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Fragmento de 'La poción de amor' (1903), pintura de Evelyn de Morgan (1855-1919) |
Pliego donde se narra cómo la arrogante y desenvuelta Tía Girula, casada primeramente con un sereno, vendía fruta a espaldas de su marido al que acabó envenenando haciéndole comer un pan "con picardías". A su segundo marido, que era un "enaguas", también acabó con su vida para casarse con un tercero, que era un "vagamundo". A este último le echó unos polvitos en la ensalada por lo que también logró acabar con su vida. Tras ello, siendo acusada de "mata-maridos" por los vecinos, se casó de nuevo con un gitano al que también acabo envenenando con una purga.
Su último y aunque avisado marido de sus correrías anteriores, fue un soldado, quien, tras castigarla por sus crímenes anteriores, logró que ella bebiera el veneno activo que tenía preparado para él, por lo que consiguió acabar con la vida de la tía Girula.
Estos histriónicos hechos, donde se combina el envenenamiento con su motivación, gozaron de una atractiva popularidad en amplios sectores de público al combinar el engaño y la premeditación con lo satírico. Tampoco faltan las clásicas advertencias a los solteros para que se muestren prevenidos y alertas ante las mujeres, con claras recomendaciones de carácter misógino, aunque envueltas en un ambiente chistoso común en tantas hojas volanderas.
El predominante estereotipo sobre la mujer en el mundo de los pliegos sueltos se basa preferentemente en el engaño y en la premeditación para conseguir sus fines. La imagen de la mujer envenenadora, como forma de violencia marginal causada por su desafección al marido, ya fuera para lograr prosperar económicamente o entablar una nueva relación con la figura del amante, sugiere y alimenta el entonces estereotipo imaginario sobre la mujer.
La sutil forma de violencia, achacada a las mujeres del sigo XIX y que puede rastrearse en la literatura romántica y en la prensa diaria en cuanto al envenenamiento, se asocia preferentemente al género femenino al no requerir la fuerza física atribuida a los hombres.
Tras este "chiste moderno", que no deja de producir cierta sorpresa por la presunta actualidad innovadora del propio título, se añade una carta enviada desde Orán por Perico Pata-Gorda a un amigo suyo advirtiéndole de las consecuencias que tiene el casarse con mujeres derrochadoras.
A pesar del tiempo transcurrido, la mujer envenenadora de sus maridos nos recuerda a una canción del último cuarto del siglo XX interpretada por Massiel y procedente del disco "Viva" del año 1975, con el título de Lady Veneno, con estructura musical de tango y con letra de Moncho Alpuente y música de quien fuera inolvidable compañero y amigo Carlos Montero, donde se narra la forma de deshacerse de los maridos molestos.
A la interpretación con orquesta dirigida entonces por el entonces famoso director Augusto Algueró e interpretada en el año 1975, puede accederse a través del siguiente enlace.
https://www.youtube.com/watch?v=waw_NT5ZnPg&ab_channel=MelissaSabrina
Yo
tuve tres maridos
y a los tres envenené
con unas cuantas gotas
de cianuro en el café.
Pero seguramente no me guardan rencor
pues derechos marcharon hacia un mundo mejor.
Mi vida es un infierno- se lamentó el primero-
no he de librarme nunca del negro pluriempleo.
Nos agobian las letras, las deudas y los plazos
y me persigue, atroz, la sombra del infarto.
Esto no es vida, es
sucumbir lentamente.
Yo aceleré su largo camino hasta la muerte.
Él me dijo: querida, excelente café,
yo no sé qué le pones que me sabe tan bien.
Yo tuve tres maridos
y a los tres envenené
con unas cuantas gotas
de cianuro en el café.
Pero seguramente no me guardan rencor
pues derechos marcharon hacia un mundo mejor
Mi segundo marido
era un rico banquero,
con él no tuve nunca problemas financieros,
más se volvió celoso,
como un jeque oriental
y se hizo insoportable la vida conyugal.
Lo libré del insomnio
y de sus consecuencias
y durmió el sueño eterno
y las buenas conciencias.
Él me dijo: querida, que bueno está el café,
yo no sé qué le pones que me sabe tan bien.
Pero volví a casarme,
nunca he de escarmentar,
y mi tercer marido
fue un intelectual.
Él quiso liberarme
de todos mis prejuicios,
suprimir de un plumazo
mis anteriores vicios
y, para reformarme,
me puso a trabajar,
mientras él meditaba
tumbado en el sofá.
Lo mandé incorruptible
y puro al otro barrio,
tal como vino al mundo,
con los brazos cruzados.
Yo tuve tres maridos
y a los tres envenené
con unas cuantas gotas
de cianuro en el café
Pero seguramente no me guardan rencor
pues derechos marcharon hacia un mundo mejor.
El pliego, que se encontraba a la venta en la librería Vidal de Reus, fue reimpreso por otros conocidos talleres, de los que adjunto al final un par de cabeceras.
Añado dos cabeceras del mismo pliego editado en Madrid por José María Marés en 1841 y en Carmona (Sevilla), sin año, por la imprenta de José María Moreno.
©Antonio Lorenzo