viernes, 18 de abril de 2025

Avisos y desengaños para un alma que desea agradar a Jesucristo crucificado

 
Los pliegos de temática sagrada se relacionan con los sermones y discursos morales practicados por los predicadores. Todo ello viene a constituir una serie de estrategias discursivas que estuvieron muy extendidas durante el Siglo de Oro español. Desde un punto de vista cristiano, el paso hacia la muerte venía a desencadenar y a asumir toda una serie de avisos y desengaños que deberían encaminarnos hacia la verdad prometida y basada en la virtud revelada por Dios en la moral cristiana.

En los encabezamientos de estos pliegos suelen aparecer títulos anunciadores del tipo: "denominaciones" "consideraciones", "doctrina", "despertador" o "avisos y desengaños", que proponen al lector una serie de indicaciones o pautas a considerar con la finalidad de distinguir lo correcto de lo incorrecto. Estos escritos vienen a proponer normas o modelos a seguir para tratar de evitar fraudes o engaños mediante ejemplos de conductas que no se ajustan en su conjunto con la realidad. Sus falsas verdades apuntan preferentemente contra las mujeres mediante estrategias de exageración con la finalidad de corregir o enmendar sus formas de comportamiento.

Todo ello, y bajo el disfraz de contrarrestar estas supuestas verdades, no dejan de convertirse en ejemplos de antifeminismo y menosprecio, tan asentado en el imaginario colectivo de la época, con la finalidad de solicitar la gracia y el perdón de un Jesucristo crucificado, como se apunta en algunas de las cabeceras de las hojas volantes. 

Los textos literarios del barroco alcanzaron una notable continuidad temática a través de los pliegos sueltos, donde el sentimiento del desengaño, unido a lo religioso como visión del mundo, vendría a ser la vía adecuada para establecer y consolidar una vida moral acorde con lo preconizado por la iglesia.

La vida, entendida como un tortuoso camino de carácter fugaz e inherente al desengaño, fue propio de la literatura hispánica del barroco, representada en obras dramáticas, como las de Calderón o en la genérica obra de Quevedo. La conciencia de este sentimiento, como ciclo vital, viene a constituir un generador de desencanto que incita a buscar medidas de carácter moral y religioso para reconducir nuestra vida.

Este pliego, editado en Valencia sin año, viene a reflejar una continuación de la visión desencantada propia del barroco y de una vida que busca resurgir con la ayuda de una moral religiosa. Este tipo de pliegos contienen una serie de avisos, pretendidamente didácticos, pero impregnados con un fuerte tufo de misoginia respecto a lo considerado como propio de la conducta de las mujeres y que los hombres deberían adoptar como actitud preventiva para tenerlo en cuenta. Esta divulgación escrita en pliegos sueltos impresos suele contener normas, disposiciones o sentencias que enjuician determinados comportamientos.





©Antonio Lorenzo

viernes, 11 de abril de 2025

Tradiciones populares sobre la Virgen de los Siete Dolores

 

La advocación popular acerca de los Siete Dolores de la Virgen María, tanto en su iconografía como en textos alusivos, alcanzó notable popularidad y difusión a partir del siglo XVI al ser impulsada su figura como madre a través de las órdenes mendicantes de franciscanos y dominicos desde el siglo XIII. Su difusión en pinturas, grabados, esculturas, códices, estampas, libros miniados, etc. se extendió rápidamente al humanizar su figura en escenas de carácter maternal y doloroso por la muerte de su hijo. 

Aunque por lo general resulte desconocido, los Siete Dolores se basan uno a uno en las siguientes referencias bíblicas:
  

También es importante señalar la influencia de los evangelios apócrifos, poco tenidos en cuenta, para resaltar la vida de la madre de Cristo, puesto que en los considerados canónicos u oficiales apenas aparecen testimonios sobre la vida de la Virgen. Pero es durante los siglos XIV y XV cuando un nuevo sentimiento religioso dio lugar a una iconografía sentimental, cargada de expresividad emocional, acerca del dolor y la soledad de la Virgen ante la muerte de su hijo.

Respecto a la literatura popular impresa, en el año 1848 se editaron por distintos talleres de Barcelona estas coplas ilustradas con imágenes de pasajes bíblicos en referencia a los Siete Dolores de la Virgen, así como en pliegos sueltos.




No faltan tampoco los ejercicios de piedad reverenciales impartidos por congregaciones, como la ofrecida anualmente en la ciudad de Lérida.



La alusión iconográfica a la Virgen de los Dolores también abunda en estampas religiosas, pero en esta que reproduzco adquiere un mayor interés, no solo por el pañuelo que lleva en las manos, sino también por los objetos que aparecen a sus pies como signos de la Pasión: La corona de espinas, los clavos de la cruz, el martillo, la escalera, la bolsa con treinta monedas, el guante, la lanza y los dados.


También son frecuentes los gozos dedicados a la Virgen de los Dolores, como en este del año 1855 con las licencias necesarias y acompañados con un acto de contrición, oraciones y curiosas salutaciones a las llagas de las manos derecha e izquierda, así como de los pies izquierdo y derecho, junto a la del costado santísimo.


Composiciones estróficas sobre cada uno de los Siete Dolores también aparecieron en este pliego suelto, proveniente del taller de Pablo Roca en Manresa, especialista sobre todo en estampas religiosas desde aproximadamente 1824 hasta mediados del siglo XX por sus herederos, con referencia en su cabecera a las "innumerables indulgencias concedidas por diferentes Sumos Pontífices", sin especificar ninguno.





La concesión de indulgencias a todo aquel que contribuya con limosnas se refleja también esta hoja suelta con oraciones al levantarse en la mañana y en el mediodía dedicadas a la Virgen de los Dolores venerada en un hospital cordobés.


Las imágenes de la Virgen de los Dolores suelen estar acompañadas de elementos simbólicos que merecerían de una mayor atención.


Las representaciones teatrales sobre los Siete Dolores de la Virgen también se conocían finales del siglo XIX, como sucede con el drama religioso de José Julián Cavero, original de 1869, cuya puesta en escena se produjo años después en diversas ciudades.
  

Dicho drama religioso se representó en el Teatro Muevo Minas de Riotinto (Huelva) en el año 1911 por la Gran Compañía Cómico Dramática de José Vico, donde el apellido del autor del drama, Julián Cavero, aparece con "b" por error en el cartel.


©Antonio Lorenzo

lunes, 7 de abril de 2025

Ilustraciones de pliegos de contenido violento que circularon por Argentina a finales del siglo XIX [y II]

 

Continuando con la entrada anterior adjunto otra serie de cabeceras de pliegos con contenido violento para dar noticia de la distribución y venta de estos papeles en Buenos Aires a finales del XIX como se expresa en el colofón de cada pliego: Véndese; Almacén de papel de Alemany Hermanos. Calle de La Piedad, Nº 53, 55 y 57. Buenos Aires.

Estos pliegos, de procedencia española, fueron puestos a la venta en el almacén bonaerense de papel para su venta y difusión en kioscos, casetas, ferias o de forma directa por ciegos vendedores. El mercado del libro durante el periodo colonial supuso unas complejas redes de intermediarios para establecer las rutas comerciales. Según la legislación de entonces los libros pendientes de circulación estaban obligados a registrarse como mercancías y revisados a su vez por la Inquisición, para mantener la ortodoxia religiosa. Esta censura a la circulación de objetos culturales se llevaba a cabo tanto en los puertos de salida como en los de llegada. Con el paso del tiempo la paulatina relajación de estas medidas propició un mayor intercambio y la circulación de libros, folletos y pliegos de una forma mucho más libre. Hay que tener en cuenta también la importancia del amplio proceso migratorio ultramarino facilitador a su vez de las relaciones comerciales entre las orillas atlánticas. Todo este tipo de material iba transportado en las bodegas de los barcos mediante baúles, fardos o cajones, donde los puertos de Sevilla, Cádiz o Barcelona, jugaron un papel predominante como vías marítimas en el intercambio comercial.

El conocimiento de la circulación de los pliegos sueltos entre las dos orillas atlánticas como ejemplos de la literatura popular impresa entre la península y América, resulta problemático debido a la falta de datos documentales, a lo que se une la mala y deteriorada calidad del papel propia de estos pliegos efímeros en relación a un intercambio de libros a nivel mayorista.

Los pliegos sueltos difundidos en Argentina y en Uruguay a finales del XIX se relacionan con la llamada literatura gauchesca. Dentro de este contexto es importante señalar las características del personaje gauchesco en el siglo XIX rioplatense. Un texto canónico de la literatura gauchesca es El gaucho Martín Fierro, de José Hernández (1834-1886), que se publicó en dos partes: la primera, conocida como la Ida, apareció en 1872, y la segunda, la Vuelta de Martín Fierro, en 1879, coincidente con las fechas que aparecen en los pies de página de los pliegos. Este tipo de elementos discursivos propios de la llamada literatura gauchesca se produjo durante el periodo donde constituidas las nuevas naciones y ya emancipadas de la corona española buscaban su propia identidad desde un punto de vista político, social y económico. Dentro de la cronología de estas manifestaciones literarias asociadas a lo social, al marco histórico y a los cambios más relevantes, se desarrollan durante el último cuarto del siglo XIX, lo que viene a coincidir con la proliferación de este tipo de pliegos. 

Es durante este periodo donde la obra de José Hernández queda convertida en el prototipo referencial como máxima e ilustrada expresión del género y donde se consolida el personaje como representativo del gaucho argentino. Las diversas manifestaciones sobre este tipo de literatura, en cuanto al ambiente rural argentino, su modo de vida y expresando sus protestas frente a las injusticias sufridas, fueron la base de las posteriores transformaciones discursivas. La literatura gauchesca, es toda una construcción cultural que puede rastrearse en abundantes géneros narrativos, así como en obras dramáticas, aunque centrada básicamente en el campo de la poesía.

El gaucho, es un término que viene a representar la identidad genérica del regionalismo rioplatense en cuanto a sus hábitos y costumbres protagonizando una acendrada función social en relación con la cultura popular. Sus expresiones habladas recrean un mundo artificial y pleno de desigualdades e injusticias sociales recreadas por autores cultos, tal y como sucede con los pliegos cuya finalidad es la de conectar con un público de escasos recursos económicos.

Este tipo de narraciones de carácter violento también adquirieron popularidad en México, algunos de ellos relacionados con motivos sobrenaturales o religiosos donde se contrastaba a los cristianos buenos frente a los infieles amparados bajo un controvertido juicio moral. Estos romances, conocidos bajo la discutible etiqueta de vulgares, fueron desembocando con el paso del tiempo al "corrido" mexicano como una nueva forma de popularidad.

La circulación de pliegos sueltos también fue notoria en Chile a finales del siglo XIX y principios del XX, donde los llamados poetas populares, provenientes de medios rurales y afincados en las ciudades, publicaron sus versos con distintas formas métricas y conocidas con el nombre de Lira Popular. Esta denominación reúne toda una síntesis expresiva de la cultura campesina envuelta en versos, como se recoge en el centro de recursos digitales e investigaciones de la Memoria Chilena, con su colección de pliegos sueltos e integrada en la Biblioteca Nacional de Chile.

Esta literatura de cordel adquirió también una notable difusión, que aún se mantiene, en la cultura brasileña desde finales del XIX. Tanto es así que en el pasado año 2018 El Instituto del Patrimonio Histórico y Artístico Nacional ha reconocido a la literatura de cordel como Patrimonio Cultural Inmaterial Brasileño. Este género literario, que puede contemplarse en las hileras de folletos colgados en los tenderetes de ferias y mercados, se ha convertido en todo un oficio y medio de supervivencia de muchos ciudadanos brasileños. Esta forma popular de difundir poesías, vinculadas con las culturas africanas e indígenas, se ha configurado como una de las formas de expresión características de Brasil, impresos en folletos coloreados de gran difusión.

En su conjunto, la relación de este tipo de literatura popular impresa de los pliegos importados a diferentes naciones americanas, en forma de hojas sueltas, modestos folletos, catones, catecismos, almanaques o calendarios ilustrados, tenían por finalidad común el satisfacer a un público popular al que iba dirigido respecto a un tipo de literatura de "bellas letras" más propia de las clases más acomodadas o de un mayor nivel educativo.

Las historias violentas, en definitiva, tuvieran una cierta base real o inventada, se fueron adaptando e integrando para formar parte de la memoria colectiva. Las ilustraciones aportadas vienen a anunciar el contenido efectista de cada pliego de una forma que no coincide literalmente con sus anunciadoras historias truculentas que encabezan sus cabeceras, pero que venían a asegurar la venta de dichos relatos a quienes contemplan visualmente esos grabados.

Este gusto por lo hiperbólico y el tremendismo, cuya procedencia original en los pliegos procede de la península ibérica, su lectura en el presente debe de ser afrontada desde una perspectiva contextual en la época donde se difundieron estos pliegos a finales del XIX. Quienes hemos ejercido una cierta tarea recopiladora de textos transmitidos oralmente hemos apreciado la copresencia de elementos discursivos considerados desde un punto de vista académico como literariamente tradicionales, cultos e históricos conviviendo de forma simultánea con la llamada subliteratura vulgar, algo que era indistinguible para los informantes que compartían su sabiduría popular.

Continuación de las cabeceras de pliegos














©Antonio Lorenzo

martes, 1 de abril de 2025

Ilustraciones de pliegos de contenido violento que circularon por Argentina a finales del siglo XIX [I]


En esta y en la próxima entrada daré cuenta de algunas portadas de pliegos de temática criminal y con contenido violento que circularon por Buenos Aires a finales del siglo XIX. Todas ellas, como ilustraciones de cabeceras de los pliegos, fueron distribuidos desde el mismo lugar: Véndese; Almacén de papel de Alemany Hermanos. Calle de La Piedad, Nº 53, 55 y 57. Buenos Aires. Ello es el motivo para reproducir y agrupar de forma conjunta estas cabeceras por proceder todas ellas del mismo almacén distribuidor en la ciudad de Buenos Aires, cuyas imágenes anticipadoras de lo posteriormente narrado vienen a excitar la morbosidad de los posibles compradores.

Independientemente del desarrollo de la fábula discursiva de cada pliego, las formas de violencia y horror de sus ilustraciones son todo un recurso comercial y estético. Se trata, sin duda, de elementos atrayentes, aunque inapropiados respecto a un punto de vista moral y ético por cuanto atacan a la sensibilidad. Este tipo de ilustraciones, que fascinan y estremecen al receptor, buscaban suscitar un desaforado interés por conocer la historias que se cuentan en cada pliego suelto.

En estos pliegos de contenido violento lo horroroso es un recurso estético para su difusión, tanto desde el punto de vista del impresor como de los vendedores de estas historias. Los motivos violentos, de gran predicamento antiguo se conocen, tanto en la tradición literaria como en la trasmitida oralmente. Estos pliegos, basados en la fascinación que ejercen sus ilustraciones, provocan a su vez todo un rechazo sentimental, aunque atrayente como recurso estético. Si nos atenemos a la visión académica, esta continuidad por lo horroroso o violento viene a enlazar lo culto con lo tradicional y popular. Lo horroroso que aparece en este tipo de composiciones es un aspecto más a tener en cuenta desde un punto de vista multidisciplinar, tal y como sería etiquetado lo maravilloso, lo catastrófico, lo sobrenatural o religioso.

Julio Caro Baroja, ya apunta certeramente en Romances de ciego. Antología, 2ª ed., (1ª: 1966), Taurus Ediciones, Madrid, 1980, p. 10.
El tremendismo no es de hoy. El tremendismo ha constituido siempre parte del instinto literario popular. Pero los ciegos cantores de romances, al menos los antiguos, no podían pensar en la existencia de un tremendismo laico o laicificado, como el que hoy está al uso. Lo tremendo para ellos estaba siempre ligado, de una manera u otra, a lo religioso. Era, usando una fórmula conocida para los historiadores de las religiones, “mysterium tremendum”.
Lo horroroso queda unido a un sentimiento de fascinación como generador de un rechazo hacia la violencia, pero que no deja de ser al mismo tiempo atractivo y fascinante. Estas cabeceras ilustradas de pliegos buscan un efecto de atención inmediata con vistas a sus posibles compradores y lectores. Ello hay que considerarlo como una presumible estrategia, tanto editorial como comercial, para su difusión y venta.

Isabel Segura, en la introducción de su libro: Romances horrorosos. Selección de romances de ciego que dan cuenta de crímenes verídicos, atrocidades y otras miserias humanas, editorial Alta Fulla, Barcelona, 1984, los agrupa según estas pautas:
La selección de romances que presentamos tiene por tema central el crimen -violación grave de la ley moral, escrita o no- y el asesinato -acción de matar con premeditación y alevosía-, acciones ambas transgresoras del orden establecido.
La tipología del asesinato que aquí se presenta se reduce a magnicidios, infanticidios y parricidios, siendo estos últimos los más frecuentes. La víctima no suele ser una sola persona, sino más bien la mayoría de los miembros de la familia, sea porque el hijo mata a padre y hermanos, sea porque el marido (o la mujer) mata a su cónyuge y a los hijos.
Hemos agrupado los romances de asesinatos seleccionados según las causas que los motivaron, que hemos reducido a cuatro: el robo, las pasiones, la perversidad y la política.
Estas estrategias narrativas hunden sus antiguas raíces en una gran pluralidad de relatos, ya sean en versos, novelas, teatro o en cuentos tradicionales como continuidad cultural. Desde un punto de vista académico su contenido narrativo debe de ser comparado con otras formas de discurso, tanto orales como escritas, así como sus cruces y permanencias discursivas a lo largo del tiempo.

La finalidad de esta primera entrada solo pretende señalar la importancia que tuvo el comercio marítimo en el traslado de libros y pliegos de la península hacia Iberoamérica y que adquirieron notable difusión y éxito en los países receptores como entretenimiento popular. Como curiosidad, muchos de sus historias se asocian como sucedidas en localidades peninsulares, aunque su difusión se estableciera en Buenos Aires.

A este tipo de ilustraciones acerca de crímenes horrorosos ya dediqué, hace doce años, una entrada generalista sobre algunos impresos sueltos distribuidos por talleres españoles.













©Antonio Lorenzo

lunes, 24 de marzo de 2025

La confesión de una niña arrepentida a los pies del confesor

 

Antes de dar paso a los pliegos reproducidos donde una niña se confiesa a los pies del confesor, creo de interés el recordar algunos datos sobre los requisitos que debían cumplir los confesores para ejercer su oficio como mediadores para la absolución de los pecados. Me baso para ello en algunos de los aspectos estudiados en el sugerente libro de Gérard Dufour: Clero y sexto mandamiento en la España del siglo XVIII (Valladolid, Ámbito ediciones, 1996), donde nos ofrece un extenso y rico recorrido sobre las condiciones a cumplir por todo confesor para ejercer su labor y obtener la consabida licencia del obispo o de la jerarquía superior.

La antigua desconfianza de la jerarquía eclesiástica respecto a la relación de los confesores con las monjas y con las mujeres en general, les obligaba a cumplir y aceptar escrupulosamente toda una serie de requisitos para poder ejercer su labor mediadora y evitar el que cayesen en tentaciones. Del recelo de la jerarquía eclesiástica sobre el dudoso comportamiento de los confesores respecto a sus penitentes femeninos, queda constancia en muchas de las causas conservadas por el Santo Oficio de la Inquisición que pretendía dar cuenta y poner fin a los tantos abusos que conocían. Ello también quedaba recogido y censurado por decreto en algunos textos de los pliegos sueltos, canciones y coplas que recogían motivos relacionados con la práctica confesional, como es el caso de la dictada censura expurgatoria de unos extendidos papeles en el año 1817.



A medida que fueron transcurriendo los años los manuales de confesores fueron poco a poco dejando de tener importancia. En ellos se detallaban o sugerían las penitencias a aplicar según los pecados confesados con especial dedicación al referido sexto mandamiento. En el Catecismo práctico y útil para la instrucción y enseñanza fácil de los fieles y para el uso y alivio de los señores párrocos y sacerdotes del padre Pedro Calatayud, se anotaban las penitencias a seguir.
"Por provocar el aborto después de cuarenta días de preñado, tres años de penitencia.
Por un pecado de simple fornicación, siete años de peni­tencia. La casada que cometió un adulterio, diez años de penitencia, y si su marido fuese consentiente, peni­tencia toda la vida. El soltero que cayó con casada, siete años de penitencia. La viuda o doncella que cayó con casado, diez años de penitencia. Por el pecado de bestialidad, sodomía o pecar con parientas, más de siete años de penitencia...".
En este mismo Catecismo práctico, se detallaban las penas que se debían imponer a los confesores por la seducción y caída en la tentación de la carne, a la que, por cierto, se echaba más culpa a las mujeres que a los propios confesores.
"El sacerdote que cayó en pecado de fornicación, diez años de penitencia, desta suerte: tres meses encerrado, vestido de saco, comiendo pan y agua de veinticuatro en veinticuatro horas, excepto los días de fiesta en que podrá comer pescado y beber vino. Después, por dos años y medio, ayunar a pan y agua, excepto los días de Fiesta y hasta los siete años, tres días a la semana, pan y agua; salvo el tiempo de Pascua, y hasta cumplir los diez años, pan y agua los viernes. Si cayó con hija de confesión o que bautizó, o de quien fue padrino, doce años de penitencia. ¡Mirad ahora qué penitencia debéis hacer las que habéis pecado con un sacerdote! A lo menos diez años por el horrendo sacrilegio".
Si la joven era pobre o de baja condición social, de cara a conseguir sus lascivos fines el sacerdote la proponía el matrimonio para seducirla cuanto antes. La distinción entre la gente rica o pobre, al igual que las diferencias de instrucción, eran también un argumento que tenía en cuenta la jerarquía de cara a dictar una penitencia más o menos dura a cumplir por el confesor interesado en entablar relaciones.
 
El año de 1828 se publicó en Roma El Santo Tribunal de la penitencia: instrucciones y doctrina para administrar dignamente este sacramento, por los sacerdotes de la Pía Unión de San Pablo Apóstol, siendo traducida al castellano por Juan Díaz de Baeza y publicada por la imprenta de D. J. Palacios en 1832.

Desde tiempo antiguo ya se aconsejaba a los confesores hablar con cautela y con la prudencia necesaria, sobre todo en lo concerniente al sexto mandamiento, y no utilizar abundantes palabras sobre ello ni detenerse mucho en la explicación sobre el modo y formas en cómo se cometieron los pecados.
 
El sacramento de la penitencia, en definitiva, fue aprovechado por la jerarquía como un control social donde los confesores acusados de proponer o entablar relaciones con todo tipo de mujeres fueron etiquetados como los solicitantes.

Los pliegos

En este primer pliego el confesor incita a la niña a que detalle con precisión su enamoramiento hacia un oficialito seductor y todo lo que sucedió después, por lo que acabó abandonando el convento donde se hallaba. El interés del confesor sobre los detalles de la relación es manifiesto identificándose sesgadamente con la actuación del militar.

Finaliza el pliego con la canción La monja arrepentida, al enamorarse visualmente de un bello joven desde el coro, lo que le produjo ardientes ensoñaciones al tiempo de lamentarse por haber aceptado ser novicia de Santa Clara. Todo ello con tono satírico.

Este pliego fue editado en Madrid por Marés en el año 1848.





🔅🔅🔅🔅🔅

En este segundo pliego se nos presenta a una niña tutelada por un viejo setentón que la cree modelo de buena educación, hasta que la sorprende coqueteando de una forma planificada con numerosos galanes. Descubiertos por el tutor los devaneos de la niña, le reprocha su conducta como impropia de toda mujer. Ella dice admitir sus consejos arrepintiéndose de sus flirteos y las estratagemas urdidas con los galanes. Reconoce y da la razón a su tutor, pero a la postre, y como resumen final antifeminista, toda mujer es complaciente y buena amiga... pero de mala intención.

El pliego acaba con la canción que se cantaba en el drama titulado La segunda dama duende, entresacada de la comedia en tres actos de Ventura de la Vega, publicada originalmente en 1842, que a su vez reivindica y retoma el título de La dama duende, una de las obras teatrales más conocidas de Calderón de la Barca, como exponente del subgénero de la comedia de capa y espada. En ambas se desarrollan juegos de amores, guiños cómicos y enredos amorosos dentro de un ambiente urbano y que Ventura de la Vega actualizó en su comedia como reconocimiento y tributo al teatro áureo. 





🔅🔅🔅🔅🔅

En este último pliego el confesor quiere conocer, mediante sus interesadas preguntas, todos los detalles y pormenores sobre aquello que confiesa la niña. El pliego acaba con la pregunta del confesor a la penitente sobre cuándo volverá de nuevo a confesarse con él, a lo que la niña responde: "este cuándo no lo sé".





©Antonio Lorenzo