jueves, 28 de mayo de 2020

Matraca de hombre y mujer


Ingenioso pliego donde el galán pasa del requiebro al insulto ante las contestaciones que le va dando la dama. El tono de la conversación, cada vez más ofensivo, nos ofrece una serie de adjetivos populares de gran calado interpretativo. 

Impreso en Barcelona, [s.a.], por F. Vallés.





©Antonio Lorenzo

jueves, 21 de mayo de 2020

Excelencias del chocolate como remedio para los males

Charpentier, Jean Baptiste - La taza de chocolate (1768)
Gracioso e interesante pliego donde se exalta al chocolate como remedio para numerosos desarreglos corporales y psicológicos. Aunque en el impreso se dice que proviene de Caracas, las bebidas hechas a partir de sus semillas secas, estuvieron vinculadas durante mucho tiempo a los mayas, aztecas y a otras civilizaciones antiguas de Mesoamérica. Sin embargo, nuevos hallazgos arqueológicos avalan la hipótesis de un uso del cacao desde hace 5.000 años, mucho antes de lo considerado como propio de la América central.

En 1502 Cristóbal Colón, durante su cuarto viaje, recibió como ofrenda de bienvenida, armas, telas y sacos de una especie de habas oscuras que, en la sociedad azteca, servían a la vez de moneda y de producto de consumo. Pero no fue hasta unos cuantos años más tarde cuando Hernán Cortés trajo a España esta especie de oro marrón y probablemente la receta de la exótica bebida. En la corte española se le añadió azúcar, canela, almendra, leche o miel a la bebida que comenzó a llamarse chocolate. Rápidamente acabó convirtiéndose en delicia exclusiva reservada a la nobleza.

La corte española mantuvo como secreto de estado, durante un siglo, la preparación de esta bebida y solo los monjes conocían el procedimiento para convertir el fruto del cacao en chocolate, utilizándolo sobre todo en Cuaresma.


Monjes preparando chocolate
A pesar del secretismo, el chocolate llegó pronto a otros países: uno de los primeros fue a Francia gracias a la boda entre María Teresa de España, gran aficionada a esta bebida, con Luis XIV, el Rey Sol.

Al chocolate se le otorga poderes afrodisíacos y revitalizantes debido a sus componentes. La pasión por esta bebida entre los monjes fue tal que los frailes llegaban a tomar hasta ocho jícaras al día, pues supuestamente les ayudaba a mantenerse en el estudio y en la oración por largo tiempo, pero esto provocó que se escribieron tratados de teología para determinar si el consumo de la bebida rompía o no el ayuno y por tanto si debía tomarse en Cuaresma.

El considerado como el primer libro escrito en España sobre el chocolate se publicó en el 1631. Su autor fue el médico Antonio Colmenero de Ledesma. Nacido en Écija (Sevilla) en 1583, su tratado estaba encaminado a señalar las cualidades médicas que tenía la bebida, aunque advirtiendo y desaconsejando su consumo desproporcionado en verano. El tratado de Colmenero se convirtió en un referente en Europa, al ser traducido al francés en 1643, al alemán un año más tarde y al inglés en 1652.


Cinco años después de que apareciera el libro de Colmenero, se publicó un sugerente y atractivo tratado sobre si el chocolate quebrantaba o no el ayuno eclesiástico. De todo ello trata el fascinante libro de Antonio Rodríguez de León Pinelo: Question moral si el chocolate quebranta el ayuno eclesiástico, editado en 1636 en Madrid por la viuda de Juan González. León Pinelo fue un prestigioso letrado y cronista mayor de indias.  Fue en Valladolid donde nació nuestro autor en 1590, ciudad donde se refugiaron sus padres al tener que huir de Portugal por temor a ser juzgados y condenados por la Inquisición portuguesa debido a su ascendencia judeoconversa. A los pocos años de residir en Valladolid, el padre de nuestro autor decidió partir a las Indias en busca de fortuna. Antonio, realizados sus primeros estudios, partió con su madre, un hermano y su tía al Río de la Plata donde se establecieron. Tras vivir unos años en Argentina, en 1612 se trasladó a Lima para cursar estudios superiores con excelentes resultados, lo que le valió para adquirir importantes cargos de responsabilidad en el virreinato de Perú.

En 1622 regresó a Madrid donde revalidó su título de abogado y escribió, entre otros, numerosos memoriales argumentando la libertad de comercio. Tras contraer matrimonio en 1629 de cuya unión nacieron cinco hijos, falleció en Madrid el 21 de julio de 1660.


El tratado resulta de gran interés si lo analizamos desde una perspectiva histórica y lo encuadramos dentro de la historia cultural y de las mentalidades de entonces. De ser una bebida ritual propia de la nobleza y de los monjes, pasó a ser alimento ordinario al ir agregándole vainilla, azúcar o canela, volviéndose remedio y golosina. Al convertirse en un importante medio de socialización por todos los grupos sociales, las autoridades eclesiásticas se enzarzaron en un debate sobre si esta bebida alteraba la debida devoción de las monjas.

Debido al efecto excitante que provocaba esta bebida, se prohibió a las monjas su consumo, obligadas en un voto solemne a no tomar chocolate ni a incitar a otras a que lo tomaran a causa del ambiente festivo que proporcionaba la bebida y tan contrario a las rígidas normas de la vida monacal.

Al ser bebida muy popular, en 1644 la Corte de Madrid y sus alcaldes ordenaron que «nadie, ni tienda ni en domicilio ni en parte alguna pueda vender chocolate como bebida», tratando de evitar su consumo en cualquier lugar y obligando de esta manera a ser vendido como pastillas y ser consumido solo en domicilios.

En su tratado, León Pinelo se apoya y da noticia sobre lo que habían escrito anteriormente los médicos Juan de Cárdenas y Juan Barrios, cuyos textos fueron impresos en México e 1691 y 1609 respectivamente donde detallaban sus puntos de vista sobre el chocolate. Todos ellos trataron de adecuar sus opiniones a la normativa eclesiástica vigente, lo que no resultaba nada fácil de mantener debido a las múltiples formas de elaboración del chocolate y a las encendidas controversias sobre si era bebida o alimento.

La parte final del tratado recoge unas interesantísimas reflexiones sobre cómo han de ser las recetas del chocolate para diferentes tipos de hombres y mujeres, lo que comporta una serie de sorprendentes descripciones de esas tipologías que merecerían, sin duda, un mayor detenimiento.

Esto es lo que escribe sobre las recetas adecuadas para preparar el chocolate:
Los hombres o mujeres sanguinos son los que de ordinario las mejillas de la cara tienen coloradas, los que son carnudos, los que por maravilla se ahítan, y los que tienen los cabellos entre negro y bermejo, que decimos castaños, y los que tienen las carnes entre blanco y colorado, como rosado, y los que son comilones, y mejores bebedores; los que sueñan guerras, prados, oro, y que tienen algunos flujos de sangre, y los que de ordinario se ríen, y tienen buena cara; a estos tales les conviene que el chocolate que hubieren de beber, que no lleve...
Los hombres y mujeres flemáticos son los que son gordos, los que tienen las carnes muy blandas, y los cabellos blandos, y declinantes a blancos, los que de ordinario mal cuecen, y los que son dormilones, y los que en trabajando se cansan, y los que no apetecen mucha bebida, los que sueñan baños, aguas, granizo, y nieve, y los que sienten provecho con cosas calientes, y daño con las frías, y los que tarde se enojan; a estos tales el chocolate que hubieren de beber ha de llevar...
Los hombres o mujeres melancólicos son los que son feos, morenos o verdinegros, y muy ordinario de malas caras, los que tienen los cabellos muy negros y ásperos, o muy bermejos, y los que suelen tener almorranas y ventosidades, los que sueñan muertos, toros, y cosas tristes, y duermen mal; a ellos tales les conviene beber el chocolate...
El pliego

Impreso en Tarragona en 1868 en el taller de J. A. Net-lo, se hallaba en venta en Casa Vidal en Reus.





©Antonio Lorenzo

martes, 12 de mayo de 2020

Chasco de siete mujeres a comerciante francés


Curioso pliego donde se nos cuenta cómo siete mujeres del popular barrio madrileño de Lavapiés, «geringaron» la bolsa y el trasero a un comerciante francés.

Ideológicamente podríamos enmarcar el pliego dentro del conocido como casticismo madrileño. Este casticismo, del que existe una enorme bibliografía de prestigiosos autores, refleja una postura antifrancesa en todos los órdenes y una exaltación de lo considerado como lo nacional español.

La tipología de lo castizo se asocia también, con diferentes matices, a las figuras de majos y majas, manolos y manolas o los chisperos. Toda esta amalgama de personajes fueron inspiradores de novelas, artículos y zarzuelas.

Las siete mujeres que intervienen de manera conjunta en el pliego, provienen precisamente del madrileño barrio de Lavapiés y su «víctima» no es otro sino un mercader francés.

La oposición nacionalista y castiza frente a lo afrancesado o extranjerizante, se ve reflejada en otros pliegos donde se ridiculiza a aquellos personajes venidos de fuera de nuestra patria.

El pliego cae en una serie de tópicos, donde un mercader acaudalado trata de conquistar a una joven recién casada aprovechando la ausencia de su marido. Pidió visitarla viendo «la breva tan verde y tan apretada». Concedido el derecho a visitarla, el francés la requiebra y le ofrece todo su dinero tratando de conseguirla.

Fingiendo la mujer aceptar sus proposiciones lo invita a una cena en su casa informando previamente a siete mujeres para preparar conjuntamente un escarmiento al mercader.

Invitado el francés a sacar aceite de una tinaja donde tenía que meter la cabeza, las mujeres aprovecharon la situación para ensartarle con una jeringa en su trasero el brebaje que habían preparado, por lo que a efectos de la purga y con fuertes dolores de tripa el francés «íbase de ballestilla y hubo churrete por barba». 

El final del romance, aunque de forma subrepticia, no oculta una crítica a los ardides de las mujeres para conseguir lo que desean.

                                                 «Abrid los ojos, franceses,
                                                 que las mugeres de España
                                                 con cañones de geringa
                                                 pueden conquistar a Francia.
                                                 Dios os libre de mugeres
                                                 que saben hacer la gata,
                                                 y luego dan con un perro
                                                 despues de tomar la plata».

El pliego carece de colofón, por lo que parece ser una reimpresión de algún taller más conocido y aprovecharse de su difusión.






©Antonio Lorenzo

viernes, 8 de mayo de 2020

Los amores de un ciego y el pesado chasco que le ha sucedido


Dentro del amplio mundo de la literatura popular impresa se conocen una gran cantidad de pliegos con una clara intención humorística o de burla, donde suele figurar en su título la recurrente expresión de «chasco». Sin embargo, no conviene generalizar una misma significación ni obedecen en todos los casos a una forma de oposición de las clases más bajas frente a la moral hegemónica, como se ha señalado de forma precipitada. 

Estos textos, en su conjunto, ofrecen intencionadamente una visión deformada de la realidad con el fin de despertar la hilaridad, aunque no en todos los casos como crítica latente a la moral oficial. Al tratarse de un conjunto tan amplio de ejemplos, cualquier hipótesis de índole generalista sobre su construcción o finalidad puede ser contrarrestada con otra de semejante o igual validez.

La función social de la sátira no puede enmarcarse en un determinado periodo sin tener en cuenta las contradicciones que aparecen si confrontamos unos textos con otros dentro de una misma época. La intencionalidad y temática han ido variando a lo largo del tiempo, por lo que establecer conclusiones generalistas sin establecer un marco referencial adecuado puede llevarnos a una distorsión de los resultados.

La imagen de la mujer en los pliegos de cordel viene condicionada por las distintas y variadas estrategias discursivas de sus autores. La realidad social que puede rastrearse en los pliegos no es homogénea. Es por ello que no se puede etiquetar como característica general que su papel en las relaciones de sucesos se encuentre siempre y en todos los casos subordinada al hombre. Obviamente, desde un punto de vista estadístico, esta imagen estereotipada de la mujer es la más común y se contrapone frente a la de una mujer transgresora o defensora de sus derechos que se rebela ante la imposición de sus padres de someterla a un casamiento forzoso, lo que supone de alguna manera una alteración del orden social establecido.

Al margen de estas apreciaciones, el interés de este blog se centra básicamente en la reproducción de ejemplos de pliegos que alcanzaron un reconocido éxito en su tiempo. Es el caso de esta chanza, donde se recoge la humillante burla o chasco de una mujer casada a un pobre ciego que le daba clase de música. Hay que tener en cuenta, además, el poder sugerente de las ilustraciones que suelen acompañar al pliego.

La acción se sitúa en Sevilla, donde una mujer casada recibía clases musicales de un ciego que se enamoró de ella. Ante sus requerimientos, la mujer decide burlarse del ciego simulando que accedía cariñosa a sus pretensiones. Invitando malévolamente al pobre ciego a llevar una carta a su prima, lo dirigió a casa de un solterón maníaco y declarado enemigo de las mujeres. La carta, redactada para provocar la ira del solterón, al que le nombraba Baltasara (siendo Baltasar su nombre), hizo que el solterón descargase su ira a garrotazos contra el pobre invidente.

Tras el episodio de la carta, la malvada mujer, mostrándose fingidamente cariñosa y disculpándose ante el ciego por la premeditada equivocación, urdió, en connivencia con su marido, otra serie de pesadas y sangrantes burlas, lo que hizo que se tuviera que esconder en un arcón y acabar en la calle (creyendo el ciego que se trataba de un corral) y acabando embestido por un novillo y perdiendo la capa ante el hazmerreír de todos.

En realidad, lo que parece sobrevolar en el pliego, independientemente del enfoque puesto sobre las burlas al infeliz ciego, es una crítica mordaz a las mujeres como prototipo de taimadas, caprichosas, enredadoras y poco fiables. 

Este pliego es solo un ejemplo, y así hay que entenderlo, ya que el sentido del humor no es homogéneo ni transcultural, sino que corresponde a un marco contextual delimitado. Se trata de un ejemplo más que abre un abanico de posibilidades de acercamiento a la imagen de la mujer que se proyecta a través de estos impresos populares.

El pliego fue editado en Madrid en el conocido taller de José María Marés el año 1858. Tras el relato del chasco se añade un «El sueño delicioso» escrito en décimas.





©Antonio Lorenzo

viernes, 1 de mayo de 2020

Las moscas de San Narciso que ahuyentaron a los profanadores franceses

La historicidad de san Narciso resulta altamente dudosa al estar basada en leyendas, martirologios y cronicones contradictorios o de escasa fiabilidad. El interés de esta entrada consiste básicamente en dar a conocer un pliego donde se narra el supuesto milagro sucedido en la tumba del santo de la que salió un enorme enjambre de tábanos que espantaron a sus profanadores franceses. Todo ello se sitúa en el contexto de la guerra de sucesión española en el primer cuarto del siglo XVIII, como luego veremos.

Según la tradición, Narciso era obispo de Gerona cuando se desencadenó la persecución de Diocleciano (303-311). Una aparición divina le ordenó acudir a evangelizar a la ciudad alemana de Augusta (Augsburgo). Viajó hacia allá con su diácono Félix hospedándose en casa de Afra, una conocida prostituta quien pensó que sus huéspedes eran deshonestos y lascivos que habían acudido allí para pecar. Narciso logró convertirla al cristianismo junto a otras compañeras: Digna, Eunomia y Eutropia. Al estar perseguidos por los paganos, Afra los escondió entre unos haces de lino para que no cayesen en manos de sus perseguidores

Tras un tiempo en Augusta, retornó a Gerona donde confirmó en la fe a muchos indecisos que consideraron su viaje a tierras germanas como una huida. El gran número de conversiones a él debidas determinó su muerte y la de su diácono hacia el 29 de octubre del 307, cuando estaba celebrando la misa en la sede de su obispado.

Ilustración de «El santo de cada día», Vol. V, editorial Luis Vives, 1948, pág. 597
La tumba donde se encontraba su cadáver se mantuvo olvidada durante siglos, pero a raíz de la profanación de la misma que intentaron llevar a cabo los franceses al tratar de invadir la ciudad, se halló el cuerpo incorrupto del prelado y donde sucedió el célebre episodio de las moscas.

El episodio de las moscas, considerado como «prodigio estupendo», se narra con cierto detalle en el tomo dedicado al mes de octubre del famoso Año cristiano de Jean Croisset (1656-1738):
«...porque habiendo su gente robado el sepulcro de san Narciso, salieron del mismo sepulcro innumerables enjambres de moscas y tábanos de color azul y verde con algunas listas rojas, que embistieron con la gente y caballos del Rey francés, y los emponzoñaron de manera, que á cuantos hom­bres y caballos mordían espiraban al momento: siendo tan conside­rable el estrago que hicieron en el ejército, que apenas quedó de él una tercera parte, que huyó precipitadamente á Francia temeroso de su muerte: prodigio estupendo que aconteció en el mes de se­tiembre del año 1286, según consta en el libro intitulado: Crónica de los reyes de Aragón, que se conserva en el archivo de Barcelona; y quedaron en proverbio: Las moscas de san Narciso».
La fiesta en honor de san Narciso se celebra, junto a la de san Félix, su diácono, el día 29 de octubre. San Narciso es el patrón de Gerona y se le invoca contra los tábanos, avispas, moscas y mosquitos.

El pliego





El pliego, en el que no figura fecha de impresión, hay que contextualizarlo en la guerra de sucesión al trono de España al fallecer Carlos II el año 1700 sin disponer de sucesor. Las pretensiones al trono se disputaron entre dos pretendientes: el archiduque Carlos de Austria y el aspirante francés Felipe, duque de Anjou (futuro Felipe V). La guerra se prolongó durante quince años hasta el abandono del archiduque y la rendición de Barcelona en septiembre de 1714. Sin embargo, durante ese transcurso los reinos peninsulares de la Corona de Aragón, los países integrantes de la Gran Alianza de la Haya y el papa Clemente XI, reconocieron como rey al archiduque con el nombre de Carlos III. A este Carlos III es a quien se refiere el pliego donde se muestra una clara adhesión a la causa austracista al desearle salud y vida y haciendo votos para que su esposa, la alemana Isabel Cristina de Brunswick-Wolfenbütte, tuviese descendencia para el sostenimiento de la Casa de Austria en España.

                                                    Y a nuestro Carlos III
                                                    Dios le de salud y vida
                                                    con copiosa sucesión
                                                    de su Isabela Cristina,
                                                    para que logrando el fruto
                                                    de esta flor tan peregrina,
                                                    la Casa de Austria en España
                                                    reine, mande, y siempre viva.

El pliego, pues, hay que situarlo en el reinado del archiduque Carlos de Habsburgo (Carlos III desde 1705 a 1714) donde concedió el cargo de tipógrafo real a Rafael Figueró, padre e hijo, el año 1706 para premiar su fidelidad y los servicios recibidos. Como tipógrafos oficiales eran los autorizados para imprimir prensa periódica y también relaciones de sucesos hasta la caída de la ciudad condal en 1714. Durante ese periodo contaron con la colaboración de otros talleres de impresores, como el de Francisco Guasch, de donde proviene el pliego.

Antes de que Carlos III concediera el monopolio y el cargo de impresor real a los Figueró, el taller regentado por Francisco Guasch fue el principal responsable de la función informativa y de la difusión de noticias de la defensa de Barcelona.


Imágenes devocionales de san Narciso


Sepulcro de san Narciso en la iglesia de san Félix (sant Feliu) en Gerona tallado en alabastro (siglo XIV)

©Antonio Lorenzo