La Revolución de 1868, conocida como «La Gloriosa», fue una sublevación militar con elementos civiles que tuvo lugar en España en septiembre de 1868 y supuso el destronamiento y exilio de la reina Isabel II y el inicio del período denominado Sexenio Democrático.
El pronunciamiento militar coincide con una de las etapas más difíciles en España, no solo por la creciente inestabilidad política, sino también por los tres grandes conflictos del momento: la guerra carlista, la sublevación cantonal y el conflicto con la isla de Cuba.
Los principales protagonistas de la sublevación fueron el general Serrano, el almirante Topete y Juan Prim.
Tras el triunfo de la revolución se estableció un gobierno provisional presidido por el general Serrano. Una vez constituidas las Cortes constituyentes y tras dar cumplimiento a la convocatoria de nuevas elecciones, se aprobó la Constitución de 1869, con Serrano como regente y con Prim como presidente del gobierno. Su labor principal estuvo encaminada a buscar un rey para cumplir con lo aprobado en la nueva Carta Magna, ya que exigía como requisito el establecimiento de una monarquía constitucional. La siguiente etapa se caracteriza por la llegada al trono de Amadeo I como rey de España (1871-1873) y, tras su renuncia, por la proclamación de la Primera República Española el 11 de febrero de 1873.
La Constitución de 1869, expresión de las más importantes ideas políticas de la Revolución de septiembre de 1868, parte de principios básicos y del reconocimiento de los derechos individuales. En ella desaparece la confesionalidad y se proclama la libertad de cultos públicos y privados. La resistencia a la Constitución, como era previsible, fue notable por parte de la oligarquía económica (debido a las reformas sociales) y por el clero en general (por la libertad de culto).
La Constitución se promulgó el 6 de junio de 1869, pero las Cortes no se disolvieron hasta el 3 de enero de 1871, un día después de la jura del nuevo rey Amadeo I, elegido por ellas.
Al margen de las abundantes ilustraciones que aparecen en las revistas de la época, considero de interés llamar la atención sobre la más desatendida literatura popular impresa, de las que reproduzco algunas muestras.
Comienzo con una lámina que conmemora el inicio de la revolución en Cádiz en 1868 protagonizada, entre otros, por el general Prim.
Continúo con un pliego, de corte patriótico y de clara exaltación a la Revolución, reimpreso en Lérida en 1869, donde se exalta el triunfo de la libertad (referido lógicamente a los rebeldes progresistas) frente a los moderados realistas.
Merece un comentario el repetido coro del himno donde, de forma conjunta, se alaba a las dos tendencias republicanas sostenidas principalmente por Emilio Castelar y José María Orense.
Libertad españoles valientes
dice nuestro Emilio Castelar
Viva D. José María Orense
gloria, gloria al General Pierrad
Un sector de Partido Republicano, al no establecerse en la recién aprobada Constitución la forma republicana de gobierno, adoptó dos posturas no conciliables: El republicanismo unitario, favorable a una república centralista (defendida por Emilio Castelar) frente a una República Federal (representada por José María Orense y por el menos conocido general Blas Pierrard)
Los enfrentamientos entre los dos sectores todavía no se habían materializado de forma expresa. Al no establecerse en la recién aprobada Constitución la forma republicana de gobierno, se produjo dos posturas enfrentadas: de una parte: el republicanismo unitario, favorable a una república centralista (defendida por Emilio Castelar) frente a una república federal, que propugnaba otorgar un amplio margen de autogobierno a los distintos territorios.
Muestra de estas dos posiciones es esta caricatura publicada en la revista satírica La Flaca.
Caricatura de La Flaca entre dos opciones de la República |
En el pliego también se menciona humorísticamente, las heridas que recibió Manuel Pavía y Lacy (marqués de Novaliches) en su enfrentamiento con el ejército de Serrano en la batalla de Alcolea. El episodio reseñado sobre que perdió una quijada, pasó como copla al acervo popular:
en Córdoba quiso entrar
y en el puente de Alcolea
le volaron las «quijás».
En la segunda parte, en forma de un recurrente testamento, el sector moderado (protagonizado básicamente por González Bravo y Arrazola), se lamentan de su situación y de la pérdida de sus beneficios (prebendas conocidas sarcásticamente en la época como «turrón»).
©Antonio Lorenzo