sábado, 22 de noviembre de 2025

Limosna a los pobres ciegos puesto en quintillas para cantar en guitarra

La figura del ciego como rezador de oraciones o vendedor de almanaques y pliegos de cordel se remonta a siglos atrás prolongándose, incluso, hasta el siglo XIX y comienzos del XX. El ciego cantor, como mediador cultural, se asocia a su carácter itinerante, lo que les permitía conocer mejor la realidad social que aquellos que permanecían en sus casas y sin habituales traslados. Sobre la autoría de lo que cantaban o transmitían se conocen dos alternativas: la de ser ellos mismos los autores, como ocurre en el pliego reproducido, o como trasmisores de los textos compuestos por otros, que es sin duda la más prolífica. Su trashumante actividad le sitúa en una especie de medio camino entre su actividad legal, amparada por las hermandades de ciegos, donde contaban con privilegios, o bien por su actividad clandestina al margen del consentimiento aprobatorio de las autoridades.

La animadversión de los ciegos pertenecientes a hermandades respecto a los mendigos que no estaban asociados y carecían de prerrogativas comerciales viene de muy antiguo. Los mendigos indigentes no estaban autorizados para la venta de papeles divulgadores de todo tipo, puesto que los ciegos integrantes de la hermandad eran quienes estaban autorizados para vender y transmitir romances y variadas coplas como noticias, milagros y todo tipo de chismorreos y fantasías. Solían acompañarse preferentemente de una guitarra, aunque también podían hacerlo con zanfona, violín, acordeón o con un simple pandero para obtener limosnas o donativos.

Las cofradías y hermandades de ciegos ya se conocen desde épocas medievales hasta el siglo XIX, sobre las que existen documentados estudios particularizados. La creación de estas hermandades tenía una clara finalidad, no solo caritativa, sino también defensiva con el propósito de ser una ayuda comercial y económica al estar exenta, en su caso, de cargas fiscales. Con el paso del tiempo, estas hermandades ejercieron todo un control sobre la difusión de estos impresos populares otorgando a sus miembros el monopolio para su venta ambulante, lo que ocasionó enfrentamientos con aquellos que carecían de dicho privilegio siendo considerado como formas de intromisión por las autoridades.

La relación de estas hermandades o cofradías con los libreros o impresores, constituyen también una fuente de interés al tener la posibilidad de negociar o asumir lo que se tenía que difundir, siendo aprovechado por unos y por otros como incipiente negocio. El desacuerdo entre las congregaciones de ciego con aquellos impresores que no cumplían con lo acordado previamente, desencadenó pleitos jurídicos, lo que ha merecido documentados trabajos que contribuyen al conocimiento de la sociedad pasada, como el desarrollado por Cristóbal Espejo en Pleito entre ciegos e impresores (1680-1755), en la Revista de la Biblioteca Archivo y Museo (Ayuntamiento de Madrid, abril, 1925, t. II, núm. VI.  En dicho trabajo da noticias, entre otras, de la demanda por parte de la congregación de ciegos al impresor que les surtía de almanaques y calendarios que utilizaba diferentes tipos y géneros de papel, dando a los ciegos el papel malo y quedándose con los mejores como argucia para venderlos libremente y sacar un mayor beneficio.
[...] la  pretensión  de  los ciegos,  reducida  a un  derecho  de  venta  con  ribetes  de  preferencia  y  al  respeto  a  la  tasa  que  creían  vulnerada,  deriva  además  a  un  derecho  de tanteo  y  a  otro  de  impresión  privilegiada,  y  se  extiende,  por  estos  momentos,  desde  los almanaques y  calendarios hasta  las relaciones  de  los buenos  sucesos  y  novedades  que  las  restricciones y  costumbres  legales  de  la  época  impedían,  como  es  sabido,  el  conocimiento al  público  de  cualesquier  noticias  exactas  como  no fuesen  de  buen  gobierno o  las supiera  la  colectividad  de  modo  subrepticio. (pág. 209)
Para salvar estas posibles controversias, en una gran mayoría de pliegos no aparece el nombre del autor de los textos ni tampoco el año de impresión, lo que daba la opción de difundirlos por numerosos territorios sin que se tuviera que pedir las licencias correspondientes al ampararse en el anonimato de los mismos o bien defenderlos como propios.

Los ciegos cantores y difusores de pliegos o estampas no deben considerarse como afines o comparables con los mendigos videntes, aunque puedan convivir con ellos, pues gozaban de unas prerrogativas de las que carecían los mendigos marginales, puesto que no pedían a cambio de nada, sino que vendían de alguna forma lo que transmitían en papeles. Ello era una forma de que no se asociara a estos ciegos con los vagabundos o con comunidades gitanas.

Todo ello hay que encuadrarlo en un contexto socio-histórico, aunque en este caso lo que se pretende es simplemente el reproducir un pliego como propiedad de su autor y cuya finalidad era la de conseguir limosna o donativos a cambio de lo cantado o recitado acompañado por la guitarra.

La figura del ciego cantor no solo aparece en novelas picarescas o en piezas teatrales, como comedias, entremeses o pasillos, sino que también aparece en alguna zarzuela donde se solicita "Una limosnita para el pobre ciego", incluido en la zarzuela La alegría de la huerta, en un acto y tres cuadros, estrenada en el Teatro Eslava de Madrid el 20 de enero de 1900, con libreto de Enrique García Álvarez y Antonio Paso y música de Federico Chueca (1846-1908). 

En la recopilación de artículos recogidos en Los españoles pintados por sí mismos (2ª ed., 1851), donde se recogen numerosos artículos de carácter costumbrista publicados entre 1843-1844, uno ellos se dedica ampliamente a la figura del ciego, escrito por Antonio Ferrer del Río y Juan Pérez Calvo. En dicho artículo al personaje del ciego se le adjudican una serie de características con el fin de aprovecharse de su carencia de visión.
«Camastrón de por vida, bachiller en embustes, licenciado en malicia y doctor en charla sin haber asistido a seminario, universidad y colegio: charlan de noticias, mercader de jácaras y baratillero de fenómenos sin que se le incluya en las listas del subsidio, saludémosle con la afabilidad y cortesía de que seamos capaces, por advertirse en él toda la perfección, toda la belleza, toda la bizarría del modelo. [...] Por supuesto es rarísimo el Ciego que pide limosna de casa en casa, salvo los que han perdido su vista en la última fratricida guerra».

Ciego popular en Cádiz, acuarela del siglo XIX del pintor argentino Prilidiano Pueyrredón

El poeta mexicano Francisco de Icaza paseando con su mujer en su visita a la Alhambra de Granada le salió al encuentro un ciego que les tendió la mano para pedirles una limosna. Ello le inspiró unos escuetos versos que se han convertido en todo un patrimonio de la ciudad y que pueden leerse en numerosos sitios y reproducidos a la venta en piezas cerámicas.

Dale limosna, mujer,
que no hay en la vida nada
como la pena de ser
ciego en Granada.

Granada está considerada como una de las ciudades más bellas de España, por lo que carecer de visión es una gran pena al no poder contemplar tanta belleza, lo que inspiró de forma espontánea al mexicano estos emocionales versos que actualmente son recurrentes en toda la ciudad.

Francisco de Icaza (Ciudad de México, 1863 - Madrid, 1925) fue un poeta e historiador que se afincó en España, y ministro plenipotenciario en Berlín y en Madrid, a donde llegó como exiliado tras la Revolución mexicana. Autor de libros sobre la literatura del Siglo de Oro, fue Premio Nacional de Literatura por su obra Lope de Vega, sus amores y sus odios.

Cuando Antonio Gallego Burín fue nombrado como director general de Bellas Artes en 1951 pidió que se grabaran estos versos en una placa de mármol para ponerla en la muralla cerca de la Puerta del Vino de la Alhambra.  Se recuerda su trayectoria como crítico e historiador al figurar su nombre en una de las calles Madrid y recordado igualmente por ser el padre de la periodista y escritora Carmen de Icaza.


En la cabecera del pliego reproducido aparece como Romance Nuevo titulado Limosna a los pobres ciegos, puesto en quintillas para cantar en guitarra. Al titularlo como romance nuevo subyace la intención de atraer a un mayor público al escuchar el término de nuevo, aunque luego se trate de unas malogradas quintillas compuestas por un pobre ciego mallorquín. 

El ciego, que se encuentra alojado en un hostal, pide limosna para comer un guisado. Alude a que, si le dan limosna, no será en vano, pues Dios lo tendrá en cuenta. La alusión a Dios y a los beneficios que les aportará a quienes den limosna a los carentes de visión se desarrolla en estas defectuosas quintillas, pero que son un recurso utilizado por el ciego mallorquín, donde dice que no cantaría si la vista tuviese. La alusión de dar limosna, como ejemplo de caridad cristiana y como forma de asegurarse una silla en el gran Reino del cielo, como se indica en el pliego, es un argumento recurrente y utilizado de forma eficaz por los ciegos cantores.

El pliego fue impreso por la imprenta mallorquina de Bartolomé Rotger, quien fuera el tercer socio de la empresa "Imprenta y Librería de Juan Colomer", constituida el 14 de julio de 1868.





©Antonio Lorenzo

viernes, 14 de noviembre de 2025

Disputa entre un barbero y un sacristán sobre la paz en España

 

En el pliego reproducido se expresan las opuestas ideas sobre la paz en España entre un sacristán y un barbero a consecuencia del conocido Abrazo de Vergara de 1839. Ello hay que encuadrarlo al fin de la Primera Guerra Carlista tras el significativo acuerdo entre Maroto, general de las tropas carlistas, y Espartero, representante de la ideología liberal.

Con el convenio, firmado el 31 de agosto de 1839, se puso fin a la Primera Guerra Carlista mediante el apretón de manos de los generales de ambos bandos donde se ratificaba la rendición del ejército carlista, aunque respetando el régimen foral de los territorios vascos y navarros.

Dicho acuerdo fortaleció la posición de Espartero, que acabó convirtiéndose en regente del reino, aunque todo ello no acabó con las guerras carlistas, ya que se prolongaron en otras dos ocasiones. Los carlistas, bajo el lema Dios, Patria y Rey, lucharon contra los defensores progresistas y liberales a lo largo de las tres guerras civiles.


La ideología carlista del general Maroto se basaba en la pretensión de reconocer como rey al infante Carlos (hermano de Fernando VII) frente a la hija de Fernando, la futura Isabel II. El carlismo fue un movimiento político tradicionalista basado en la unidad católica de España frente a las reformas políticas sostenidas por un gobierno progresista y libertario.

En el pliego se postulan las ideas sostenidas, tanto por el sacristán como por el barbero, y ejerciendo como mediador un discreto y anciano labrador que acaba por posicionarse a favor de la ideología liberal a modo de "consejos vendo, pero para mí no tengo". Las divergencias ideológicas entre el sacristán y el barbero, como consecuencias de la paz firmada por ambos generales, pueden seguirse de una forma sencilla a través de la lectura del pliego. Pero aparte de estas discrepancias, lo que me parece más notorio es el comentar algo sobre los estereotipos y atribuciones populares asociadas a los personajes del sacristán y del barbero.

Según se señala en el pliego las características físicas del sacristán son las de un hombre "encogido y contrahecho, muy metido de barriga y sacado de trasero", contrastando con las atribuidas al barbero, como un mocito de estos tiempos y defensor de las ideas liberales.

El sacristán, entre otros menesteres, ejercía la labor de campanero en su localidad y donde a través de diversos toques transmitía mensajes sonoros, interpretados convenientemente por el pueblo, donde se anunciaban horas, misas, óbitos, fiestas, tormentas o incendios, con un claro valor social que se ha ido perdiendo a lo largo del tiempo por la desgraciada incorporación de los motores electrificados en los campanarios, lo que ha supuesto toda una pérdida patrimonial y cultural.

El sacristán, como asistente del sacerdote, es un personaje muy recurrente en pasillos, sainetes y entremeses, donde suele presentarse como un pretendiente cortejador, pero que acaba siendo despreciado por la mujer. El personaje del sacristán en el teatro breve suele ser representado de una forma satírica y burlona.

Como es sabido, cada localidad tenía su forma de asumir e interpretar los sonidos de la campana que podían coincidir o no con otros. Ejemplo de un documentado recorrido localista es el El lenguaje de las campanas en la ciudad de Jódar (Jaén), que puede consultarse a través del siguiente enlace:

 https://www.cervantesvirtual.com/obra-visor/el-lenguaje-de-las-campanas-en-la-ciudad-de-jodar-jaen/html/

En la obra Los españoles pintados por sí mismos, que comenzó a publicarse en artículos sueltos y por entregas por diversos autores a finales de 1842, apareció en dos volúmenes como recopilación entre 1843 y 1844 a cargo del librero y editor Ignacio Boix siendo reimpresa posteriormente en un solo volumen en 1851. Entre los numerosos artículos e ilustraciones que aparecen en dicha recopilación, hay dos autores que se detienen en las figuras del sacristán y el barbero.

El personaje del sacristán aparece en dicha recopilación, cuyo autor corresponde a Vicente de la Fuente, donde se resalta el que se le conozca por chupalámparas, rascacirios, músico de cuerda y de viento, aludiendo a la manera de tañer la campana, o apodado como gori-gori por su forma de cantar con gorgoritos o leer de forma quebradiza los textos de las lecturas. Entre sus actividades también le correspondía ser el encargado habitual para retocar pinturas:

«Él es quien pinta el rodapié de la iglesia con cal y carbón de sarmiento molido, y si algún niño Jesús está bajito de color, le da en los carrillos un poco de minio ú bermellón. Retoca los bigotes á los judíos del monumento, restaura los cuadros de la iglesia poniéndoles por detras parchazos de papel con engrudo, y con figurin, ó sin el, será capaz de vestir á las tres Marías de beatas y al Cirineo con zaragüelles de papel». (1851, pág. 158)
Por ilustrar algo más la figura del sacristán, adjunto esta canción satírica sobre el oficio de campanero entresacada de un pliego editado por José María Moreno en Córdoba.



El otro personaje significativo que aparece en el pliego es el correspondiente al barbero.



El hecho de atribuir al barbero el que tañese una guitarra se enmarca en una tradición que proviene de finales del siglo XVI, según analizan y describen Alberto del Campo Tejedor y Rafael Cáceres, en su extenso y documentado estudio Tocar a lo barbero. La guitarra, la música popular y el barbero en el siglo XVII, (Boletín de Literatura Oral, Universidad de Jaén, vol. III (2013). El arquetipo imaginario del barbero no se reducía tan solo a su labor para peinar, rasurar o como rociador de bola de jabón para cubrir de espuma el rostro antes de afeitar, sino también como sacamuelas y hacedor de sangrías. A ello se unía también el de cantar mal y tocar peor. La barbería se convirtió, pues, en todo un lugar de entretenimiento, de reuniones y tertulias y donde el barbero encarnaba todo un prototipo populachero que puede rastrearse en numerosas obras del teatro breve del XVII.

El barbero, asociado como un "santo y seña" a la guitarra y a su oficio, aparece en numerosos entremeses literarios como prototipo de un personaje guitarrero y abierto a toda charla desenfadada.

Ya en el pliego se apunta sobre el barbero:

«un mocito de estos tiempos,
de los que tañen guitarra
 y dicen dos mil requiebros
a las mozas lugareñas
que llenan su ojo derecho».

En el escrito por Antonio Flores sobre el barbero en Los españoles pintados por sí mismos, expresa:
«Su habilidad en la guitarra le proporciona varios admiradores, que á poco mas se llaman sus amigos, y andando el tiempo enferman, porque la Sociedad de Seguros generales no llega á prevenir las calenturas ni las tercianas. Esta última enfermedad es la que mejor conoce el Barbero, gracias á los muchos desgraciados que imploran su auxilio cuando sienten el frío de la calentura». (1851, pág. 26)
Una conversación popular ya recoge esa doble habilidad:

Barbero: Tocar una guitarra es lo primero
que ha de saber hacer un buen barbero.
Dama: ¿No es mejor hacer barbas y sangrías?
Barbero: Eso ha de ser después de la folía.

Tras la reimpresión del pliego por N. Espinosa en Santiago de Compostela, adjunto a continuación una lámina donde se se exalta la figura de Espartero tras el Abrazo de Vergara.





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©Antonio Lorenzo

miércoles, 5 de noviembre de 2025

Las lavanderas de Madrid en el Manzanares

 

En el pliego reproducido más abajo se comenta el agradecimiento de las lavanderas madrileñas que ejercían su labor en el río Manzanares a la atención prestada por la reina María Victoria dall Pozzo, esposa de Amadeo I de Saboya, durante su efímero reinado.

En una anterior entrada en este mismo blog, del 6 de junio de 2018 del que adjunto el enlace correspondiente, ya dediqué una serie de datos y comentarios sobre el precario oficio de las lavanderas tal y como figuraba en un pliego del año 1706 donde dos lavanderas entablaban una irónica conversación en la que criticaban todo tipo de asuntos y terminando con la frase: "todo saldrá a la colada". 


María Victoria dall Pozzo (1847-1876) fue una reina fugaz y muy poco reconocida a pesar de mostrar una gran empatía con las mujeres humildes y vulnerables. Fue la promotora de la construcción de un asilo para acoger a los hijos de entre 3 y 6 años de las mujeres que faenaban ejerciendo tan precaria labor.

El oficio de lavanderas se conoce desde finales del siglo XVI con especial arraigo desde finales del siglo XIX hasta las primeras décadas del siglo XX.

Inauguración del Asilo en 1872 (Dibujo de F. Miranda en la 'Ilustración Española y Americana')

El asilo fue construido en la glorieta de la Puerta de San Vicente, muy cercana al río, inaugurándose el día 13 de enero de 1872 con la asistencia de ministros e importantes cargos del ayuntamiento y de la diputación madrileña. La gestión del nuevo asilo fue encargada a la Congregación de las Hijas de la Caridad y denominado como "Casa del Príncipe".

El edificio continuó ejerciendo de asilo hasta su destrozo durante la Guerra Civil, aunque no se acabó con la institución, puesto que fue trasladada a la plaza de Francisco Morano, en la esquina del Paseo de Pontones con el Paseo Imperial el año 1943 en un edificio construido por la Dirección General de Regiones Devastadas en terrenos cedidos por el Ayuntamiento, denominándose como "Albergue de María Cristina", dependiente del Ministerio de Gobernación y ejerciendo actualmente como servicios sociales del Ayuntamiento.

Edificio en la plaza de Francisco Morano

La trayectoria de María Victoria como reina de España y esposa de Amadeo I, duró poco más de dos años: desde el 2 de enero de 1871 hasta el 11 de febrero de 1873, fecha en la que el rey pidió su abdicación al trono de España debido a las tremendas discrepancias entre los partidos políticos y la animadversión hacia su figura por parte de la aristocracia y de la gente noble en general.


Tras el efímero reinado de Amadeo I de Saboya y de su esposa, el 12 de febrero de 1873 salieron de España donde María Victoria murió en San Remo a la temprana edad de 29 años el 8 de noviembre de 1876 como consecuencia de la tuberculosis.

El duro trabajo de las lavanderas comenzaba a primera hora de la mañana tras recoger la ropa sucia que les llevaban los llamados esportilleros. Su tarea consistía en usar las manos para frotar y enjabonar la ropa sucia en piedras o en una plancha de madera y acabar su duro trabajo hasta llevar la ropa a secar en los secaderos públicos hasta que se doblaba en cestos y era devuelta de nuevo por los esportilleros a los domicilios de donde procedían.


Lavanderas en el Puente de Segovia

Lavanderas arrodilladas en cajones para resguardarse

Un paisaje blanco por tanta ropa tendida a modo de banderas

    Lavaderos a orillas del Manzanares

La actividad de este colectivo de mujeres lavanderas cesó alrededor del año 1926 debido a la canalización del río Manzanares y a la paulatina llegada del agua corriente a las casas particulares.

A lo largo de los tantos años de la precaria actividad llevada a cabo por las lavanderas se ha dado el nombre de Parque lavanderas del Manzanares a una zona verde situada entre el Paseo de las Delicias y la calle del Gasómetro dentro del distrito de la Arganzuela madrileña como reconocimiento a su labor.


Tras comentar el contenido del pliego creo de interés el repasar gráfica y literariamente uno de los barrios más pobres por entonces de la capital, conocido por el Barrio de las Injurias y su estrecha relación con el oficio de las lavanderas.

El pliego

En el pliego reproducido a continuación se recoge la donación monetaria efectuada por muchas de las lavanderas para colocar una placa en el monumento fúnebre de la familia Saboya, Sala de las Reinas, como aparece en otros documentos consultados, donde se expresa:
"En prueba de respetuoso cariño, a la memoria de doña María Victoria, las lavanderas de Madrid-Barcelona-Valencia-Alicante-Tarragona. A tan virtuosa señora".
A continuación, se agrega en el pliego un Bonito tango americano con los amores de Domingo con una cubana. El llamado genéricamente tango americano pertenece a una familia rítmica originaria de Cuba que se fue extendiendo a otros países latinos al igual que lo fue en España y Portugal. La confusión de englobar al tango el término americano es para incorporar estos patrones rítmicos a su presencia en otros países. A mediados del siglo XIX ya se conocían estos tangos cubanos o americanos

Charles Davillier, en su Voyage en Espagne, escribe en 1862 que asistió y escuchó a una veintena de andaluces coplas del tango americano como propio de las canciones populares de Andalucía y usado también en la zarzuela de la época. 
"El turno de las danzas no tarda en volver y una joven gitana, de piel cobriza, cabellos crespos y ojos de azabache –como dicen los españoles– danza el tango americano con un ardor extraordinario; el tango es una danza de negros de carácter muy brusco y fuertemente acentuado; se puede decir otro tanto de la mayor parte de los aires que tienen el mismo origen y especialmente de aquélla que comienza con estas palabras: «¡Ay! ¡Qué gusto y qué placer!», canción tan popular desde hace algunos años como el tango".  
Las referencias al tango (americano, habanera o argentino) es todo un complejo tema que admite diferentes variantes y que se extendió a lo largo del siglo XIX.






El barrio de las Injurias

El Barrio de las Injurias, uno de los barrios más pobres por aquel entonces de la capital, se encontraba colindante con el río Manzanares. Su nombre proviene de una imagen sagrada católica situada en un antiguo humilladero en el Paseo del Cristo de las Injurias en lo que es hoy el Paseo de Yeserías, llamado así por haber sido un lugar referente en la industria del yeso.


El escritor vasco Pío Baroja, en La Busca, primera novela de su trilogía «La lucha por la vida», hace mención de aquellos barrios pobres tan sumidos en la pobreza:
«Por el Puente de Toledo pasaba una procesión de mendigos y mendigas, a cual más desastrados y sucios. Salía gente, para formar aquella procesión del harapo de las Cambroneras y de las Injurias; llegaban del paseo Imperial y de los Ocho Hilos; y ya, en filas apretadas, entraban por el puente de Toledo y seguían por el camino alto de San Isidro a detenerse ante una casa roja a recibir la doctrina, a cambio de escuchar sermones que daban las señoras de la alta sociedad, recibían ayuda, comida, ropa o sábanas limpias».

 Arturo Barea (1897-1957), hijo de quien fue una lavandera madrileña que se ganaba la vida lavando ropa militar, rememora su infancia en La forja de un rebelde, novela autobiográfica dividida en tres partes y que fue publicada entre 1940 y 1945 durante su exilio en Inglaterra. Para su publicación en España hubo que esperar al año 1978, una vez fallecido Franco y asentados los inicios de la democracia. En su primera parte recuerda el Barrio de las Injurias y cómo su madre (Leonor), acudía a lavar al Manzanares. La cita que entresaco del primer capítulo es larga, pero creo que significativa para enmarcar aquellos años de su infancia y el trasiego de prendas lavadas y recogidas.

«Los doscientos pantalones se llenan de viento y se inflan. Me parecen hombres gordos sin cabeza, que se balancean colgados de las cuerdas del tendedero. Los chicos corremos entre las hileras de pantalones blancos y repartimos azotazos sobre los traseros hinchados. La señora Encarna corre detrás de nosotros con la pala de madera con que golpea la ropa sucia para que escurra la pringue. Nos refugiamos en el laberinto de calles que forman las cuatrocientas sábanas húmedas. A veces consigue alcanzar a alguno; los demás comenzamos a tirar pellas de barro a los pantalones. Les quedan manchas, como si se hubieran ensuciado en ellos, y pensamos en los azotes que le van a dar por cochino al dueño.

   Por la tarde, cuando los pantalones están secos, ayudamos a contarlos en montones de diez hasta completar los doscientos. Los chicos de las lavanderas nos reunimos con la señora Encarna en el piso más alto de la casa del lavadero. Es una nave que tiene encima el tejado doblado en dos. La señora Encarna cabe en medio de pie y casi da con el moño en la viga central. Nosotros nos quedamos a los lados y damos con la cabeza en el techo. Al lado de la señora Encarna está el montón de pantalones, de sábanas, de calzoncillos y de camisas. Al final están las fundas de las almohadas. Cada prenda tiene un número, y la señora Encarna los va cantando y tirándolas al chico que tiene aquella docena a su cargo. Cada uno de nosotros tenemos a nuestro lado dos o tres montones, donde están los «veintes», los «treintas» o los «sesentas». Cada prenda la dejamos caer en su montón correspondiente. Después, en cada funda de almohada, como si fuera un saco, metemos un pantalón, dos sábanas, un par de calzoncillos y una camisa, que tienen todos el mismo número. Los jueves baja el carro grande, con cuatro caballos, que carga los doscientos talegos de ropa limpia y deja otros doscientos de ropa sucia». (Capítulo 1 del primer tomo)

 


Para saber más

Carmen Gallardo, periodista y escritora, contextualiza documentalmente a la que fue patrocinadora de la creación del Asilo de las Lavanderas en su novela histórica La reina de las lavanderas, publicada en Madrid el año 2012 por La Esfera de los Libros.


©Antonio Lorenzo

sábado, 25 de octubre de 2025

Sufrimientos en la nación por la diversidad de ideas entre unos y otros


El pliego reproducido viene a señalar que la confrontación de ideas y las discrepancias ideológicas viene de antiguo en lo que actualmente viene designándose con el término "polarización". La diversidad de ideas se contextualiza en el pliego a través de diferentes apartados sin recurrir a la palabra que actualmente se ha puesto de moda y dejando al margen su más acorde sentido significativo.

En estos últimos años el término polarización se ha popularizado y extendido su significado a cualquier situación de confrontamiento contextual utilizado de una forma abusiva y estratégica, tanto por parte de los medios informativos como de las redes sociales, con el fin de captar la atención y posicionarse en un lado frente al otro. Dicho término se utilizaba básicamente en el terreno de lo científico o tecnológico, pero su uso en la actualidad se ha extendido a cualquier forma de discrepancia, ya sea política, económica o cultural buscando conseguir un efecto exagerado e incisivo encuadrado en una postura ideológica sin apenas fisuras o matizaciones.

Es tal la incidencia del término polarización en los últimos años que La Fundación del Español Urgente (FundéuRAE), promovida por la Real Academia Española y la Agencia EFE, ha escogido dicho término como la palabra del año 2023 frente a las otras doce candidatas finalistas como ejemplo representativo y de elevada presencia en los medios de comunicación.

El fenómeno creciente del uso del término, abierto a cualquier significado para expresar oposición, conlleva todo un recurso añadido de cara a fomentar lo emocional y afectivo y sumergirse en un marco ideológico como herramienta acrítica, sin apenas aristas y alejada de cualquier divergencia. 

Si nos detenemos en este pliego del siglo XIX se postulan las distintas controversias en los siete apartados recogidos.

 - Las lágrimas
 - Buenos y malos
 - Madres e hijos
 - La duda
 - El siglo
 - Tristeza y alegría
 - El telar

En último apartado del pliego comienza con una recurrente cuarteta de amplio recorrido:
Hoy la España es un telar
y el que se meta a tejer
va enredando más la tela
que el que tejió antes en él.
La metáfora del telar, como máquina artesanal destinada a tejer mediante un entramado de hilos y urdimbres para elaborar tejidos, viene a simbolizar de forma alegórica los entrecruzamientos y la diversidad de ideas que son propias de la complejidad inherente a toda realidad social.

El telar constituye metafóricamente un marco de referencia donde los hilos propios de la urdimbre son la clave del desarrollo y resultado final del tejido a elaborar. El telar es todo un símbolo ancestral desde la mitología griega, donde Aracne, de gran habilidad tejedora, desafió a la diosa Atenea acabando castigada y transformada en araña y condenada a tejer sin cesar.

Velázquez - La Fábula de Aracne o Las hilanderas
El telar, con su variedad y manejos de hilos y urdimbres, viene a simbolizar de manera metafórica cualquier realidad social desde la noche de los tiempos.

El pliego fue impreso en Madrid, sin que figure el año, por la Imprenta Universal, fundada en 1850 y de la que se conocen distintos emplazamientos, entre otros: uno, en la calle Cabestreros, 5; en la travesía de San Mateo, 1, en la calle del Oso, 21 y en la Carrera de San Francisco, 6.





©Antonio Lorenzo

domingo, 19 de octubre de 2025

La cubana americana


En los dos pliegos reproducidos se nos narra la salida de un viajero desde Cuba hacia España a través de un "paquete" proveniente de Nueva York en el que venía desde allí una cubana. El término "paquete", se relaciona y hace referencia a cómo se denominaban entonces a las embarcaciones que transportaban correos, y también pasajeros, entre las orillas trasatlánticas de unos puertos a otros. Dicho término, ya desusado completamente, venía a ser sinónimo de "paquebote", referido a los navíos que se utilizaban para las conexiones económicas y culturales de todo tipo entre las orillas transatlánticas de América del Norte o América del Sur con distintos puertos europeos a finales del siglo XIX.

Centrándonos en el primer pliego, donde en su primera parte se desarrolla el cortejo y enamoramiento de ambos viajeros hasta llegar a España, se añade a continuación el Vals del molinero de Subiza prosiguiendo con unas Décimas para cantarse con el tono de El Paño.

El texto que aparece en el pliego bajo el título de El vals del molinero de Subiza está entresacado de un baile de jota incluido en la zarzuela del mismo título. Dicha zarzuela, en tres actos y en verso, fue estrenada el 21 de diciembre de 1870 en el madrileño Teatro de la Zarzuela. Su compositor musical fue Cristóbal Oudriz (1825-1877), quien fuera célebre pianista y director de orquesta. El libreto de la obra se debe al escritor y abogado Luis de Eguilaz (1830-1874). El texto del pliego viene a expresar los trastornos afectivos ocasionados por la belleza de las mozas y que derivan en calenturas.

Las Décimas para cantarse con el tono de El Paño hace referencia a una recurrente y conocida melodía popular como compás de amalgama y pieza representativa de "lo murciano". Recogida en los primeros cancioneros murcianos surgen dudas respecto a su origen al ser una melodía muy influenciada por su condición de canto de ida y vuelta y su estrecha vinculación con el "Punto de la Habana" y con "La petenera", debido a su patrón rítmico al margen de aparecer con variantes melódicas y textuales. La melodía popular de el paño, ya aparece con variantes, tanto de la melodía como en el texto, en las numerosas recopilaciones de cancioneros desde la primera mitad del XIX.

Desde un punto de vista literario, el texto incluido en el pliego comienza con una copla de cuatro versos seguida de la décima con un sentido romántico de temática amorosa.

Andrés Blanco, en sus Escenas murcianas. Apuntes para cuadros y costumbres y tipos de Murcia y de su huerta y campo (Murcia, Tip. de Rafael Albaladejo Brugarolas, 1894), señala que:
"El paño era uno de los cantos populares más hermosos de los ejecutados con acompañamiento de guitarra, sosteníase por un ritmo original y sencillo que no podía adaptarse, como el de las seguidillas, malagueñas y jotas a ninguna otra clase de canciones. Había tres clases de paños completamente distintos: el primero era el "moruno" y el de la tierra o murciano, que tenía el mismo acompañamiento, y solo se diferenciaban en alguna variante accidental y en que el moruno se cantaba en modo mayor y el murciano en modo menor. El segundo era el "lorquino" y el tercero el "americano". (pág. 216)
Al margen de las tres señaladas variantes evolutivas y cambiantes de esta melodía popular es notorio que sirvieron como fuente de inspiración para célebres compositores, como Granados o el propio Falla. A la popularidad de la melodía se une el que aparezca como referente en determinados pliegos sueltos distribuidos por los ciegos cantores como fuente de venta e improvisación. 

La diversidad de versiones del paño como cantinela popular, se conoce mayoritariamente con la copla:

Al paño fino en la tienda
una mancha le cayó,
por menos precio se vende
porque perdió su valor.

Desde un punto de vista alegórico se alude a la pérdida de la virginidad femenina y a su depreciación como mujer, al igual que sucede cuando un paño fino pierde valor al mancharse. La pérdida de la honra no deja de ser un desprecio machista hacia la mujer basado en la creencia de que el sexo no puede ser mancillado antes del matrimonio. Obviamente, estas apreciaciones corresponden a la mentalidad de la época.

Como singular referente, aunque con diferente texto, puede escucharse en la versión cantada por Joaquín Díaz recogida en el compact disk recopilatorio, editado por Openfolk en el año 2001, con el título Canto Murciano (el paño moruno): [https://funjdiaz.net/joaquin-diaz-canciones-ficha.php?id=109].

El segundo pliego, dividido en dos partes, reproduce igualmente el encuentro del viajero que venía de Cuba con una cubana que venía de Nueva York. A causa de una tempestad el barco se hundió, pero logró salvarse junto a la cubana agarrados ambos a un madero y llegando a un islote. En la segunda parte se nos informa de que ambos ya se encuentran en Barcelona tras haber desembarcado en la ciudad desde hacía tres meses. El resto son simples coplas de carácter amoroso alabando y exaltando las cualidades de la cubana.





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©Antonio Lorenzo