Este primer número del Almanaque de la ilustración para el año 1874 fue el comienzo de una serie de almanaques de igual título y factura de periodicidad anual y larga trayectoria. A partir del año 1897 formó parte provisionalmente de la revista Almanaque de la Ilustración española y americana, donde aparecían en las portadas ambas publicaciones, siendo absorbida por completo a partir de 1908.
Su primera época estuvo a cargo de Carlos Frontaura, conocido y prolífico periodista y escritor, director del periódico El Cascabel (1863-1875), periódico que también editaba almanaques para el año próximo bajo su dirección, a los que hemos dedicado atención en anteriores entradas. También colaboró en otras importantes publicaciones, como El Museo Universal, La Ilustración española y americana y como fundador y director de Los Niños, aparte de su obra personal. De ideología conservadora, desarrolló también una actividad política de la mano de Cánovas del Castillo ejerciendo el cargo de gobernador de distintas provincias y contribuyendo a la llamada Restauración borbónica con la figura de Alfonso XII.
El 11 de febrero de 1873, año de la edición del almanaque, se proclamó la I República española, tras la renuncia al trono de Amadeo I, lo que ello supuso de revuelo político y desconocidas expectativas coincidiendo con una turbulenta situación económica y social, entre otros factores por las consecuencias de la Tercera guerra carlista, el recrudecimiento de la guerra de los Diez años en Cuba, el auge del movimiento obrero y campesino, y el conflicto dentro de las filas republicanas entre unitarios y federalistas «intransigentes». Todo ello desencadenó la llamada Insurrección cantonalista o revolución cantonal que comenzó en julio de 1873 con la proclamación del Cantón de Cartagena, (símbolo del movimiento), queriendo junto a otros territorios que lo secundaron instaurar inmediatamente una "República Federal" sin esperar a que las Cortes Constituyentes elaboraran y aprobaran la nueva Constitución Federal que estaba en marcha, como defendía el presidente del poder ejecutivo de la república Francisco Pi y Margall.
Este levantamiento cantonal contribuyó a debilitar la tambaleante república considerado desde el gobierno central como un movimiento separatista que lo que buscaba era reformar la estructura del estado mediante una división administrativa (región o territorio) que gozase de gran autonomía de gobierno dentro de una organización política más amplia para constituir "desde abajo" la "República Federal" española.
Esta revolución cantonalista se ha descrita de forma parcial por algunos historiadores tachándola tan solo como un movimiento localista y desfasado, liderado por notables burgueses sin atender a los problemas reales de su tiempo y ocultando establecer similitudes con la Comuna de París, movimiento insurreccional activo entre el 18 de marzo al 28 de mayo de 1871 en la capital francesa.
En el "Juicio del año" del almanaque, escrito por Carlos Frontaura, tras repasar la trayectoria mitológica de Júpiter, principal dios de la mitología romana, solicita de forma metafórica su intervención para el año venidero debido a la lamentable situación en la que encontraba envuelta España en ese momento.
A su vez, en el exhaustivo balance del año 1873 que también desarrolla Carlos Frontaura atendiendo al contexto histórico y social, escribe al final del mismo lo siguiente:
«Triste es, -como puede verse por los anteriores apuntes- la historia del año último: la desgraciada España le ha ocupado casi por entero con el ensayo de la República, pudiendo asegurarse que la revolución del 1868 no ha logrado su desarrollo hasta febrero de 1873. Las pasiones contenidas durante cuatro años (desde la revolución de 1868), se han manifestado en toda su desnudez, y han causado numerosas víctimas; y el problema constituyente, planteado por la abdicación del rey Amadeo de Saboya, queda sin resolver al terminar el año. Tenemos república; pero unos quieren que sea unitaria, otros federal y otros socialista. Suframos sus consecuencias, y pues que tenemos que pasar por dicha forma de gobierno, penetremos con timidez en el año 1874, buscando la mejor de las repúblicas, como el célebre Jerónimo Paturot». (pág. 20)
La mención a Jerónimo Paturot se refiere a la novela satírica de Louis Reybaud, donde comentaba humorísticamente las extravagancias de la sociedad francesa de entonces en su obra Jerónimo Paturot en busca de la mejor república (original de 1848 con edición española de 1856) que alcanzó cierto éxito en los círculos intelectuales.
La insigne escritora Emilia Pardo Bazán en su ensayo crítico La literatura francesa. La Transición (1911), desarrolla unas lúcidas reflexiones sobre el tránsito del romanticismo al realismo en la literatura gala y los espacios creativos e híbridos entre ellos, sobre los que se detiene.
Comentando la influencia de Louis Reybaud, escribe:
«Si se inclina un poco Reybaud a lo vulgar, sus héroes, Jerónimo y Malvina, serán sencillamente personajes de Paul de Kock; si se remonta, lo serán de Eugenio Sue. La sátira social de Reybaud ha evitado estos dos escollos. Es imposible desplegar mayor donaire en la sencillez. Nótese que esta sátira de un régimen deja muy mal parado al romanticismo; y así tenía que suceder, tratándose de un escritor castizo, dotado del humorismo nacional, y cuyos númenes son la sensatez, la claridad, la moderación y un grano de sal irónica. La forma de Reybaud es sucinta, incisiva, sin galimatías ni digresiones; su vena, cáustica y mordaz. No diré que Jerónimo Paturot llegue a la altura de Gil Blas [se refiere a "La Historia de Gil Blas de Santillana" o "Aventuras de Gil Blas de Santillana", novela picaresca escrita en francés por Alain-René Lesage entre 1715 y 1735, personaje que posteriormente también dio pie a la revista satírica Gil Blas impresa en Madrid entre 1864 y 1872], pero es de su raza, de la estirpe de esos buscavidas aventureros, descentrados, que al cruzar todos los medios sociales, abarcan en su historia la de una generación».
A continuación, y bajo la etiqueta de "Recuerdos literarios", el colaborador y escritor Manuel Ossorio (1839-1904) hace un repaso por las más importantes contribuciones artísticas del año 1873 a las que divide en los siguientes apartados:
* Obras de carácter político e histórico
* Literatura científica y filosófica
* Novelas (con especial mención a los primeros cuatro volúmenes ya publicados de los Episodios nacionales de Pérez Galdós.
* Poesía lírica.
* Sobre el Teatro español, comenta lo poco destacado de las obras en estrenos competentes, aunque resalta el éxito popular de lo representado en algún café-teatro "gracias a la benignidad de los espectadores, más larga que los vestidos de las bailarinas, que suelen llevar el secreto de un éxito en sus rosadas pantorrillas de algodón".
Al finalizar el almanaque se recoge un registro de artistas de las letras, ciencias y artes distribuida en meses con las fechas de nacimiento o fallecimiento en su caso señalando su actividad artística.
Ilustraciones destacadas
Las magníficas ilustraciones que aparecen en el almanaque recogen aspectos o episodios característicos del año, como la salida del rey Amadeo I fuera de España; sugerentes imágenes sobre los insurrectos cantonalistas; referencia a la participación española en la Exposición Universal de Agricultura, Industria y Bellas Artes, celebrada en Viena desde el 1 de mayo al 31 de octubre de 1873; referencias a la guerra civil carlista; la catástrofe por descarrilamiento en el puente sobre el río Duero en las cercanías de Viana de Cega (Valladolid) el 11 de septiembre de 1873 con el resultado de 21 muertos y 58 heridos; el traslado de la estatua de Felipe III de la Plaza Mayor madrileña a los almacenes municipales en previsión de posibles actos de vandalismo por la recién proclamada república o la escena donde se recoge la visita de la destronada reina Isabel II al papa Pío IX en 1873 para influir sobre las relaciones entre la Santa Sede y los gobiernos republicanos que promovían entonces el proyecto de separación Iglesia-Estado.
©Antonio Lorenzo
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