Mostrando entradas con la etiqueta Pliegos de cordel. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta Pliegos de cordel. Mostrar todas las entradas

lunes, 9 de junio de 2025

Quejas y lamentos de un amante desgraciado

 

Reproduzco cuatro pliegos cuyo denominador común reside en que se detallan las quejas y lamentos de un amante desgraciado. El primero de ellos hace hincapié en los placenteros buenos tiempos de la relación con su amada, seguidos de los lamentos de Pablo como consecuencia de la infidelidad de la mujer y acabando el pliego con la muerte del protagonista. Como suele suceder en este tipo de pliegos, aparece un conglomerado de composiciones más o menos dispersas y de autores desconocidos que no suelen guardar relación unas con otras, pero que resulta frecuente el que se agavillen para construir el pliego. 

El primer ejemplo se hallaba a la venta, sin que figure el año, por el conocido distribuidor barcelonés Antonio Bosch, pliego asociado en este caso al taller de José Torras, calle de la Canuda, núm. 27.

El segundo pliego, titulado Lamentos y quejas de un amante en unas glosas muy curiosas queda asignado a la imprenta y librería de Manuel López (y Gimeno) el año de 1814. Dicho impresor valenciano, ya establecido como librero desde 1808 hasta su fallecimiento en 1848, fue también el impresor del Diario de la Valencia del Cid, del Diario mercantil de Valencia y de la Gazeta (sic).

El tercero, con el encabezamiento de Quejas de una ingrata seguido de una segunda parte y unos lamentos de un amante desgraciado, a la venta en casa de Antonio Bosch en la calle del Bou de la Plaza Nueva, número 18, asociado en este caso con la imprenta de Ramírez y Compañía.

Sobre la trayectoria editora de Antonio Bosch, nacido en el municipio gerundense de Tortellá en 1818, abrió su propio negocio en el 1848 y al que trasladó en 1869 a la calle del Bou de la Plaza Nueva en su periodo de máxima expansión. En 1875 lo traspasó a sus sucesores Pedro Vidal y Joan Pera, siendo el primero de ellos el continuador de su actividad impresora.

Por último, reproduzco una hoja doble, procedente de la imprenta barcelonesa de F. Vallés, imprenta más bien de segundo orden y de producción limitada en cuanto a pliegos sueltos respecto a las más conocidas. En ella se recogen las dos partes de las quejas de la ingrata que aparecen en el pliego, pero se omiten los lamentos de un desgraciado.





🔅🔅🔅🔅🔅🔅





🔅🔅🔅🔅🔅🔅





🔅🔅🔅🔅🔅🔅



©Antonio Lorenzo

miércoles, 28 de mayo de 2025

Diálogo entre un licenciado y una vendedora de avellanas

 

El diálogo que se recoge en el pliego entre un recién licenciado de las quintas con una castiza vendedora de avellanas sugiere diferentes perspectivas. La cabecera del pliego viene a resaltar el protagonismo de la vendedora de avellanas quedando en una especie de segundo plano el diálogo entre el licenciado Perico y la vendedora Manuela. Tras la crítica del licenciado por las frecuentes prácticas llevadas a cabo por los soldados en las quintas, se establece un diálogo con la vendedora de avellanas, a la que, curiosamente, no reconoce en un principio que en tiempos pasados fuera su prometida. Tras los requiebros entre el licenciado y la vendedora mediante galantes halagos y sugerencias, Manuela acaba confesando que ya se encuentra casada a instancias de los deseos de sus padres, pero que nunca olvidó a Perico ni sus antiguos amores. La decepción de Perico le lleva a expresar las prácticas interesadas de las mujeres, a lo que Manuela responde que su marido pronto morirá y entonces podrán casarse, pero que mientras ella siga vendiendo avellanas su marido comerá de las malas y Perico de las buenas. Ante la queja de Manuela por ser víctima de un matrimonio concertado a la fuerza por los padres, Perico se hace eco de las argucias y el orgullo propio de las mujeres para beneficiarse.

En el pliego, al igual que sucede en sus otras impresiones por distintos talleres, no aparece el nombre de su autor, algo característico de estos papeles volanderos. Sin embargo, investigando por internet, he logrado acceder al autor del mismo, cuyo nombre corresponde a Baudilio Pujol, del que no he encontrado ninguna otra documentación. Su nombre aparece en el Boletín Oficial del Ministerio de Fomento, vigente en pleno reinado de Isabel II y correspondiente al mes de junio de 1856. En dicho boletín también se recogía y registraba por entonces la ley de propiedad literaria, donde se daba cuenta de los dramas, zarzuelas, entremeses, comedias o pliegos, así como de sus editores. Estos boletines constituyen una importante documentación testimonial para conocer el nombre de los autores que no suelen aparece en el colofón de los pliegos.
Lista de las obras científicas y literarias remitidas al Ministerio de Fomento por los Gobernadores de provincia en el mes de junio de 1856 para los efectos del Real decreto de 10 de junio de 1847 sobre propiedad literaria.

La referencia al 10 de junio de 1847 es importante, pues es la fecha en la que se promulgó el Real decreto de la primera ley española en recoger y regular la propiedad intelectual. Mediante esta ley se trataba de proteger los derechos de los autores o traductores estableciendo una serie de reglas y condiciones para llevarlas a cabo. Acogiéndonos a dicha ley es como he podido averiguar el autor de los versos del pliego.

Aparte del contenido del pliego, tanto los vendedores ambulantes como los oficios tradicionales fueron una fuente y motivo de inspiración, para ilustrar versos y para dibujantes y grabadores, al que dediqué una anterior entrada el pasado año 2021 para señalar su importancia costumbrista bajo la etiqueta "Canciones y pregones de los vendedores ambulantes".


Estos vendedores, que "gritaban" sus mercancías para atraer a su clientela, no solo en Andalucía, sino también en los barrios madrileños, fueron motivo para ilustrar una colección de calcografías realizadas por el grabador Miguel Gamborino y publicadas con el título de Los gritos de Madrid entre 1809 y 1817, siendo muy apreciadas por los coleccionistas.

En el mundo de los pliegos sueltos también aparece la figura de la avellanera junto a otras vendedoras ambulantes, como la castañera, la buñolera y la jardinera, todas ellas ilustradas con versos, del que entresaco el referido a la avellanera con claras referencias a personajes y a barrios madrileños.


Otro ejemplo de diálogo humorístico, aunque se trata en este caso entre Paco y Manola, vendedora andaluza de castañas, aparece como añadido en un pliego del año 1863 donde figura como autor Enrique Gavarró Mestres, conocido también por sus sainetes.


La figura de la avellanera también se ha utilizado en los ventalls o abanicos en Cataluña donde se aprovecha la misma xilografía de Josep Noguera en el pliego suelto por pertenecer a la misma casa editora, aunque con versos diferentes.


La avellana, distribuida por los vendedores callejeros, se asocia también con aspectos eróticos mediante metáforas de doble sentido y no siempre fáciles de interpretar, aunque amparándose en una aparente e inocente forma de anunciarlas mediante una forma de ambigüedad desenfadada. La avellana se asocia a la cáscara dura que protege un interior jugoso, lo que viene a sugerir y a simbolizar la fuerza y el vigor sexual. El árbol del avellano, cuyos frutos se producen una temprana edad, se asocia su maduración en refranes aludiendo al santoral del calendario o en coplas desgajadas de cantares populares. La venta callejera, donde se grita y exalta el producto de una forma aparentemente neutral, esconde de forma ambigua referencias a asociaciones placenteras respecto a frutos como a las almendras o  piñones.

El mismo Lope de Vega, en su obra El villano en su rincón incluye una alusiva copla cantada por las vareadoras de aceitunas aprovechando un momento de descanso:

Deja las avellanicas, moro,
que yo me las varearé,
tres y cuatro en un pimpollo
que yo me las varearé.

En coplas desgajadas de cantares también se utilizan las avellanas a modo de galanteo y de incitación amorosa, lo que recuerda la costumbre de arrojar arroz a los recién casados para desearles felicidad.

Ese que me está tirando
al delantal avellanas,
parece que quiere ser
cuñado de mis hermanas.

Otras frases representativas se dedican a minusvalora a la mujer:

* La mujer es como la avellana, la más hermosa suele venir vana
* Las avellanas malas hacen más ruido que las sanas
* La avellana mala rompe los dientes y no quita la gana.
* Como sé que te gustan las avellanas, por debajo la puerta te echo las vanas

La avellana como acertijo:

Ave es mi nombre,
llana mi condición,
si no lo aciertas,
eres un gran simplón.

¿Cuál es el ave que tiene la panza llana?

Soy ave y soy llana, pero no tengo pico ni alas 

El pliego 






©Antonio Lorenzo

sábado, 8 de marzo de 2025

Ejemplar castigo de Dios a la desgraciada Jacinta

 

Al igual que ocurre en otros tantos pliegos, la figura de Dios Nuestro Señor se nos presenta como un ser vengativo y castigador contra todo aquel que no sigue sus reglas. En este caso, la propia madre de Jesús no intercede ante su hijo para evitar la venganza y el castigo a quien ha asumido sus pecados y se auto maldice por ello tras haber confesado y comulgado. La historia expuesta en el pliego, fechado en 1854, es más o menos como sigue.

Teresa Hernández, viuda y tintorera de sedas en la ciudad de Logroño le dice a Jacinta, que es junto a Rosa una de sus dos criadas, que debe ir a confesarse y a recibir la comunión por ser un día solemne de la iglesia. Tras ello, aprovechando que el ama olvidó llevarse su llave cuando fue a misa, las dos criadas abrieron el arca, se quedaron con los dos mil reales que allí se encontraban y llevándose además doce madejas de seda e hilos de seda fina. El ama Teresa, al recordar que había olvidado la llave, regresó de una forma acelerada tras la misa, ya que no confiaba mucho en sus dos criadas. Una vez que abrió el arca comprobó la falta del dinero y las madejas de hilo de seda fina. Tras reprochar agitadamente a las criadas su conducta y robo, que ellas negaron como un falso testimonio, ante la idea del ama de acusarlas ante la justicia, ambas se maldijeron a sí mismas por los hechos cometidos, pero Jacinta, una vez que se confesó y comulgó ese día, se maldijo a sí misma y expresando el que Dios permitiera devolver vomitando de su cuerpo la Sagrada Eucaristía recibida y convertirse toda ella en carbón. Tras ello, sufrió un accidente y tanto el ama como las vecinas que acudieron dispusieron llevarla al hospital. Allí, con arrebatados aspavientos solicitó el que le trajeran del sagrario el copón para vomitar en él la Sagrada Eucaristía recibida. Una vez devuelta en el copón la Sagrada Forma, falleció inmediatamente quedando convertida en carbón.

Tras conocer su compañera Rosa la noticia de su muerte se postró de rodillas ante su ama pidiendo perdón por el robo perpetrado junto a Jacinta y procediendo a devolver robado. Rezando de noche el rosario, llevando ella en su pecho una estampa con la Virgen del Rosario de la que era devota, pidió clemencia por su infeliz compañera. En aquel momento se le apareció la Virgen diciéndole que no pidiera nada por su compañera, porque su Santísimo Hijo castiga a los maldicientes con las penas del infierno. Como prueba de ello, se le apareció a continuación su compañera Jacinta a la que vio envuelta en llamas de pies a cabeza al no encontrar solución alguna para poder evitar la condena debido a su lengua tan maldita. Tras ello, Rosa cayó en el suelo amortecida y la figura de Jacinta fue enterrada como un perro en el campo levantándose al tiempo un huracán en medio de grandes voces proclamando el castigo de la divina justicia. Rosa dio las gracias por su protección a la Virgen del Rosario y se encaminó al convento de las Arrepentidas donde fue bien acogida y desarrollando desde entonces una santa vida.

Como puede apreciarse, en el pliego se contraponen la fe de dos mujeres arrepentidas por sus actos, pero una de ellas, al encontrarse amparada por la estampa de la Virgen del Rosario que llevaba en el pecho, no le sucede nada, mientras que su compañera, al auto maldecirse tras su confesión y comunión, recibió un terrible castigo, por lo que se deduce o interpreta de una forma un tanto arbitraria que se trataba de una falsa e hipócrita autoinculpación. Sea como fuere, el reconocer los pecados y arrepentirse, no se tradujo en el perdón y en la misericordia del Santísimo hijo. El reconocerse culpable de algo, el Dios cristiano, entendido como ser misericordioso y no como cruel y vengativo, implicaría su misericordia al asumir la culpa, por lo que el castigo o el sufrimiento no llegaría a producirse. El papel de la Virgen del Rosario, en vez de interceder por la pecadora, se alimenta la idea en el pliego de que su Santísimo hijo a todo maldiciente lo castiga con las penas del infierno. 

Este tipo de pliegos compuestos por poetas anónimos o desconocidos de cara a una difusión popular, no buscan ni se detienen, obviamente, en una interpretación teológica sobre las contradicciones entre las imágenes de un mismo Dios vengativo y misericordioso, según aparece en el conjunto de las Sagradas Escrituras, puesto que su finalidad comercial es la de describir una serie de situaciones sorprendentes o extraordinarias para conectar de una forma más inmediata con el público al que se dirige este tipo de papeles volanderos.

En la xilografía que ilustra la cabecera del pliego se aprecia una mujer de pie con la boca abierta y la lengua afuera frente a un monaguillo y a un sacerdote portando el copón y viéndose en lo alto de la habitación una especie de luz resplandeciente. Tras este pliego añado un ejemplo más donde también se manifiesta la ira de Dios.





🔅🔅🔅🔅🔅


©Antonio Lorenzo

viernes, 28 de febrero de 2025

La canción del Potrito prohibida por la Inquisición


En el conjunto de los índices y catálogos inquisitoriales que se conservan aparecen también una serie de composiciones populares que fueron prohibidas por el Santo Tribunal de la Inquisición al considerarlas obscenas o impropias desde el punto de vista de la doctrina cristiana. Al margen de las relaciones de los libros expurgados, estas muestras censuradas por las autoridades eclesiásticas fueron ampliamente difundidas por los ciegos en ámbitos concurridos de las ciudades o en medios rurales. Debido a la pobre calidad impresora de este tipo de folletos y pliegos volanderos resulta laborioso el rescatar muestras de este tipo de ejemplares publicados si es que han logrado conservarse a lo largo del tiempo.

Si hacemos un recorrido por las tantas y exhaustivas disposiciones sobre los textos expurgados a lo largo de los años, aparecen también toda una serie de comedias, indulgencias, tratados, folletos, oraciones, discursos, romances o canciones donde se tiene en cuenta para su búsqueda la primera palabra por la que comienza, eliminando en su caso el previo artículo si lo hay, y añadiendo la palabra con la que termina. De esta forma se trataba de evitar que pasasen desapercibidos de cara a su control y anotando en cada caso la fecha de su publicación para advertir de cara al futuro sobre su enmienda o expurgación.

Las referencias a canciones, romances o cantinelas se encuentran desperdigadas en los distintos índices, por lo que resulta complicado el rescatar algunos de los textos mencionados, si es que han logrado sobrevivir, a lo que se une la ocultación y carencia de datos, tanto de impresores como de autores, que deberían aparecer en el colofón de los pliegos volanderos, pero que se ocultaban para evitar la censura previa y enmascarar su difusión y control a las autoridades censoras.

Debido al carácter incontrolado de este tipo de impresiones, tratando de huir del requisito de obtención de permisos o licencia de impresión, estos papeles volanderos se distribuían preferentemente a través de los ciegos copleros. Estos ciegos, asociados en Hermandades que se remontan a la Edad Media, cuyo fin era el tratar de mejorar en lo posible la precariedad laboral de una vida dedicada a la mendicidad. A lo largo de los últimos años consiguieron el monopolio sobre la distribución y venta de estos papeles. Ello originó controversias por las prerrogativas concedidas entre los miembros asociados a las hermandades y aquellos ciegos no pertenecientes a ellas sobre el monopolio de venta de esos impresos.

Resulta altamente conocida la enorme cantidad de coplas de carácter erótico que se han transmitido y perduran por tradición oral, pero que no han sido recogidas por escrito a pesar de aparecer de forma implícita con juegos de palabras y dobles sentidos, por lo que los controladores de entonces carecían de una base escrita perdiendo la oportunidad de prohibirlas. Todo un arsenal de coplas eminentemente eróticas del folklore español las ha recopilado en gran parte Manuel Urbano en su libro Sal gorda: cantares picantes del folklore español (Madrid, Ediciones Hiperión, 1999). En dicha recopilación se nos ofrece todo un extenso recorrido por el amplio repertorio de coplas eróticas donde no faltan las alusiones al mundo de los curas y frailes.

Pero el interés de esta entrada consiste simplemente en dar a conocer algunos de estos pliegos prohibidos y censurados por la Inquisición. En este primer ejemplo reproducido, cuya circulación fue prohibida desde enero de 1820, aparece un conjunto de coplas con evidentes y sugerentes dobles sentidos, pero que curiosamente no pasaron de largo a la aguda percepción de las autoridades eclesiásticas de entonces.

Al igual que sucede con el simbolismo asociado a otros animales, como las cabras, el potro es también un ejemplo significativo de simbolismo erótico y referencias metafóricas por la asociación del mismo con los genitales masculinos.

María, si vas al huerto
cierra bien la portillera, 
que tengo el potrito bravo,
quiere entrar en tu pradera.





Para saber más

En el año 1978 el grupo folklórico segoviano HADIT nos deleitó con la original e innovadora grabación de un disco de larga duración (LP), que conservo desde entonces, donde se nos ilustraba con una novedosa y referencial recopilación de algunas de las canciones prohibidas por el Santo Tribunal de la Inquisición. Entre ellas figura precisamente esta Canción nueva del potrito, mandada recoger por la Inquisición de Corte el 28 de enero de 1820. La música y los arreglos de la canción son obra del propio grupo pudiéndose acceder a ella a través del siguiente enlace: 


©Antonio Lorenzo

miércoles, 19 de febrero de 2025

Tiempo de Carnestolendas

 

El tiempo de Carnaval está vinculado al calendario lunar y por consiguiente a fechas variables. El Carnaval tiene lugar antes de la Cuaresma donde se recuerdan los cuarenta días de penitencia que Jesús pasó en el desierto. El Carnaval está asociado a toda una miscelánea de fiestas liberadoras, divertidas, de disfraces grotescos y en un sentido general de prácticas irreverentes para la iglesia.

Como sinónimo del carnaval, las carnestolendas quedan asociadas a los tres días anteriores al Miércoles de Ceniza, fecha que señala el comienzo de la Cuaresma y que en este 2025 corresponde al día cinco de marzo. El término carnaval es atribuido al vocablo italiano "carnelevare" (de carne y levare, quitar), lo que viene a significar el adiós o a la restricción de la carne. A su vez, las carnestolendas, como carnes que han de quitarse, se refieren igualmente a la privación de la misma. La dualidad simbólica entre el Carnaval y la Cuaresma la retrató literariamente el Arcipreste de Hita en su Libro de buen amor del siglo XIV en la batalla entre Don Carnal y Doña Cuaresma. 

En el Concilio Vaticano II en el año 1966 el papa Pablo VI estableció en la Constitución Paenitemini, plasmada luego en el Código de Derecho Canónico, las siguientes pautas de ayuno a seguir:
- Hasta los 14 años de edad no existe obligación ni de ayuno ni abstinencia.
- Entre los 14 y los 18 años existe la obligación de guardar la abstinencia de carne o de otro alimento todos los viernes de cuaresma, el Viernes Santo y el Miércoles de Ceniza, salvo si coincide con solemnidad.
- Desde los 18 hasta los 59 existe la obligación de abstenerse de tomar carne los días anteriormente indicados y de ayunar el Miércoles de Ceniza y el Viernes Santo.
- A partir de los 59 años no se tiene el deber de ayunar, pero persiste el compromiso de abstenerse de la carne u otro alimento.
- En caso de padecer alguna enfermedad o si está embarazada o en período de lactancia no se tiene obligación de realizar ayuno.

Aquí entrarían las llamadas bulas o privilegios de indulgencias para saltarse estas normas eclesiásticas a cambio de cierta cantidad de dinero. La concesión de estas bulas de dispensa que te las vendía el párroco en la sacristía, permitía el comer carne en los días de abstinencia, obviamente para los que hubieran comprado las bulas en cuestión con el consabido tráfico de dispensas. Un clásico antecedente se encuentra en el tratado quinto de La vida de Lazarillo de Tormes y de sus fortunas o adversidades, donde se narra cómo Lázaro se asentó con un buldero y de las cosas que con él pasó. La compra de este privilegio formaba parte del status social, como acertadamente señala Juan Eslava Galán en su libro Tumbaollas y hambrientos (Editorial Plaza & Janés, 1997).

«Aquí gozábamos del privilegio de la Bula de la Santa Cruzada, un documento pontificio que autorizaba a consumir carne, huevos y lacticinios los días de vigilia. Este privilegio no era general, sino que cada familia debía adquirirlo y renovarlo cada año en su parroquia. Inevitablemente la adquisición del privilegio se hizo indicador del estatus social, y se hacía ostentación de él. El viajero Richard Ford que visitó España hacia 1830, escribe: "Todos los años sacan una nueva bula, como una licencia de caza, los que quieren deleitarse sin mala conciencia con carne de animales y aves. -¿Qué ocurre si un español no ha pasado por la caja registradora de su parroquia y se atreve a comer carne?- Los santos sacramentos le son denegados en su lecho de muerte; lo primero que pregunta el cura no es si se arrepiente de sus pecados, sino si tiene su bula (..)».

La venta de bulas e indulgencias o privilegios no deja de ser una muestra de negocio piramidal donde la verdadera ganancia se la llevaba la jerarquía eclesiástica, ya que todos los años había que comprar una bula nueva, puesto que anulaba la validez de las anteriores. Mientras tanto, el buldero de a pie necesitaba echar muchas horas para obtener un exiguo beneficio. 

Adjunto ejemplos de dos bulas emitidas con cien años de diferencia.


La idea generalizada de que el Carnaval cristiano es una fiesta de origen pagano no se corresponde ni histórica ni socialmente con la realidad de un pasado remoto e inconcreto, pues, como bien señala el eminente e ilustre don Julio Caro Baroja en su referencial e imprescindible obra El Carnaval: Análisis histórico-cultural, cuya primera edición es del año 1965, sostiene que el Carnaval que conocemos es hijo del cristianismo. Caro Baroja, a lo largo de su espléndido trabajo, nos proporciona un extenso recorrido lexicográfico donde apunta que los los ritos y festividades asociados al carnaval son tan extremadamente polifacéticos y heterogéneos que deben ser contextualizados y estudiados en cada ámbito social concreto.

Al margen de las controversias que suscitan las manifestaciones carnavalescas, lo que nos interesa en esta entrada es dar a conocer alguna de las muestras populares impresas en hojas sueltas. En ellas, lo carnavalesco va asociado a chistes, burlas y chascos, tal y como se señala en la cabecera del pliego donde se repasan con tono burlesco cómo en el pasado se arrojaba agua sucia u otros productos por los balcones o ventanas al grito de ¡Agua va! para que la gente se apartase a tiempo y evitar el quedarse empapado. Por citar una tradición del barrio marinero valenciano de Cabanyal, en la madrugada del domingo que se conmemora la Resurrección de Jesús, desde los balcones se lanzan con un cierto descontrol platos, tazas, cazuelas viejas, huevos o agua desde las terrazas o ventanas, lo que vendría a simbolizar el deshecho de lo antiguo y el paso a lo nuevo.

El pliego reproducido procede de la imprenta burgalesa de Athanasio y Casimiro de Navas en los primeros años del siglo XIX, aunque en este caso no figure el año en concreto. El pliego está ambientado en Madrid, donde se cita el Rastro y la histórica fuente de los Caños del Peral, actualmente museo visitable desde la misma estación del metro en Ópera. El teatro de los Caños del Peral se construyó a principios del siglo XVIII siendo demolido en 1817 para construir el actual Teatro Real en la ahora Plaza de Isabel II. 

Tras el pliego añado otro par de muestras de literatura popular impresa en forma de "ventall" o abanico, del año 1849, y de "auca" o aleluya impresa en Madrid por los Sucesores de Hernando.





🔅🔅🔅🔅🔅


🔅🔅🔅🔅🔅


©Antonio Lorenzo

miércoles, 12 de febrero de 2025

La zarabanda y la cosecha de criadas en la corte y en el día

 

El papel ejercido por las criadas en los pliegos de cordel no solo se limita a ser servidoras de familias más o menos pudientes, ya que en otros muchos casos participan como confidentes, encubridoras e incluso participativas en horrorosos crímenes. La criada, que suele aparecer como un personaje rural de escasa preparación y que busca un sustento en la ciudad, acaba por convertirse en todo un referente útil que participa con los señores en diversos acontecimientos.

En esta entrada me limito a reproducir tres pliegos donde la criada adquiere un protagonismo referencial y donde en dos de ellos aparece un estribillo asociado al baile de la zarabanda, aspecto sobre el que centro mi interés en esta entrada y al margen, en este caso, de los papeles de las criadas que aparecen en la literatura popular impresa y que son merecedores de una particular atención.

Que toca mi vida
la zarabandilla;
que toca mi alma
la zarabanda.

En la tradición oral es conocida una canción con el nombre de Las Zarandillejas, El Jarandillo o El Castigo del sacristán, de tono alegre y festivo como canción-danza derivada de la Zarabanda y recogida en distintas regiones:

Esto eran dos hermanas
la zarabandilla
que se iban a acostar.
zarabandilla, andilla
zarabandilla, andá.

Dice la chica a la grande:
la zarabandilla
ruido suena en el corral.
zarabandilla, andilla
zarabandilla, andá...

Las referencias sobre el origen del baile popular de la zarabanda desde el Siglo de Oro son confusas y contradictorias al barajarse diversas hipótesis. Esta danza se hizo muy popular, ya que consistía en bailar de forma circular con giros y movimientos sensuales. En varias obras literarias cervantinas también aparecen referencias al divertido y desenfrenado son acompañado con picantes letras cantadas con guitarras y percusiones (castañetas o castañuelas).

 Resulta de interés rememorar las opiniones del jesuita Juan de Mariana (1536-1624), aparecidas en su Tratado sobre los juegos públicos, incluida en el tomo II de sus obras completas, de las que entresaco algunas de ellas:
«Por ahora solo quiero decir que entre las otras invenciones ha salido estos años un baile y cantar tan lascivo en las palabras, tan feo en los meneos, que basta para pegar fuego aun a las personas muy honestas. Llámenle comúnmente zarabanda, y dado que se dan diferentes causas y derivaciones de tal nombre, ninguna se tiene por averiguada y cierta; lo que se sabe es que se ha inventado en España, que la tengo yo por una de las graves afrentas que se podían hacer a nuestra nación, tenida por deshonesta y inclinada a deshonestidad, tanto, que estando en París oí decir a una persona grave, docta y prudente que tenía por averiguado hacían más estrago en esta parte en aquella ciudad los criados de un caballero español que allí estaba que todos los demás hombres naturales que allí vivían. [...] Y no dejaré de decir lo que me avisó un amigo mío, que este baile se hacía antiguamente en tiempo de romanos, y que también había salido de España, tierra fértil en semejantes desórdenes, por donde las mujeres que hacían este baile de deshonestidad las llamaban en Roma gaditanas, de Cádiz, ciudad de España, donde se debió de inventar en aquel tiempo...»
El Racionero de la Santa Iglesia catedral de Toledo, el canónigo Pedro Sánchez, en su Historia moral y filosófica del año 1589, se preguntaba tras su atrayente y atenta mirada observadora:
«¿Qué cordura puede haber en la mujer que, en estos ejercicios diabólicos, venta de la composición y mesura que debe a su honestidad, descubriendo con estos saltos los pechos y los pasteles, y las cosas que la naturaleza o el arte ordenó que anduviesen cubiertas? ¿Qué diré del halconear con los ojos, del revólver las cervices y andar coleando los cabellos y dar vueltas a la redonda y hacer visajes, como acaece en la zarabanda y otras danzas, sino que todos estos son testimonios de locura y no están en su seso los danzantes?» 
Sobre la procedencia de la zarabanda existe una controversia sobre si su origen se vincula a la América Latina por su similitud con bailes de indígenas americanos o procedente de España. Parece ser que estos bailes se popularizaron en las colonias españolas antes de cruzar el Atlántico y llegar a la península. Otra visión sobre esta danza se considera propiamente de origen español, como sostiene el Padre Mariana en la cita anterior, y que fue importada al nuevo mundo por los colonos y conquistadores españoles.

Tras ser prohibida a finales del siglo XVI por el Supremo Consejo de Castilla bajo duras penas a quien la bailase o cantase, se siguió interpretando de forma clandestina en corralas o teatros. Poco a poco se fue suavizando y ganando interés hasta convertirse en un nuevo baile que obtuvo buena acogida en países europeos. Elevada posteriormente a danza cortesana fue fuente y origen de otros muchos bailes o bien disuelta en otros estilos como la jácara o la chacona. 

El primer pliego está fechado en el año 1815, cuando el infausto Fernando VII ya recuperó la monarquía y restableció el absolutismo tras la Guerra de la Independencia española frente a los franceses y declarando ilegal a las Cortes de Cádiz y a la Constitución de 1812. El segundo de ellos figura en el colofón el año 1849 y en el tercero el de 1863. Vemos, pues, que en el trascurso de alrededor de cincuenta años el pliego en cuestión fue reimpreso por distintos talleres, lo que da idea de la popularidad del mismo, aunque en el segundo no aparece el estribillo y en el tercero se añade al final Los toros del Puerto, con un claro sentido andalucista y donde se cita a la zarabanda como alegre y bulliciosa.

En el colofón de este primer pliego aparece como distribuido en Valencia por la imprenta y librería de Manuel López, sobre el que ya se tienen noticias en la segunda mitad del siglo XVIII como conocido impresor de libros de temática religiosa, según lo aportado por prestigiosos investigadores sobre las librerías valencianas.

El segundo pliego procede de la imprenta madrileña de José María Marés en el año 1849 y el tercero de la imprenta y librería de José María Moreno en Carmona (Sevilla) el año 1963.





🔅🔅🔅🔅🔅



🔅🔅🔅🔅🔅





©Antonio Lorenzo