jueves, 27 de junio de 2024

Cartas del más allá aparecidas a un sacerdote y al papa

 

Pliego donde se narra la aparición de una insólita carta enviada por el mismísimo Dios a un sacerdote en Roma cuando se disponía a celebrar la misa. La carta, que en el pliego se reproduce entera, nos advierte de que Jesús, si no hubiera atendido a los ruegos de su madre: "ya os hubiera destruido, y sumergido en eternas penas de aquel cancervero (sic) hidra de siete cabezas". Con un tono estremecedor y justiciero, aunque arropado sutilmente en la condescendencia y el perdón, lanza una serie de advertencias que, de no cumplirlas: "mandaré perros rabiosos que con crueldad os muerdan, padeceréis hambre y sed, pestes y sangrientas guerras, terremotos y huracanes, piedras, rayos y centellas, que en un todo os aniquile y consuma las haciendas".

La tremebunda y sorprendente carta, donde se proclama que no se debe dudar de su autenticidad por la propia mano del mismo Dios, invita a los creyentes y a las mujeres a difundirla y a llevarla consigo con fervor.

Estos resabios justicieros y tremendistas recuerdan las ideas contrarreformistas procedentes y difundidas tras las sesiones del concilio de Trento entre 1545 y 1563. En ellas y de forma hiperbólica, fustiga a todos aquellos a quienes no creen, si bien no hay que desdeñar que cada pliego con contenido más o menos de temática religiosa corresponde en exclusiva a la personal visión de su autor y no puede extrapolarse a una visión generalista del conjunto conservado.





El uso particularista de estos pliegos, con la subyacente intención de promover una interesada comercialización en determinadas localidades, se hace presente en la cabecera de una reimpresión de este mismo pliego conservado en la Biblioteca de la Universidad de Sevilla con curiosa referencia al emblemático santuario que acoge la imagen de Nuestra Señora de la Consolación, patrona de Utrera.


Si la carta que se encontró el sacerdote en la patena resulta absolutamente incongruente, no le anda a la zaga la encontrada por el propio papa en el sepulcro de Jesucristo y que su santidad la conserva en su oratorio grabada en una lámina de plata. Al margen de las creencias que puedan desatar estas manifestaciones se acercan más a lo humorístico debido a la absoluta falta de credibilidad histórica, aunque bien encauzadas y utilizadas comercialmente para lucrarse por la piedad e ignorancia de las gentes.

El texto de la inverosímil y supuesta carta no tiene desperdicio, puesto que se intuye el interés de la iglesia de que dicha carta se propague y se lleve encima.
Quien llevare esta relación consigo, será libre del demonio y no morirá de mala muerte, y en la casa donde hubiese dicha relación no habrá vicion alguna ni cosa triste: la mujer que estuviese de parto trayéndola consigo con una Fé verdadera, parirá sin peligro, y en resumen, á todo cristiano que devotamente la lleváre en el pecho, le guardaré de rayos y centellas, incendios, ladrones, persecuciones, injustas, trabajos, tribulaciones, y en la terrible hora de su muerte interdederá por él mi Madre Santísima.


©Antonio Lorenzo

lunes, 17 de junio de 2024

Regocijo de las mozas por el licenciamiento de los soldados

 

En este pliego las mozas solteras reciben con alegría la licenciatura de los soldados tras su servicio militar obligatorio. Ello da pie para incidir en las habituales críticas misóginas sobre la mujer en la por entonces gran cantidad de pliegos sueltos de la época, ya sea por la ardorosa pretensión de las mozas para casarse o bien por el progresivo abandono de las casadas por volver a fomentar su vestimenta y belleza y agradar a los hombres. Las casadas, a su vez, por sus muchas obligaciones se vuelven antojadizas cayendo en el desarreglo general, por lo que el anónimo autor del pliego aconseja a las jovencitas mantenerse solteras o bien conservarse discretas y con buenos modales y alejadas de las malas compañías manteniendo una obediencia total a los maridos. El pliego acaba con unas estrofas que se pueden interpretar mediante la popular jota aragonesa.

También resulta interesante la vida del impresor del pliego, Buenaventura Corominas, quien a raíz de la invasión napoleónica fue deportado a Auxerre en Francia y confiscado todo su material al ser acusado de imprimir proclamas contra Napoleón. Tras lograr evadirse se refugió en otras ciudades pasando por Westfalia, Holanda y costas inglesas antes de que pudiera regresar a Lleida.

Casado en tres ocasiones tuvo varios descendientes que continuaron de una forma desordenada la labor impresora y regentando también una librería y un taller de encuadernación. Buenaventura Corominas nació el año 1763 en Oristà (Barcelona), perteneciente a la diócesis de Vic, y falleció en Lleida en 1841.

A la actividad impresora de este famoso taller dediqué hace unos años una entrada en este mismo blog que puede consultarse a través del siguiente enlace.

https://adarve5.blogspot.com/2018/10/impresores-y-estamperos-populares-de.html

Sobre la visión y el papel dependiente de la mujer respecto al hombre y al matrimonio, tal como aparece en los pliegos conservados de la mitad del siglo XIX, dedicaré otros ejemplos significativos.





©Antonio Lorenzo

jueves, 6 de junio de 2024

La tía Girula, envenenadora de cuatro maridos

Fragmento de 'La poción de amor' (1903), pintura de Evelyn de Morgan (1855-1919)

Pliego donde se narra cómo la arrogante y desenvuelta Tía Girula, casada primeramente con un sereno, vendía fruta a espaldas de su marido al que acabó envenenando haciéndole comer un pan "con picardías". A su segundo marido, que era un "enaguas", también acabó con su vida para casarse con un tercero, que era un "vagamundo". A este último le echó unos polvitos en la ensalada por lo que también logró acabar con su vida. Tras ello, siendo acusada de "mata-maridos" por los vecinos, se casó de nuevo con un gitano al que también acabo envenenando con una purga.

Su último y aunque avisado marido de sus correrías anteriores, fue un soldado, quien, tras castigarla por sus crímenes anteriores, logró que ella bebiera el veneno activo que tenía preparado para él, por lo que consiguió acabar con la vida de la tía Girula.

Estos histriónicos hechos, donde se combina el envenenamiento con su motivación, gozaron de una atractiva popularidad en amplios sectores de público al combinar el engaño y la premeditación con lo satírico. Tampoco faltan las clásicas advertencias a los solteros para que se muestren prevenidos y alertas ante las mujeres, con claras recomendaciones de carácter misógino, aunque envueltas en un ambiente chistoso común en tantas hojas volanderas.

El predominante estereotipo sobre la mujer en el mundo de los pliegos sueltos se basa preferentemente en el engaño y en la premeditación para conseguir sus fines. La imagen de la mujer envenenadora, como forma de violencia marginal causada por su desafección al marido, ya fuera para lograr prosperar económicamente o entablar una nueva relación con la figura del amante, sugiere y alimenta el entonces estereotipo imaginario sobre la mujer.

La sutil forma de violencia, achacada a las mujeres del sigo XIX y que puede rastrearse en la literatura romántica y en la prensa diaria en cuanto al envenenamiento, se asocia preferentemente al género femenino al no requerir la fuerza física atribuida a los hombres.

Tras este "chiste moderno", que no deja de producir cierta sorpresa por la presunta actualidad innovadora del propio título, se añade una carta enviada desde Orán por Perico Pata-Gorda a un amigo suyo advirtiéndole de las consecuencias que tiene el casarse con mujeres derrochadoras.

A pesar del tiempo transcurrido, la mujer envenenadora de sus maridos nos recuerda a una canción del último cuarto del siglo XX interpretada por Massiel y procedente del disco "Viva" del año 1975, con el título de Lady Veneno, con estructura musical de tango y con letra de Moncho Alpuente y música de quien fuera inolvidable compañero y amigo Carlos Montero, donde se narra la forma de deshacerse de los maridos molestos.

A la interpretación con orquesta dirigida entonces por el entonces famoso director Augusto Algueró e interpretada en el año 1975, puede accederse a través del siguiente enlace.

https://www.youtube.com/watch?v=waw_NT5ZnPg&ab_channel=MelissaSabrina

Yo tuve tres maridos
y a los tres envenené
con unas cuantas gotas
de cianuro en el café.
Pero seguramente no me guardan rencor
pues derechos marcharon hacia un mundo mejor.
Mi vida es un infierno- se lamentó el primero-
no he de librarme nunca del negro pluriempleo.
Nos agobian las letras, las deudas y los plazos
y me persigue, atroz, la sombra del infarto.
Esto no es vida, es
sucumbir lentamente.
Yo aceleré su largo camino hasta la muerte.
Él me dijo: querida, excelente café,
yo no sé qué le pones que me sabe tan bien.
Yo tuve tres maridos
y a los tres envenené
con unas cuantas gotas
de cianuro en el café.
Pero seguramente no me guardan rencor
pues derechos marcharon hacia un mundo mejor
Mi segundo marido
era un rico banquero,
con él no tuve nunca problemas financieros,
más se volvió celoso,
como un jeque oriental
y se hizo insoportable la vida conyugal.
Lo libré del insomnio
y de sus consecuencias
y durmió el sueño eterno
y las buenas conciencias.
Él me dijo: querida, que bueno está el café,
yo no sé qué le pones que me sabe tan bien.
Pero volví a casarme,
nunca he de escarmentar,
y mi tercer marido
fue un intelectual.
Él quiso liberarme
de todos mis prejuicios,
suprimir de un plumazo
mis anteriores vicios
y, para reformarme,
me puso a trabajar,
mientras él meditaba
tumbado en el sofá.
Lo mandé incorruptible
y puro al otro barrio,
tal como vino al mundo,
con los brazos cruzados.
Yo tuve tres maridos
y a los tres envenené
con unas cuantas gotas
de cianuro en el café
Pero seguramente no me guardan rencor
pues derechos marcharon hacia un mundo mejor.

El pliego, que se encontraba a la venta en la librería Vidal de Reus, fue reimpreso por otros conocidos talleres, de los que adjunto al final un par de cabeceras.



 

Añado dos cabeceras del mismo pliego editado en Madrid por José María Marés en 1841 y en Carmona (Sevilla), sin año, por la imprenta de José María Moreno.


©Antonio Lorenzo