viernes, 27 de septiembre de 2024

El apasionado y escondido amor de Abelardo y Eloísa


La historia amorosa entre Abelardo y Eloísa, tan mitificada sobre todo durante el romanticismo, ha promovido a lo largo de los años distintas interpretaciones sobre su desarrollo y desenlace en pleno siglo XII.

Los amores de los jóvenes Abelardo y Eloísa, que se amaron intensamente y a escondidas, remiten a todo un referente literario con connotaciones religiosas de la literatura medieval y estudiados desde numerosos puntos de vista e inspiradores de creaciones literarias. Su principal antecedente es la Historia calamitatum, obra autobiográfica del propio Abelardo redactada hacia el año 1132 y escrita para un amigo anónimo o supuesto, lo que supuso un giro radical en los tratados morales de su época al reivindicar la intencionalidad y la libre voluntad del individuo en contraposición a la visión ortodoxa de las instituciones eclesiales imperantes de entonces.

Abelardo, nacido en 1079, comenzó su relación con Eloísa, nacida hacia el 1100, cuando el primero ya rondaba cerca de los cuarenta años y la joven Eloísa no llegaba a los veinte. Su vida amorosa queda reflejada en las cartas que se intercambiaron a lo largo de su vida religiosa y que tan fecunda proyección han tenido a lo largo de los siglos hasta llegar incluso a estas muestras de la literatura popular impresa como aparecen en estos pliegos de cordel que reproduzco.

La historia de su correspondencia ha dado pie a todo un caudal de ediciones y estudios desde la Edad Media hasta la actualidad, lo que ha fomentado controversias sobre su autenticidad e interpretación según los numerosos acercamientos de los especialistas en su relación con lo religioso, lo ético y lo moral.

Al margen de las cartas que intercambiaron Abelardo y Eloísa, es fundamental reseñar la importancia de Abelardo como autor de una cuantiosa producción de obras dogmáticas, de teología moral y filosófica que resultan fundamentales para enmarcar las polémicas sobre estos aspectos que contribuyen a considerarlo como un tratadista y pensador racionalista medieval adelantado a su tiempo.

Eloísa, perteneciente a una gran familia de la aristocracia francesa, fue educada en un convento de monjas donde adquirió una importante formación clásica. Abelardo, reconocido teólogo, filósofo y maestro, se encontró con Eloísa más de una vez en sus viajes didácticos, lo que propició un ardoroso encuentro de amantes como se constata en la correspondencia que mantuvieron en sus respectivos destinos tras su enardecido y apasionado amor, como expresó Abelardo en uno de los capítulos de su Historia calamitatum:

«Bajo el pretexto de estudiar nos entregamos enteramente al amor. Los libros permanecían abiertos, pero el amor, más que la lectura, era el tema de nuestros diálogos; intercambiábamos más besos que ideas sabias. Mis manos se dirigían con más frecuencia a sus senos que a los libros. El amor se buscaba en nuestros ojos, uno al otro, más veces que la atención se dirigía al texto […]; […] Nuestro ardor conoció todas las fases del amor y experimentamos todos los refinamientos insólitos que la pasión imagina. Cuanto más nuevos eran para nosotros esos placeres, con más fervor los prolongábamos, y no conocimos nunca el hastío».
La pasión amorosa de Abelardo, como amante y posterior esposo de Eloísa, pasó por serias dificultades, pues a instancias del preceptor de Eloísa, su tío y canónigo Fulberto, quien encargó y confió en Abelardo la educación de su sobrina, propició el que se amaran profunda e intensamente, aunque manteniendo su relación de una forma escondida. Descubierta su apasionada relación y el embarazo de Eloísa por su tío Fulberto, se casaron en secreto y huyeron a Le Pallet, ciudad próxima a Nantes donde había nacido Abelardo, dejando a su hijo, llamado curiosamente Astrolabio (instrumento para conocer las estrellas), al cuidado de una de sus hermanas. El niño murió tempranamente y ellos regresaron a París donde Fulberto emprendió tal represalia y venganza contra Abelardo que sobornó a un sirviente y a otros cómplices, para hacerle una emasculación o castración de sus órganos genitales. Tras el trauma que ello le supuso, Abelardo decidió hacerse monje ingresando en una orden monástica para dedicarse a la enseñanza y al estudio de cuestiones teológicas hasta llegar a convertirse en abad. Eloísa, por su parte, decidió hacerse monja a instancias y por amor a Abelardo, donde sostuvieron una sostenida correspondencia conservada en varios manuscritos rescatados y copiados a fines del siglo XIII ciento cincuenta años después de los hechos que se relatan.

La correspondencia entre Abelardo y Eloísa, mal conocida y desvirtuada, aunque impactante como documento literario, adquiere un especial interés por la presencia de motivaciones y rasgos femeninos adelantados a su época y que desde un punto de vista actual resultan altamente significativos si tenemos en cuenta que sus orígenes se remontan al siglo XII donde se confrontaba el espíritu y la visión femenina con lo masculino. En sus escritos, Eloísa se considera libre e individual frente a los estereotipos grupales de sus compañeras de la congregación de la que ella misma era la abadesa siendo Abelardo la guía espiritual de la congregación. En las formas de enfrentarse a su relación amorosa, una vez distanciados cada uno en su retiro religioso, se aprecia por parte de Eloísa una forma de expresar su realidad desde una perspectiva libre y al margen de la vida conventual en el sentido de expresar la relación vivida con Abelardo como de amante a amante. La pasión y el deseo que expresa en sus cartas se desvincula de una visión más grupal propio del papel atribuido a la mujer subordinada desde antiguo y de forma misógina a lo masculino. Eloísa se expresa desde una postura de libertad moral e individual donde la plegaria y la confesión no logra desechar de su mente ni el deseo ni la pasión. Así lo expresa sin pudor en una de sus cartas, donde reivindica su libertad de pensamiento, propia también de Abelardo, para expresarse libremente frente a la tradición misógina medieval, tan extendida hasta tiempos recientes, abriendo todo un camino de reflexión y debate.
«Por mi parte, he de confesar que aquellos placeres de los amantes -que yo compartí contigo- me fueron tan dulces que ni me desagradan ni pueden borrarse de mi memoria. Adondequiera que miro siempre se presentan ante mis ojos con sus vanos deseos. Ni siquiera en sueños me dejan sus fantasías. Durante la misma celebración de la misa -cuando la oración ha de ser más pura- de tal manera acosan mi desdichadísima alma, que giro más en torno a esas torpezas que a la oración. Debería gemir por los pecados cometidos y, sin embargo, suspiro por lo que he perdido. Y no sólo lo que hice, sino que también estáis fijos en mi mente tú y los lugares y el tiempo en que lo hice, hasta el punto de volver a hacerlo todo contigo otra vez, incluso durante el sueño».
Desde un punto de vista filosófico, las ideas expresadas y difundidas por Abelardo provocaron una enorme animadversión en amplios sectores de la dogmática teológica católica, por lo que sus tesis y escritos fueron condenados en dos concilios: Soissons (1121) y en el de Sens (1141), donde sus libros fueron quemados y él excomulgado. Eloísa, por su parte, encontraba una contradicción entre la exaltación por el cristianismo de la continencia y la castidad respecto a los deseos propios de su sentimiento amoroso. Desde un punto de vista actual, algunas de las ideas centrales, tanto Abelardo como Eloísa, se adelantan en siglos a la visión propia del siglo XII y posteriores. Sus ideas morales consideran que son las intenciones las que definen a los actos como buenos o malos en cuanto que el ser humano no deja de ser libre y responsable de sus acciones, lo que no deja de ser una secularización igualitaria liberal propia de lo democrático.

La búsqueda libre de la razón entraba en contradicción con la fijación de las doctrinas cristianas por la fe. La sabiduría, según Abelardo, ha de basarse en el cuestionamiento y en la duda para alimentar la búsqueda del conocimiento propiciando los debates con preguntas y respuestas razonadas base de la escolástica como método de aprendizaje tan desarrollado por Abelardo en su intento de armonizar la fe y la razón. En su tratado De unitate e trinitate divina, referido a la Santísima Trinidad, sostiene que no se puede creer en nada si antes no se entiende. Dicho tratado fue quemado en el concilio de Soissons de 1121.

Pero retomando de nuevo la romántica relación amorosa entre Abelardo y Eloísa observamos que, desde un punto de vista popular, ha trascendido a lo largo del tiempo en papeles sueltos divulgativos destinados a un amplio sector de público donde se recoge el triste final de su relación.

Eloísa murió en 1164 a los sesenta y un años en la abadía de Paraclet, veintidós años después del fallecimiento de Abelardo en 1142, siendo enterrada según su deseo junto a Abelardo en la abadía de Paraclet que el propio Abelardo fundó.

Tras este primer pliego editado en Barcelona en 1864 en la imprenta de Juan Llorens, añado como singular referencia el conjunto de tres pliegos vendidos de forma conjunta según la madrileña edición de José María Marés de 1862. Hay que señalar que estas cartas o canciones fueron editadas a lo largo de los años por otros talleres conocidos por su producción de pliegos de cordel.

 



























Para saber más


©Antonio Lorenzo

martes, 17 de septiembre de 2024

Excelencias de la gente del campo

 

En este "nuevo y curioso romance", se promueven las excelencias de la gente del campo frente a las críticas llevadas a cabo por una tropa de oficiales. A instancias de esta tropa de oficiales, un cantor de fama fue el encargado de relatar mediante un romance y acompañado de una vihuela, su desprecio por la gente del campo señalándolos como simples e ignorantes. La contestación de un mozo de campo no se hizo esperar, pues al tiempo que destrozó la vihuela del cantor anunció que compondría un romance exaltando las excelencias del mundo rural.

Lo alusivo a la gente del campo goza de una amplia tradición literaria, cuyo referente más conocido entre nosotros nos remite a la conocida y singular obra de Fray Antonio de Guevara Menosprecio de corte y alabanza de aldea con antecedentes en la literatura grecolatina. Dicha obra nos sirve como ejemplo alusivo para contextualizar el pliego al constituir todo un alegato en defensa de la vida sencilla y natural respecto a la llevada en la corte por la nobleza o por hidalgos venidos a menos. La obra data del año 1539, en pleno siglo XVI, donde se critican las malas costumbres de la corte y se ensalza la vida virtuosa de la gente del campo alejada de las malas costumbres. La obra constituye una forma amena de adoctrinamiento didáctico propio de la época. Como se indica en su conclusión se trata de un libro «en el cual se tocan muchas y muy buenas doctrinas para los hombres que aman el reposo de sus casas y aborrecen el bullicio de las cortes».

Sexta reimpresión de finales del siglo XVIII
Fray Antonio de Guevara, (¿1480? -1545), formó parte en su juventud de la corte de los Reyes Católicos como paje del príncipe don Juan e ingresando en 1504 en la orden de los franciscanos. Posteriormente, en el año 1521, fue nombrado por Carlos V como predicador oficial y seis años más tarde como cronista real.

Fue tal el éxito de esta obra, con el fin de adoctrinar de modo ameno, que se tradujo a varias lenguas europeas alcanzando un enorme éxito por su tratamiento desenfadado, aunque no exento de ambivalencias ideológicas y de tópicos

Al margen de las maniobras para alcanzar puestos relevantes en la corte mediante la hipocresía y la frivolidad de las apariencias para obtener favores y beneficios, la gente del campo se ampara en la humildad y en la vida natural y sencilla como su estilo de vida.

Estas dos formas de vidas contrapuestas fueron utilizadas también como tópico ideológico en varias de las últimas comedias pastoriles y villanescas de Lope de Vega, donde se contrapone el tópico de la corte como lugar de envidias y engaños frente a una vida sin ataduras en un bucólico ambiente rural como locus amoenus.

Al final de la primera parte del pliego aparece como autor Francisco Serrano, natural de Villafranca, que llaman de las Agujas. En la segunda parte del pliego continúa el autor haciendo todo un recorrido sobre las excelencias de la vida en el campo donde el temple de los labradores se opone al amaneramiento de los oficiales integrados en la corte y entremezclado igualmente con una intención didáctica y sentido religioso. El pueblo de Villafranca, de donde dice ser natural el autor de las dos partes del pliego, pertenece a la provincia de Córdoba situado al pie de Sierra Morena y lindando con el río Guadalquivir. Tiempo atrás formó parte del antiguo reino de Jaén bajo el nombre de Villafranca de las Agujas, rememorando a su antigua industria de fabricación de agujas en el siglo XVI, topónimo que perduró incluso hasta principios del siglo XX tras la división territorial de España por provincias establecida por el entonces ministro de Fomento, Javier de Burgos, mediante Real Decreto de 1833.

El pliego fue impreso en Carmona (Sevilla) por la imprenta de José María Moreno en 1853.









©Antonio Lorenzo

sábado, 27 de julio de 2024

Vida, muerte y testamento del "Churripampli"

Xilografía del pliego "La tabernera y los borrachos"
 
Otro ejemplo más sobre la relación entre la oralidad y la escritura es el referido al curioso y enigmático término de Churripampli y su relación con los pliegos reproducidos.

Sobre el término Churripampli existen diferentes acercamientos o sugerencias sobre su ambivalente significado según las distintas versiones y contextos desde un punto de vista sincrónico y diacrónico. Dicho término, ya se use como sustantivo o adjetivo, varía según las diferentes muestras conservadas y registradas. Por hacer un ligero balance, dicho término aparece como:
* Referencias a su uso en algunas tonadillas del siglo XVIII conservadas en la Biblioteca Histórica Municipal de Madrid
* Como repertorio de cantos de ciegos acompañados por músicos ambulantes
* Como forma musical de sonecito mexicano como baile con canto
* Aplicado al vino en general
* Como "churri", a modo de apelativo cariñoso
* Como apodo atribuido a personas
* Como algo de poco valor
* En la Roda (Albacete), como mistela, bebida de mosto sin fermentar y aguardiente, aromatizada con café y canela.
* Churripampli (a modo de cruce de palabras con el sentido de "pimplar a chorro")
* En Baza (Granada), el churripampli es una bebida donde se mezcla el agua de cocer membrillos con anís seco y vino tinto, azúcar, granos de café y canela en rama, dejándolo macerar al menos 6 meses.
* Fiesta o reunión nocturna donde hay música y baile
* Como danza vasca (reseñada por Juan Ignacio de Iztueta (1767-1845) en su descripción de las danzas guipuzcoanas en 1824.
Entresaco algunas referencias cronológicas sobre el término Churripampli:

Un claro referente sobre la popularidad como canción del Churripampli, del año 1800, aparece en el Saynete nuevo Los tres galanes corridos, sin que figure su autor y donde el zapatero canta la canción con versos que luego aparecen entremezclados en los pliegos. Se hallará en Salamanca por la imprenta de D. Francisco de Toxar, y en Madrid en la librería de la viuda de Quiroga, calle de Las Carretas.


Antes del conocido como Trienio Liberal (1820-1823), ya existen menciones sobre dicho termino, como en el periódico llamado El Churripampli literario, donde aparecen expresiones del lenguaje coloquial. Otro ejemplo es el que aparece en el número 52 de La Gazeta de Madrid del viernes 29 de junio de 1804 donde puede leerse:
«En la librería de Escribano, calle de las Carretas, se vende una canción nueva, llamada del Juguetón, hijo del famoso Churripampli, con un grabado alusivo á dicha canción, para guitarra y también para el piano, pues los dos acompaña­mientos están separados en la misma canción: puede ir en carta: su precio 6 rs. cada una».
Enrique de Olavarría y Ferrari, en el Tomo I de su Reseña histórica del teatro en México, Imprenta, encuadernación y papelería "La Europea", Segunda edición, 1895, donde analiza y repasa los programas de finales de 1805 (capítulo XV) anota los siguientes datos:
«En el beneficio del bailarín José María Morales, se estrenó un juguetillo en que cantaron Andrés del Castillo la Polaca del Astrólogo, y el mismo, la Munguía, Victorio Rocamora, y Rosalía Medina, un terceto, unas boleras y el sonecito la Chipicuaraca. Siguió la tonadi­lla general de la casa de locos por Mariana Argüello, María Guadalupe Gallardo, José Estoracio y Luciano Cortés. De baile hubo lo siguien­te: el Minuet fandango, el Churripampli, por Ana María Cendejas y Antonio Medina, y por grande el de Chaveta en la ciudad».
Sobre la popularidad de este baile-canción, en el tomo II de las Obras completas del Padre Donostia, que cito al final, se recoge el artículo que publicó en Lecaroz, 2ª Ep, nº 2 (1952) bajo el título Iztueta, la poesía vasca y el «Churripampli», donde relata cómo recibió antes de la guerra del 36 un manuscrito donde se describía el libro de Juan Ignacio Iztueta (1767-1845) escrito en lengua vasca: Guipuzcoaco danza gogoangarrien condaira edo historia, donde se describían treinta y seis danzas de la primera mitad del siglo XIX antes de 1830. El Padre Donostia desarrolla un interesante recorrido sobre el término que nos ocupa y sobre la introducción de la canción Churripampli en la poesía vascongada, que, aunque era muy conocida en el resto de las provincias españolas Iztueta se quejaba por la usurpación de los derechos del antiguo zortziko.

 Para finalizar su estudio concluye:
«Por los datos que he podido recoger gracias a la amabilidad de varios amigos, el Churripampli parece derivado de la tonadilla y se usaba en el primer tercio del siglo pasado tanto en la capital de México como en Veracruz. Parece ser que por lo que se refiere a Veracruz, la boda del Churripampli se debió al contacto que los habitantes de allá tenían con los españoles. [...] Nos inclinaríamos, pues, a creer que el Churripampli se cantaba ya, probablemente a fines del siglo XVIII; no parece exagerada la deducción teniendo en cuenta lo que algunas veces tardan las canciones en divulgarse». 
El término Churripampli parece tener su más claro precedente en su utilización en algunas de las tonadillas del siglo XVIII, y como forma forma musical de un sonecito mexicano, tal y como indico al final en un documentado e ilustrativo trabajo. Las tonadillas escénicas del siglo XVIII se basaban preferentemente en significados y contenidos folklóricos populares. Estas piezas musicales cortas se intercalaban entre los actos de las comedias o bien en otras obras teatrales más extensas. El intermedio de las comedias solía ser uno de los momentos más esperados en la escena teatral, tanto en el siglo XVIII como en los comienzos del XIX, con variedad de ejemplos textuales y musicales.

La interacción entre lo oral y lo escrito, en cuanto a términos y músicas, puede apreciarse también en el primer tercio del siglo XIX donde aparecieron tres números publicados de forma anónima a modo de folletos de corte satírico bajo el nombre de La Linterna Mágica (1820). La Linterna Mágica, como proyección de imágenes y figuras desde el siglo XVII, alude a un tipo de espectáculo con dispositivos ópticos capaces de proyectar imágenes y sonidos que favorecieron la interacción social a través de la ilusión visual. Los espectáculos con estos dispositivos y artilugios cobraron un nuevo auge y desarrollo como práctica cultural a lo largo del siglo XIX como se refleja en muchos de los periódicos del Romanticismo y sus proyecciones en las provincias americanas. Este tipo de espectáculos necesitaba de un narrador con el fin de reforzar y atrapar mediante su habilidad discursiva al público presente utilizando términos populares.

En el periódico madrileño El Panorama literario del 31 de enero de 1839, se da cuenta de la popularidad del Churripampli cantada por los ciegos.
«Dejemos al ciego de la gaita, y vamos a ocuparnos del ciego papelista. Este se presenta bajo infinitas fases; es el camaleón de la sociedad culta del siglo XIX, si se me permite un poco de libertad para la comparación. Pertenece al bello sexo, y al sexo feo: unas veces pide limosna; otras especula en las publicaciones periódicas, con manifiesta predilección por la Extraordinaria de hoy!; otras, con desvencijada guitarra y quebrajoso violín, canta la Pasión y las Aventuras de Francisco Esteban, la Manola y el Churripampli; cuando juzga que debe sacar a estas ocupaciones con medio chico u con media grande, se dirige a la taberna entonando solemnemente: a Madrid traigo en la mano, con todas sus calles y callejuelas, plazas y plazuelas, iglesias, hospitales..., porque es cuento para nunca acabar».
Antes de pasar a reproducir los pliegos hay que señalar que abundan los escritos donde se buscan y se vinculan las relaciones entre determinados géneros musicales españoles, como las peteneras o malagueñas, con los repertorios musicales practicados y conocidos en México o Cuba fruto de las relaciones comerciales entre España y América y de su interacción cultural. Los patrones y géneros musicales compartidos entre las dos orillas suscitan cada vez más una sugerente investigación musicológica y literaria que abra nuevos caminos para establecer estas relaciones y vinculaciones que sobrepasan los ejemplos musicales y amplían su contextualización.

En este primer pliego etiquetado como una curiosa jácara, a modo de reclamo publicitario y asociado a lo festivo, se identifica al Churripampli con el vino. El término jácara (derivado de la palabra jaque), se considera un lenguaje de los maleantes y con un sentido ambiguo, pero que puede ir acompañada por música y baile como forma musical de carácter cómico y tono desenfadado propio para el uso oral y atrapar el interés de un público lector u oidor. El uso en el pliego de este término no se corresponde propiamente con su contenido generalista de carácter satírico, aunque usado tal vez como elemento propagandístico.

El pliego fue reimpreso en Córdoba en la imprenta de don Luis de Ramos, cuya actividad impresora la ejerció desde 1765, a finales del siglo XVIII, hasta su muerte en 1825, taller que heredó su viuda de la que apenas existe documentación.





Otro ejemplo de este tipo de publicaciones sueltas es esta otra relación, conservada por la Cambridge University Library, donde el Churripampli, como señor del vino, designa por albaceas a los taberneros indicándoles que no "bauticen" el vino para mantener su linaje. Entre sus testigos figuran los zapateros, carpinteros, labradores y herreros junto a los soldados como fieles compañeros, expresando su deseo de ser enterrado en medio de las cepas con el fin de dar sustancia y aumentar la cosecha. 

En la segunda parte la esposa del Churripampli, Madama Guaracha (término asociado a música y baile), acude a despedirse de su esposo moribundo y quedando ella como protectora de su legado.

Sobre el impresor Isidro López, citado en el colofón, no he logrado encontrar datos convincentes.






Para saber más

* Hernández Jaramillo, José Miguel & Reyes Zúñiga, Lénica: "El sonecito del churripampli. Un acercamiento a las prácticas musicales de las clases subalternas de finales del periodo colonial", en Músicas coloniales a debate. Procesos de intercambio euroamericano, (Javier Marín López, ed.), ediciones ICCMU, Madrid, 2018, pág. 329-354

* Padre Donostia: «Iztueta, la poesía vasca y el "churripampli"», artículo que publicó en 1952 en en Lecaroz, 2ª Ep, nº 2, incluido en sus Obras completas II. Editorial la Gran Enciclopedia Vasca, Bilbao, 1983.

©Antonio Lorenzo

lunes, 15 de julio de 2024

Dificultades para evacuar mediante una vela de sebo

 

Este pliego reproducido fue editado en Murcia en la imprenta de Pedro Belda, imprenta a cuya trayectoria dediqué una entrada el año 2015.

En él se nos ofrece una divertida y graciosa relación contada por el protagonista a propuesta de un auditorio, lo que guarda relación con numerosos pliegos de tono burlesco para ser narrados en un teatro o en una simple reunión. En este caso se nos narran las consecuencias que ocasionó al protagonista narrador el encontrarse con hambruna y sin recursos una vez enviudado y con la barriga vacía. Un día, al ser convidado a una boda con suculentas comidas "con arroz, pavos, jamón y gallinas, carnero, vaca, perdiz, conejos y masas fritas", y al devorar con fruición de todo cuanto había, "se le atracó el conducto de la trasera oficina". Tras probar toda clase de unturas y lavativas, nuestro personaje se compró una vela de sebo que se introdujo por el ojo del poniente, pero que no consiguió aliviarse ni sacarse la vela a pesar del "tira que tira" viéndose ayudado al fin por una vieja, maestra de brujería. La citada vieja le ofreció al final una bebida con purgante al tiempo que metiendo sus dedos consiguió atrapar finalmente la dichosa vela, lo que provocó toda una significativa descarga de artillería alcanzando incluso hasta el mismo arrugado rostro de la vieja relamida. Una vez limpio ya se quedó descansando y con la pancita vacía.

El pliego concluye con una serie de coplas "para cantar a estilo de parrandas". Las parrandas son un conocido baile tradicional de la región murciana y asociado también a una cuadrilla de músicos o aficionados que a consecuencia de una determinada ocasión o motivo deambulan por las calles cantando y tocando instrumentos acompañados por las "postizas", consistentes estas últimas en una especie de variantes más abombadas o ahuecadas que las castañuelas más conocidas.





©Antonio Lorenzo

jueves, 4 de julio de 2024

Memorial que presentaron las mocitas españolas por la falta de consortes

 

El matrimonio fue un importante eje estructural sobre el que giraban las relaciones sociales en la sociedad tradicional del Antiguo Régimen. El estereotipo negativo construido y atribuido a las solteronas a través de los pliegos de cordel de los siglos pasados no es infrecuente según el contexto sociocultural de entonces.

Dentro del imaginario colectivo la finalidad de contraer matrimonio era el principal objetivo a conseguir por las mocitas solteras al considerarse como la mejor vía para el mantenimiento y sustento de la mujer dentro del extendido mercado matrimonial. De no casarse, la solterona tendría una vida anodina y dependiente con escasos recursos para su sustento económico tal y como se refleja en los distintos manuales publicados de buena conducta.

Obviamente, los pliegos reproducidos ni son concluyentes ni exclusivos sobre la visión del papel de la mujer si tenemos en cuenta lo desarrollado en diferentes obras teatrales, novelas o en la propia prensa popular. La imagen de la mujer hay que enmarcarla, pues, dentro de una perspectiva más amplia e interdisciplinar, pero en estos ejemplos reproducidos se mantiene la idea sobre las mocitas solteras desde un punto de vista negativo.

La literatura popular impresa recoge el estereotipo sobre la mocita soltera, aunque también existe un número significativo de pliegos de cordel donde la mujer transgrede y se aparta de la clásica imagen de la mujer sumisa y subordinada al hombre, lo que viene a ampliar la visión asociada de la mujer en general.

En esta entrada reproduzco cuatro ejemplos de pliegos de cordel donde la idea central se enmarca en la curiosa queja presentada por las mocitas solteras a la "Junta General y Regencia común", a los "Ayuntamientos de las ciudades" o a las "Autoridades competentes", para que deroguen la obligación de cumplir con las quintas a los jóvenes, y por contraposición se envíen a viejos, mancos, tuertos o jorobados.

En este primer pliego las mocitas presumen de su "buen talle y figura, garbo y hermosura", vestidas según pide la moda y sintiéndose escasas de mozos casaderos. El texto dice estar compuesto por un tal Bernardo Lobo e impreso en Lérida, sin año, por el taller de Buenaventura Corominas.





En otras versiones de este mismo pliego editadas por diferentes talleres las mocitas españolas son nombradas como "mocitas andaluzas", como forma de contextualizar más la venta de estos pliegos en Andalucía, como se aprecia en la cabecera del pliego editado en el taller de José María Moreno en Carmona (Sevilla) en 1859.


En el siguiente pliego, impreso en Madrid en el taller de José María Marés, las mozas lamentan la pérdida de vidas de muchos mozuelos como consecuencia de las guerras y que los pocos que han quedado "se muestran muy altaneros". Sin embargo, se mantienen dispuestas burlonamente a aceptar un marido "aunque sea tuerto o ciego, ya un manco o un tullido, sea jorobado o feo"...

La respuesta ofrecida por el Memorial se centra en que la mayoría de las mocitas no son las más adecuadas para casarse debido a toda una sarta de calificativos misóginos, como por ser ligeras de seso, pendientes de los bailes, holgazanas y murmuradoras..., por lo que, de insistir en sus pretensiones acabarían llevándoselas a las casas de recogida para enseñarles a hilar y a trabajar con la rueca y con el huso.

El pliego acaba con el "Gran pleito" gracioso y divertido, ganado por las señoras y quejándose del trato de sus maridos y posicionadas en una incipiente reivindicación feminista que hace de este pliego todo un ejemplo de la diversidad ideológica que podemos encontrar en este tipo de hojas.





El siguiente pliego reproducido, proveniente y conservado por la Cambridge Digital Library, expone el memorial enviado por las mozas solteras pidiendo la abolición de las quintas y el mucho más interesante "Gran Congreso de las mujeres casadas" donde se emancipan del dominio de sus maridos y se reivindica la libertad de la condición femenina, aunque se desechan sus reivindicaciones y se argumenta en su dependencia del marido.





En esta última muestra reproducida se manifiesta de una forma satírica la escasez de mozos para poder casarse, aunque se alude a que ante la ausencia de los novios los frailes les daban consuelo, lo que abre una nueva perspectiva. En el texto se menciona que esta petición de las mozas para el regreso de las quintas fue apoyada durante la Regencia del general Baldomero Espartero, quien asumió la última fase de la minoría de edad de Isabel II tras la revolución de 1840 y que puso fin a la regencia de su madre María Cristina de Borbón hasta 1843 en una época de continuos enfrentamientos entre moderados y liberales y donde la reina Isabel accedió al trono al ser declarada mayor de edad con apenas trece años.

El pliego acaba con una letrilla para cantarse con la que fuera entonces conocida música de las picarescas boleras jaleadas de "La Manola", donde se menciona y critica satíricamente a Arrazola. Lorenzo Arrazola, del partido moderado y ministro de Gracia y Justicia fue el hombre de confianza del general Narváez, presidente también del Tribunal Supremo y senador vitalicio desde 1848. 

Sobre la diversidad de letrillas de "La Manola", vendedora de productos frescos, dediqué una entrada en la que daba noticia de su entonces amplia aceptación popular.




©Antonio Lorenzo