"En el término de Jerusalén, catorce millas de esta antiquísima y famosa Ciudad, por la parte del Monte Doresta, se había advertido muchos días anteriores un notable estrago de variedades de hombres despedazados, bueyes, ganados menores, de carneros, puercos, caballos &c. de los que pastaban en aquellos contornos medio conocidos, sin poderse averiguar qual fuese la causa, hasta que pasando un Caminante por aquel sitio, á poca distancia de la montaña, reparó y vió, que otro que iba más adelantado que él, fue acometido por un Animal monstruoso, el qual con sus garras lo destrozó en un instante; y lleno de un temor igual a tan gran peligro, se separó del camino, huyendo para la primer población, donde habiendo contado el suceso, llenó de pavor y espanto a todos los vecinos, conociendo entonces el ignorado motivo de tantos estragos y discurriendo medios como librarse de semejante fiera, avisaron á los circunvecinos Pueblos, para que como interesados en el logro de extinguir y ver el enemigo que tamos daños causaba cónsultasen el modo de ponerlo en execución. Concurrieron todos a hacer una montería a fin de darle caza o quitarle la vida, convinieron todos en seguir con su intento: se juntó un gran número de gente proveídos de todas clases de armas llevando por guía al que les había dado la noticia y estando próximo al sitio donde el mismo había visto desaparecer al Pasagero, de cuyo cadáver aún ayaron los despojos, se fueron aposentando en la circunferencia de la montaña, donde a pocas horas vieron repentinamente aparecer el monstruoso Animal que buscaban. Este horrendo monstruo era de la magnitud de un caballo; pero su espantosa cabeza a especie de la de un León: en ella tiene dos astas a modo de las de un Buey: la punta de la nariz como un gran poco de Aguila: los dientes de un gran león: colmillos de Javalí: de a palmo y medio de largo: las orejas muy caídas: quatro tetas como Baca: el pecho poblado de pelo: los pies con garras muy largas: la cola de un Basilisco sobre seis palmos de largo, y la punta como flecha: del espinazo le salen seis espolones de Gallo; pero muchos mayores, y todo el cuerpo cubierto de conchas, tan juntas y tan unidas, que las balas no le hacían el menor daño. A vista de tan formidable monstruo desanimaronse los que les perseguían, y mucho más viendo que del primer ímpetu los hacía pedazos, Desistieron de su empresa, y dieron cuenta al Baxá, quien mando a dicha expedición un Regimiento de Caballería y otro de infantería, que se situaron en el parage que se acostumbraba a ver dicha Fiera, la que en efecto apareció la tarde del día 15 de Noviembre del año pasado de 1787, e inmediatamente que vio los caballos acometió con tal ferocidad a ellos, que se espantaron dichos animales de manera, que sin obedecer al freno ni a la espuela, echaron por tierra a la mayor parte de los Soldados, de los quales muchos acabaron en las garras de este monstruoso Animal, y los que lograron escapar y acogerse en un inmediato Bosque, desde él eran testigos del estrago que padecían sus compañeros. La Infantería, formada en la figura que en las evoluciones militares llaman puerco espín , procuraron marchando con singular unión, aguantar el ímpetu de este monstruo, que la vista del movimiento tan igual de la Tropa, lo timidó, y le hizo retirarse poco a poco al Bosque, con lo que animados los Soldados, dieron en perseguirlo hasta lograr ponerlo en una precipitada fuga, dando unes horribles ahullidos que atemorizaban. Los que al principio del ataque se habían retirado al bosque, se hallaron en nuevo peligro luego que sé entró en él el Monstruo, que añadiendo á su braveza natural el furor que le causó la persecución, todo lo que encontraba lo hacía pedazos; y viendo uno de los Soldados que estaban allí acogidos, que la Fiera se encaminaba hacia él, echó pies atrás, y el libertar la vida le animó a aguardarle, y enristrar la lanza tan oportunamente, que se la metió por la garganta, y cayó mortal en tierra. No puede explicarse el gozo general que este triunfo ocasionó a todos los sitiadores, que recobrando valor acudieron á emplear sus armas en la moribunda bestia, no logrando herirla á su satisfacción, porque con el violento movimiento de las ansias de la muerte, y sacudidas de la cola, derribó á muchos, que algunos murieron, y otros quedaron muy mal heridos. El júbilo que causó la muerte de este Monstruo fué general por todos aquellos Pueblos circunvecinos, que estaban en el mayor conflicto, pues en un mes, además de los ganados de todas especies, se echaron menos quarenta y nueve personas conocidas: concurrieron á la montaña infinitas gentes para ver la Fiera muerta, la que fué conducida en un Carro á Jerusalén, donde se han sacado retratos para todas las partes del Mundo".