jueves, 25 de noviembre de 2021

Los amores de Madrid + El consejo de un amigo

 

Pliego editado en Carmona (Sevilla) por la imprenta de José María Moreno en 1861, pliego del que se conocen impresiones por otros talleres, lo que da idea del trasvase de los mismos pliegos acogiéndose a la favorable idea de no facilitar el nombre del autor para así evitar posibles denuncias.

El pliego recoge toda una serie de tópicos donde la mujer sale socialmente malparada, lo que resulta frecuente en los impresos populares de aquellos años. Hay que recordar que aún faltaban siete años para que el triunfo de la conocida como Revolución Gloriosa obligara al destronamiento y al exilio de la reina Isabel II y al inicio del período denominado Sexenio Democrático (1868-1874).




©Antonio Lorenzo

miércoles, 17 de noviembre de 2021

Chasco al sacristán por el arriero y su mujer


La relación de los pliegos de carácter burlesco con el teatro breve es innegable. El teatro breve engloba una variedad de géneros cuyas fronteras son imprecisas y donde se combinan elementos dispersos en un hibridismo genérico variado. Las versiones sobre pretendientes burlados son recurrentes en los pliegos de cordel, al igual que lo fueron en las representaciones en tertulias, pasillos, sainetes o en el fronterizo y más desconocido género de las llamadas mojigangas dialogadas y escenificadas. Este último término, que aparece en el siglo XVII, se refiere a las procesiones parateatrales y burlescas vinculadas a la celebración cristiana del Corpus o a la pagana del Carnaval. En un sentido amplio estas muestras de carácter festivo fueron evolucionando y alcanzando un mayor desarrollo en los entremeses. Es en estos últimos donde más abunda la figura del sacristán como personaje enamoradizo y seductor, que viene a suplantar de alguna manera al cura lascivo entreverando una crítica anticlerical.

La trama suele ser muy simple. El pretendiente (sacristán, cura, etc.), trata de seducir a la mujer para lograr acostarse con ella. La mujer puede adoptar un papel de encubridora ante el marido o bien castigar al seductor informando previamente al marido y urdiendo un plan conjunto para vengarse y que acabe malparado. El sacristán es figura risible en muchos de estas escenificaciones, al igual que se recoge también en los pliegos de cordel y en conocidos romances de tradición oral. La síntesis o el entrecruzamiento de lo cómico con lo religioso siempre dio mucho juego en la tradición, tanto escrita como oral, a lo que también habría que añadir las huellas que se pueden rastrear en el refranero.

El papel de la mujer admite matices o distintos puntos de vista, desde los relatos más generalistas donde abunda una diatriba contra la mujer, hasta aquellos que resaltan de forma solapada su argucia y su insatisfacción sexual. Según los distintos relatos pueden entreverse dos líneas: la más generalizada es la línea misógina donde la mujer representa la encarnación del pecado con todos los tópicos conocidos y otra, más ambivalente, por su actitud frente a maridos simples o viejos que le producen insatisfacción sexual. En este último caso hay ejemplos donde la mujer acepta la relación amorosa del pretendiente cortejador y trata de engañar u ocultar su relación al marido, lo que se aparta, con matices, de la línea misógina más generalizada en el sentido de otorgar un mayor protagonismo decisorio a la mujer, aunque lo más frecuente es que informe previamente al marido de la visita del amante cortejador para diseñar conjuntamente una venganza organizada. 

Su relación con los llamados cuentecillos breves y relatos populares es notoria, ya que todos ellos participan de elementos comunes por su forma dialogada y su indudable intención burlesca.

Existe una gran cantidad de ejemplos, ya sean editados o transcritos de los recogidos oralmente, para sustentar este tipo de burlas que corresponden a una serie de tipos del cuento folklórico, como el clasificado con el Tipo 1730: Los pretendientes atrapados [Aarne, Antti y Thompson, Stith: The Types of the Folktale; a Classification and Bibliografy. Translated and enlarged by Stith Thompson, FFCommunication, núm 184, Helsinki, Indiana University 1964], por citar un referente del que se conocen abundantes versiones hispánicas. En este tipo de engaños, llevados a cabo por la mujer ingeniosa y su marido, el amante se esconde bajo la cama o dentro de un arca o armario. 

Los personajes que intervienen en ellos suelen ser gentes con oficios populares como el de tahonero, tabernero, ventero, molinero, barbero, carbonero o arriero. Este último oficio del marido es el que figura en la trama del pliego, llamado también "cosario o conductor de encargos", lo que vendría a ser, por dar un toque jovial a la entrada, como un repartidor de "Amazon".

A grandes rasgos, el desarrollo del pliego es el siguiente: Un lascivo sacristán trata de seducir a una joven casada el año anterior con Francisco de las Peñas (el repartidor de Tarancón). En su visita al convento de la Encarnación, situado en un pueblo próximo para llevar unas efigies de regalo elaboradas por un hábil tallista y escultor que traía en un arcón. La priora aprovechó la ocasión para encargarle al tallista, por medio del arriero, la talla de un nuevo San Sebastián que tenían deteriorado. Al regresar el arriero a su casa su mujer le comunicó las intenciones y el interés hacia ella del sacristán, quien estaba dispuesto hasta "vender la sotana y robar el copón". Ambos urden un plan para citar al sacristán en su casa con la excusa de que el marido ya se encontraría de viaje. Una vez desnudo el sacristán y ante la acordada y supuesta llegada imprevista del marido, el sacristán se ocultó desnudo en un arcón. Sabedor de ello, el arriero carga con el arcón dirigiéndose de nuevo al convento y comunicando a la madre priora que ya le trae la nueva talla encargada de San Sebastián. Una vez abierto el arca, el asustado sacristán se finge muerto, pero la priora y las monjas advierten que "tiene...un... qué se yo", como un ratón, por lo que el arriero, para resolver la situación, sacó del bolsillo una navaja incitando a cortar el ratón y "santas pascuas". El sacristán que lo oyó pegó un brinco y bajando las escaleras de dos en dos huyó despavorido.

El propósito de estos ejemplos, como muchos otros que podrían traerse a colación, no es otro que el de entretener o hacer reír, y no propiamente el de moralizar o educar. Este apartado que podríamos englobar como burlas eróticas, ofrecen aspectos poco tenidos en cuenta y que sugieren un más detenido estudio desde el punto de vista de cómo se refleja en ellos el papel de la mujer sometida a la mentalidad machista dominante.





©Antonio Lorenzo

martes, 9 de noviembre de 2021

Conclusiones burlescas. El maestro, el sustentante y tres estudiantes


Este pliego, de clara intención burlesca, nos retrotrae a una antigua práctica que fue habitual en las universidades en siglos pasados para comprobar la idoneidad de los saberes del llamado sustentante. En una especie de ceremonia académica, el llamado sustentante (defensor de una tesis o posición ideológica en una discusión y aspirante a cierto grado de reconocimiento), tenía que defender (sustentar) en un acto académico más o menos solemne y de forma argumentada una determinada tesis. Los estudiantes o graduados que asistían al acto trataban, mediante sus preguntas, de poner en dificultades al defensor de la tesis quien debía contestar adecuadamente a sus objeciones.

Mediante estas discusiones sobre temas académicos se comprobaba la soltura y la capacidad de respuestas y argumentaciones a las opiniones contrarias que tenía que hacer el sustentante. La práctica habitual más antigua consistía en que el sustentante debía presentar sus argumentos por escrito al maestro unos días antes para ser discutidas posteriormente en el debate. Cada universidad establecía sus normas, plazos y debates según la materia de que se tratase. La conocida como disputa escolástica, además de justificar la posición que cada uno defiende en un debate, consistía en la refutación del punto de vista defendido por nuestros oponentes. Cada argumento podía ser refutado o debilitado, lo que daba pie para señalar errores o contradicciones, plantear objeciones y aclaraciones o solicitar pruebas verosímiles del mantenimiento de opiniones.

Una lección medieval de Laurentius de Voltolina

La Escolástica, doctrina del pensamiento teológico-filosófico medieval como evolución de la antigua Patrística de la antigüedad tardía, tuvo un especial desarrolló en el medievo como la principal corriente de enseñanza tanto en universidades como en escuelas diversas. La Escolástica jugó un importante papel en la construcción de un discurso académico que soportara las refutaciones y críticas hechas por terceros como modelo de enseñanza y defensa de las ideas expuestas.

La figura del estudiante acabó convirtiéndose en un personaje folklórico, patrón muy conocido en romances, teatro, cuentos y versos: pícaros, graciosos instruidos, amantes de las mujeres y hábiles protagonistas de disputas alegóricas.

La disputa burlesca cuenta con una enorme tradición literaria. Para contextualizar esta práctica habitual me detengo como ejemplo reciente en la nota de Vicente de la Fuente (1817-1889) incluida en el Tomo I de Escritos de Santa Teresa, Madrid, M. Rivadeneira, 1861, pág. 525, nota 5:

«Dábase el nombre de Vejamen a la censura o calificación, a veces burlesca, de los méritos o escritos de una persona. En la Universidad de Alcalá formaba parte de los actos académicos para la investidura de Doctor en Teología. El objeto era, según se decía, acostumbrar al graduando a llevar con igual ánimo los honras y las afrentas, sin engreírse con sus honras, a la manera que los romanos ponían al lado del triunfador un esclavo que le insultara. En los colegios se solía dar vejamen a los nuevos colegiales, sujetándoles a farsas, a veces harto indecentes, y que hubieran de prohibir los Visitadores regios.
En la Universidad de Alcalá duraron hasta fines del año de 1834, y tuve ocasión de asistir a varios de ellos. Los estudiantes y la gente de buen humor concurrían a los vejámenes con avidez. El Claustro pleno asistía de ceremonia y con insignias doctorales. Dos estudiantes, sentados al lado del doctorando, recitaban composiciones en verso castellano, el uno echándole en cara todos sus defectos físicos, morales e intelectuales, y el otro elogiándole hiperbólicamente. El padrino resumía el debate en composición latina, en que dirigía al graduando consejos oportunos».

De las muchas y muy conocidas disputas burlescas literarias que se pueden rastrear, me detengo a comentar a grandes rasgos la aparecida en la Segunda Parte del Lazarillo, muy desconocida para el público en general, aunque cada vez más apreciada dentro del ámbito de los especialistas. Dicha obra fue recluida en el índice inquisitorial de 1559, aunque traducida pocos años después al inglés, francés, italiano y holandés en ediciones donde incluían conjuntamente las dos partes, ya que estaba prohibido editar el Lazarillo en su lengua original, aunque no su traducción a otras lenguas.

La Segunda Parte del Lazarillo, impresa en casa del impresor Martín Nucio (Amberes, 1555) apareció por primera vez, junto a la clásica edición primigenia del Lazarillo de 1554 en un solo volumen, lo que venía a suponer una continuación del original castellano en numerosos aspectos. Tanto la originaria edición de 1554 como su Segunda Parte, continúan hasta la fecha siendo anónimas a pesar de sus distintas atribuciones por parte de los investigadores, como Rosa Navarro, quien atribuye la autoría de la continuación del Lazarillo primigenio, aunque sin consenso académico, a Diego Hurtado de Mendoza. [Navarro, Rosa: Diego Hurtado de Mendoza, autor de La Segunda Parte de Lazarillo de Tormes. Revista Clarín, 85, 2010, pp. 3-10].

La Segunda Parte concluye con el capítulo XVIII (Cómo Lázaro se vino a Salamanca, y la amistad y disputa que tuvo con el rector, y cómo se hubo con los estudiantes) que es, precisamente, el capítulo que guarda una mayor relación con las disputas académicas. Es en este último capítulo donde Lázaro alcanza su deseo de lograr el grado de doctor disputando de forma inverosímil con el mismo rector de la universidad de Salamanca de una forma burlesca y paródica, lo que se interpreta como una minusvaloración a la academia salmantina.

Lázaro llega a las aulas salmantinas, vestido para la ocasión, con el propósito de engañar a los licenciados, tal y como se describe en el libro:
«Estando ya algún tanto a mi placer, muy bien vestido y muy bien tratado, quíseme salir de allí do estaba por ver a España y solearme un poco, pues estaba harto del sombrío del agua. Determinado a dó iría, vine a dar conmigo en Salamanca, a donde, según dicen, tienen las ciencias su alojamiento. Y era lo que había muchas veces deseado por probar de engañar alguno de aquellos abades o mantilargos que se llaman hombres de ciencia». 
Las absurdas preguntas formuladas por el rector fueron las siguientes: ¿Cuántos toneles hay en el agua del mar?; ¿Cuántos días han pasado desde que Adán fue criado?; ¿Dónde estaba el fin del mundo?; ¿Cuánta distancia había desde la tierra hasta el cielo? Ante estas preguntas ridículas del rector, Lázaro consigue realzar su dignidad para el regocijo de sus contemporáneos y sus posteriores lectores, que es en definitiva la oculta intención del anónimo autor de esta Segunda Parte en su pretensión de realizar una sátira de los saberes universitarios y del sistema en general. La victoria de Lázaro sobre el rector ha de entenderse como la simbólica victoria de un ser intelectual y socialmente inferior, frente a otro superior en rango. Una vez conseguido su propósito Lázaro acabará cenando y bebiendo con los estudiantes, a los que también acabará desplumando sus dineros por su hábil manejo con los naipes.

La edición digital de la obra completa puede consultarse en la Biblioteca Virtual Miguel de Cervantes:

http://www.cervantesvirtual.com/obra/la-segunda-parte-de-lazarillo-de-tormes-y-de-sus-fortunas-y-adversidades--0/

El pliego

Tras la invitación a un nutrido auditorio el maestro y el sustentante invitan a escuchar las conclusiones haciendo hincapié en el vestuario de los participantes y utilizando un latín macarrónico de clara intención burlesca.

Una vez que regresan los estudiantes, que se encontraban bebiendo en la taberna y ya graduados "in tabernis", a tomar posesión de sus asientos el sustentante comienza a exponer sus conclusiones para ser luego rebatidas. La primera de ellas sostiene que los hombres de mal pelo, los calvos, son gente baja. Su segundo argumento se centra en la consideración en la poca valoración de las viejas y su acendrado interés por acechar lo ocurrido en una casa. En su tercer argumento afirma que tanto los médicos como los cirujanos se amparan y justifican sus predicciones en la suerte y no en sus previsibles conocimientos.

Los estudiantes tratan de argumentar lo contrario a lo expuesto por el sustentante. Tras todo ello, a lo que se une la teatralidad de la ceremonia, el maestro acaba preguntándose: ¿de aquestas conclusiones qué hemos sacado? La respuesta no se hizo esperar: el tener lindas ganas de haber cenado, acabando todos ellos cantando coplas y bailando.

Este curioso pliego fue impreso originalmente en Valencia en la segunda mitad del siglo XVIII (1758) y reimpreso posteriormente por los sucesores de su primer impresor, Agustín Laborda, en 1822, nada menos que 64 años más tarde, que es la reproducida.









©Antonio Lorenzo

martes, 2 de noviembre de 2021

Ferrocarriles de ultratumba: Líneas del paraíso y del infierno


La iglesia católica supo desde antiguo poner en práctica una eficaz estrategia de propaganda para difundir prácticas y contenidos doctrinales de una forma simplificada para todo tipo de público. Fue el papa Gregorio XV quien fundó en 1622 la llamada Sagrada Congregación para la Propagación de la Fe, con el propósito de difundir la fe católica en el mundo y contrarrestar las ideas protestantes. La utilización del término "propaganda", en el sentido como la utilizamos hoy, ya se estableció desde entonces. Pero la iglesia no delimitó el concepto de propaganda a una simple labor difusora de contenidos religiosos, sino que también lo extendió a ámbitos políticos, ideológicos y perfiles de todo tipo a lo largo de su extenso recorrido.

La iglesia católica no consideró suficiente el adoctrinamiento a través de los sermones dominicales o festivos. Era preciso recristianizar a las familias mediante la propaganda católica para propagar y difundir la tradición cristiana. El Padre Antonio María Claret, fundador de los Misioneros del Corazón de María en el 1849, más conocidos popularmente como Claretianos, comprendió enseguida la importancia de la imprenta para propagar todo tipo de hojas y libritos para fomentar la doctrina cristiana bajo una forma sencilla y clara para que pudiera ser fácilmente asimilada por el pueblo. Mediante folletos, hojas sueltas o estampas se pretendió crear una especie de guía doctrinal de opinión católica y establecer códigos de comportamiento para una educación popular. Mediante sus hábiles recursos de propaganda no se dudó en utilizar el miedo a la muerte o al más allá como forma de consolidación de su doctrina. Es el caso de esta curiosa guía, confeccionada y distribuida por La Compañía de Jesús, donde se especifican las condiciones a seguir para viajar en un tren de ultratumba hacia el paraíso o hacia el infierno.

En 1868 se creó en España la primera Asociación de Católicos con el fin de llevar a cabo una gran movilización popular a favor del papa Pío IX, quien se vio despojado de sus posesiones territoriales (Estados Pontificios) tras la reunificación de Italia por Víctor Manuel en 1870, por lo que se trató de canalizar una opinión generalista a su favor mediante suscripciones populares al considerado entonces como el papa pobre. 

En el siglo XIX la prensa escrita se desarrolló de forma muy activa convirtiéndose en todo un fenómeno de masas. La iglesia, como guardiana de la ortodoxia católica, se vio impelida a contrarrestar ideas heterodoxas o antirreligiosas mediante la creación y difusión de una prensa de orientación católica. Es lo que se conoció como "la buena prensa" y como guardianes de la ortodoxia. La fuerte movilización del catolicismo en la segunda mitad del siglo XIX se canalizó a través de una soterrada o abierta crítica al sistema liberal y laicista republicano frente a los monárquicos tradicionalistas o integristas, construyendo un discurso conflictivo entre las diversas posturas internas de matiz político. Las disensiones internas, propias de cualquier postura política, no han dejado de suscitar desde entonces la atención de los historiadores.

En el reverso de la lámina que ilustra esta curiosa entrada aparecen unos versos alusivos con la firma J. A. (correspondiente a Juan Alarcón, como más adelante veremos) y con el acrónimo final de A.M.D.G. (Ad Maiorem Dei gloriam, "A mayor gloria de Dios") tomado comúnmente como lema de la Compañía de Jesús.


Guía particular del viajero

Esta Guía particular del viajero, escrita por SAJ, obtuvo una gran acogida y trayectoria editorial. Bajo el seudónimo de SAJ se esconde el escritor, sacerdote jesuita y miembro destacado de la Compañía de Jesús, Julio Alarcón y Menéndez (1843-1923).

Nacido en Córdoba, cultivó de joven la poesía y la música siendo un estudiante destacado de violín y discípulo de Jesús de Monasterio, referente violinista y compositor. Participó durante una corta temporada en la orquesta del Teatro de la Zarzuela madrileña antes de ingresar en la Compañía de Jesús en 1866. Tras sus estudios de Filosofía, Magisterio y Teología, fue ordenado sacerdote en 1878. Escritor de diferentes obras de carácter religioso ejerció como director de la publicación El Mensajero del Corazón de Jesús entre 1886 a 1890, año donde fue sustituido por sus polémicas ideas integristas. 




Mediante esta guía los Padres de la Compañía de Jesús, amparados bajo la escondida firma de Julio Alarcón, diseñaron esta útil guía para encaminar a los fieles hacia el paraíso o al infierno, según fuese su disposición, utilizando el ferrocarril a modo de hábil metáfora para su viaje al más allá.


Como hoja suelta fue muy conocida, vendida y distribuida por las parroquias y vendedores ambulantes. Prueba de la difusión de estos alegóricos viajes, con algunos retoques, aparecieron reseñados posteriormente en el capítulo IX de La noche de las cien cabezas (1934), novela muy olvidada del escritor aragonés Ramón J. Sender (1901-1982), donde apareció impresa y contextualizada la hojita que comentamos.

«Al oír hablar de la luna sintieron la misma sed inefable. Rodaban todas lentamente hacia un portillo de las bardas, cuando llegó una fuerte racha de viento, y el laurel comenzó a reír de nuevo. Con el viento llegaron centenares de hojitas de papel, esta vez impreso. Cayó una hoja sobre cada nariz. Comenzaron a leer a coro todas las cabezas, menos las que desfilaban hacia afuera: Algunas beatas leían la fecha y el pie de imprenta: «Madrid, 1934. Tipografía Católica, San Bernardo, 7».
La echadora de cartas decía antes de morir:
—¡Por las cinco llagas de Jesús crucificado! ¡Una tercera!
Era la única sincera. Las otras querían ir todas en primera clase, la que los sacristanes expedían a cuenta de la virginidad absoluta...».
Buscando ampliar información sobre la Tipografía Católica de la calle San Bernardo, distribuidora de la hoja que nos ocupa, se refiere a la Librería Católica Gregorio del Amo, librería activa desde 1882 y sucesora, a su vez, de la Librería Católica de Miguel Olamendi (fundada en 1848). En su amplio recorrido como distribuidora de libros y folletos religiosos a la venta, a pesar de no contar con imprenta propia, fue posteriormente administrada por sus hijos tras el fallecimiento de su padre. La edición de esta curiosa obra de Sender está fechada en 1934, en plena etapa de la II República española.

©Antonio Lorenzo

miércoles, 27 de octubre de 2021

De lo que le aconteció a un soldado con un gato que le robaba comida


No hay duda del interés que suscita este pliego. Concebido como una parodia del famoso romance de Lope de Vega Mira, Zaide, que te aviso es un ejemplo de la interacción entre la literatura popular impresa con el llamado Romancero nuevo, anteriormente llamado artístico, por corresponder a autores cultos y distinguirlos de los tradicionales.

Sobre el romancero morisco de Lope se ha escrito mucho, aunque para comprender y contextualizar desde una óptica actual este famoso romance conviene repasar a grandes rasgos las características de Romancero morisco en general y su potente desarrollo a cargo de un joven Lope.

Es conocida la difusión de los romances en la corte de los Reyes Católicos a modo de noticiarios sobre los hechos que se iban produciendo, con la etiqueta de romances fronterizos. Muchos de ellos se recogieron en cancioneros y su temática fue evolucionando al evocar un pasado heroico y divulgados a través de pliegos sueltos en amplias capas de la población a raíz de la aparición de la imprenta en el siglo XVI. El puente entre el llamado Romancero viejo y el nuevo lo sitúan los críticos hacia el año 1580, apreciándose en ellos cambios de sensibilidad y de estilo por sus cultivadores.

Los romances de asunto morisco fabulan sobre la lucha heroica de los últimos años de la controvertida Reconquista donde se nos presentan personajes con acendrada pasión amorosa. Uno de sus más afamados cultivadores fue Lope de Vega, referente indiscutible del Romancero nuevo (morisco y posteriormente pastoril). Las diferencias entre ellos se traducen en la preponderancia de rasgos narrativos en el primero y de ambientes más novelescos en los segundos. A todo ello hay que señalar la importancia del canto como medio de difusión, tal y como se recoge sobre el tema que nos ocupa en el texto del Entremés de Mirones, del que da cuenta Menéndez Pidal en su Romancero Hispánico, II, págs.191-192:

«Mandóme mi agüela, en una noche de invierno, que tomase la alcuza y trajese medio cuartillo de aceite de la tienda. Al ir fuí muy alegre cantando el romance Mira, Zaide, que te aviso, que entonces dábamos en él, como en real de enemigos, los muchachos; y yo que tenía un tiple como una chirimía, hundía la ciudad a voces».

A través de la música se divulgaron muchos romances nuevos, no siempre respetando la estructura narrativa, pero tratando de construir una melodía que fuese fácil de retener y de repetir por un público amplio. Son muy conocidos determinados romances atribuidos a Lope que pasaron a formar parte de un repertorio popular, como es el caso de Mira, Zaide, abriendo paso como fértil sustrato dramático hacia las comedias de temas morisco-granadinos.

Es importante señalar la importancia de la recopilación del llamado Romancero nuevo a través de la recopilación del Romancero general, en que se contienen todos los Romances que andan impresos en las nueve partes de Romanceros, editado en Madrid en el año 1600 al que siguieron otras ediciones con nuevos textos que recogen un considerable número de romances atribuidos a Lope.

En el Romancero morisco, del que Lope es un referente inexcusable, se nos presenta la imagen de un moro galante y gentil envuelto en una trama sentimental de experiencias emotivas, de ausencias, amoríos, celos, engaños, destierros... que contribuyen a perfilar la trama expositiva de este tipo de romances. Esta simbología dramática y emotiva la usa Lope para encubrir su propia experiencia amorosa, como es el caso de su célebre Mira, Zaide, que te aviso, donde enmascara sus amoríos con Elena Osorio. 

Un joven Lope conoció en 1583 a quien le despertó una intensa pasión amorosa. Elena Osorio se encontraba casada desde 1576 con Cristóbal Calderón, quien era también comediante o actor como ella, La relación de Lope con Elena duró entre cuatro y cinco años hasta que Elena puso sus ojos en el sobrino del influyente cardenal Granvela: Francisco Perrenot. Un despechado Lope fue acusado de difundir libelos y calumnias contra quien fuera por entonces su gran amor, por lo que fue detenido y encarcelado en 1588, siendo condenado a cuatro años de destierro de la corte y a dos de destierro del Reino, y si no lo respetase tendría pena de muerte. Uno de aquellos libelos atribuidos a Lope contra la familia de Elena comenzaba:

Una dama se vende a quien la quiera
en almoneda está. ¿Quieren compralla?
Su padre es quien la vende, que, aunque
calla, su madre la sirvió de pregonera...

Del interesante y apenas citado volumen de A. Tomillo y C. Pérez Pastor, Proceso a Lope de Vega por libelos a unos cómicos, Madrid, Ed. Fortanet, 1901, pág, 12, entresaco:

«En Madrid, a veinte y nueue dias del mes de Diciembre de mil e quinientos é ochenta y siete años, Gerónimo Velazquez, autor de comedias, por si e como marido de Ynes Osorio, su muger, y como padre lexitimo y administrador del doctor Velazquez y Elena Osorio, sus hijos, e Diego Velazquez, su hermano, como padre de Ana Velazquez, su hija, se querellaron y acusaron criminalmente de Lope de Vega, estante en esta corte, e de los demás que por la ynformacion resultaren culpados en que dixeron que siendo ellos e las dichas sus mugeres e sus hijos gente honrada, de buena vida e fama, el dicho Lope de Vega e los demás culpados por los injuriar e ynfamar les han echado unos libelos ynfamatorios en forma de sátiras, unas en latin y otras en romance, las dieron a personas que las publicasen, y como las han publicado en esta corte en grande ynfamia suya e de los dichos sus hijos e mugeres, en lo qual cometieron delito, pidió se proceda contra ellos y ser condenados en las penas en que yncurrieron, e juraron».

La azarosa y sorprendente vida de Lope y sus tormentosos amoríos con Elena Osorio, la "Filis" de entonces, refleja su propia biografía sentimental a través de muchas de sus composiciones de una forma entreverada y encubierta. Los reproches hacia su competidor amoroso, de alta posición social, se traslucen a través de versos donde se aprecian de forma figurativa los celos hacia su figura y el despecho a su amada Elena.

Es así como puede entenderse el "Mira, Zaide" parodiado en el pliego que nos ocupa por un soldado al que un gato le robaba la comida.

El romance obtuvo un resonado éxito y se incorporó con variantes y cambios más o menos significativos a la tradición oral. El académico Manuel Alvar recogió variantes de estos romances en los meses de junio y julio de 1949 y 1950 en sus encuestas por las comunidades sefardíes del norte de Marruecos, de los que dio noticia en «Romances de Lope de Vega vivos en la tradición marroquí», Romanische Forschungen, 3-4 (1951), 282-305, noticia muy repetida en sus compilaciones y estudios posteriores sobre el Romancero en general.

No solo se han conservado referencias a estos romances en la tradición sefardí, pues en los magníficos y documentados estudios de Luis Suárez Ávila, el autor nos ofrece textos de romances conservados sobre este ciclo recogidos personalmente a familias gitanas. En sus estudios da cuenta del fragmentarismo, combinaciones o fusiones con otros romances, lo que supone todo un hallazgo de indudable valor para los estudiosos de la tradición. Uno de sus trabajos puede consultarse de forma abierta en Culturas Populares, Revista Electrónica 2 (mayo-agosto 2006: Poética y tradición de los romances de los gitanos andaluces: “El Lebrijano”, un caso de fragmentismo y contaminación romancística.

http://www.culturaspopulares.org/textos2/articulos/suarezavila.htm

El romance de "Mira, Zaide" contó con una amplísima difusión popular a través del canto. Como señaló Menéndez Pidal, en  «El  romancero  nuevo», incluido en  De  primitiva  lírica  española  y  antigua  épica, Espasa-Calpe,  Buenos  Aires,  1949: 

«Todos sabían, al cantar y al oír este sonadísimo romance, que aludía a la prohibición  impuesta a  Lope de no pasar por la calle de Lavapiés, donde vivía  Elena Osorio; y con  este incentivo de  actualidad, los lindísimos versos, por  su  garbo, por su pasión, por  su  fastuoso colorido morisco, alcanzaron boga sin igual».   

El texto de Mira, Zaide, que te aviso de Lope, aparece editado por primera vez en la Tercera Parte de la Flor de varios romances nuevos (1592), vuelve a aparecer en el Segundo Cuaderno de varios romances (Valencia, 1593), antes de ser incluido en la Historia de los vandos de los Zegríes y Abencerrages (Primera parte) (1595), de Ginés Pérez de Hita, aunque no aparece en la recopilación del Romancero General de 1600. El texto puede consultarse fácilmente en línea a través de buscadores generalistas para no alargar en demasía esta entrada, pero copio el comienzo del mismo donde Lope, haciéndose pasar por Zaida escribe dirigiéndose a Zaide:

Mira, Zaide, que te aviso
que no pases por mi calle
ni hables con mis mujeres,
ni con mis cautivos trates,
ni preguntes en qué entiendo
ni quién viene a visitarme,
qué fiestas me dan contento
o qué colores me placen;
basta que son por tu causa
las que en el rostro me salen,
corrida de haber mirado
moro que tan poco sabe...

Elena (Zaida) reprocha a Zaide (Lope) el haber difundido intimidades de sus amoríos y achacándole el ser "pródigo de lengua" por no haber sabido mantener su relación amorosa en secreto. Zaida se dirige de forma resolutiva a Zaide diciéndole "ーQuien tal hace, que tal pague", con lo que se da fin al romance.

El encubrirse como moro es una forma retórica propia del Romancero denominado morisco, al igual que se pinta a la mora con gran hermosura y de posición social elevada, considerada a modo de fortaleza, cerco o ciudad a la que es difícil acceder.

En otro significativo romance Zaide responde a los reproches de Zaida:

«ーDi, Zaida, ¿de qué me avisas?
¿Quieres que muera y que calle?
No des crédito a mujeres
no fundadas en verdades;
que si pregunto en qué entiendes
o quién viene a visitarte,
son fiestas de mi tormento
ver qué visitas te aplacen.
Si dices que estás corrida
de que Zaide poco sabe,
no sé poco, pues que supe
conocerte y adorarte.
[...]
Zaida cruel, que dijiste
que no supe conservarte,
mejor te supe obligar
que tú has sabido pagarme...

El ciclo atribuido a Lope sobre las acusaciones entre Zaide y Zaida ha suscitado controversias interpretativas entre los estudiosos, quienes dudan sobre la autenticidad o atribución a Lope de todos ellos al otorgar la palabra a dos personajes en una estructura combinada, a modo de un monólogo interior (reproches y deseos de reencuentro), lo que ha originado disparidades de criterio en cuanto a la correcta e indudable atribución de determinados romances a Lope habida cuenta de la variedad de textos donde aparecen estos personajes, algo que nos aleja del propósito meramente divulgativo que nos ocupa.

Las disputas y reproches entre Zaide y Zaida forman todo un conjunto variado de romances que pueden considerarse como un ciclo, si bien no todos los romances sobre estos personajes pueden atribuirse a Lope y donde la coherencia argumental no se halla bien definida y hasta puede resultar dificultosa de interpretar, por lo que remiten más bien un imaginario arquetípico.

Tras estas pinceladas de contextualización del romance primigenio, puede entenderse mejor el sentido paródico y satírico del pliego, del que se conocen otras impresiones de diferentes talleres y localidades. Por citar algunas: Lisboa (1608), Cuenca (1632), Madrid (1642), Barcelona (1679-1705). De esta última, impresa en el conocido taller de Juan Jolis en la calle de los algodonerns es el pliego reproducido. A la actividad de este taller dediqué una anterior entrada que puede consultarse a través del siguiente enlace:

 







Edición conservada en la Biblioteca Navarra Digital: https://binadi.navarra.es/registro/00009246

El Pliego

La cabecera del pliego señala que su autor es Juan González de Legaria, natural de la villa de Viana, autor del que no he logrado obtener noticias. Los versos de Legaria, elaborados con finura y destreza, presentan descripciones enjundiosas y hábiles metáforas que resultan de interés por sí mismas, aunque se desconozcan sus antecedentes literarios. El autor es consciente, y así lo expone, de su dependencia estructural del célebre poema de Lope donde los personajes de Zaide y Zaida quedan disueltos y convertidos metafóricamente en un soldado y un gato que desoye las continuas advertencias para que no le robe la comida. El soldado advierte encarecidamente al gato, aunque reconociendo sus habilidades, que no dé cuenta de las comidas que guarda, reprochándole, además, el que haya elegido a un pobre soldado y no a capitanes de un mayor rango y posición social.

Teresa, a su vez, también se lamenta de que el gato sepa aprovechar muy bien las circunstancias para lograr comida, aunque reconociendo también su versatilidad para conseguir lo que desea, como cuando le robó torreznos, una libra de ternera que ya estaba a medio asarse o el atún de hijada que tenía preparada.

El gato, en su respuesta, expresa reiteradamente su humilde procedencia y condición descargándose de responsabilidad por sus intentos de lograr comida y amparándose en su simple condición gatuna y sus inherentes habilidades, lo que fue aplaudido por los gatos y gatas del tejado tras exponer largamente su humilde condición.

El villancico final del pliego recoge la admiración que despierta en las gatas "viendo gato tan galán, las gaticas qué harán", lo que despertó la animadversión de un rival gatuno con el que tuvo que enfrentarse y acabando ambos heridos, aunque a la postre quedó la batalla abierta.

La relación del pliego con el poema de Lope constituye un terreno fértil, ya que también guarda cierta similitud con las peripecias donde los galanes y las damas son sustituidos por gatos. Lope animalizó el comportamiento del ser humano a través de felinos humanizados en su poema épico burlesco La Gatomaquia (1634), compuesto por siete silvas y publicado apenas un año antes de su fallecimiento, bajo el nombre ficticio del licenciado Tomé de Burguillos. En el célebre poema los gatos se expresan con gracia y donaire donde se encubre y reescribe de forma alegórica un amor de juventud que acabó en ruptura. La Gatomaquia narra una historia de amor entreverada en una maraña de celos, cortejo felino y coquetería antojadiza de la gata al preferir en un principio al gato forastero, todo ello unido a ingratitudes y quejas protagonizadas por el enfrentamiento de gatos enamorados. 

©Antonio Lorenzo

viernes, 22 de octubre de 2021

La tijera pinchante y afilada

 

Pliego de tono e intención satírica donde se desarrollan una serie de enrevesadas disquisiciones mal estructuradas y versificadas. El impreso está editado en Reus (Tarragona), sin fecha.

El nombre de Juan Grau, que aparece al final como de su propiedad, hace referencia a la que fue una dinastía familiar de libreros, y en su etapa final de editores, establecidos en Reus (Tarragona). El iniciador de la dinastía fue Joan Grau i Vernis (1818-1882), librero catalán, quien comenzó a vender y a distribuir romances en su tienda "La Panadería" desde mediados del siglo XIX encargando su confección a talleres de impresores locales. El más conocido de ellos fue el taller de Juan Bautista Vidal, uno de los impresores más activos y conocidos de entonces, quien desde su establecimiento hizo de impresor-colaborador para la tienda de Joan Grau, sobre todo entre 1854 y 1857. Aunque Grau trabajó con otros talleres no se puede acreditar la fecha exacta de los pliegos, ya que solo aparece como referencia final que "Es propiedad de Juan Grau".

Joan Grau i Vernis tuvo dos hijos continuadores de su labor: Joan Grau Gené y Josep Grau Gené, quienes abrieron otra librería en 1880 en la calle Monterols. A raíz de la muerte de su padre (a comienzos de 1882), los hijos se enemistaron a causa de la herencia y el mayor, Josep, se quedó con la tienda de la calle Monterols y el pequeño, Joan, continuó con 'La Panadería', fundada por su padre en 1856, y conocida posteriormente como "La Fleca". Esta conocida librería estaba surtida de material diverso, así como centro de suscripción de diarios y folletos, pasando posteriormente a contar con una pequeña imprenta hacia 1886. Desde el taller y librería "La Fleca" editaron y distribuyeron un nutrido número de pliegos de cordel, aparte de la venta de devocionarios, libros de divulgación histórica o de enseñanza, comedias, sainetes o sobres para cartas.

En la xilografía que ilustra el pliego puede apreciarse un cambio cualitativo respecto a las más tradicionales o conocidas, donde el detallismo se manifiesta de una forma más trabajada como puede observarse en las expresiones de las caras del auditorio.





©Antonio Lorenzo

jueves, 14 de octubre de 2021

Literatura popular ilustrada: Gimnástica del bello sexo para las jóvenes (1827)

El columpio
Las imágenes entresacadas de este librito, editado en una segunda edición en 1827 y donde no se señala el autor, es otro ejemplo relevante de la consideración de la naturaleza femenina dentro del orden social imperante en la primera mitad del siglo XIX. En una sociedad tan jerarquizada y clasista como la española de entonces, a través de la higiene y la gimnasia de pasatiempos encaminados hacia la mujer, se esconde un argumentario de adoctrinamiento social. Con la expresión tan socialmente aceptada del "bello sexo" se trataba de asociar la belleza a la condición femenina desde un punto de vista claramente masculinizado para apartar a la mujer de un fortalecimiento del cuerpo bajo la idea subyacente de que pudiera asumir con mejores garantías su futuro papel en la crianza de los hijos. Dicha expresión dio nombre a lo largo del tiempo a diversas revistas dirigidas a las mujeres: El Bello Sexo (Madrid, 1821), La Iris del Bello Sexo (1841), El Pensil del Bello Sexo (1845), Gaceta del Bello Sexo (Madrid, 1851), El Gran Mundo: revista dedicada al bello sexo (Sevilla, 1872), etc.

Bajo una orientación higiénica y pedagógica se perfila una muestra más de una literatura de género para consolidar la labor de la mujer como subsidiaria social y mantenerla en una posición accesoria. Mediante una serie de actividades lúdicas, basadas en juegos tradicionales, se procuraba un mantenimiento y un mínimo desarrollo de las facultades y capacidades físicas de las mujeres para no interferir en su importante misión de ser un "ángel del hogar". Mediante estos ejercicios recreativos se trataba de combatir la pereza, propia de la mujer burguesa sedentaria, con el fin de mejorar el vigor, la destreza y su salud para cumplir con su futuro cometido de ser esposa y madre. 

La misión educativa otorgada a los juegos populares, de acuerdo a las capacidades de quienes los practicaban, se entendía entonces como gimnástica, término entonces de amplio significado. La gimnástica, en sus múltiples variedades, venía a ser una parte de la higiene donde se incluían los juegos al aire libre a modo de preludio del deporte moderno. Los juegos corporales desarrollados al aire libre para la mujer se desarrollaron bajo una óptica pedagógica de construcción de valores higiénicos y hasta morales, con el fin de llegar a ser una mujer sana, bella, dócil y fértil y que fuera complaciente compañera del hombre.

Un precedente de estos juegos corporales, cuatro años antes de la primera edición de la Gimnástica del bello sexo es la Descripción de los juegos de la infancia (1818) de Vicente Naharro (1750-1823), donde se incorporaban juegos tradicionales como la peonza, la cometa, la rayuela o la gallina ciega, a modo de guía para la educación física escolar encaminada sobre todo hacia los niños. De esta precedente obra no me resisto a entresacar y agrupar las estampas que la acompañaban.





Volviendo al librito dedicado a los ejercicios al aire libre que debían practicar las señoritas, la idea subyacente era que la mujer pudiera asumir con mejores garantías su futuro papel en la crianza de los hijos.

Entresaco de la introducción:
«Con el designio de inspirar a las jóvenes el deseo de practicar unos egercicios cuyos resultados son tan ventajosos, les presentamos, las estampas de esta colección, acompañadas de algunas reflexiones, consejos y anécdotas que las ilustren. No hemos descuidado la parte moral, que es un ingrediente tan indispensable en la buena educación, mas no por esto aspiramos a hacer el papel de severos pedagogos. Recrear y ser útiles, he ahi nuestro obgeto». (prefacio, XI)
Antes de reproducir las sugerentes láminas donde aparecen las señoritas con vaporosos vestidos propios de las familias acomodadas cuyo fin era el ir construyendo una feminidad burguesa desde la gimnasia, creo necesario comentar algo sobre el editor y sobre José Joaquín de Mora, presunto autor del librito en su primera edición de 1822, edición no encontrada, así como la contextualización de todo ello. 


Esta segunda edición, donde como he comentado no aparece el nombre del autor ni se da noticia de la primera, se publicó en Londres el año 1827 siendo distribuida en España, México y en otros países.

Cabe preguntarse: ¿Cuál fue el año de la primera edición y el nombre de su autor? ¿Cómo fue que se editara en Londres? ¿Quién era el editor Ackermann?

El alemán Rudolph Ackermann (Stollberg, Alemania, 1764-Finchley, Reino Unido, 1834) fue un conocido librero, editor y litógrafo germano-londinense que desarrolló una importante labor editorial en español sobre todo en América Latina. Hay que recordar que en aquellos años nos encontramos con la reciente creación de nuevas repúblicas de Hispanoamérica ya emancipadas de España. Ahondar en estas circunstancias contribuyen a recorrer un escaso e inexplorado camino de la historia cultural del mundo hispánico. La importancia del exilio liberal español del 1823 en Londres y su participación, bien como traductores o creadores, al servicio de la empresa editora transatlántica de Ackermann, ha sido fundamentalmente estudiada por Fernando Durán López en Versiones de un exilio. Los traductores españoles de la casa Ackermann (Londres, 1823-1830), Madrid, Escolar y Mayo Editores, 2015.

Un resumen de su labor editora en español recoge obras y recopilaciones de autores tan significativos como Blanco White o de Nicolás y Leandro Fernández de Moratín, quienes ejercieron un papel de mediadores culturales participando activamente en el incipiente mercado editorial de la América hispana emancipada. 



Para comprender a grandes rasgos las circunstancias que rodean a estas publicaciones resulta necesario recurrir al contexto histórico de aquellos años, que es más o menos como sigue: tras la segunda restauración del absolutismo fernandino en 1823 se produjo un exilio masivo de liberales hacia Francia y el Reino Unido donde desarrollaron múltiples actividades de carácter científico, plasmadas en colaboraciones en revistas, como El Museo Universal de Ciencias y Artes, editada y dirigida por José Joaquín de Mora, quien con casi seguridad fuese el autor del librito que nos ocupa teniendo en cuenta su trayectoria y sus variadas publicaciones. 

La llamada Década Absolutista (1823-1833), conocida también como Década Ominosa por los liberales, fue un periodo de la historia de España en el que se restauró por segunda vez el absolutismo, con Fernando VII como rey, persiguiendo con saña a todos los liberales. Las medidas represivas desatadas por esta segunda restauración absolutista forzaron a muchos liberales a tomar el camino del exilio como forma de salvar sus vidas. La colonia inglesa de Gibraltar fue un punto estratégico de partida y principal destino de los liberales andaluces para exiliarse a Inglaterra. En Londres se agruparon junto a reconocidos intelectuales figuras militares clave, como los generales Espoz y Mina y Torrijos, quien fuera fusilado este último en una playa de Málaga el 11 de diciembre de 1831 junto a sus compañeros, fusilamiento rememorado en el conocido y excelente cuadro de Antonio Gisbert.

Antonio Gisbert - Fusilamiento de Torrijos y sus compañeros (1888)

Tras la derrota española en Ayacucho (1824), se puso fin a la dominación española en gran parte de América hispana, a excepción de Santo Domingo, Cuba y Puerto Rico.

Los movimientos independentistas de los criollos fueron aprovechados por Inglaterra al reconocer prontamente el independentismo potenciando sus intereses comerciales y su influencia en la zona. Tanto el Reino Unido como Estados Unidos suplantaron a España en el control del mercado americano. Ello explica el avance editorial de Rudolph Ackermann y la poderosa influencia que ejerció en la distribución de obras editadas en Londres y repartidas con profusión por los países independizados.

En cuanto al anónimo autor de la Gimnástica del bello sexo, parece ser que corresponde a José Joaquín de Mora, dada la estrecha colaboración con el editor y el variado conjunto de su obra personal. Una clara referencia, también atribuible a su pluma, aunque enmascarado como una señora americana, es la obra que se publicó con el título de Cartas sobre la educación del bello sexo por una señora americana, Londres, R. Ackermann, Impreso por Carlos Wood, 1824.

José Joaquín de Mora (1783-1864), político, periodista, escritor de comedias y hábil constructor de versos, fue uno de tantos expatriados liberales españoles que se estableció en el Reino Unido donde entabló una estrecha relación con el editor Ackermann. Su estancia en Londres se sitúa de 1823 hasta finales de 1826 colaborando estrechamente con el editor y ejerciendo de director y redactor del Museo Universal de Ciencias y Artes (1824-1826) y del Correo Literario y Político de Londres, dirigido especialmente a la población americana. Su colaboración con Ackermann, se tradujo en la divulgación de los llamados Catecismos (manuales de diversas materias) que sirvieron como libros de texto en Hispanoamérica.

En 1827 recae en Buenos Aires dirigiendo publicaciones al servicio del presidente Rivadavia; en su paso por Chile, entre 1828 y 1831, fundó El Mercurio chileno, revista de difusión cultural y científica, y hasta participó en la redacción de la Constitución chilena de 1828. Posteriormente se trasladó a Perú, donde fundó el Ateneo, y en su paso por Bolivia (1834-1837), ejerció de catedrático de literatura. Tras su regreso a España, en 1844, fue nombrado académico de la Real Academia Española en 1848, así como cónsul de España en Londres en tres ocasiones. Tras una agitada vida y creativa actividad literaria y política, falleció en Madrid a la edad de 81 años en 1864.

Las imágenes reproducidas en el libro sirven para ilustrar una serie de recomendaciones y sugerencias, recreaciones corporales y ejemplos prácticos acompañados de versos alusivos.

La balanza (La palanca)

El volante

El diablo y el solitario

En cuanto al juego del diablo (conocido posteriormente como «diábolo») aparece su descripción en el siguiente comentario, seguido posteriormente por una fábula alusiva.
«El mueble principal del juego es una pieza de madera hueca, compuesta de dos partes que se unen en un cuello estrecho, de la misma figura que los vasos de cristal que sirven para los reloges de arena. El jugador tiene en cada mano un pedazo de madera de una toesa de largo: de un palo a otro hai una cuerda, en que se coloca el diablo, por su parte mas angosta. Toda la habilidad consiste en manejar de tal modo los palos, que el diablo corra por la cuerda en perfecto equilibrio, hasta que adquiere bastante para ser arrojado a una gran altura, volviendo a caer en la cuerda.
Es circunstancia indispensable que las dos partes mas gruesas tengan cada una un agugero del diámetro de cuatro o cinco lineas, por donde el aire se introduce formando un ruido a manera de silvido de huracán. El ruido es la salsa de muchas diversiones, y por lo común, la divisa de los que creen valer mucho, y valen poco». (pág. 15-16)
Sobre el baile, considerado como una actividad de adorno, pero sobre la que había que estar precavidos, aunque no se adjunta ilustración que lo acompañe, se apunta:
«Aora bien, por mas que lo sientan las aficionadas al bolero, al fandango, a la cachucha y a la gavota, nos atrevemos a decir que esta clase de baile no es el que corresponde a mugeres modestas y virtuosas. Serán sin duda modestas, y virtuosas todas las que lucen estas habilidades; mas no por esto dejará de ser cierto que su modestia, y su virtud se hallan en un continuo peligro. [...] Desde que una jovencita empieza a sobresalir en estos egercicios, empieza al mismo tiempo a recoger a manos llenas el tributo de la admiración, y de los aplausos de los parientes, y de los amigos. Asi se emponzoñan los sentimientos, y se introduce en el alma el deseo de lucir, y con el, el despecho que causan la rivalidad, y el mérito ageno. La infeliz a quien se han dado estos principios prácticos, no tarda en aplicarlos a toda su conducta. Acostumbrada a llamar la atención, nada le será tan duro como permanecer en la oscuridad ; acostumbrada a los vivas, y a las palmadas, nada agriará tanto su corazón como el ser testigo de los vivas, y de las palmadas que se dan a otras. De este modo, un corazón inocente, dispuesto a alimentar sentimientos suaves y benévolos, coge el fruto prematuro del odio, y de la desesperación, y aprende a aborrecer, antes de saber amar». (págs. 42-43)
Sobre la muchacha varonil, tampoco acompañada de ilustración, se nos dice:
«Una muger dada a las diversiones que requieren violentas agitaciones, es una monstruosidad tan chocante, como un hombre que solo se ocupa en acicalarse, y en parecer bien. Los inconvenientes que traen consigo semejantes abusos son tan opuestos a la moral como al orden publico. Cada sexo debe moverse en la esfera que le trazan sus respectivas atribuciones. Fuera de estos limites, solo se hallan excesos, dignos de censura, y fecundos en resultados funestos». (pág. 52)
Concluyo reproduciendo el resto de ilustraciones del librito con el fin de obtener una visión general del mismo.

La gallina ciega

Otro juego (juego de prendas)

El instinto filial

Juego de la candela (Las cuatro esquinas)

Los aros

Los bolos

Los saltos (La comba)
©Antonio Lorenzo