Pocos son los cuentos tradicionales que han pasado a los
pliegos de cordel. En entradas sucesivas iremos viendo algunos de ellos, pero
en esta nos detendremos en uno de los cuentos folklóricos más extendidos y
conocidos en el Siglo de Oro y que ha logrado, después de cerca de quinientos
años, hacerse con un respetable hueco en el intrincado mundo de los pliegos de
cordel.
El cuento de «El villano astuto», o «Ingenio y credulidad»,
como también es conocido este cuento, figura catalogado con el Tipo 1539 en el conocido
Índice Internacional de Tipos, elaborados por Aarne-Thompson, lo que ya nos
ofrece una primera idea de la amplia difusión del mismo en otros países y
culturas. Conocemos versiones orales asturianas, extremeñas, catalanas,
mallorquinas, andaluzas, castellanas, etc., aparte de las portuguesas e
hispanoamericanas.
La rareza de que los pliegos acogieran relatos folklóricos
ya fue señalada por uno de los mayores conocedores del cuento folklórico y
tradicional en el Siglo de Oro, como fue Maxime Chevalier.
«Estos pliegos no parecen haber sido numerosos y no sería razonable abrigar la esperanza de que en unas investigaciones ulteriores acrecienten su cantidad en grandes proporciones, en lo que se refiere a los pliegos poéticos por lo menos, dado que fueron pocos los cuentos que se versificaron en el Siglo de Oro, sea en forma de romances, sea en forma de sonetos, sea en forma de octavas».
(Chevalier, M., Folklore y literatura: el cuento oral en el Siglo de Oro, Madrid, Crítica, 1978, p. 41)
El cuento descansa sobre el efecto cómico que produce la
simulación y el engaño. A ello se une la condición del protagonista, que suele
ser un labrador o campesino, mientras que los engañados suelen pertenecer a un
estamento social más elevado, como mercaderes o estudiantes.
La estructura o el armazón del relato suele desarrollarse,
según las versiones, sobre estas o parecidas secuencias:
* Un campesino vende (a su compadre o hermano rico o a unos
mercaderes) un burro del que asegura que caga dinero.
* Vende también un conejo o liebre que hace recados.
* Vende una olla que cuece sin fuego o hace sopa con agua
sola.
* Mediante el engaño de la falsa muerte de su mujer vende
una flauta u otro instrumento que es capaz de resucitar a los muertos.
* El campesino persuade a un pastor de que se meta en el
saco donde se halla encerrado y el campesino aprovecha para escaparse.
* El campesino engaña de nuevo a sus rivales y los persuade
de que se arrojen al río para obtener ganados u otras riquezas.
Aparezcan o no todas estas secuencias en las versiones
orales del cuento, el nexo de unión de todas ellas se centra en el cambio del
centro de interés que manifiestan ante el nuevo elemento los virtuales
compradores. De este modo, la sucesión de engaños puede prolongarse hasta donde
se quiera.
Espigando en las colecciones de cuentos orales que recogen
este relato, el protagonista se presenta con diversos nombres: «El tío
Listezas» (Extremadura), «El tío Taurino» (Ciudad Real), «El del gorro “colorao”»
(Asturias), «El Chache» (Córdoba), «Juanito Malastrampas» (Burgos), etc. En los
dos pliegos que publico se llaman Pedro Juan Tintoré y el tío Facundo,
respectivamente.
Mediante un rudimentario proceso psicológico de
identificación con el personaje que satisface en el auditorio sus deseos
compensatorios de mejora social, el campesino, arriero o aldeano se burla de
personajes de rango social más elevado.
La utilización de la burla tradicional como materia
aprovechable literariamente ya lo encontramos en Cervantes (episodio de la
vejiga llena de sangre en El Quijote II, XXI), en Mateo Alemán, Tirso, etc.
El cuento, del que publico estas dos excelentes versiones,
representa una feliz muestra de la continuidad del relato desde su primeras
versiones impresas en pliegos sueltos, en Burgos y en Sevilla en la primera mitad
del siglo XVI, hasta fechas recientes en sus versiones orales sin que haya
perdido un ápice de frescura ni de poder evocador.
Publico el segundo pliego, más resumido que el anterior pero que consta de una sugerente xilografía, editado en Barcelona en la imprenta de José Torrás en 1838.
Para saber más
* La trayectoria impresa de nuestro cuento puede seguirse en el ya imprescindible estudio de Infantes, Víctor: Cómo un rústico labrador astucioso con consejo de su mujer engañó a unos mercaderes en "Dos obras de la primera literatura áurea (c. 1515)", Madrid, Turpin Editores, 2012.
En este fundamental estudio el autor señala como antecedentes literarios la deuda de nuestro cuento con un poema medieval en latín conocido bajo el nombre de Unibos (buey), pasando por el poema anónimo Historia de Campriano Contadino, hasta la primera impresión en castellano a principio del siglo XVI en Burgos, hasta llegar a los pliegos de cordel del siglo XIX de los que he reproducido dos ejemplos.
* Lorenzo Vélez, Antonio, “Tradición oral y literaria del cuento 'El burro que cagaba dineros'. Notas a una versión cordobesa”, en «Actas del II Congreso de folklore andaluz: danza, música e indumentaria tradicional (Sevilla, 1988)», Centro de Documentación Musical de Andalucía, 1990.
* Chevalier, Maxime, «Cuentos folklóricos españoles del Siglo de Oro», Barcelona, Crítica, 1983.
* Baranda, Nieves, “Noticias sobre el primer cuento impreso en la literatura española: Cómo un rústico labrador engañó a unos mercaderes (c. 1515)» en «Literatura hispánica, Reyes Católicos y Descubrimiento», Criado del Val, 1989, pp. 210-219.
©Antonio Lorenzo
Múchisimas gracias por toda esta suculenta información mira por donde mi historia de este burro procede de un pueblo de Aragón con lo cual yo lo conozco como el cuento del "Tio Juanico que tenia un burro que cagaba dinericos" me ha hecho mucha ilusión encontrar este enlace.
ResponderEliminarGracias por el comentario, pero sería de mucho interés conocer el texto del cuento que comentas de cara a nuevas investigaciones. Quedo pendiente de ello.
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