sábado, 3 de diciembre de 2022

Enigmas descifrados de don Diego de Torres Villarroel, el "Gran piscator de Salamanca"


Ya mencionamos en anteriores entradas algunos antecedentes del género etiquetado como literatura de problemas, con la usada técnica de la pregunta-respuesta que alcanzó gran predicamento entre nosotros durante los siglos XVI y XVII como recurso de instrucción pedagógica. El siglo XVIII, sin embargo, no fue precisamente el más fecundo en este sentido, puesto que esta práctica pedagógica fue decayendo hasta que dicha técnica fue perdiendo poco a poco su finalidad didáctica hasta desembocar paulatinamente como simple recurso de entretenimiento con sentido lúdico en recopilaciones de adivinanzas tan significativas durante el siglo XIX y XX.

Antes de referenciar las más conocidas recopilaciones de Fernán Caballero, Rodríguez Marín, Rafael Boira o Machado y Álvarez, que comentaremos en sucesivas entradas, resulta de singular interés la recopilación de enigmas incluidos en un pliego del siglo XVIII, conservado en los fondos de la Biblioteca Nacional y atribuidos a la figura de Torres Villarroel.

Si hay un personaje controvertido durante el siglo XVIII es sin duda el Diego de Torres Villarroel (1694-1770), conocido como El gran piscator de Salamanca, quien entre otras muchas cosas fuera poeta, dramaturgo, matemático, médico, sacerdote y catedrático de la Universidad salmantina. Muy famoso por sus pronósticos y enigmas que causaron gran expectación y estima en toda clase de gentes.

En el siglo XVIII proliferaron también, sobre todo en salones burgueses de gentes adineradas, la costumbre de las tertulias donde no resultaba extraño que se practicaran estos juegos de entretenimiento, a los que dedicó Carmen Martín Gaite un excelente y pionero trabajo de investigación, presentado inicialmente como tesis doctoral y posteriormente editado en libro, Usos amorosos del dieciocho en España (1972), donde nos ilustra y ofrece de una forma transversal abundante información sobre el "chichisbeo", término procedente de Italia y usado en España durante el siglo XVIII aludiendo a los actos de galantear o cortejar a una dama.

Pero si estas tertulias fueron frecuentes antes de su decaimiento, también fueron duramente criticadas por determinados eclesiásticos. A modo de curiosidad, estas críticas fueron explícitas en la obra del presbítero Gabriel Quijano, Vicios de las tertulias y concurrencias del tiempo; excesos y perjuicios de las conversaciones del dia, llamadas por otro nombre cortejos... (Barcelona, 1785).

El padre Quijano sostiene en su publicación que esas prácticas tertulianas había que reprobarlas por ser causa de incitación al pecado y donde la asistencia de las mujeres a las comedias junto a sus acompañantes era un ejemplo constante de vicio. También se critica a aquellos sacerdotes, considerados como poco ejemplares y que también solían acudir a las tertulias, abogando por reconducirlos al camino verdadero.

Estas prácticas de juegos de sociedad, al requerir de poca actividad, centran su interés en la destreza, el azar, la sutileza intelectual, la estrategia o la mezcolanza de todo ello. 

Antes de pasar a copiar y reproducir tan singular pliego conteniendo acertijos y enigmas, editado en Madrid el año 1766, sugiero acceder a otros pliegos de cordel donde también se alude su autoría a la extravagante figura del gran piscator, como son las Seguidillas a la mejor pastora o a las Calamidades de Francia, a las que dediqué una entrada anterior junto a un pequeño repaso por su agitada e interesante vida y obra que recomiendo visitar.


En la cabecera del pliego conservado se apunta a que fue descubierto por un tal don Antonio de Alvalsar de Mortoyosa, del que se sospecha se trate de un seudónimo.










El siguiente pliego que reproduzco viene a corroborar el interés por los enigmas atribuidos a tan ilustre personaje a lo largo del tiempo. El pliego fue impreso en Córdoba en el taller de Rafael García Rodríguez (17??-1844), conocido impresor y continuador de una ilustre saga que alcanzó hasta cinco generaciones de una misma familia, siendo su iniciador Diego Luis García Rodríguez (1712-1767). La labor impresora de Rafael García Rodríguez se desarrolló fundamentalmente durante la primera mitad del siglo XIX de la que se conocen numerosos ejemplos.






©Antonio Lorenzo

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