domingo, 24 de noviembre de 2024

El chasco sufrido por el arriero Juan de Prados y su respuesta

 

El pliego reproducido, del que se conocen otras muestras provenientes de diferentes talleres, es un ejemplo más de la literatura de tradición impresa donde se narran chascos o situaciones insólitas y que resulta frecuente el que guarden relación con la tonadilla escénica, con sainetes o pasillos y con el considerado teatro breve en general. Este tipo de chascos o bromas, más o menos pesadas, solían recitarse o narrarse en las tertulias, aunque en este caso y debido a su extensión resulta más propio para ser leído.

En el pliego, dividido en dos partes y ambientado en Valladolid, se nos cuenta la historia de un arriero que tenía por costumbre, antes de salir de casa a sus quehaceres como un habitual transportador de mercancías y utilizando la tracción animal, la de santiguarse mediante una recurrente retahíla con el fin preventivo de librarse de los diablos, enemigos o ladrones para que no le sucediera nada en su trayectoria. Pero, hete aquí, que su mujer le incitó a que también debería añadir al santiguarse una advertencia contra los ardides propios de las mujeres de entonces. Como el arriero se negó a incorporar esa nueva mención, ya que se creía prepotente e indemne a las trampas de las mujeres y presumiendo además de sus actuaciones con ellas, su mujer tomó contra él medidas adversas. Tras una suculenta cena acompañada de muchos vinos que le ofreció su mujer junto a una parienta, resulta que por los efectos del vino acabó en el suelo, lo que aprovecharon las mujeres para raparle las barbas y los bigotes y hacerle en la cabeza una especie de tonsura a semejanza de un fraile de San Pablo. Tras ello, le vistieron con un hábito de la orden y lo subieron a uno de sus caballos, lo que le hacía parecer como un "reverendo frailazo".

Una vez que los vapores del vino hubieron remitido y dándose cuenta de que se encontraba en el camino sin barbas y sin bigotes, lejos de recordar el confuso episodio que había padecido, consideró que aquello se trataba en realidad de un milagro de Dios y que por ello debía dedicarse a evangelizar y a convertir a paganos, por lo que emprendió su presunto camino evangelizador donde se encontró con un fraile Descalzo que se dirigía en dirección a Simancas para decir una misa por ser el día de San Marcos. Tras conversar con el fraile, este conminó al arriero, al verle vestido con un hábito, para que ejerciese de predicador en la misa pendiente.

Tras su incongruente experiencia predicadora, que no se llevó a cabo, y una vez repuesto, decidió regresar a su casa para recuperarse por las peripecias sufridas, pero con la intención de escarmentar a su mujer por la burla que le infringió al raparle y vestirle con un hábito. Tras su llegada su mujer le insistió de nuevo en que lo sucedido a través de la broma perpetrada contra su marido, no era sino una clara prueba de que era preciso el incluir en su santiguamiento el prevenirse de las mujeres para huir de sus mañas, de cuya prueba había sido objeto el arriero Juan de Prados por su propia esposa. 

En la segunda parte del pliego se narra cómo la mujer de Juan de Prados al quedarse encandilada por el sermón que escuchó a un predicador joven, discreto y con buena voz, del que no pudo evitar el enamorarse. En su intento de quedar con él solicitó a su marido el que convidase al fraile a su casa. Juan de Prados, que ya sospechaba de la intención de su mujer: "carnero me quiere hacer, más yo seré toro bravo", solicitó en complicidad con el criado, el que espiase a su mujer y le facilitase información sobre los recados que hiciese al joven y deslumbrante predicador, lo que provocó una cuidada venganza del arriero al enterarse por su criado de que su mujer tenía la intención de invitar al predicador a visitarla. Tras comunicárselo al arriero, este urdió una estratagema para vengarse de la inicial burla que le propinó su mujer.

Juan de Prados, haciéndose pasar por el predicador y vestido con el hábito blanco y llevando en la manga un garrote de tres palmos, llegó a su casa sin que fuese reconocido por su mujer, Juana Gutiérrez. Lo aprovechó entonces para vengarse y devolverle la burla que había sufrido al tiempo que la aderezó con saña moliéndola a palos al tiempo que propugnaba el que toda mujer debería cumplir siempre con su marido sin que ella se percatase del cambio. Juan de Prados, tras atenderla posteriormente tras la paliza recibida le propuso a su mujer el que convidase a comer y les visitase el predicador, algo que ella no quería tras lo sufrido por quien creyó que fue el sugerente predicador. Sin embargo, su marido invitó al predicador por su cuenta diciéndole que llevase un hisopo y una reliquia de un santo, ya que su mujer estaba endemoniada. Aprovechando que Juan de Prados salió a buscar al criado, su mujer comenzó a criticar muy enfadada al predicador, por considerar que fue quien la maltrató, lanzándole a la cara ollas y platos al tiempo que el predicador conjuraba a la presunta endemoniada con el hisopo y rociándola con agua bendita hasta que, de una forma atemorizada, logró regresar de una forma apresurada al convento. Tras esta estratagema, planificada por el propio Juan de Prados quien observó la situación sin ser visto y riéndose, acabó reconociendo ante su mujer que fue él mismo quien la pegó, ya que toda mujer debería respetar siempre a su marido. Ella acabó pidiéndole perdón, lo que fue aceptado por Juan de Prados siendo desde entonces unos buenos casados.

Como se puede apreciar, todo el entramado del pliego viene a ser una forma de cuento satírico y gracioso donde se desliza claramente el antifeminismo propio de una sociedad patriarcal, algo que resulta significativo y abundante en este tipo de pliegos.

El pliego está fechado en el año 1842 procedente del taller madrileño de Marés, del que se conocen reproducciones de otros talleres conocidos y con fechas bastante posteriores, como el editado en Carmona (Sevilla) por José María Moreno en 1865 y reimpreso en 1878.

El autor del pliego no figura en la mayoría de pliegos consultados salvo en la primera parte de uno de ellos, donde se dice que su autor es el Bachiller Gregorio Carrasco, natural de Burgos, del que no he encontrado referencias.










©Antonio Lorenzo

viernes, 15 de noviembre de 2024

Sobre las desastrosas inundaciones en la provincia de Murcia en 1879

Aspecto de las casas derruidas. Tarjeta postal sobre cartón (1879)

El día 15 de octubre del año 1879 tuvo lugar una trágica inundación en la región de Murcia tras desbordarse el Segura junto a otros ríos que inundaron casas y anegaron los campos de la Huerta murciana. Dicha inundación es conocida también como la Riada de Santa Teresa al coincidir el día de la tragedia con su festividad. Oficialmente fallecieron 777 personas al tiempo que ocasionó numerosos desastres, lo que provocó una gran ola de solidaridad.

Estos sucesos y las consecuencias que provocaron son narrados en el pliego reproducido donde se describe como el señor Gobernador tomó eficaces medidas siendo ayudado por particulares, bomberos y agentes de policía para socorrer a las víctimas. Se nos detallan algunas de las ayudas para recoger y salvar a familias subidas en las copas de los árboles, a ancianos que llevaban para protegerlos un nieto en cada brazo, los intentos de un padre por salvar a su familia de la corriente o el salvamento de un niño de seis meses que dormía en una cuna y que fue arrastrado por la corriente hasta que dos guardias consiguieron salvarlo siendo acogido a instancias del obispo de Valencia en su palacio.

Estas trágicas noticias nos remiten de una forma inminente a la memoria las recientes inundaciones padecidas en estas últimas fechas en distintas comunidades españolas, a lo que hay que sumar las controvertidas gestiones entre el gobierno central y el autonómico en cuanto a sus competencias y coordinaciones, lo que ha provocado mutuas acusaciones con fines claramente políticos, pero que en un primer momento fueron la causa de dejar a la población desasistida.

En cuanto a la riada que dejó devastada en aquel año la región murciana, la visitó cinco días más tarde el propio rey de entonces, Alfonso XII, para recorrer los principales lugares afectados, tal y como se recoge en estas magníficas ilustraciones de la época.


El pasado año 2019 el Ayuntamiento de Murcia conmemoró el 150 aniversario de la Riada de Santa Teresa mediante una exposición con fotografías y portadas de periódicos, planos y grabados de tan aciago acontecimiento.

El pliego fue reimpreso en Peñaranda de Bracamonte (Salamanca) en la imprenta de Bernardino Sánchez el mismo año de la catástrofe. De este librero e impresor ya se conoce su actividad desde que imprimió el periódico semanal La Voz de Peñaranda desde 1857.

Tras el pliego, reproduzco la portada de la obra musical para piano como recuerdo a la inundación de Murcia por el célebre compositor y pianista santanderino Belisario Gayé (1839-1909). Dicho compositor fue también participante solidario en la suscripción organizada para socorrer a las familias de los pescadores muertos a causa de la terrible galerna sufrida el 20 de abril de 1878.






©Antonio Lorenzo

lunes, 11 de noviembre de 2024

Clamores de las doncellas por las dificultades para encontrar maridos


La idea de que las mozas solteras deseaban casarse prontamente refleja una visión que, desde el punto de vista actual, resulta controvertida y propia de la mentalidad de entonces, donde la mujer casadera admitía gustosamente su dependencia al patriarcado masculino. El pliego hay que contextualizarlo, como se señala en el mismo, en la época donde se desarrollaron las contiendas civiles entre los llamados cristinos y los carlistas.

A lo largo del siglo XIX se produjeron una serie de enfrentamientos civiles entre los apodados cristinos (en referencia a María Cristina, viuda de Fernando VII, quien asumió la regencia cuando la futura reina Isabel II solo contaba con tres años), frente a los carlistas, opuestos a una política liberal y partidarios de adjudicar el trono español a Carlos María Isidro, hermano del fallecido rey Fernando VII.

«Unos se llaman carlistas
Otros se llaman cristinos
Lo cierto es que nosotras
Nos quedamos sin marido». 

El pliego se detiene en señalar las dificultades para encontrar marido debido a las guerras entre los distintos partidarios y donde las mozas casaderas se lamentan por la falta de encontrar hombres adecuados.

La posición de las mujeres ante estos enfrentamientos, que no toman partido por uno u otro bando, se quejan solamente por las dificultades para encontrar maridos convenientes.

«Dicen nuestras madres
con mucha tristeza,
no os caseis hijas
durante esta guerra;
Que sin son cristinos
no pueden comer,
y si son carlistas,
hartos de correr».

Este pliego suelto se encontraba a la venta en la librería barcelonesa de José Lluch, sita en la calle de la Libreteria, al que que añado a continuación, para contextualizar históricamente aquella desgraciada etapa, un par de hojas con la referencia al conocido Abrazo de Vergara entre el general Espartero (liberal) y el general Maroto (carlista) que puso fin a la primera guerra carlista el 31 de agosto de 1839, aunque luego prosiguieron los enfrentamientos durante dos guerras más.

La actividad editorial de Josep Lluch, como responsable del pliego y del par de hojas añadidas, comenzó en los años veinte del siglo XIX prolongándose al menos hasta el año 1860, según puede deducirse de los pies de sus publicaciones, y cuyos tacos xilográficos pasaron posteriormente en buena medida al también conocido impresor Juan Llorens quien los reutilizó de nuevo en su imprenta.







Para saber más

Benito Pérez Galdós, en la tercera serie de sus Episodios nacionales, escrita entre 1898 y 1900, retomó de nuevo la historia de España recreando los acontecimientos históricos tras la muerte de Fernando VII y las confrontaciones entre los liberales, que apoyaban a la regente María Cristina, frente a los carlistas defensores del hermano del rey fallecido.


©Antonio Lorenzo

domingo, 3 de noviembre de 2024

Estereotipos de los habitantes por provincias junto a las peculiaridades de las mujeres

 

Un ejemplo de pliego de cordel donde se expresan imágenes culturales o estereotipos de las subjetivas características de los habitantes de las distintas provincias españolas, seguidos de un segundo con las sugeridas singularidades de las cuatro clases de mujeres madrileñas, y de un tercero con las aparentes peculiaridades representativas de las mujeres españolas por provincias.

Estos tres ejemplos se añaden a los que dediqué, hace hoy justamente seis años, con la etiqueta «Sobre el carácter de los naturales de algunas provincias de España», de los que adjunto el enlace:


En estos tres pliegos reproducidos se entremezcla el sentido irónico y burlesco con expresiones ciertamente misóginas, propio de la formación generalizada de estereotipos a través de la literatura popular impresa. Desde un punto de vista antropológico y sociológico ofrecen un claro interés que merecerían un análisis pormenorizado de cada uno de ellos como ejemplos populares y representativos de amplios colectivos sociales de la segunda mitad del siglo XIX.

En relación al controvertido papel de la mujer y de los habitantes de las diferentes regiones españolas, propios de una sociedad patriarcal, sería conveniente el dedicar un mayor espacio a otras muestras populares como los refranes y frases hechas para documentar y enmarcar más ampliamente estos tópicos y clichés tan extendidos en la evolución del imaginario social.





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©Antonio Lorenzo

sábado, 26 de octubre de 2024

El submarino Peral, lo que pudo ser y no fue

Litografía de José María Mateu de 1889 (BNE)
El marino y científico militar Isaac Peral (1851-1895) fue el inventor, a finales del siglo XIX, del primer submarino con propulsión eléctrica y con la capacidad de lanzar torpedos sin tener que emerger a la superficie, lo que posiblemente hubiera evitado la pérdida del imperio colonial español de ultramar y el desastre de 1898. A pesar del éxito de las pruebas llevadas a cabo las autoridades desecharon el extraordinario invento promoviendo toda una etapa de desprestigio contra el inventor. Las controversias, espionajes y desacuerdos sobre este importante invento acabaron desechando su puesta en práctica.

La construcción de este primer submarino eléctrico comenzó en el Arsenal de la Carraca en Cádiz bajo un estricto secretismo inicial. Tras diversas y exitosas pruebas se realizó su botadura en la bahía de Cádiz en septiembre de 1888.

Tras unas campañas de desprestigio, espionajes de otras potencias extranjeras y desavenencias políticas, el ilustre inventor del novedoso submarino eléctrico no vio correspondido su extraordinario invento por los oscuros intereses que dirigían la política española. Un controvertido error de Peral fue el aceptar por parte del pueblo el presentarse en una parcial candidatura a diputado a Cortes por el Puerto de Santa María frente a otro candidato, hijo del entonces ministro de Marina, José María Beránger, quien no le perdonó que alcanzase un mejor resultado que su hijo. En su etapa como ministro en el gobierno de Cánovas se dedicó a perjudicar el proyecto del submarino de Peral oponiéndose a su desarrollo como arma submarina.

Un grave defecto fue el no guardar con cuidado el secreto de la invención, ya que se llegaron a publicar los planos y secretos técnicos antes de su construcción definitiva, lo que fue aprovechado por potencias extranjeras a consecuencia del desinterés en las pruebas públicas en la bahía de Cádiz y la no presencia de autoridades militares, aunque observadas por cientos de periodistas internacionales en las distintas pruebas efectuadas por el submarino.

Un interesante y oscuro personaje en todo este proceso fue la intervención del inglés Basil Zaharoff, intermediario en la venta de armas y falsos submarinos a países como Grecia, Turquía y Rusia. Especialista en sobornos y fichado por el Servicio de Inteligencia Británico se mostró muy interesado en la innovación que suponía el submarino de Peral de cara a sus intereses y beneficios.

El invento del submarino, de tan exigua trayectoria, fue superado técnicamente, aunque diez años más tarde, por la armada de los Estados Unidos, por lo que dicho invento primordial no fue reconocido hasta ya fallecido su propulsor y reconociendo su valiosa aportación que no se utilizó en su tiempo como hubiese debido. Su desmantelamiento fue clave para la pérdida de las posesiones españolas de ultramar, como las de Cuba y Filipinas, lo que hubiera cambiado el curso de las batallas navales. George Dewey, almirante de la fuerza naval estadounidense, al rememorar su victoria sobre la escuadra naval española en Santiago de Cuba, cita en sus memorias: «Si España hubiese tenido allí un solo submarino torpedero como el inventado por el señor Peral, reconozco que yo no habría podido mantener el bloqueo de Santiago ni 24 horas».

Tras los reconocidos éxitos de las pruebas que pasó el submarino, en 1891 fue desmontado por partes salvándose solo el casco que permaneció durante cuarenta años en el Arsenal de La Carraca hasta que fue remolcado a Cartagena, ciudad donde nació el ilustre Isaac Peral. La supremacía naval que hubiera supuesto la participación de tan importante e innovador invento frente a los modernos navíos de guerra norteamericanos no se alcanzó al quedar desarticulado como arma de guerra.

No deja de resultar llamativo el que, en el pasado año 2023, el actual alcalde de Madrid, José Luis Martínez-Almeida, junto a la alcaldesa de Cartagena, Noelia Arroyo, presentaran del 17 al 23 de marzo una réplica a escala real del submarino de Peral en el Paseo del Prado frente al Museo Naval a modo de escaparate para la conmemoración del Día Mundial del Submarino, aunque sin referenciar ni tener en cuenta todo lo acaecido en su oscura trayectoria, ya que nunca participó en una guerra. Su objetivo era el reivindicar el papel primordial de la defensa marítima que tiene Cartagena y ensalzar la labor de la Armada española en los mares: «de la que tan orgullosos nos debemos sentir y que tanta gloria ha aportado a la historia de España». 

El pueblo ensalzó la figura de Peral como un héroe, obviando por desconocimiento la injusticia histórica cometida por los gobernantes, dando lugar a la composición de distintas piezas musicales propias de la época, como polkas, valses, tangos, habaneras, pasodobles, pasacalles o mazurcas y hasta obras de teatro, como las estrenadas en Sevilla y Málaga en abril de 1889.


           

Los pliegos

En este primer pliego se recoge de forma socarrona y burlesca, no exenta de misoginia, el inverosímil deseo de Peral de dotar como tripulación de su submarino a modistas, cigarreras y verduleras de quince a veinte años, lo que seguramente impediría la acción de guerra de un barco extranjero al distraerse con su presencia.

Su autor, Francisco Jiménez, natural de Almería, aparece también en otros pliegos de parecida factura como "Coplas nuevas y divertidas para cantar los amantes a sus damas y ellas sepan corresponder a sus amantes".





Los siguientes pliegos, aunque alabando superficialmente la importancia del descubrimiento de Peral, les sirve de motivo para incluir como acompañantes de los marineros a mozas de oficios diversos que demostrarán sus habilidades, todo ello envuelto en un sentido misógino, aunque edulcorado con sus referencias a su atracción y osadía. Aparte de esta claros prejuicios y estereotipos sobre la figura de la mujer y sus precarios oficios lo que se saca en conclusión es la estrechez de la vida de los marineros respecto a sus precarias condiciones de trabajo.

En el segundo pliego reproducido se integran muchos de los versos del primero, pero en la segunda parte del "Bonito tango del submarino Peral" se ensalza la vida de su inventor y la importancia de su descubrimiento alabando la protección del señor Casado. Este señor Casado se refiere al Carlos Casado del Alisal, procedente de la Pampa Argentina y que ofreció de forma altruista a Peral 200.000 libras esterlinas para sufragar su proyecto y que el ilustre marino depositó en el Banco de España notificándolo a sus superiores. Tras las pruebas exitosas realizadas a principios de 1890, a lo largo del transcurso del año el Consejo de Marina anunciaba que el prototipo de Peral no dejaba de ser "una curiosidad técnica sin mayor trascendencia", lo que hizo que se abandonara el proyecto y que Peral devolviese la donación aportada. Tras todo ello, no dudó en solicitar su apartamiento y la licencia absoluta de la Armada.










Para saber más



©Antonio Lorenzo