Francisco Soria Aedo (1898-1965) - "Villancicos" |
Unos satíricos, divertidos e irónicos villancicos sobre ciertas costumbres madrileñas, donde no faltan las consabidas críticas a las suegras ni las alusiones a conocidas calles de la capital.
El conocido estribillo "carrasclás, carrasclás, carrasclás", ya era ampliamente conocido como villancico desde mediados del siglo XIX y ha servido de modelo para añadir letras alusivas a acontecimientos sociales: ya fuesen críticas al gobierno de turno o coplas anónimas alusivas a determinados momentos.
No encuentro clara relación, aunque es posible que la tenga, con la famosa canción infantil de excursión, tan usada, por cierto, en los dos bandos de la Guerra Civil, así como en el repertorio estudiantil de tunas, que dice:
Carrascal, carrascal,
qué bonita serenata;
carrascal, carrascal,
que me estás dando la lata.
En ambos casos, el popular estribillo, coreado por los presentes, viene antecedido por un número indeterminado de cuartetas o coplas más o menos improvisadas que reflejan o satirizan diversas cuestiones.
El célebre escritor nicaragüense Rubén Darío, en el capítulo titulado Málaga, incluido en su obra Tierras solares (1904) comenta al respecto del "carrasclás":
y nosotros nos iremos
y no volveremos más.
¡Carrasclás, qué gordo está el pavo;
carrasclás, qué gordito está;
carrasclás, qué enjundia que tiene;
carrasclás, carrasclás, carrasclás!"
Carrascal, carrascal,
qué bonita serenata;
carrascal, carrascal,
que me estás dando la lata.
En ambos casos, el popular estribillo, coreado por los presentes, viene antecedido por un número indeterminado de cuartetas o coplas más o menos improvisadas que reflejan o satirizan diversas cuestiones.
El célebre escritor nicaragüense Rubén Darío, en el capítulo titulado Málaga, incluido en su obra Tierras solares (1904) comenta al respecto del "carrasclás":
"Las borracheras populares comienzan a hacer ruido por la noche. Se oyen pasar las sonoras «parrandas», reuniones de muchachos y muchachas del pueblo, que van cantando coplas por las calles, coplas que recuerdan la celebración del día, la Virgen en el pesebre, José, el niño Jesús, el buey y la mula. Y de paso va entremezclada la copla amorosa o satírica, al son de las zambombas, al grito de los pitos, al chocar de las almireces y castañuelas, al rasgueo de la inseparable guitarra. Hay quien se acuerda todavía de por qué se celebra esa noche; hay quien piensa, por la tradición, en la estrella de los reyes magos, en la aldea de Belén, en el Dios de los cristianos que nació pobremente, que murió hace muchos siglos, y por el cual se pasan ratos muy agradables y regocijados.
La nochebuena se viene,
la nochebuena se va,y nosotros nos iremos
y no volveremos más.
¡Carrasclás, qué gordo está el pavo;
carrasclás, qué gordito está;
carrasclás, qué enjundia que tiene;
carrasclás, carrasclás, carrasclás!"
Tras la reproducción del pliego, editado en Madrid, s.a., por la Imprenta Universal de la calle Cabestreros, incluyo antecedentes del "carrasclás" entresacados de la prensa histórica.
Añado parte de un pliego, editado igualmente en Madrid (mediados del siglo XX) por la Imprenta de la calle Rodas, con letra de Pedro Antón Martín, aunque en este caso, eso sí, por la estructura del estribillo parece corresponder a la clásica melodía de la canción infantil "Carrascal, carrascal, qué bonita serenata".
Referencias al "carrasclás" en la prensa histórica
"El Museo Universal" (25-12-1864) |
Madrid, 20 de diciembre de 1894 |
"El Cabecilla", 20 de diciembre de 1894 |
Aunque la cita es larga, resulta ilustrativa como ejemplo del uso de un villancico popular en esta publicación del "periódico montaraz de pura raza", para criticar la situación política de 1894. Los dobles sentidos se encuentran presentes, como la referencia al olor a romero, en alusión a Francisco Romero Robledo, quien fuera ministro de la Gobernación en varios gobiernos de Antonio Cánovas del Castillo.
"Apréndanse de memoria los conservadores, si es que no la saben, esta endecha popular; compren cuantas zambombas, castañuelas y panderos encuentren en las plazas de la coronada villa, y el dia de Noche Buena, al compás de aquellos callejeros y populares instrumentos, cuando las piernas les pidan baile y la cabeza jaleo y el estómago una toma de leroy; cuando los excesos de la glotonería presupuestívora les convierta á todos en parlantes figuras del más conocido cuadro de Velázquez, entónenla á coro, cántenla en el diapasón que su estado les permita y repítanla sin cesar, porque esa endecha es la despedida de los conservadores, es el aviso para que se solacen á placer en la ultima de sus ministeriales bacanales.
Gocen á placer y rían sin cesar en la noche que los cristianos consagran á la adoración del nacimiento del Hijo de Dios, los eternos adoradores del dios Éxito, del dios Pan, del dios de los curdas, porque la estrella que brilló en los campos de Sagunto, se va eclipsando de tal modo para ellos, que en vez de noches buenas, solo noches malas les esperan.
¡Y cómo se pondrán los muy bellacos de turrones, mazapanes, pavos y demás menesteres comibles y bebibles el dia de Noche Buena! Con ser grandes todos los dias y todas las noches para los presupuestívoros, la Noche Buena es, sin embargo, la más cabal de todas. Desde el primero y el más alto funcionario del Estado, hasta el más bajo, aquel que habita suntuoso palacio ó el que vive en modesta portería de un público edificio nacional, todos, absolutamente todos, comen en esa noche del suculento pavo del presupuesto, de ese sabroso pavo por el que suspira sin cesar una jauría de liberales hambrientos, capaces de vender su honra, su conciencia y su dignidad por el más pequeño de sus sustanciosos pedazos.
Coman en buen hora y revienten con él, si así les place, los partidos que tal admiración le rinden y que solo aspiran al poder por el gusto de saborearle; coman sobre todo los conservadores, que EL CABECILLA, sin pretensiones de adivino les profetiza que será el último que coman. El próximo año de gracia del 85, se contentarán con el olor y con un palillo para los dientes.
Y menos mal si en vez de palillo no se encuentran con un trancazo, que les haga digerir de mala manera todo lo que han tragado en tanto tiempo.
Aprovéchense, pues, y procuren este año sacar la tripa lo más repleta posible.
Porque sabe Dios cuando se verán en otra: que no todos los días se encuentra un loco que haga una sargentada, ni el país está en condiciones, ni en humor de que se lo coman por pavo.
Vengan, pues, zambombas y castañuelas y panderetas y á cantar:
La Noche Buena se viene
La Noche Buena se vá,
Pero este pavo sabroso
No le probaremos más.
¡Carrasclás, pobrecito Antonio!
iCarrasclás, que pronto te vas!
jCarrasclás y cuanto me alegrol
¡Carrasclás, carrasclás, carrasclás!
El gobierno canovista
olía antes á romero,
ahora todo el mundo sabe
que está oscuro y huele á queso.
En el portal del Belén
estamos hace unos meses,
y el que se nos echa encima
vale por muchos belenes.
Carrasclás, que quieras ó nó
carrasclás ¡tú te marcharás!
carrasclás, de grado ó por fuerza,
carrasclás, carrasclás, carrasclás.
Me vas á hacer un obsequio,
Paquito el jacarandoso;
¡no venirnos otra vez
con las pamplinas del morbo!
El cólera en otro tiempo
era el coco de la tierra;
ahora se han aprovechado
para que estire la cuerda.
Carrasclás, y todo es inútil,
carrasclás, porque esto se va,
carrasclás no tiene remedio,
carrasclás, carrasclás, carrasclás...
"El Solfeo" (24-12-1875) |
"Blanco y Negro" (29-12-1900) |
"Madrid Cómico" (1 de enero de 1898) |
La popularidad del villancico era tal, que hasta figura en el título de un juguete cómico-lírico, con letra de Ángel María Segovia y música de Rafael Taboada: La noche del besugo o ¡Carraclás qué niño tan gordo!, según recoge la noticia "El Heraldo de Madrid" del 20 de diciembre de 1890, si bien no figuran en ella los autores de la pieza.
©Antonio Lorenzo