El periodismo español del siglo XIX, a raíz de la libertad de imprenta de 1808, constituye toda una amalgama de información indispensable, no solo para adentrarse en el conocimiento de los cambios políticos, sino también como soporte cultural en un amplio sentido, así como el avance de su trayectoria humorística y sarcástica.
Mi interés se centra especialmente en el contenido de los efímeros almanaques por parte de distintos periódicos que solían regalarse a los suscriptores de cara al próximo año, como sucede con el periódico El Cascabel.
«Este periódico, que lleva dos años de publicación, se distingue por la amenidad y la moralidad de su lectura.
Cuesta la suscrición por tres meses 6 rs.; los que suscriben por seis meses ó un año hasta fin de octubre de 1865, reciben gratis este Almanaque».
Los almanaques gozan de interés por sí mismos, campo no muy tenido en cuenta por los estudiosos, en el sentido de que participan transversalmente del periodismo, la literatura, el entretenimiento y lo visual. El primer número del periódico El Cascabel apareció en 1863 editado en Madrid, aunque con diversas periodicidades hasta su desaparición en 1877.
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Cabecera del primer número del periódico |
Aunque resulta algo extenso, creo que merece la pena recorrer las intencionales propuestas y características apuntadas en este primer número:
Este periódico, mejor dicho, papel público, sale cuando puede, como puede y por donde puede, y esto si Dios quiere y el alcalde.
No tiene días fijos para su publicación, por la sencillísima razón de que nadie los tiene en el mundo, y es una gran tontería, que solo cabe en cabeza humana, decir: «Mañana salgo, mañana entro....›› sin tener en cuenta lo eventual de la vida mortal.
Este periódico no admite suscripción en Madrid, primero, porque no le da la gana, y segundo, porque a nadie quiere preguntar cómo se llama, donde vive, ni cuántos años tiene.
Este periódico tiene el color del papel en que se imprime, y no tiene ninguno de los colorines de la política, porque la política no le importa un rábano ni un pito, mientras la política sea una feria, de la que cada cual habla según le va en ella.
Este periódico es chico, y no es grande, porque es bueno, (que no ha de ser El Cascabel el único que tenga modestia, hoy que nadie la usa), y de lo bueno no se puede dar mucho por dos miserables cuartos.
El Cascabel será un periódico festivo, esmeradamente hecho, decorosamente escrito y oportuno sobre todo, y su objeto principal será hacer reír, lo que es mucho más difícil que hacer llorar.
Los maridos desgraciados, los ensuegrados, las solteronas, las feas, las niñas que tengan pasión de ánimo, los enfermos del alma y del cuerpo, los que desesperan esperando que vuelvan los suyos, las víctimas de los prestamistas, todos aquellos, en fin, que estén en disposición de coger el cielo con las manos, deben comprar El Cascabel, y hallarán alivio y consuelo.
El Cascabel fotografiará los tipos de la sociedad moderna, que los hay en abundancia, y soberanamente ridículos, comentará todos los hechos, todos los dichos, tomará acta de todas las grandes cosas, así como de todas las grandes tonterías contemporáneas, publicará semblanzas, cuentos, chascarrillos, poesías, críticas, charadas, novelas y artículos de costumbres de escritores nacionales (no milicianos) y extranjeros.
Este periódico se diferencia de los periódicos de grandes proporciones que se publican en la corte en lo siguiente:
En que no hace la oposición al ministerio, ni a los perros con bozal o sin el.
En que no es ministerial de otro Gobierno más que del de las amas de idem, que suelen ser guapetonas y frescachonas.
En que no se meterá con La Correspondencia de España.
En que solo hablará de lo que entienda, y no se expondrá a decir cada disparate que cante el Credo
En que no andará a la greña con sus colegas, como suelen hacer los hombres públicos, que parece tienen deseo de igualarse con las mujeres idem.
En que conocerá los defectos de sus amigos como los de sus enemigos, y dará a cada cual lo que le corresponda.
Y basta lo dicho para que se comprenda que El Cascabel, aunque costará dos cuartos, será un periódico que no tenga precio.
¡Y ahora, el que lo quiera lo toma y el que no lo deja!
El año 1866, que es el dedicado al almanaque por el periódico El Cascabel, es un ejemplo más de las publicaciones satíricas del periodo isabelino para 1866, al que le quedaban dos escasos años para que el triunfo de La Gloriosa, obligara a la reina a marcharse al exilio.
Al igual que otras publicaciones de corte satírico de la época, tuvieron que ir sorteando las leyes de prensa vigentes. Tanto El Cascabel, como el también muy conocido Gil Blas, firmaron un manifiesto contra el proyecto presentado en marzo de 1865 por el entonces ministro de la Gobernación Luis González Bravo, proyecto que no logró salir adelante.
Los periódicos de corte satírico que trataban de introducirse en el mercado lector de aquellos años pretendían erigirse como avanzadilla de opiniones colectivas mediante el recurso de la sátira, acompañada de dibujos y caricaturas de situaciones y de personajes públicos conocidos. Los almanaques que editaban los periódicos no dejaban de ser un reclamo de uso anual para favorecer la suscripción y promoción del periódico editor.
Tras el juicio del año, propio de todo almanaque, recojo algunas de las imágenes acompañadas de textos alusivos.
©Antonio Lorenzo