miércoles, 5 de junio de 2013

El sordo y el arriero


Otro de los escasos cuentos tradicionales que han pasado a los pliegos de cordel es el referido al conocido como «El labrador sordo» o, como se recoge en el índice Internacional de Aarne-Thompson bajo el [Tipo 1698]: «Los sordos y sus repuestas tontas».

La variabilidad y el juego de respuestas que da el sordo suele ser amplia. Unos ejemplos de respuestas en las colecciones de cuentos recogidos por tradición oral son las siguientes:

* A la pregunta por el animal perdido el sordo da respuestas inconexas (es el caso del pliego que editamos).

* Los viajeros preguntan por una dirección y el sordo cree que quieren comprarle los bueyes.

* Un embustero hace creer que cada persona es sorda antes de encontrarse con otra, con lo que al final se forma un gran griterío.

* Un viajero le pregunta por un camino y el sordo en el árbol le contesta sobre el pájaro que ha atrapado.

* El hombre sordo planifica una conversación con las respuestas esperadas y al visitar a los enfermos todo sale de otra manera: —¿Cómo estás?/—Estoy muerto; —¡Gracias a Dios! ¿Qué has comido?/—Veneno, creo; —Espero te caiga bien…

* La persona finge sordera hasta que con la pregunta apropiada se traiciona y se descubre.

El pliego que publico es un claro ejemplo para representar en reuniones o tertulias, como lo atestigua el propio encabezamiento de «pasillo», como forma de composición escénica breve y de un solo acto, junto a las indicaciones sobre la vestimenta de los personajes y la puesta en escena.





La comicidad que se desprende de las respuestas inapropiadas ha sido un recurso muy utilizado en todo tiempo y lugar. Ya Gonzalo Correas, en 1627, recoge en su célebre «Vocabulario de refranes y frases proverbiales» las siguientes muestras:



—¿Cómo estáis, casada?
—Barriendo y regando cada mañana.
—¿Cómo estáis, os digo?
—A la aceña fue mi marido.
—¿Vos traídes?
—Una hanega y dos celemines.
—¿Sois sorda?
—Buena y gorda.
—¡Válate el diablo la mujer!
—Dios vaya con él.

—Hombre, ¿traes armas?
—Un cardo y dos manzanas.
—¿Es de veras?
—Y de sebo las velas.
—Juro a tal que os lleve preso.
—Rábanos y queso.

Dentro de la gran variedad de temas, costumbres y personajes que fueron objeto de las burlas y críticas de los dramaturgos en el Siglo de Oro abundan los personajes que representan estereotipos, como los alcaldes, el barbero, el soldado, el sacristán, el zapatero, el sacamuelas o el sastre. Poco a poco estos estereotipos van siendo relegados en las representaciones por personajes con deficiencias físicas, como los ciegos, los sordos, los mellados o los jorobados. 

Publico también la portada y el epílogo del «Entremés de los sordos» de Lope de Vega, facsímil del manuscrito original conservado en la biblioteca de Archer M. Huntington, fechado en Madrid el 22 de noviembre de 1627 con la firma original de Lope. Con igual título conocemos también el entremés escrito por Luis Vélez de Guevara donde la sordera constituye el engarce común para producir efectos risibles.




Para ilustrar la vigencia de este cuento en la tradición oral reciente, publico una breve versión recogida en Las Caheruelas (Tarifa, Cádiz), por Ana Mª Martínez y Juan Ignacio Pérez, que puede consultarse en el siguiente enlace:




El sordo y los guardias civiles

Era un sordo que estaba haciendo un canasto y vio venir a la pareja de la Guardia Civil. Y dice: “Ahora me van a preguntar que qué es lo que estoy haciendo y yo les voy a decir que canastos. Y me van a decir que si tengo mujer y yo les voy a decir que tres hijas más. Y me van a preguntar que dónde vivo y yo les voy a decir que allí detrás de aquella cañá”.
Llega la pareja de la Guardia Civil y le pregunta:
—¡Dios guarde a usted!
—Canastos.
—¡Y un carajo, hombre!
—Pa mi mujer.
—¿Su mujer de usted es puta?
—Sí, y tres hijas más.
—¿A usted nunca le han dado por culo?
—Sí, allí detrás de aquella cañá.


Antonio Lorenzo


sábado, 1 de junio de 2013

El burro que cagaba dineros


Pocos son los cuentos tradicionales que han pasado a los pliegos de cordel. En entradas sucesivas iremos viendo algunos de ellos, pero en esta nos detendremos en uno de los cuentos folklóricos más extendidos y conocidos en el Siglo de Oro y que ha logrado, después de cerca de quinientos años, hacerse con un respetable hueco en el intrincado mundo de los pliegos de cordel.

El cuento de «El villano astuto», o «Ingenio y credulidad», como también es conocido este cuento, figura catalogado con el Tipo 1539 en el conocido Índice Internacional de Tipos, elaborados por Aarne-Thompson, lo que ya nos ofrece una primera idea de la amplia difusión del mismo en otros países y culturas. Conocemos versiones orales asturianas, extremeñas, catalanas, mallorquinas, andaluzas, castellanas, etc., aparte de las portuguesas e hispanoamericanas.


La rareza de que los pliegos acogieran relatos folklóricos ya fue señalada por uno de los mayores conocedores del cuento folklórico y tradicional en el Siglo de Oro, como fue Maxime Chevalier.
«Estos pliegos no parecen haber sido numerosos y no sería razonable abrigar la esperanza de que en unas investigaciones ulteriores acrecienten su cantidad en grandes proporciones, en lo que se refiere a los pliegos poéticos por lo menos, dado que fueron pocos los cuentos que se versificaron en el Siglo de Oro, sea en forma de romances, sea en forma de sonetos, sea en forma de octavas». 
(Chevalier, M., Folklore y literatura: el cuento oral en el Siglo de Oro, Madrid, Crítica, 1978, p. 41) 
El cuento descansa sobre el efecto cómico que produce la simulación y el engaño. A ello se une la condición del protagonista, que suele ser un labrador o campesino, mientras que los engañados suelen pertenecer a un estamento social más elevado, como mercaderes o estudiantes.

La estructura o el armazón del relato suele desarrollarse, según las versiones, sobre estas o parecidas secuencias:

* Un campesino vende (a su compadre o hermano rico o a unos mercaderes) un burro del que asegura que caga dinero.
* Vende también un conejo o liebre que hace recados.
* Vende una olla que cuece sin fuego o hace sopa con agua sola.
* Mediante el engaño de la falsa muerte de su mujer vende una flauta u otro instrumento que es capaz de resucitar a los muertos.
* El campesino persuade a un pastor de que se meta en el saco donde se halla encerrado y el campesino aprovecha para escaparse.
* El campesino engaña de nuevo a sus rivales y los persuade de que se arrojen al río para obtener ganados u otras riquezas.

Aparezcan o no todas estas secuencias en las versiones orales del cuento, el nexo de unión de todas ellas se centra en el cambio del centro de interés que manifiestan ante el nuevo elemento los virtuales compradores. De este modo, la sucesión de engaños puede prolongarse hasta donde se quiera.

Espigando en las colecciones de cuentos orales que recogen este relato, el protagonista se presenta con diversos nombres: «El tío Listezas» (Extremadura), «El tío Taurino» (Ciudad Real), «El del gorro “colorao”» (Asturias), «El Chache» (Córdoba), «Juanito Malastrampas» (Burgos), etc. En los dos pliegos que publico se llaman Pedro Juan Tintoré y el tío Facundo, respectivamente.

Mediante un rudimentario proceso psicológico de identificación con el personaje que satisface en el auditorio sus deseos compensatorios de mejora social, el campesino, arriero o aldeano se burla de personajes de rango social más elevado.

La utilización de la burla tradicional como materia aprovechable literariamente ya lo encontramos en Cervantes (episodio de la vejiga llena de sangre en El Quijote II, XXI), en Mateo Alemán, Tirso, etc.

El cuento, del que publico estas dos excelentes versiones, representa una feliz muestra de la continuidad del relato desde su primeras versiones impresas en pliegos sueltos, en Burgos y en Sevilla en la primera mitad del siglo XVI, hasta fechas recientes en sus versiones orales sin que haya perdido un ápice de frescura ni de poder evocador.






Segunda parte






Publico el segundo pliego, más resumido que el anterior pero que consta de una sugerente xilografía, editado en Barcelona en la imprenta de José Torrás en 1838.






Para saber más

 













* La trayectoria impresa de nuestro cuento puede seguirse en el ya imprescindible estudio de Infantes, Víctor: Cómo un rústico labrador astucioso con consejo de su mujer engañó a unos mercaderes en "Dos obras de la primera literatura áurea (c. 1515)", Madrid, Turpin Editores, 2012.

En este fundamental estudio el autor señala como antecedentes literarios la deuda de nuestro cuento con un poema medieval en latín conocido bajo el nombre de Unibos (buey), pasando por el poema anónimo Historia de Campriano Contadino, hasta la primera impresión en castellano a principio del siglo XVI en Burgos, hasta llegar a los pliegos de cordel del siglo XIX de los que he reproducido dos ejemplos.

* Lorenzo Vélez, Antonio, “Tradición oral y literaria del cuento 'El burro que cagaba dineros'. Notas a una versión cordobesa”, en «Actas del II Congreso de folklore andaluz: danza, música e indumentaria tradicional (Sevilla, 1988)», Centro de Documentación Musical de Andalucía, 1990.

* Chevalier, Maxime, «Cuentos folklóricos españoles del Siglo de Oro», Barcelona, Crítica, 1983.

* Baranda, Nieves, “Noticias sobre el primer cuento impreso en la literatura española: Cómo un rústico labrador engañó a unos mercaderes (c. 1515)» en «Literatura hispánica, Reyes Católicos y Descubrimiento», Criado del Val, 1989, pp. 210-219.

©Antonio Lorenzo

domingo, 26 de mayo de 2013

La buenaventura y el talismán del amor


Para ilustrar esta entrada de la buenaventura sugiero observar el cuadro de Georges de la Tour (1593-1652) que resume visualmente el tópico literario y el prejuicio tan extendido sobre los gitanos como ladrones y embaucadores.

La escena representa a cuatro astutas ladronas que roban a un muchacho mientras concentra su atención en la vieja que le lee la palma de la mano y le reprocha el que le haya dado tan poco dinero por adivinarle el futuro. En una perfecta simbiosis una de las muchachas le está quitando la bolsa de dinero mientras que una cómplice ya tiene la mano dispuesta para hacerla desaparecer. Otra de las jóvenes, de piel clara, le corta con disimulo la cadena que sujeta un medallón de oro.

A modo de una escena teatral podemos observar el estudiado juego de manos de las muchachas y la expresión concentrada de sus miradas.

La gitana que lee la mano y vaticina el futuro a los incautos es un claro ejemplo de arquetipo folklórico que ya aparece en las comedias de enredo y en los relatos costumbristas, preferentemente de ámbito andaluz.

Como antecedente literario nos viene enseguida a la memoria la figura de Preciosa, la gitana protagonista de la clásica novela «ejemplar» de Cervantes. En dicha novela Preciosa hace gala de su hábil manejo del lenguaje y de su poder de persuasión, a pesar de que se descubra al final que no era realmente una gitana sino una noble robada al nacer a sus padres.

Cervantes comienza su novela con una declaración de intenciones:
«Parece que los gitanos y gitanas solamente nacieron en el mundo para ser ladrones: nacen de padres ladrones, críanse con ladrones, estudian para ladrones y, finalmente, salen con ser ladrones corrientes y molientes a todo ruedo; y la gana del hurtar y el hurtar son en ellos como accidentes inseparables, que no se quitan sino con la muerte».
La actitud de Cervantes respecto al mundo gitano es ambigua, pues parece aceptar su inclinación al delito al tiempo que idealiza su modo de vida y la belleza de los de su raza.

 Muchos otros son los antecedentes que se podrían aportar en relación con la buenaventura, tanto en las obras literarias como en la cultura popular en general, pero basten unos ejemplos recogidos en los pliegos de cordel para comprobar su vigencia hasta fechas relativamente recientes.





Publico también un interesante pliego, conocido ya en el siglo XVIII puesto que aparece citado en el Romancero de Durán, del que conocemos edición de Francisco Barrera en Llerena (Badajoz) cuya actividad impresora se remonta al último cuarto de dicho siglo. Existen también reimpresiones, con otras xilografías, de los Herederos de Juan Jolís y de Estivil en Barcelona, donde se atribuye su composición a un ingenio cordovés [sic].

En el romance, narrado con desparpajo, la gitana nos va relatando su vida de penurias, ya que está cargada de hijos, y hasta ayuda a aliviar la muerte de su marido ladrón en la horca estirándole de los pies «porque mucho no penara», junto a otra serie de vicisitudes donde se conjugan aspectos truculentos y burlescos, tan propios de la «poética» del género.





La historia de la pintura proporciona a las ciencias sociales un amplio abanico de datos sobre los que reflexionar. Constituye por tanto un elemento más a tener en cuenta a la hora de historiar con imágenes. El tema de la buenaventura responde claramente al imaginario colectivo sobre el mundo gitano, como se recoge en la pintura desde los siglos XV al XIX. La representación del exotismo, la criminalidad y la otredad, la quiromancia y el ocultismo se popularizan entre los pintores, de los que publico unas muestras donde el simple hecho de que una mujer observe las líneas de una mano se vincula inmediatamente a la imagen de una mujer gitana como símbolo identitario.


François-Joseph Navez (1787-1869)
Caravaggio (1571-1610)

Pintura realizada en 1841 por el artista ruso Mikhail Ivanovich

Simon de Vouet, Diseuse de bonne aventure, 1618

Las representaciones de la buenaventura desaparecen en la pintura a finales del siglo XIX como reacción general contra ese impacto de la revolución industrial en el campo. Se potencia también desde entonces el colorido en paisajes bucólicos y entornos naturales vírgenes. Los campesinos y los gitanos quedarían asociados permanentemente a unos paisajes que realmente ya comenzaban a desaparecer.

En otro orden de cosas y respecto a la música recordemos la zarzuela en un acto y cinco cuadros «La buenaventura», estrenada en Madrid en 1901, de la que publico la portada del libreto.




Antonio Lorenzo

jueves, 16 de mayo de 2013

La baraja explicada por un soldado

Baraja valenciana de 1778
La explicación «a lo divino» de las cartas que integran la baraja no es específica de la tradición española, pues conocemos versiones portuguesas y latinoamericanas. La adaptación de tal práctica, ya sea en forma de romance-canción o como cuento o narración, hay que buscarla en la obra de Hadin «Histoire du jeu de cartes du Grenadier Richard, ou explication du jeu de cinquante-deux cartes en forme de libre de prières», París, 1811.

El argumento general, con ligeras variantes, puede resumirse así: un soldado (en las versiones españolas llamado Miguel de Ricart o Andrés Espinosa) es sorprendido en la misa con una baraja entre las manos. El sargento lo recrimina y le conduce ante el coronel o mayor. El soldado se justifica diciendo que no cuenta con dinero para comprarse un misal o libro de oraciones y que la propia baraja le sirve de instrumento de oración y piedad. El soldado comienza a interpretar cada carta de la baraja «a lo divino» (en la versión francesa la baraja consta de 52 cartas). En las versiones abreviadas, que son las más abundantes, se asocia con determinados elementos de la pasión, con lo que logra convencer plenamente al jefe superior. Este le levanta la posible sanción y además le entrega una cantidad de dinero o le ofrece días de permiso.

La baraja y el soldado (como también es conocido el romance-canción) es un claro ejemplo de creación de un sistema de analogías y de operaciones mentales puestos en boca de alguien que ostenta en la sociedad clasista un rango inferior, lo que maravilla a sus superiores por su bien engarzada explicación. La propia baraja se convierte, pues, en un artefacto o herramienta de imaginación, sustitutiva de un libro imaginario. Es interesante señalar cómo los motivos icónicos de cada palo de la baraja sugieren, en su libertad interpretativa, el establecimiento de variadas correspondencias con motivos religiosos.


Madrid, Sucesores de Hernando, sin año.
Portada del pliego editado en
Córdoba, Impr. R. Gª Rodríguez, sin año.
Un elemento interesante que aparece en algunas versiones consiste en que el soldado se salta conscientemente la interpretación de una de las cartas (en la baraja francesa se trata del «valet» y en la española se asocia a la sota). Un diálogo explicativo es el siguiente:
— ¿Cómo habiendo dado usted relación y representación de todas las cartas de la baraja, no ha citado la sota de oros?
— Señor —contestó el encausado— la sota de oros se parece a mi sargento primero y no he querido mezclarla en tan sagrados misterios.

Valladolid, Impr. Dámaso Santarén, 1850
Este tipo de composiciones pueden ser entendidas como facilitadoras de recursos mnemotécnicos y memorísticos para desarrollar habilidades y cálculos mentales. La explicación de motivos religiosos a través de la baraja (o de las piezas del arado, o de las horas del reloj, o las vestiduras, etc.) constituyen una curiosa muestra de entrecruzamiento o simbiosis entre lo profano y lo religioso donde se trasluce veladamente una especie de enfrentamiento virtual de los humildes frente a los poderosos o representantes de la clase dominante, lo que viene a añadir un sutil ingrediente reivindicativo que habría que tener en cuenta en otros análisis.

Transcribo uno de los variados cuentos que circulan sobre la misma temática asociados al número de cartas de la baraja francesa.

El cuento del soldado

 Durante la guerra en Corea, un grupo de jóvenes soldados, al terminar una larga caminata, llega a la ciudad de Seúl. El siguiente día era domingo. Varios de ellos fueron a misa.
Después de leer las oraciones, el sacerdote prosiguió con el texto sagrado.
Algunos de los muchachos que tenían su libro de oraciones lo sacaron, pero uno de ellos, que solo llevaba una baraja, la extendió frente a él.
El sargento que comandaba a los soldados dijo: "soldado, guarde la baraja". Al terminar la misa el soldado fue arrestado y llevado ante el comandante.
"Por qué ha traído aquí a este hombre", preguntó el oficial.
"Por estar jugando baraja en misa, capitán", contestó el sargento.
"Y usted que puede decirme en su favor".
"¡Mucho, mi capitán!", contestó el soldado.
"Espero que así sea", dijo el capitán, "porque de lo contrario, será severamente castigado"
El soldado dijo:
"Es así mi capitán… Hemos estado en marcha por seis días y aunque no tenga Biblia, ni libro de oraciones, espero satisfacerlo con la pureza de mis intenciones.
Cuando yo veo el as en la baraja, recuerdo que hay un solo Dios todopoderoso.
Cuando veo el dos, me acuerdo que la Biblia está dividida en dos partes, antiguo y nuevo testamento.
Cuando veo el tres, pienso en la Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo.
Cuando veo el cuatro, me acuerdo de los cuatro evangelistas que predicaron el evangelio de la salvación, Mateo, Marcos, Lucas y Juan.
Cuando veo el cinco, me acuerdo de las cinco vírgenes necias y las cinco vírgenes prudentes. Cinco se perdieron, cinco se salvaron.
Cuando veo el seis, me acuerdo que en seis días Dios hizo el cielo, la tierra y todo lo creado.
Cuando veo el siete, me acuerdo que Dios descanso el séptimo día.
Cuando veo el ocho, me acuerdo de las ocho personas que dios preservo del diluvio fueron, Noé, su esposa, sus tres hijos y las esposas de estos.
Cuando veo el nueve, me acuerdo de los nueve leprosos… Fueron diez los que nuestro señor alivió, pero nueve de ellos ni siquiera las gracias le dieron.
Cuando veo el diez, pienso en los diez mandamientos que Dios le dio a Moisés, escritos en tablas de piedra.
Cuando veo la sota, me acuerdo del diablo, príncipe de las tinieblas y padre de la mentira.
Cuando veo la reina, me acuerdo de la Santísima Virgen María, reina del cielo y de la tierra.
Cuando veo el rey, me acuerdo otra vez, que hay un solo Dios todopoderoso.
Hay trescientos sesenta y cinco puntos en la baraja, como los días del año. Cincuenta y dos cartas, como las semanas del año. Cuatro palos, como las cuatro semanas del mes. Doce figuras, como los meses del año.
Por eso mi capitán, mi baraja me sirve como Biblia, almanaque y libro de oraciones".
 “Amigos lo que les he platicado aquí es la verdad, lo sé porque yo soy ese soldado”.
Reverendo Padre Pepe Peña.



La baraja de Borja

Como curiosidad y antecedente literario a estas asociaciones «a lo divino» es interesante comentar algo sobre la baraja que confeccionó el que fuera General de la Compañía de Jesús y canonizado por el papa Clemente X en 1671 Francisco de Borja.

La infanta Juana, hermana de Felipe II y princesa de Portugal, que era al parecer muy aficionada al juego de naipes, solicitó al padre Francisco de Borja (1510-1572) que le confeccionara una baraja espiritual para encauzar su desmedida afición de una forma piadosa. La conocida como baraja espiritual de Borja, confeccionada por este en 1553, alcanzó gran éxito entre la nobleza, que comenzó a frecuentar el juego con esa baraja y dio origen a distintas variantes. La baraja constaba de 48 cartas sin ningún dibujo: 24 de ellas llevaban la descripción de una virtud y las otras 24 la de un vicio. El vencedor era aquel que recibía al final más cartas de virtudes. Este «enseñar deleitando» aristotélico utilizaba sabiamente el juego, considerado mayormente como un vicio, como un instrumento de utilidad piadosa y edificante.

Publico un pliego de la misma temática y de factura más moderna, sin datos de impresión ni año, con el curioso título de «Nuevo tango» donde se desarrolla con más amplitud las analogías con la pasión de Cristo.




Para saber más

- Ètienbre, Jean-Pierre, «Márgenes literarios del juego. Una poética del naipe. Siglos XVI-XVIII», Tamesis Books Limited, London, 1990.

- Adjunto también un enlace para escuchar una versión, recogida oralmente en el pueblo de Cañizares (Cuenca), cantada por el grupo Raíces y extraída de su disco «De boca en boca» (1979)


©Antonio Lorenzo

sábado, 11 de mayo de 2013

Controversias y debates (Entre un moro y un cristiano)


Los debates literarios medievales recibieron un fuerte impulso en las aulas universitarias, donde era frecuente la práctica de debates jurídicos o las porfías entre los representantes de la Iglesia o de las religiones.

El éxito de estos debates y su amplia difusión sugiere que se incorporaron de forma resumida a la tradición oral, donde siempre fueron apreciados, habida cuenta la gran cantidad de impresiones que sobre los mismos hacían las imprentas. Esta difusión oral proviene de refundiciones de autores anónimos y que, a través de un proceso de ida y vuelta, pasaron de lo escrito a lo oral y de lo oral de nuevo a lo escrito. No podemos desdeñar, pues, la memorización de determinados preceptos o proverbios morales que pasaron de la escritura a la cadena oral.

Recordemos que muchos de los cuentos folklóricos que circulaban oralmente durante la Edad Media fueron fuente y claros inspiradores de las obras de autores cultos, como las colecciones de «exempla» utilizadas por don Juan Manuel en «El conde Lucanor» en un proceso de retroalimentación que pasaba por la lectura, la memorización, la reescritura y vuelta de nuevo a la cadena de la oralidad.

Creo que, al igual que sucede con el Romancero de temática religiosa, la memorización de oraciones o de romances no constituye propiamente un proceso de tradicionalización, sino más bien de memorialización, puesto que su variabilidad es muy escasa, así como su «apertura» de intriga y significados, ya que su función primordial consiste en servir de soporte de una enseñanza moral para interiorizar y consolidar creencias y pautas de comportamiento.




Debido a su carácter didáctico, estos debates fueron usados como herramientas por los predicadores en sus sermones sirviéndose de ellos como ejemplos de una enseñanza doctrinal.

Algunos de estos debates, simplificados y adaptados, han llegado hasta nosotros a través de los pliegos, y aún en épocas recientes han podido recogerse oralmente en las encuestas llevadas a cabo por algunos colectores de tradiciones.

Veamos algunas portadas y ejemplos sobre estas controversias doctrinales entre un moro y un cristiano. 









Madrid, Impr. D. José Marés, 1848


Facsímil sin lugar ni fecha de impresión

Estos debates creo que se apartan y que no guardan similitud con las tan conocidas representaciones simbólicas de carácter popular de las fiestas de «Moros y Cristianos». Estas fiestas rememoran episodios locales y se integran en las festividades anuales de cada localidad como un ritual festivo. Estos combates entre el bando de los héroes (los cristianos) y el bando de los enemigos (los moros) tienen una dimensión sociológica y antropológica de tal complejidad que rebasa con mucho la intención meramente divulgadora de este blog.

Aunque su incierto origen parece remontarse en apariencia a la «reconquista», con profusión de combates fingidos con pólvora, sobre todo en la zona de Levante, en algunas representaciones se incluye un breve parlamento entre el jefe moro y el cristiano que puede recordar algo a lo recogido en los pliegos sueltos.


Parlamento entre un moro y un cristiano
 en Laza (Ourense), festividad que se
celebra el 3 de mayo


Los «pasillos» y las «relaciones de comedias»


Un caso aparte, pero que considero que tiene mucha mayor relación con las contiendas verbales entre el moro y el cristiano en los pliegos de cordel, es su analogía con las «relaciones de comedias» y los «pasillos dialogados» que circulaban en folletos de bajo coste y que recogían los pasajes más representativos y que se han venido reimprimiendo en pliegos hasta bien avanzado el siglo XIX. Estas relaciones eran susceptibles de ser recitadas o representadas en las tertulias. Habitualmente recogen los pasajes que desarrollan el enfrentamiento entre el moro y el cristiano en el terreno doctrinal, por lo que estos pliegos se encuentran en la frágil frontera entre lo escrito y lo oral y que necesitarían de una mirada más atenta.

Doy unos ejemplos donde en uno de ellos se sugiere el escenario adecuado para ser representados.


Barcelona, Impr. de Juan Llorens, 1862


Reus, en Casa Vidal, sin año.

No quisiera acabar esta entrada sin señalar a vuelapluma la importancia de la «décima» como tipo de estrofa que se manifiesta en estos debates y en los anteriores que hemos visto. Ya sea en su variante de décima glosada o no, es un tipo de estrofa que se ha mantenido (y mantiene) con gran vitalidad en las islas Canarias como género musical de ida y vuelta con el continente americano. 

Como ha estudiado con sagacidad Maximiano Trapero, la décima en Canarias está vinculada al fenómeno migratorio, sobre todo con Cuba, de fines del siglo XIX y comienzos de XX. Estos pliegos de controversia que hemos mostrado, en esta y en entradas anteriores, son un caso anómalo de utilización de un tipo de estrofa que prácticamente ha desaparecido en la tradición oral peninsular pero que pervive con inusitada fuerza en Canarias al haber sido paso obligado durante muchos siglos entre la península y América. El uso de la décima en los pliegos sueltos merecería, sin duda, un estudio pormenorizado que abarcase todas sus variantes y modalidades.



Antonio Lorenzo