En las anteriores entradas dedicadas a san Pascual Bailón comenté someramente los siguientes aspectos:
- Su presencia en pliegos de cordel
- Extracto de su vida y milagros asociados
- Algunos ejemplos de su iconografía
- Su alusión en coplas populares
- Su protagonismo en el dance aragonés
- Su nombre en la primera partitura conocida de una contradanza criolla
- Referencia a una zarzuela y comedia con su nombre
- Su patronazgo en exvotos populares mejicanos como patrón de los cocineros e intercesor de favores, de los que se reproducen 40 ejemplos significativos.
Para completar algunos datos más sobre su figura dedico esta entrada a la asociación del santo con el culto a la Santa Muerte en Guatemala y México.
La historia del culto a la Santa Muerte divide a los investigadores sobre si dicho culto tiene un origen prehispánico, europeo o indígena. Lo que parece claro es que, al margen de sus antecedentes, se relaciona con una búsqueda espiritual basada en lo mágico para recuperar lo que se ha perdido y sus aspectos simbólicos
Como consecuencia de la «peste negra» que asoló Europa y que acabó con la vida del 80% de sus habitantes, surgió un terror colectivo que se tradujo en manifestaciones artísticas, así como en danzas macabras o de la muerte como recordatorio de la fragilidad de la vida terrena y la posibilidad de una muerte repentina. Este temor a la muerte repentina se instaló en el imaginario popular durante generaciones al asociarse a factores culturales como la magia, la religión o representaciones simbólicas variadas.
El miedo a la muerte ya se encuentra de forma alegórica en los Autos sacramentales, en los Libros de Horas y en las Danzas de la Muerte como expresión del temor (y también de consuelo como contrapartida) provocado por las guerras, enfermedades, pobreza, plagas o pestes. «La dança general de la muerte», (códice de El Escorial y edición sevillana de 1520) puede considerarse como eje central sobre el que descansa la dramaturgia posterior. Poema alegórico y anónimo del siglo XV es clara expresión de una sociedad medieval asolada por la muerte en todos sus estratos sociales. La impresión de dibujos en madera es una obra maestra de Hans Holbein, publicada originalmente en Lyon en 1538. Los dibujos de este artista alemán presentan una serie de escenas llenas de acción donde la muerte se introduce en la vida cotidiana de treinta y cuatro personales de la sociedad: desde el papa hasta el labrador, otorgando a cada uno un tratamiento particularizado.
La imagen occidental de la muerte se integró en el pensamiento mágico de las nuevas culturas coloniales emergiendo con vida propia y significativa.
En el sur de México, fundamentalmente en el estado de Chiapas, así como en la fronteriza Guatemala, se venera a san Pascual Bailón al que se asocia con la figura de la muerte. En Chiapas se le conoce como San Pascualito Rey y en Guatemala como el Rey San Pascual, y se le señala como intercesor para tener una buena muerte. Cuando se le saca en procesión se le representa como un esqueleto que yace en una especie de carretón-ataúd como el que se reproduce.
En el sur de México, fundamentalmente en el estado de Chiapas, así como en la fronteriza Guatemala, se venera a san Pascual Bailón al que se asocia con la figura de la muerte. En Chiapas se le conoce como San Pascualito Rey y en Guatemala como el Rey San Pascual, y se le señala como intercesor para tener una buena muerte. Cuando se le saca en procesión se le representa como un esqueleto que yace en una especie de carretón-ataúd como el que se reproduce.
En 1650 hubo una peste en Guatemala, región donde la labor misionera estaba encomendada a la orden franciscana, devota de San Pascual Bailón y que también era franciscano, beatificado en 1618, canonizado en 1690 y popularizado en esa zona centroamericana por sus correligionarios. A raíz de esa peste se empezó a rendir culto a la figura de la muerte entre los indios.
En la ciudad de Tuxtla Gutiérrez, capital del estado mexicano de Chiapas, al igual que en la fronteriza Guatemala, son los lugares donde se encuentra más arraigado el culto popular al llamado Rey San Pascual o San Pascualito Rey. El gran investigador guatemalteco Carlos Navarrete dedicó un importante estudio sobre este culto en su trabajo: San Pascualito Rey y el culto a la muerte en Chiapas (UNAM, serie antropológica, número 46, México, 1982). Este investigador asocia estos sucesos a la época colonial y a la beatificación y canonización del santo en el siglo XVII, que fueron celebrados entonces por la Orden de San Francisco, a la que pertenecía Pascual, y que trascendió a la población indígena, quienes asociaron el nombre del santo con los túmulos funerarios y la alegoría de la muerte. Todo ello coincidió con una epidemia de peste que se declaró entonces, que se representada a la usanza medieval con la iconografía de la muerte. La conjunción y sincretismo de estos hechos propició que la figura de san Pascual se asociara con la muerte atribuyendo al santo numerosos poderes y favorecedor de amores y fortuna.
Carlos Navarrete aporta también, en otra publicación posterior, una importante referencia del cronista guatemalteco Antonio de Fuentes y Guzmán que se encuentra recogida en su obra La recordación Florida, una especie de crónica de la época colonial del entonces reino de Guatemala. La obra de Fuentes y Guzmán (1642-1699) resulta de gran importancia ya que recoge de forma abundante cuestiones y aspectos de la cultura popular indígena en el siglo XVII, entre ellas el origen del culto.
Fuentes y Guzmán indica que el origen del culto se dio cuando un indio que se hallaba enfermo y moribundo tuvo una visión en la que se le presentó un personaje resplandeciente que no reconoció y le dio mucha paz. Al preguntarle quién era, la entidad le reclamó el hecho de que los indios no le hicieran fiestas a San Pascual Bailón. El indio dijo que no sabía qué santo era. La figura le explicó que sería su protector en sus enfermedades si lo invocaban de corazón y le mostraban devoción; porque Dios quería que fuera patrón de los indios para que quedaran libres de la peste que los estaba matando. El enfermo se ofreció a ser su devoto, pero no sabía qué hacer para que los demás indios lo supieran, porque no le darían crédito a sus palabras y dirían que había perdido la razón. El personaje le dijo que no temiera y dijera que en señal de que San Pascual Bailón sería su protector si se le encomendaban, su agonía terminaría en nueve días y cesaría la peste y el contagio. Todo ocurrió como se había solicitado. La enfermedad cesó y el indio murió a los nueve días, lo cual dejó en claro que lo acontecido no había sido un delirio producido por su enfermedad. Este hecho se divulgó entre la población creciendo la devoción a San Pascual Bailón. Al haberlos librado de morir, consideraron que el santo tenía poder sobre la muerte y lo representaron con la figura de un esqueleto y no con la propia de un fraile franciscano.
Apropiación y resignificación de un símbolo religioso
Puede entenderse por resignificación el proceso mediante el cual un individuo o sociedad incorpora patrones culturales distintos a los de su entorno social transformándolos y enriqueciendo los propios, lo que les permite adaptarse a determinadas contingencias y experimentar un conjunto de competencias simbólicas que incorporan y orientan su vida cotidiana en un contexto social y cultural dinámico.
La iglesia católica no reconoce esta práctica tan redefinida como sujeto de veneración ni devoción, aunque cuenta actualmente con varios templos dedicados al santo, tanto en Chiapas como en Guatemala. Las autoridades eclesiásticas católicas buscaron una solución radical prohibiendo la alegoría de la muerte en altares y atrios. Sin embargo, el culto ha sobrevivido de manera más o menos oculta hasta nuestros días.
La primera mención documental sobre este santo aparece el año de 1872 en la ciudad de Tuxtla Gutiérrez en su representación como un esqueleto de madera sobre su carretón-ataúd en el acta de una hermandad dedicada al culto de San Pascual Rey. En 1902 la imagen del esqueleto, ya conocido con el diminutivo de San Pascualito, se guardó en una de las capillas laterales de la catedral de San Marcos. En 1908 fue llevado a la iglesia de El Calvario junto al mercado municipal, donde permaneció por mucho tiempo. En 1914 llegaron tropas constitucionalistas a la ciudad donde el general al mando ordenó destruir la imagen por considerar que era idolatría. Los indígenas zoques (etnia mexicana de dicha zona y subordinada históricamente a los mestizos) la sacaron de la capilla y la escondieron en el monte. Dos años después, al irse los carrancistas, volvió al templo un tanto a la fuerza, pues el cura encargado no la quería recibir. En 1934, en los días de la persecución religiosa su culto pasó a la clandestinidad. A fines de la década de los 40 un miembro de la hermandad del barrio del Calvario inició una campaña de proselitismo y organizó la feria anual del 17 de mayo, fiesta mayor de San Pascual Bailón. Alrededor de esta imagen se efectúa una feria anual, gracias al fervor de los creyentes, los días 14 y 17 de mayo. En dichas fechas es cuando puede verse la imagen, pues el resto del año se encuentra resguardada en un carromato del altar principal. En esos días se celebran misas sumamente especiales de acuerdo con la ideología ortodoxa, siendo este santo uno de los más venerados y respetados de la ciudad.
El culto a San Pascual Bailón es propio de la Iglesia Católica Ortodoxa, lo que supone una mezcla de la religión propiamente católica con ritos de origen indígena. Resulta, pues, una interesante mezcla en una misma iglesia de dos santos que remiten al mismo: la imagen católica de San Pascual Bailón, que se venera a distancia en el altar principal, conviviendo a su vez con las llamadas «rameadas» donde en la puerta se venden y depositan manojitos de albahaca pidiendo protección y limpieza de espíritu a San Pascualito, en una curiosa dualidad devocional al margen de sus distintos orígenes.
La combinación entre lo considerado ortodoxo con lo alejado de ello es propio y característico de algunas comunidades indígenas en relación a la celebración de festejos, el culto y las expresiones rituales en las capillas y ofrendas en los altares domésticos en curiosas formas de interrelación, aunque no exentos de confrontamientos. Lo interesante y significativo en nuestro caso es resaltar la religiosidad tradicional frente a la promovida por la autoridad católica parroquial. Lo heterogéneo del escenario religioso, muy cambiante durante el pasado siglo, se ha vuelto cada vez más complejo por la emergencia de agrupaciones religiosas, como los protestantes o evangélicos, entre otros.
Sin embargo, la figura de San Pascualito no ha caído en desuso, aunque se aprecia con el paso del tiempo un descenso en su popularidad. La devoción a san Pascual Bailón en Chiapas es un ejemplo de aceptación por la iglesia católica apostólica ortodoxa, concebida como iglesia nacional independiente de Roma. A ello se une la propuesta nacional por un cristianismo vivo, emocional y festivo, con expresiones corporales y acompañadas de cantos y músicas. La oferta de vivenciar propuestas religiosas se ha consolidado posibilitando variadas formas de creencias y prácticas religiosas.
La controversia entre las iglesias católica y católica ortodoxa tratan de reorientar la creencia sobre el santo. La católica oficial sostiene que en el carretón del altar lo que reposa es una réplica, ya que el esqueleto original se encuentra en España. Mediante este giro interpretativo la iglesia católica oficial ha ido ganando poco a poco un mayor reconocimiento entre las capas populares alejando al mismo tiempo lo que siempre se consideró como superstición y superchería. La expulsión fuera del templo de la Santa Muerte del templo de San Pascualito ha constituido un logro del obispo para reconducir la piedad popular hacia una ortodoxia oficialista católica.
La llegada de los padres franciscanos introdujo la devoción a san Pascual en su evangelización. Dicha devoción se fue extendiendo y adoptando una serie de características propias de cada comunidad, en este caso en forma de danzas o bailes.
No quiero dejar pasar la ocasión sin hacer mención a una danza tradicional nicaragüense de carácter religioso con referencia a San Pascual Bailón, si bien con otro sentido de lo expresado más arriba respecto a México y Guatemala.
En las ciudades de Chinaldega, Chichigalpa y León, principalmente, se baila alrededor de la imagen del santo una danza conocida por «Los Mantudos». En dicha danza interviene el «Diablo Mayor» junto a seis «Diablillos» que vienen a representar simbólicamente a aquellos demonios que tentaban al santo según la tradición popular.
Se dice que en el año 1862, antepasados de la familia Mejía de la comarca de San Benito iniciaron esta práctica bailando alrededor del santo sacado en procesión y acompañados de una banda de músicos, conocidos por «chicheros», que interpretan el «son del Mantudo», de ahí que el baile tomara el nombre de este son, baile que se ha prodigado de manera exponencial por otras localidades donde se ejecuta por los llamados «promesantes» o devotos que han conseguido algún favor durante la procesión de la imagen.
Otro ejemplo de baile asociado al santo es el que se prodiga en el departamento de Boyacá (Colombia) y que se ha extendido en otras ciudades, llegando incluso a Bogotá debido al traslado de personas de otras regiones a la capital.
Antes de proceder al baile de San Pascual Bailón el llamado «rezadero» es el encargado de rezar el rosario y las oraciones a san Pascual, organizar la estructura del baile y dispuesto a asistir como observador preeminente de la manifestación.
Para completar este pequeño recorrido añado un testimonio más. En el sur de la isla canaria de Tenerife (San Miguel, Arona) se conoce también un baile, desaparecido en la década del sesenta del pasado siglo, que también tenía por intercesor a San Pascual Bailón. El marco cultural donde tuvieron lugar esas manifestaciones populares se regían por las promesas bailadas bajo la advocación de San Pascual. Esos bailes no fueron exclusivos de Tenerife, pues también hay testimonios de su práctica en la isla de Fuerteventura agradeciendo algún favor concedido. Estos bailones se realizaban para cumplir determinadas promesas, una vez concedido el favor solicitado, como la curación de un enfermo: «hacer un bailón a ver si se mejoraba». La persona que había hecho la promesa fijaba el lugar, el día y la hora del baile así como su duración. Durante el desarrollo del baile, quien hubiese organizado el evento, que solía ser generalmente una mujer de una cierta edad, permanecía sentada y mirando el desarrollo del bailón o bien de rodillas sosteniendo una vela en la mano hasta que terminara el baile. En la vela se solía atar un lazo rojo hasta que la llama llegara a su altura, lo que era la señal para el final del baile. Estos bailones se acompañaban con instrumentos de cuerda ejecutados por músicos populares: guitarra, timple, laúd (cuya púa se confeccionaba, según testimonios, de las astillas de los cuernos de cabra o de otros animales).
(Información entresacada de Manuel J. Lorenzo Perera et al. «Los bailones o promesas a San Pascual Bailón en el sur de Tenerife», en Tenique, revista de cultura popular canaria, número 03, 1995).
Estos ejemplos son testimonios añadidos a la resignificación y apropiación tradicional al culto del santo zaragozano.
©Antonio Lorenzo