Mostrando entradas con la etiqueta Burlas-chanzas-disparates. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta Burlas-chanzas-disparates. Mostrar todas las entradas

domingo, 28 de mayo de 2023

Pisaverdes, petimetres, lechuguinos, currutacos, gurruminos, linajudos, mariposones, gomosos... [IX]

 

La primera mitad del siglo XIX es uno de los periodos más fecundos desde un punto de vista literario en relación a los artículos de costumbres de escritores de variado perfil. En sus escritos se recogen de forma satírica y abundante los rasgos propios de los distintos tipos populares respecto a sus comportamientos y vestimentas. En ellos se entrecruza lo favorecedor de las costumbres ajenas frente a los sentimientos nacionalistas, rasgos distintivos según atendamos a los escritores de la época. Estas sátiras burlonas se dirigen preferentemente a una galería de tipos representativos de la sociedad de entonces desde una perspectiva humorística. De forma reiterativa aparecen tipos como los petimetres, currutacos, lechuguinos y sus herederos gomosos junto a los elegantes de porte y ademanes característicos. En estos artículos, se mezcla lo real con la ficción y donde se entrecruza lo cómico con lo serio con gran riqueza de matices.

La literatura popular impresa no fue ajena a esta clase de críticas burlonas, tal y como se refleja en algunos pliegos como el que reproduzco sobre El lechuguino pobre, personaje sobre el que me centraré y que viene a añadirse a lo contemplado en las otras ocho entradas que dediqué a estos tipos en este mismo blog en 2017 cuyos enlaces figuran al final de esta entrada.

A esta variedad de personajes se les achaca en su conjunto el de ser atildados y presumidos, falsamente cultos y afectados en el vestir y en sus modales. De los conocidos relatos sobre ellos entresaco de nuevo por su interés de las Escenas y tipos matritenses del escritor Mesonero Romanos lo referido sarcásticamente al personaje del lechuguino.

Éste era un tipo inocente del antiguo, que existió siempre, aunque con distintos nombres, de pisaverdes, currutacos, petimetres, elegantes, y tónicos. -Su edad frisaba en el quinto lustro; su diosa era la moda, su teatro el Prado y la sociedad. Su cuerpo estaba a las órdenes del sastre, su alma en la forma del talle o en el lazo del corbatín. -¡Qué le importaban a él las intrigas palaciegas, los lauros populares, la gloria literaria, cuando acertaba a poner la moda de los carriks a la inglesa o de las botas a la bombé! ¡Cuando se veía interpelado por sus amigos sobre las faldas del frac o sobre los pliegues del pantalón!
¡Existencia llena de beatitud y de goces inefables, risueña, florida, primaveril! Y no como ahora nuestros amargos e imberbes mancebos, abortos de ambición y desnudos de ilusiones, marchitos en agraz, carcomidos por la duda, o dominados por la dorada realidad! ¡Dichosos aquéllos, que más filósofos o más naturales, se dejaban mecer blandamente por las auras bonancibles de su edad primera; estudiaban los aforismos del sastre Ortet; adoraban la sombra de una beldad, o seguían los pasos de una modista; danzaban al compás de los de Beluci, y tomaban a pecho las glorias de la Cortesi, o los triunfos de Montresor!
¡Qué tiempos aquellos para las muchachas pizpiretas en que el Lechuguino bailaba la gabota de Vestris y no se sentaba hasta haber rendido seis parejas en las vueltas rápidas del vals! ¡Qué tiempos aquellos, en que se contentaba con una mirada furtiva, y contestaba a ella con cien paseos nocturnos y mil billetes con orlas de flechas y corazones!... ¿Qué te has hecho, Cupido rapazuelo (que tanto un día nos diste que hacer) y no aciertas hoy al pecho de nuestros jóvenes mancebos, los escépticos, los amargos, los displicentes, a quien nadie seduce, que en nada creen, que de nada forman ilusión?
¡Oh Lechuguino! ¡Oh tipo fresco y lleno de verdor! ¿Dónde te escondes? ¡Oh muchachas disponibles! Rogad a Dios que vuelva; con sus botas de campana y sus enormes corbatas, sus pecheras rizadas y sus guantes de algodón. Rogad que vuelva, con sus floridas ilusiones y su escasa ilustración; con sus idilios y sus ovillejos; y sin barbas, sin periódicos, y sin instinto gubernamental.
La prensa periódica y los diccionarios burlescos

Los artículos literarios convivieron con la prensa periódica en la primera mitad del siglo XIX y con los menos conocidos diccionarios burlescos, aunque con estos últimos de forma tangencial, ya que vienen a ser ejemplos de parodias lexicográficas para definir entre otras muchas cosas a los tipos que pululaban por entonces y que eran conocidos con diferentes nombres. Estos diccionarios, poco atendidos por los estudiosos, resultan de interés no solo para estudiar el abundante léxico atribuido a estos personajes populares, sino también para valorar socialmente las vestimentas y accesorios como símbolos de refinamiento y su relación con las modas extranjeras. La indumentaria no solo guarda estrecha relación con aspectos económicos, sino que de forma transversal resulta de interés para el estudio de la psicología social y la comunicación, al ser una forma estética y expresiva del lenguaje corporal humano.

Los diccionarios burlescos no tenían la pretensión de ofrecer informaciones lingüísticas, sino que su finalidad era más bien el ordenar alfabéticamente los términos incluidos a modo de un catálogo propio de terminología fraseológica.

Espigando por antiguas publicaciones periódicas de la prensa y no solo por los artículos literarios de costumbres, encontramos algunas referencias y opiniones encontradas sobre los lechuguinos.

En El correo: periódico literario y mercantil (Madrid, 5 de septiembre del 1828), los redactores expresan las malas consecuencias que tendrían de aplicar de forma generalizada el apodo de lechuguino por el simple hecho de ser partidario de la moda y que vistan elegantemente, cuyo objeto no es otro que el insultar. Según ellos, aunque son afectos a vestir a la moda no carecen por ello de ilustración y talento por lo que deberían evitarse las ridículas caricaturas, las necias comedias e indecentes sainetes, aconsejando a la postre el que se destierre esa palabra para evitar sus consecuencias. 

En las ediciones sucesivas de este mismo periódico, aunque resaltando su imparcialidad, algunos de sus suscriptores o lectores manifiestan de forma vehemente opiniones contrarias a las expresadas por los señores redactores sobre los lechuguinos. En el mismo periódico y tres días más tarde, en el apartado de correspondencia con los lectores, uno de ellos expresa su opinión en estos términos:
Señores Redactores [...] séame permitido oponer a la definición que hacen ustedes de ella, la que yo le aplico, y conmigo mucha parte del público, hasta tanto que una nueva edición del diccionario de la academia nos ponga a todos de acuerdo.
Yo entiendo por lechuguino, esto es, frívolo e insustancial como las lechugas chicas, no cualquier individuo de la clase elevada o de la mediana que gusta trajes de moda y pertenece a la sociedad fina, sino el joven de cualquier condición, que esclavo supersticioso de la moda, y enemigo mortal de toda instrucción sólida, se tiene por un grande hombre, porque recibe de primera mano los figurines, tararea mal un aria en italiano chapurrado, y baila un rigodón con donaire y elegancia...
Las distintas opiniones sobre los lechuguinos sostenidas por los redactores del periódico y algunos de sus suscriptores se prolongaron en el tiempo. Por entresacar alguna opinión más dos años más tarde en el mismo periódico (18-6-1830), pág. 4, puede leerse:
Un lechuguino, bien mirado, es un ente viviente como todos, y casi racional como yo y los demás hombres; pero ni yo ni los demás hombres gozamos la temperie de un rigoroso lechuguino. Su pulso lo indica claramente, pues en camisa es tranquilo y sosegado, lo que no sucede vestido; pues así que se cuelga el lente, o se pone los anteojos para cegar con vista y a la moda, y adjetiva su elegante desfigurada figura, su pulso cambia en vaporoso con magnitud aparente. En el Prado, Museo y Retiro, se presenta undoso y vago, y a presencia del objeto que ansioso brujulea se vuelve acelerado. En el baile se nota caprino, y aumenta su vibración en los rigodones. En un sofá descansando suele aparecer intermitente, y en el villar (si pierde) miuro, parvo y retraído. Cuando por su desgracia es de una dama o cortejo despedido, su pulso se hace lento y formicante, con una debilidad muy perceptible al tacto; y sí no tiene dineros (de que Dios nos libre) dicroto y tardo, con ínsulas de espasmódico. Las lechuguinas también tienen inconstantes y volubles pulsos. Ya se ve: consideremos que son mugeres, y es peculiar a su fino sexo esta diversidad de pulsaciones en sus vasos arteriales. No obstante, en algunas se observan más entonados y regulares movimientos, principalmente en las que llegan a la edad del caramelo, pues su bálsamo vital rojo está inerte, depauperado y destituido de principios activos, y las tales con propiedad no son lechuguinas, sino acelguinas, cuya naturaleza forma un pulso remitente, e infra-solutivo. Estas y otras cualidades he hallado en el moderno pulso lechuguino. Si algún compañero mío observa otras diferencias que a mi torpe talento se oscurecen, suplico me las comunique por su estafeta, y le quedará agradecido, como a vmd. muy obligado Lucas Alemán y Aguado. 

En el Diario de Avisos de Madrid (2-4-1830) se promociona la publicación de un sainete:

El Lechuguino, o sea el Yesero de Beniajan, sainete original para ocho personas, por D. Sebastián Hernández y Cerdan [representado por una compañía de aficionados en Murcia en 1829]: sátira graciosa, en que se ve el resultado que tienen algunos jóvenes fatuos, que saliendo de la esfera de sus principios, y queriendo figurar en el gran tono, sirven de desprecio y mofa a los hombres sensatos, sucediéndoles a cada paso mil infortunios, y desengañándose luego que se reconocen perdidos, como acontece con el presente yesero de Beniajan. Se hallará a real en la librería de los Sres. Matton y Boix , antes de D. Manuel Barco, Carrera de S. Gerónimo.
En el Diario de Avisos de Madrid (26-12-1836) también se da noticia de la representación de un juguete de baile dirigido por don Manuel Casas titulado El lechuguino en la aldea, una vez terminada la función de la comedia representada en el teatro de La Cruz. El éxito de este juguete bailable se prolongó en años posteriores, ya que también se puso en escena en el teatro del Príncipe en 1839, según se recoge en El eco del comercio (25-06-1839).

El personaje del lechuguino perduró como referencia en la memoria a lo largo de los años ya que algunas de las coplas conservadas en algunos juegos infantiles tienen precedentes en los recuerdos de quienes convivieron con ellos en ápocas pasadas, según recuerda una señora mayor en la publicación La Época (19-08-1858) donde ya se consideraba a los lechuguinos como sucesores de los currutacos y petimetres. Algunas de las coplas que recordaba la señora mayor han logrado pervivir en algunos juegos infantiles de las niñas muchos años más tarde, aunque sin consciencia alguna de lo que significaban, tal y como se citan en la recopilación llevada a cabo en 1910 por Augusto C. de Santiago y Gadea: Lolita. Cantares y juegos de niñas (Madrid, Est. Tip. de los Hijos de Tello): 

                                             Para ser lechuguino
                                             se necesita
                                             un pantalón de paño
                                             y una levita.

                                             Un bastón de Triana
                                             y un buen sombrero,
                                             un chaleco escotado
                                             ¡Y ande el salero!

Los circunstanciales diccionarios burlescos vienen a expresar en su conjunto las luchas ideológicas sobre determinadas voces y conceptos desde una perspectiva de corte satírico y de enfrentamientos léxicos, ya sean sobre determinadas posiciones políticas o referido a los comportamientos cotidianos de entonces.

Un referente sobre las modas y usos es el Diccionario de los flamantes. Obra útil a todos los que la compren, por un tal Sir Satsbú (Barcelona, 1829), que encubre al periodista catalán Faustino Bastús (1799-1873).


El diccionario nos ofrece unos valiosos apuntes sobre estos tipos populares, como se expresa en la introducción:
[...] ¡Oh vosotros que sois el brillo, la gloria, la admiración y el encanto de vuestra patria [...]!; ¡oh vosotros llamados antiguamente currutacos, después petimetres, en seguida pisaverdes, luego lechuguinos y finalmente condecorados con el pomposo y significante nombre de FLAMANTES!: recibid esta obra como un homenaje debido a vuestra originalidad.
«Flamante» es el término «nuevo y altisonante que acaba de darse a los excurrutacos, petimetres, y lechuguinos… En algunas partes se tiene entendido que les llaman también Heterogéneos, nombre que por ser algo griego no hemos adoptado…». 

El éxito editorial que alcanzó este folleto, en 1829, propició que 14 años después de su publicación, fuera plagiado por un tal El-Modhafer en 1843 con el mismo título:

El choque de perspectivas sobre el lechuguino, unos a su favor (los menos) como sucede en el Diccionario de los flamantes, contrasta con las severas e incisivas opiniones en su contra como figuran en 1826 en la Comedia nueva de costumbres, en prosa, en dos actos, titulada: Aviso a los Lechuguinos, ó sea, la juventud estraviada, escrita por un eclesiástico amante de su patria


Sobre el nombre de lechuguinos, el eclesiástico no duda en apuntar en la introducción de la comedia sus impresiones:

[...] es la razón que ya se tuvo presente cuando así se les apellidaba en Cádiz en otra época; porque la lechuga, planta hortense bien conocida, y en la que se distinguen tres especies principales, de que ha resultado un sinnúmero de variedades, echa unas hojas largas muy plegaditas y sin formar cogollo; y su tallo, que suele ser cilíndrico, sube dos o tres pies del suelo, y arroja unos ramillos cargados de flores pajizas; de donde sin duda ha venido a llamar lechuga a cierto género de cabezones y puños de camisa muy grandes, bien almidonados y dispuestos por medio de moldes en figuras de hojas de lechuga; moda que ya se estiló mucho durante el reinado de Felipe II, y moda del día, porque el lechuguino es el conjunto o cualquiera de las lechuguillas pequeñas antes de ser trasplantadas.

 Los pliegos

La literatura popular impresa se inspiró en estos personajes, como puede comprobarse en este primer pliego editado en Valladolid por la imprenta de Santarén, donde un nuevo y joven lechuguino de dieciséis años, desoyendo los consejos del modesto trabajador que era su padre, desecha la idea de buscar cualquier oficio dedicándose a presumir y a engañar a todo aquel con quien se encuentra, ya sea cortejando a las damas y gastando todo el dinero hasta que cae en la ruina y escarmentado.

Tras el pliego, adjunto noticias del relato que apareció en tres números seguidos con el mismo título de El lechuguino pobre en el año 1843 en la madrileña Revista de teatros, diario pintoresco de literatura (revista editada entre 1841 y 1845) donde figura como autor un tal Agustín Gómez.






Otro ejemplo más es este otro pliego donde se establece un diálogo entre un lechuguino y un manolo. Como es sabido, los conocidos como manolos son personajes propios del majismo del siglo XVIII y característicos de los barrios populares madrileños en clara confrontación con todo aquello que venga de fuera y como defensores a ultranza de lo propio.



Como comentaba al comienzo adjunto los enlaces a las entradas que dediqué en este mismo blog en el año 2017 a estos tipos de personajes.

https://adarve5.blogspot.com/2017/02/pisaverdes-petimetres-lechuguinos_28.html

https://adarve5.blogspot.com/2017/03/pisaverdes-petimetres-lechuguinos_6.html

https://adarve5.blogspot.com/2017/03/pisaverdes-petimetres-lechuguinos_9.html

https://adarve5.blogspot.com/2017/03/pisaverdes-petimetres-lechuguinos.html

https://adarve5.blogspot.com/2017/03/pisaverdes-petimetres-lechuguinos_21.html

https://adarve5.blogspot.com/2017/03/pisaverdes-petimetres-lechuguinos_28.html

https://adarve5.blogspot.com/2017/04/pisaverdes-petimetres-lechuguinos.html

©Antonio Lorenzo

jueves, 27 de abril de 2023

Chasco del gallego con un estudiante vestido de dama

 

Pliego procedente del taller madrileño de José María Marés, del año 1851, donde se narra el chasco sufrido por un gallego de vuelta a su Galicia natal, tras licenciarse de su regimiento, al tratar de seducir a un pícaro estudiante disfrazado de dama.

El pliego continúa con la relación burlesca de la vida y trabajos que pasan los arrieros.




©Antonio Lorenzo

lunes, 2 de enero de 2023

Calendario profético redactado por sabios catedráticos de tontología

 

En un congreso celebrado en Londres se reunieron sabios de muchos países para tratar de dilucidar la influencia de un cometa luminoso fijándose en su rabo reluciente y hacia dónde se dirigía. Tras algunas elucubraciones apuntadas por catedráticos foráneos, el sabio español se plantó ante ellos diciendo:

Callen con diez mil demonios
no armen tanta confusión
dijo el español; aguarden
que yo diga mi opinión.
Diré pues respecto a España
todo lo que pasará,
según demuestra el Cometa
siendo la pura verdad.

Dicho lo cual, el sabio español vaticinó todo lo que iba a suceder en cada uno de los meses del año en España. Eso sí, sus predicciones nos quedan un poco lejos respecto a nuestro recién estrenado año 2023, puesto que sus pronósticos lo fueron para el año 1859. Tras ello, acabó sugiriendo a la postre unas sugerentes reflexiones respecto al cometa luminoso y otorgando gran valor a la instrucción, algo que, según el sabio, es propio y característico del genio español frente al fanatismo y la superchería.

Tan sabias y sugerentes predicciones fueron impresas en Barcelona en el taller de José Tauló en 1858 y puestas a la venta a través de la conocida Casa de Juan Llorens, establecimiento que nos ha proporcionado y deleitado con numerosos y sugestivos pliegos de todo tipo al dar acogida a buena parte de los impresos populares de entonces.



©Antonio Lorenzo

viernes, 30 de diciembre de 2022

Antes del fin de año se los llevará el diablo

 
⚠️¡Atentos!, ya que según los pliegos editados en pleno reinado de Isabel II a muchos les quedan pocas horas para que se los lleve el diablo.









©Antonio Lorenzo

jueves, 22 de diciembre de 2022

El chasco de la lotería


El pliego titulado El chasco de la lotería guarda una estrecha relación temática con un antiguo sainete del siglo XVIII. En realidad, se trata de dos sainetes: El día de lotería y el titulado El chasco del sillero, y segunda parte del día de lotería, aunque este último más bien viene a ser una continuación independiente en parte del primero, que fue el más representado y alcanzó un mayor éxito en los teatros madrileños de la Cruz y del Príncipe en el último cuarto del XVIII, aunque en ambos casos la lotería constituye su eje temático.


Aunque en ellos no figura su autor, se sabe que corresponden al prolífico sainetista Sebastián Vázquez. En los teatros madrileños estrenó dicho autor alrededor de 80 sainetes entre 1774 y 1798, muchos de ellos puestos en escena también en los primeros años del siglo XIX, lo que da idea de la repercusión popular de los mismos y su buena acogida por parte del público. La mayoría de sus personajes forman parte de las clases populares (majos y majas, ciegos, tartamudos, criados, jardineros, peluqueros y un variopinto número de artesanos como zapateros, silleros o cesteros). Su repetido eje temático se basa en la forma de conseguir comida o dinero a costa ajena, todo ello entremezclado con juegos verbales, riñas, chascos o cortejos desiguales como eficaces recursos cómicos que lograban la diversión del público.

Autor también de tonadillas escénicas, en sus representaciones también se daba cabida al baile, al canto y a la música. Algunos sainetes suelen comenzar con canciones tratando de enmarcar la historia dentro de un ambiente que fuese reconocible enseguida por el público, como ocurre en el caso de El día de lotería: "Todo sea festejo, todo alegría, que esperamos nos caiga la Lotería".


Tanto los sainetes señalados como el pliego reproducido giran alrededor de la lotería y del chasco. En ambos aparece un pícaro estudiante proponiendo unos números mediante una serie de estratagemas y de cálculos que aseguraba que serían premiados, engañando y logrando de esta forma conseguir toda una serie de ventajas para él.

El teatro breve, mal considerado como un género menor en el sentido de vulgar, guarda una estrecha relación con un determinado tipo de pliegos de los que carecemos, que yo sepa, de un estudio pormenorizado. En la relación de los sainetes con la música, sobre todo durante la segunda mitad del siglo XVIII, habría que incorporar y dar una mayor atención también a los pliegos de cordel desde una perspectiva interdisciplinar.

Por contextualizar el tema de la lotería conviene recordar que su promulgación como juego se produjo el 30 de septiembre de 1763 mediante un Real Decreto firmado por el Marqués de Esquilache durante el reinado de Carlos III. Esta lotería inicial, copiada de la ya existente en Nápoles, venía a ser una especie de impuesto encubierto para aportar ingresos al estado. En sus inicios, la llamada" Lotería primitiva" o "De números", no se asemeja en nada a la que conocemos actualmente. Durante esa duradera etapa el jugador debía realizar tres elecciones: elegir tres números sobre los que deseaba apostar, decidir sobre el tipo de modalidad de apuesta y la cantidad a apostar. Sobre un total de noventa números, de los que cinco serían los premiados, el jugador debía escoger tres de ellos conocidos como el "terno", que en caso de premiarse correspondería en la actualidad a "tocar el gordo".

La forma de jugar a la lotería primitiva de entonces era complicada al coexistir varias modalidades de combinaciones de apuestas, por lo que aparecieron una serie de manuales para jugadores, ya que el riesgo de pérdida económica de los jugadores no resultaba desdeñable según la modalidad elegida, al igual de la que asumía por entonces la Real Hacienda.

Estas modalidades de la lotería propiciaron a que avispados personajes tratasen de sacar beneficios asesorando a los jugadores incautos mediante cábalas y suposiciones.

La nueva modalidad de juego de la lotería "moderna" frente a la "primitiva" fue aprobada en 1811 por las Cortes de Cádiz cuyo funcionamiento es similar al que conocemos actualmente mediante billetes fragmentados en décimos. Su primer sorteo se formalizó el 4 de marzo de 1812 conviviendo con la anterior "primitiva" que fue suprimida definitivamente en 1862.

En el sainete El día de lotería el pícaro estudiante trata de convencer a los vecinos de un barrio popular la conveniencia de que apuesten a los números 6, 15, 90, 1 y 86, pues según sus técnicas secretas y a través de los sueños creía vaticinar los resultados. Los vecinos, al comprobar más adelante que no han acertado y que los premiados han sido el 20, el 9, el 70, el 7 y el 5, hay unas vecinas que se conforman, pero hay otra que se confunde y cree que ha ganado "un terno" hasta el punto de proceder a arrojar por el balcón muebles y enseres viejos pensando que los podrá sustituir por otros nuevos (de ahí la expresión de "tirar la casa por la ventana"). Al comentarle su marido "no hay terno, ni un número he acertado", ella se desmaya.

En cuanto al pliego, al igual que sucede en los sainetes, aparece la figura del estudiante que trata de persuadir a los jugadores de la importancia de seguir sus consejos para conseguir un feliz resultado. Al margen del contexto que sirve de escenario escénico, el estudiante se basa en estratagemas y cábalas para embaucar a las gentes sencillas. Si atendemos al desarrollo del pliego, el estudiante sostiene que los cuatro números que propone como premio seguro son el 40, 90, 23 y 18, tal y como aparecen reseñados en la cabecera del pliego bajo la ilustración.

«Me dijo por reglas fijas
que el cuarenta era seguro
aun cuando no entrase en rifa,
y que los signos celestes
de Acuario, Cáncer y Libra
el noventa señalaban
y que sin falta saldria.
El Géminis con el Leo
el veinte y tres determinan
y el Escorpión, Tauro y Virgo
el diez y ocho...»

Vemos, pues, cómo esos primeros tiempos de la lotería primitiva dieron lugar a la confección de sainetes para resaltar las cábalas, sueños y augurios de los pícaros como recurso escénico y humorístico que gustase a amplias capas de la población.

Una cábala muy famosa fue la publicada en Madrid en 1850 por un desconocido A.Q.R, con el título Misterios de la Lotería Primitiva ó el gitano Cabalista del siglo XIX, donde vaticinaba éxitos seguros e infalibles basados en las cartas de la baraja.

«Suerte y felicidad, ventura y riqueza para todos. El presente y novísimo tratado que se publica, contiene los números infalibles para el año actual de 1850 y próximo de 1851, en los que cierta y seguramente cuatro ó mas ternos y una quinterna, según profecia del gitano cabalista. Además contiene el modo único de jugar á la lotería; juego de cartas para sacar números para todas las estracciones; preceptos y máximas que han de seguir en adelante todos los que se interesen en la loteria; la gran cábala descubierta por el gitano; la combinación triangular y la jugada del diablo; con otras noticias, misterios y secretos de este gran juego: en fin, suerte, felicidad y riqueza para todos ofrece el gitano cabalista. Por D.A.Q.R. Madrid, 1850. Imprenta de D.J.M. Marés; Librería de la Publicidad. Un cuaderno en 8º marquilla».




Para acabar, y como dijo el gitano cabalista: ¡Suerte y felicidad, ventura y riqueza para todos!


©Antonio Lorenzo

lunes, 6 de diciembre de 2021

Virtudes del cagar y defensa del pedo [XIII]

 

Un ejemplo más del interés popular sobre los asuntos escatológicos es este pliego que viene a añadirse a las doce entradas anteriores en este mismo blog que pueden consultarse a través de los enlaces que figuran al final de esta entrada.

No hay duda del vínculo que las heces guardan con la vida, lo que desde siempre ha ejercido una fuerte fascinación en los humanos. A todo ello se une la proximidad de los órganos de excreción con los órganos sexuales.

Las excreciones corporales, así como las ventosidades, no se consideran en las culturas conocidas como populares, en un sentido amplio, como algo decisivamente negativo, sino más bien como un componente liberador, igualitario y festivo que exalta la alegría y mueve a la risa. Este carácter ambivalente de las necesidades fisiológicas fue estudiado teóricamente por el historiador ruso y crítico literario Mijaíl Bajtín (1895-1975) en su influyente trabajo sobre la obra de Rabelais, como una corriente popular de la cultura cómica a la que bautizó como realismo grotesco. Sus primeras incursiones sobre el estudio de la obra de Rabelais datan de 1934, pero no fue hasta el año 1965 cuando se publicó en ruso por primera vez La cultura popular en la Edad Media y el Renacimiento, obra traducida al español en 1974 (Barcelona, Barral), a la que siguieron posteriores ediciones editoriales. En dicha obra ya se proponían modelos referenciales, no conceptos abstractos y cerrados, mediante una concepción simbólica amplia y dinámica que ha obtenido una gran repercusión en estudios posteriores.

Se ha señalado que las diversas formas y manifestaciones de la risa es una manera simbólica de oponerse a la cultura oficial que se mantiene a lo largo de los siglos, algo muy reconocido y propio de las representaciones carnavalescas, aunque se han petrificado como groserías en un lenguaje como formas de humor. ironía y sarcasmo muy alejado, aunque manteniendo vínculos, con las representaciones carnavalescas.

Las nuevas perspectivas de estudio amplían en gran medida el campo de investigación sobre la cultura popular en cuanto al conjunto de significados, valores e ideas compartidas en una sociedad y expresados de forma individual o por asociaciones, grupos o comunidades. Es decir, no se trata ya de confrontar la cultura oficial o hegemónica con lo popular o cultura de las "clases subalternas", según la terminología de Antonio Gramsci, sino de ampliar y valorar sus interacciones según el objeto de estudio y sus propios lenguajes, admitiendo una circularidad e influencias recíprocas y abriendo nuevas perspectivas y enfoques.

La proliferación de lo excrementicio supone una liberación. Esta función fisiológica e igualitaria no ostenta un papel negativo en el imaginario popular, aunque se tache de grosero, impúdico o indecoroso si se habla sobre ello en público o ante personas desconocidas.

La defensa del cagar es un aspecto humorístico muy divulgado en la tradición oral y escrita. Contamos con magníficos referentes literarios, como es el caso del muy conocido Gracias y desgracias del ojo del culo, dirigidas a doña Juana Mucha, montón de carne, mujer gorda por arrobas de Quevedo (1540-1645). Entre las gracias atribuidas al ojo del culo Quevedo lo sitúa en un gran pedestal, siendo reiterada e injustamente despojado de nobleza y virtud, cuando en realidad es la zona más noble y virtuosa de todo el cuerpo. Favorecido por la naturaleza por su forma circular teniendo su sitio en el centro, como el sol y con un solo ojo, parecido a los cíclopes, descendientes de los dioses del ver, etc. En cuanto a las desgracias, frente a las casi infinitas gracias del culo, solo admite diecisiete, por lo que sugiero al interesado lector que las indague a través de sus descontroles, negligencias y flojeras.

Ejemplo de esas desgracias es el pliego que reproduzco donde el protagonista expande sus incontinencias excrementicias por todo sitio y lugar al no poder hacerse efectiva la función de las lavativas y otras diligencias que resultaron infructuosas. A lo largo del siglo XIX se observa un notable incremento de una literatura escatológica de consumo popular, como es el caso de este pliego, junto a otros más conocidos y reimpresos de los que dimos cuenta en diversas entradas de este blog y que pueden consultarse a través de los enlaces incluidos al final.





Enlaces a las doce entradas anteriores

01. https://adarve5.blogspot.com/2019/02/virtudes-del-cagar-y-defensa-del-pedo-i.html

02. https://adarve5.blogspot.com/2019/03/virtudes-del-cagar-y-defensa-del-pedo-ii.html

03. https://adarve5.blogspot.com/2019/03/virtudes-del-cagar-y-defensa-del-pedo_18.html

04. https://adarve5.blogspot.com/2019/03/virtudes-del-cagar-y-defensa-del-pedo-iv.html

05. https://adarve5.blogspot.com/2019/04/virtudes-del-cagar-y-defensa-del-pedo-v.html

06. https://adarve5.blogspot.com/2019/04/virtudes-del-cagar-y-defensa-del-pedo-vi.html

07. https://adarve5.blogspot.com/2019/04/virtudes-del-cagar-y-defensa-del-pedo.html

08. https://adarve5.blogspot.com/2019/04/virtudes-del-cagar-y-defensa-del-pedo_20.html

09. https://adarve5.blogspot.com/2019/04/virtudes-del-cagar-y-defensa-del-pedo-ix.html

10. https://adarve5.blogspot.com/2019/04/virtudes-del-cagar-y-defensa-del-pedo-x.html

11. https://adarve5.blogspot.com/2019/05/virtudes-del-cagar-y-defensa-del-pedo-xi.html

12https://adarve5.blogspot.com/2019/05/virtudes-del-cagar-y-defensa-del-pedo.html

©Antonio Lorenzo

domingo, 28 de noviembre de 2021

El disparate del miriñaque o la mujer enjaulada: origen, gozos, recuerdos y pleito

Ventall editado en Barcelona en la Imp. del H. de J. Gorgas, 1866

Si acudimos a la definición de miriñaque en la RAE encontramos lo siguiente:
Zagalejo interior de tela rígida o muy almidonada y a veces con aros, que usaron las mujeres.
¿Y qué era el zagalejo?
Refajo que usan las lugareñas.
¿Y el refajo?
Falda exterior con vuelo, por lo general de bayeta o paño, usada por las mujeres encima de las enaguas y que forma parte de algunos trajes regionales femeninos.
Tras estas definiciones lo más adecuado es acudir a ver las figuras, como la que encabeza esta entrada, antes de pasar a comentar a grandes rasgos los pliegos reproducidos, aunque más aclaratoria parece la definición del miriñaque de www.lexico.com:
Armazón circular de tela rígida con ballenas o de aros de metal o mimbre que se ata a la cintura de la mujer con cintas, llega hasta los pies y se coloca bajo una falda larga para ahuecarla; fue un soporte del vestido de gran popularidad hasta principios del siglo XIX.
Esta estructura compleja, denominada miriñaque, crinolina o armador tenía como misión el ahuecar las faldas mediante una construcción de aros de metal para no utilizar demasiadas capas de enaguas bajo la falda.





Hacia 1856 se extendió el uso de la crinolina en España por iniciativa de la emperatriz Eugenia de Montijo, impulsora de su uso en España, con el nombre de miriñaque. De esta forma se lograba ahuecar la falda en todas direcciones, lo que dio lugar a una amplia variedad de estructuras complejas que acabaron impidiendo determinados movimientos, así como dificultades para sentarse o atravesar una puerta. La moda fue evolucionando tras colocar la crinolina hacia atrás quedando recta la parte de la falda para favorecer el movimiento. Esta simplificación dio lugar al conocido como polisón a finales del siglo XIX y principios del XX.

Antes de la proliferación del miriñaque ya se conocía el llamado guardainfante, sobresaliendo a la altura del vientre lo que permitía de ese modo ocultar el embarazo. Anteriormente también se utilizó el llamado verdugado. El verdugo fue un aro rígido de mimbre, alambre o madera que iba forrado de tela o de guata que perduró hasta los años 40 del siglo XVII

La colocación del miriñaque requería la ayuda de una o varias personas mediante un complejo entramado de colocación como se recoge en las ilustraciones.



En este pliego, editado en Murcia en la imprenta de Pedro Belda en 1857, la mujer defiende el uso del miriñaque y achacando, a la contra, el uso del gabán, la levita y el sombrero en la moda masculina





En este otro pliego de "Los tristes recuerdos de un miriñaque", don Celedonio, americano viejo y gotoso, pero con dinero, se casó con Ciriaca con la aprobación de los padres de la joven, puesto que para ellos "los doblones son las llaves de los corazones".  A Ciriaca se le antojó comprarse un carísimo miriñaque, aunque en su paseo del brazo de Celedonio las varillas del miriñaque le iban golpeando las pantorrillas "que por los golpes parecen ya dos morcillas", hasta que un enorme perrazo le desencajó el miriñaque con sus dientes. Tras la cómica discusión burlesca entre la pareja se acaba criticando las incómodas modas venidas de Francia y defendiendo la honesta saya y mantilla española.






La crítica nacionalista a la moda foránea se recoge de forma satírica en estos pliegos y ventalls donde se decantan por lo español. El excesivo gasto de estas prendas dio lugar al dictamen de un bando para prohibir a las damas usar el miriñaque, a lo que ellas protestaron dando sus razones, como el permitir a los varones llevar bastón con estoque o espada oculta y corbatín apretado.

Estos bastones-estoques eran piezas que escondían en su interior una espada o puñal usados como complemento de la indumentaria y signo de distinción a lo que se unía la necesidad de protegerse cuando se movían por la corte o paseaban por la calle. Fueron famosos y apreciados los bastones victorianos que incluían una hoja de acero toledano de fabricación artesanal de la Fábrica de Armas de Toledo.

El pleito de las mujeres tuvo éxito pudiendo seguir usando el miriñaque como símbolo de distinción, aunque advirtiendo que no gastaran más en "jollerías", pues la mina no daba para más, lo que ofrecía una imagen de la mujer ociosa y derrochadora que se dejaba arrastrar por la moda.





©Antonio Lorenzo