maristany y José Roig Oliveras, centrándose al principio en publicaciones por entregas con especial preferencia de obras francesas, como Nuestra Señora de París, de Víctor Hugo. En esta famosa biblioteca fueron apareciendo títulos tan significativos como las Escenas matritenses, de Mesonero Romanos, Diario de un testigo de la guerra de África, de Pedro Antonio de Alarcón o las primeras colecciones ilustradas en España de Julio Verne. A modo de curiosidad, la primera obra traducida de Julio Verne en España, que publicó la Librería de Gaspar y Roig fue Los Ingleses en el Polo Norte, en mayo de 1868.

La obra contiene noventa y ocho artículos, acompañados de ilustraciones, algunos de ellos debidos a la pluma de escritores de reconocido prestigio, como Mesonero Romanos (bajo el seudónimo de El Curioso Parlante), Bretón de los Herreros, Estébanez Calderón (El Solitario), Juan Eugenio Hartzenbusch, etc.

Las ilustraciones que acompañan a los textos constituyen un elemento importante puesto que ayudan a imaginar, entender y profundizar en los relatos, por lo que sugiero, si se quiere ahondar en ello, buscar y leer los textos que acompañan a las láminas. La obra puede verse en línea o descargarse a través de la Biblioteca Digital Hispánica o mediante Internet Archives, lo que da pie para adentrarse en tan rica y variada obra de un modo generalista o de forma parcial sobre un determinado tema.

Teniendo en cuenta las habituales características de lo considerado como un blog informativo, dudé en un principio sobre la conveniencia de reproducir las láminas de forma suelta e individual o agrupadas seleccionando oficios o separando las dedicadas a hombres y mujeres para que resultaran más accesibles. Para obtener una visión de conjunto opté al final por agruparlas de tres en tres y distribuirlas en siguientes entradas conservando el orden de la publicación para no tener que andar pasando o rebuscando páginas en la obra original para acceder a ellas, pues de lo que se trata es el obtener una visión general del tema. De esta forma, sugiero recorrer a través de las imágenes los textos  de tan famosa y atractiva obra, a la que luego siguieron otras de parecido sentido y estructura, como El álbum del bello sexo o las mujeres pintadas por sí mismas (1843), del que sólo aparecieron dos entregas, una de ellas compuesta por Gertrudis Gómez de Avellaneda, Los cubanos pintados por sí mismos (1852), Los valencianos pintados por sí mismos (1859), Las españolas pintadas por los españoles (1871-72), o Los españoles de ogaño (1872), entre otras.

El interés añadido que se desprende de muchas de ellas tiene que ver también por su relación con numerosos pliegos de cordel donde se retratan tipos y oficios populares como la castañera, el charrán, el aguador o la gitana, entre otros, de lo que venimos dando cuenta en este blog.


La colección da cuenta de numerosos y variados tipos populares, generalmente de procedencia urbana, que desarrollan oficios o trabajos analizados desde diferentes perspectivas, colección continuada posteriormente y dando paso a otros tipos y personajes que proporcionan un claro interés para estudiar los cambios del imaginario social a lo largo del tiempo según la historia cultural.

El género etiquetado como costumbrista se ha estudiado desde muy distintas perspectivas: desde un punto de vista historicista y su interrelación con lo publicado en la prensa periódica o como antecedente de la llamada novela realista. El costumbrismo se ha asociado a la descripción de usos y costumbres de la época, de hábitos sociales y escenarios con límites fronterizos y elásticos, aunque con la idea subyacente de reivindicación de nuestras costumbres frente a lo foráneo.

La crítica académica ha considerado a este tipo de literatura como un género menor o de segunda fila, aunque estudios recientes reivindican su importancia y su carácter híbrido.

En la publicación aparecen datos y detalles de la vida cotidiana, la jerarquía de las clases sociales junto a las profesiones de aquella época, lo que permite extraer detalles sobre determinados oficios, algunos ya desaparecidos, y sobre las condiciones de vida de las mujeres, desde una óptica masculina, de interés general para la historia cultural española de aquellos años.

Al final de esta primera entrada incluyo el nombre del autor de cada artículo y la página correspondiente de esta significativa obra coral. 

El torero + La patrona de huéspedes + La castañera

El barbero + El indiano + El escribiente memorialista

El ama del cura + El pretendiente + La criada

La nodriza + La coqueta + El empleado

El cesante + El alcalde de Monterilla + El ama de llaves

El escribano + El sacristán + La santurrona

El clérigo de misa y olla + El charrán + El hortera

El guerrillero + El aguador + La mujer del mundo

La lavandera + El choricero + El escritor público

El estudiante + La cantinera + El cazador

El alguacil + La gitana + El mendigo

Relación de autores de esta primera entrada

©Antonio Lorenzo


miércoles, 8 de septiembre de 2021

Literatura popular ilustrada: Aiguals de Izco


A mediados del siglo XIX español el desarrollo de la ilustración marcó un antes y un después, no solo en las estampas o en los pliegos de cordel, tan apreciados por el público generalista popular, sino también a través de la prensa, revistas románticas y en las novelas populares como medio de acercamiento y motivación para su lectura.

La importancia de las ilustraciones populares, derivadas de los textos, no ha suscitado el suficiente interés por parte de investigadores y críticos hasta hace relativamente poco tiempo. Hasta la llegada de la fotografía a fines del siglo XIX, proliferaron dibujantes y grabadores cuyo trabajo se reflejaba primordialmente en la prensa y en revistas de la época, aunque poco a poco fueron ilustrando cada vez más novelas de carácter popular que fueron alcanzando una mayor profusión. El concepto generalista de literatura popular es ciertamente ambiguo, con numerosos perfiles e interpretaciones diferentes, pero que en un sentido amplio hace referencia a su aceptación por amplias capas sociales, generalmente las menos favorecidas socialmente, pero que encuentran en esos escritos motivos que les resultan atractivos y son fuertemente demandados. Obviamente, las fronteras entre la considerada literatura culta y la popular se influyen mutuamente y en ellas se entremezclan gustos y motivos, temas y tipos que hacen difícil su tratamiento si no es con fines expositivos y didácticos ya que señalan una práctica lectora en desarrollo en amplias capas de población. La literatura popular, considerada en su conjunto, ha de entenderse como códigos culturales compartidos, aunque con diferencias, según el aspecto concreto que consideremos, así como los estilos y modos de apropiación que se interrelacionan de forma híbrida.

En esta primera entrada me voy a detener en una novela que alcanzó gran difusión y que fue traducida a otros idiomas, obra de un autor muy desconocido actualmente por el público en general, pero que fue referencia indiscutible como escritor y editor. Me refiero a Wesceslao Ayguals de Izco (Vinaroz, Castellón, 1801-Madrid, 1873). Aparte de sus escarceos políticos, fue director de periódicos, crítico de arte, poeta y destacado precursor de las novelas por entregas adelantándose unos cuantos años a su más amplia difusión. 

La importancia de estas manifestaciones no solo reside en su interés literario, sino que en ellas aparecen más o menos entreveradas opiniones políticas, gustos estéticos o formas de comportamientos y preferencias que iluminan el imaginario social de la época.

Este polifacético y polémico personaje, considerado como un escritor de segunda fila según la más difundida crítica académica, es un referente inexcusable de la literatura popular y de la novela por entregas, asociada al costumbrismo y a sus incursiones por la conocida como novela histórica para decantarse mediante agudas opiniones morales contra la aristocracia y el poder ejercido por la iglesia acorde a su acendrado anticlericalismo.

Los modelos editoriales del folletín y la novela por entregas, aunque en un principio respondiesen a diferentes motivaciones económicas editoriales, para atender a un público lector consumidor de periódicos, con el paso del tiempo tendieron a igualarse y a considerarse sinónimos. En un primer momento el folletín consistía, según María Moliner:
"Escrito que se inserta en la parte inferior de alguna hoja de un periódico, de modo que se puede cortar para coleccionarlo; generalmente se publican así novelas por partes; a veces, también artículos literarios o ensayos". (Moliner, 2007:1379).
Ayguals fue también el creador de la que fuera importante editorial llamada Sociedad Literaria, desde la que difundía sus propias obras y en las que incluía en apéndice los elogios a sus obras de personalidades del mundo literario, aumentando el prestigio del escritor al tiempo que servían como estrategias comerciales para la difusión de su obra.

La venta de novelas en fascículos o cuadernillos era otra forma de responder a distintas formas de entender el negocio editorial según se buscara un resultado económico. Tanto el folletín como la novela por entregas tenía su propio público lector. No hay que olvidar que el alto grado de analfabetismo de entonces promovía distintas formas de enfrentarse a lecturas en voz alta y en pequeños círculos de lectura, sobre todo en las zonas rurales, o a prestarse las lecturas entre los lectores, lo que disminuía claramente el negocio editorial buscando posponer a la siguiente entrega el resultado de un conflicto para motivar en el lector el resultado del mismo.

Las ilustraciones que acompañan muchas de estas novelas populares, tuvieran más o menos relación con la trama de las mismas, funcionaban como estrategia para atraer la atención de los consumidores de este tipo de literatura al incluir ilustraciones de corte costumbrista, de escenas o de paisajes cotidianos que resultaran reconocibles. 

Es importante contextualizar la labor de este escritor en la época que vivió durante el reinado de Isabel II. La obra a la que dedico esta primera entrada es una de las más célebres del escritor con el título de María, la hija de un jornalero, publicada primeramente por entregas en Madrid en 1845-1846, y consolidada en dos volúmenes el año 1847, todo ello publicado por la propia imprenta del autor. El intrincado argumento desarrolla las desventuras de María, enamorada del noble Luis de Mendoza, y acosada por el padre franciscano fray Patricio en su afanoso intento de seducir a la joven. En el desarrollo de los acontecimientos aparecen también personajes como la marquesa de Turbias Aguas, la baronesa del Lago, etc. Pero el mayor interés de la novela no es propiamente el argumento sino las ideas y valoraciones que subyacen en su desarrollo, donde desprecia la ostentación de la aristocracia y el poder de la iglesia y postula la exaltación del liberalismo. Todo ello va acompañado de numerosas descripciones de lugares tan emblemáticos como San Francisco el Grande, El Escorial, el palacio de San Ildefonso en La Granja o el de Aranjuez, aparte de incursiones sobre ambientaciones populares y modos de diversión como en la Pradera de San Isidro, descripción de tabernas, festejos taurinos, bailes populares, comidas campestres, modas del vestir o los bailes de máscaras de las clases privilegiadas en el Carnaval. 


Para hacernos una somera idea del desarrollo en capítulos de la novela reproduzco los índices de la obra publicada en dos tomos en 1847.



Tal fue el éxito editorial de María, la hija de un jornalero que hasta fue adaptada como obra de teatro en cuatro actos, drama del que no he logrado reunir más información.


No deja de resultar de interés las diferencias de opinión sobre la obra de Ayguals de Izco según tengamos en cuenta la ideología de la prensa liberal, que representaba el escritor, o la ideología de la prensa conservadora. 

En el juicio crítico sobre la obra del también escritor Antonio Ribot y Fontseré (1813-1871), incluido junto con otros, al final del tomo II (pp. 394-395) expresa de forma laudatoria:

[...] Las reflexiones morales del señor Ayguals de Izco, dirígense á des­truir vulgares preocupaciones con tal ra­ciocinio y tal copia de sólidos argumentos, que cautivan agradablemente la atención del lector, así como entusiasma la enér­gica convicción de sus principios democrá­ticos, y el denuedo con que anatematiza los abusos del poder arrancando la más­ cara de los hipócritas y haciendo revela­ciones de importancia. [...] El señor Ayguals ha conocido perfec­tamente las leyes del contraste; ha in­terpolado con particular criterio lo jocoso y lo patético, ha buscado también con­traste en las situaciones y contraste en las personas, y ha conseguido de este mo­do que todo en su obra se presentase en relieve, porque lo blanco junto á lo negro es cuando parece mas blanco. ¡ Qué con­ traste entre las virtudes de la pobre hija de un jornalero y la asquerosa lascivia de Fray Patricio! ¡Qué contraste entre la mi­seria y la opulencia, entre el pueblo y sus opresores, entre la libertad y el despo­tismo!
Sin embargo, y a modo de ejemplo, los periódicos de ideología conservadora criticaron agudamente la obra del escritor de Vinaroz calificándola de "disparatada, lánguida y fastidiosa" (La Censura, 1848). La Iglesia reaccionó contra esta y otras novelas de Ayguals de Izco, debido a la fama adquirida de escritor anticlerical, incluyéndolas en su Índice de Libros Prohibidos. A partir de 1859 la censura prohibió todas las obras publicadas por la Sociedad Literaria.

Considerado con gran desinterés por la crítica académica, la figura de Ayguals ha ido adquiriendo un mayor interés desde un punto de vista de la historia cultural en sus variados aspectos como uno de los iniciadores de la novela moderna en España en su dimensión social.

Mediante esta entrada pretendo otorgar un merecido valor, no solo al propio contenido de la novela, sino a la importancia añadida de las ilustraciones que la acompañan. Para ello ha elegido algunas que representan tipos populares y las relacionadas con determinados monumentos y palacios que sirven al autor para dotar de conocidos escenarios su trayectoria narrativa.

Ayguals se valió de importantes dibujantes e ilustradores, entre ellos con el conocido Vicente Urrabieta (ilustrador también de las Escenas Matritenses de Mesonero Romanos y destacado colaborador en el Semanario Pintoresco Español o del Museo de las Familias, entre otras publicaciones). Otros ilustradores que intervinieron fueron Benedicto y José Vallejo. El auge progresivo de la ilustración constituye un eje vertebrador entre el autor y el artista gráfico en la literatura en general a partir de estos años centrales del siglo XIX. La ilustración actúa cada vez más como reclamo para el público lector al reflejar detalles del paisaje urbano, de las fiestas o de circunstancias relacionadas con la trama.

Pequeña selección de ilustraciones








En el Museo del Prado
Convento de San Francisco el Grande

Casa de Correos

Fachada de la colegiata de San Isidro

Palacio Real de Aranjuez
Monasterio de San Lorenzo del Escorial

Panteón Real del Monasterio del Escorial

Palacio de San Ildefonso en La Granja (Segovia)

©Antonio Lorenzo