Un ejemplo más de la interrelación entre los pliegos y las canciones tradicionales recogidas oralmente en todo el ámbito panhispánico, incluido el sefardí, es el conocido motivo del caballero seductor y la zagala a orillas de una fuente. El tema se conoce con diferentes títulos: "a orillas de una fuente", "la zagala y el pastor", "la seducida en la fuente", o el más académico [al estar así catalogado en el Índice General del Romancero (IGR), con el número 0650] "Otros tres, otros tres y son seis".
Un ejemplo de referencia muy extendido en la tradición oral es como sigue:
A orillas de una fuente
una zagala vi
con el ruido del agua
yo me acerqué hasta allí
y oí una voz que decía
¡ay de mí, ay de mí, ay de mí!
Al verla tan solita
le declaré mi intención
ella se quedó turbada
y nada me contestó,
yo dije para mí entonces
¡ya cayó, ya cayó, ya cayó!
Yo me subí a un árbol
y varias flores corté
y en su divino pecho
fui y se las coloqué,
entonces dijo la niña
¡ay señor, qué atrevido es usted!
La agarré de la mano
y me la llevé al café
y en su divino rostro
un beso yo la estampé
y entonces dijo la niña
¡otros tres, otros tres, otros tres!
Al despedirme de ella
un abrazo me dio
y llorando me dijo
¡no me abandones, por Dios,
ya sabes que el amor mío
solo en ti, solo en ti se rindió!
La imagen que se desprende de la pastorcilla es la de una ingenua e inocente joven, muy alejada de las aguerridas e incitadoras pastoras medievales, ante los requerimientos del mozo requebrador. Visto desde la perspectiva actual resulta complicado explicar el éxito de esta remilgada composición en la tradición oral de tantos países y conservada como conocida canción popular.
Por lo general, la cancioncilla no suele dar más pistas sobre las consecuencias del requiebro ni sobre las oscuras intenciones del joven, aunque en algunos casos se introduce el hecho de que el caballero es un hombre casado, con la consiguiente decepción que despierta en la pastorcilla.
Una versión de Arcos de la Frontera (Cádiz) añade al poco de comenzar la siguiente estrofa:
Era una pobre niña
dejada de un pastor
que después de gozada
se fue y la abandonó.
Yo dije para mí entonces:
¡qué dolor, qué dolor, qué dolor!
Una versión cubana, procedente de Remedios (provincia de Villa Clara), recogida por Maximiano Trapero y Yolanda Pérez Melillo publicada en el Romancero tradicional y general de Cuba, Canarias-La Habana, Gobierno de Canarias-Centro de Investigación y Desarrollo de la Cultura Cubana "Juan Marinello", 2002, recoge una variante significativa donde la pastorcilla se lamenta amargamente de la declaración por parte de su halagador de ser un hombre casado.
A la orilla de una fuente una zagala yo vi
y con el ruido del agua yo me acerqué hacia allí.
La agarré por la mano y me la llevé al café,
en su divino rostro tres besos le estampé.
Entonces dijo la niña: - ¡Ay de mí, ay de mí, ay de mí!-
Y entonces le dijo él: - Cállate, niña, no te acuerdes más de mí,
que yo soy un hombre casado, no puedo ser para ti.-
Entonces dijo la niña: -¡Ay de mí, ay de mí, ay de mí!
Los pliegos
Con la misma estructura de la canción, este pliego recoge la explícita intención del caballero con la consentidora muchacha en este caso.
y en cama de tres colchones
Continúo con un pliego editado en Madrid por José María Marés en 1858 donde, tras la graciosa canción, incluye una "curiosa relación en que se da la noticia del robo de un santo Cristo de plata..."
Reproduzco también la «Canción graciosa de la zagala», con la que, en este caso, finaliza en pliego reimpreso en Reus en 1848, donde se contiene en su primera parte la "curiosa relación en que se da la noticia del robo de un santo Cristo de plata...", siguiendo a continuación con los «Lamentos de un amante apasionado».
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Xilografía de la hermosa canción del pastor y la zagala
seguida de la canción del turco y su querida (imp. "El abanico", s.a.) |
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Editado en Madrid: despacho de (calle) Juanelo, 19 (s.a.) |
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Barcelona, Imprenta de F. Coma, 1850 (s.a.) |