La iglesia católica considera a san Camilo de Lelis como el patrón de los enfermos y de los agonizantes. Fundador de la Orden de los Camilos, conocidos también como los Padres de la Buena Muerte, tanto su vida como su trayectoria fundacional se ha ido resignificado simbólicamente en el imaginario colectivo mediante estampas, oraciones o novenas dedicadas al santo que se han ido difundiendo progresivamente por numerosos hogares. La iconografía particular de san Camilo, con mayor incidencia en el siglo XIX, ha circulado como modelo de entrega a los desvalidos tanto en colecciones privadas como en museos nacionales e internacionales. Las estampas con su imagen, en llaveros o imanes a modo de objetos devocionales, han ido adquiriendo una notable utilidad práctica para los católicos en la creencia de que haciendo un acto de contrición con devoción y fe y acompañado de una oración se lograba la intercesión del santo para reconfortarnos. A ello se unía, como recurrente regalo añadido, las indulgencias dictadas por determinados obispos a quienes practicaran esa devoción al santo.
Su presencia en los pliegos de cordel o en otras manifestaciones de la literatura popular impresa no deja de ser un pretexto en esta ocasión para comentar de modo más extenso sus antecedentes gráficos en relación con las ilustraciones que reflejan las postrimerías de la vida.
Entresaco noticias sobre la vida del santo de distintas biografías, muchas de ellas de contenido fabuloso e inverosímil, algo habitual en las biografías tanto de los santos como de los mártires. Se dice que Camilo Lelis (Bucchianico, 1550-Roma, 1614), nació en un establo debido a que su madre, ya de edad avanzada, quiso imitar el nacimiento de Jesús. A los diecisiete años de edad, Camilo, que ya medía por entonces 1'90 metros (se cuenta que uno de sus viejos zapatos se exhibe hoy en Florencia a modo de reliquia), se enroló con su padre en el ejército veneciano para luchar contra los turcos. De carácter inquieto y travieso tuvo gran dependencia desde su infancia del pernicioso vicio del juego, lo que le hizo caer en la miseria una vez que fue expulsado del hospital de Santiago en Roma, donde acudió para tratarse el mal de su pierna, que tenía fracturada desde los treinta y seis años junto a dos llagas muy dolorosas en la planta del pie adquiridas en sus enfrentamientos contra los turcos. Dedicado a mendigar por las ciudades y acogido en un convento de los capuchinos, le asaltó una luz interior quedando abatido por la luz divina (algo también recurrente en las biografías de los santos), descubriendo que su verdadera vocación era auxiliar a los enfermos. Pasados unos años e iniciando sus estudios eclesiásticos, fue ordenado sacerdote en el año 1584. Creador de la Orden de los Ministros de los Enfermos, conocida luego como Los Camilos, tuvieron como misión el cuidado de los enfermos y la atención a los moribundos. El fundador eligió como insignia distintiva una "Cruz Roja" para que la incorporaran en sus sotanas negras, emblema que luego fue adoptado para proteger y señalar internacionalmente la ayuda y la atención médica.
Camilo de Lelis fue beatificado por el papa Benedicto XIV en 1742 y canonizado en 1746. El santoral católico conmemora su día cada 14 de julio. Fue proclamado patrono de los enfermos, junto a san Juan de Dios, por el papa León XIII.
Antes de comentar los antecedentes gráficos sobre las postrimerías de la vida reproduzco algunos pliegos de cordel y unos gozos dedicados al santo como ejemplos cercanos de devoción popular impresa.
En el primero de ellos, a la venta en la librería de Vidal en Reus, se añaden unas alabanzas y milagros atribuidos a la intervención del santo Ángel de la Guarda, muy difundidos y al que dediqué una anterior entrada.
Este segundo pliego fue editado por el conocido taller valenciano de Laborda.
En el siguiente pliego, reimpreso en Zaragoza, en la xilografía de la portada aparece un agonizante postrado en su lecho donde deambulan a su alrededor una serie de diablillos que tratan de hacerse con el alma del moribundo. En lo alto aparece san Camilo flanqueado por dos ángeles que portan unos lazos donde puede leerse: "San Camilo de Lelis" y "Abogado de los agonizantes", al tiempo que el agonizante clama ayuda al santo: "San Camilo defendedme".
Todas estas manifestaciones gráficas que tratan de moribundos y enfermos cuentan con antecedentes en los siglos pasados. Hay que recordar, de manera tangencial, algunas escenas sobre el tránsito que supone la muerte y que fueron tratadas en las magníficas pinturas de Jheronimus van Aken (h. 1450-1516), conocido en España por El Bosco.
Dentro de su amplia y fascinante producción pictórica pongo la atención en La mesa de los pecados capitales, y especialmente en su representación de la muerte como fuente iconográfica precursora que obtuvo un amplísimo desarrollo en la entonces América hispana y portuguesa durante el siglo XIX.
En este óleo sobre una tabla de madera de chopo, conservado en el Museo del Prado de Madrid y adquirido en un principio por Felipe II para el monasterio de El Escorial, aparece en el centro de la composición la figura de un Cristo que representa el ojo de Dios junto a una descripción en latín que dice "Cuidado, cuidado, Dios lo ve". Alrededor de la figura de Cristo se observa a modo de un tablero de mesa un círculo más grande dividido en siete partes que representan los siete pecados capitales.
A su vez, en cada una de las esquinas de la mesa aparecen unos pequeños círculos que representan "la muerte", "el juicio", "el infierno" y "la gloria".
Si nos detenemos en la representación de la muerte en la esquina superior izquierda de la mesa, vemos representado a un moribundo con la cabeza vendada que se encuentra acompañado por un médico, tres religiosos, una monja, un ángel con un demonio a su vera y, tras la puerta semiabierta, aparece la muerte portando una flecha que señala al agonizante. Al fondo de la escena se encuentran los supuestos familiares del enfermo.
Esta representación de la muerte, junto a algunos de los personajes que aparecen, fue ampliamente desarrollada en los siglos posteriores, aunque diferenciando como novedad dos tipos de muertes: la muerte del justo y la del pecador. El Bosco se encontraba influenciado aún por el Ars moriendi (el arte del bien morir), textos conservados escritos en latín a finales de la Edad Media donde se contienen consejos de preparación para una buena muerte. El alma, una vez que ha abandonado el cuerpo, es recogida por un ángel. El Bosco introduce la figura de un esqueleto que aparece tras la cabecera de la cama señalando con la flecha que la muerte ya ha venido a por el moribundo mientras que el ángel y el demonio se muestran expectantes arriba de la cama a la espera del desenlace.
Otra importante contribución de El Bosco es la dedicada a la muerte del pecador, en este caso del avaro (o usurero). La escena, pintada en una tabla, debió de formar parte de un tríptico realizado entre 1490 y 1500 donde se representa simbólicamente el trance de la muerte de un hombre poderoso que se encuentra desnudo en la cama, pues aparecen a los pies de su lecho tras un pequeño muro los restos de lo que parece su armadura.
Esta pequeña tabla refleja el interés de El Bosco por representar la lucha entre ángeles y demonios con ocasión de la muerte de un hombre rico. Aparece así la muerte por la puerta de la estancia, mientras que el moribundo se incorpora tratando de coger una bolsa de oro que le ofrece un demonio por detrás del dosel de su cama.
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El moribundo descarta mirar hacia su ángel de la guarda, quien señala e indica a su derecha en lo alto el crucifijo del que emana un rayo de luz mientras es observado por otro diablo que asoma sobre el dosel. La figura del avaro, simbolizado por un anciano, extiende una de sus manos hacia un saco de monedas dentro de un cofre sostenido por un demonio. Bajo el cofre aparecen más demonios escondidos mientras que el anciano sostiene con su otra mano un rosario. En primer plano se observa otro demonio que sujeta varias telas. El moribundo no parece dar señales de arrepentimiento, lo que sugiere que los demonios conseguirán su propósito.
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Si en los textos del Ars Moriendi solo se contemplaba la figura del moribundo que entregaba su alma a Dios, buscando exaltar la muerte del justo, la dualidad iconográfica que poco a poco se fue desarrollando contempla, no solo la muerte del justo, sino también la del pecador que fue ganando terreno iconográfico y alcanzando notoriedad con el paso del tiempo y cuyo precedente ya lo encontramos en El Bosco.
La idea sobre la muerte se va asociando en sus representaciones gráficas mediante a una forma dual: el bien y el mal, lo bueno y lo malo, el cielo y el infierno o lo efímero y lo eterno.
El desarrollo de las escenas diferenciales entre la muerte del justo y del pecador se propagan tras el Concilio de Trento (1545-1563) y por la consiguiente mentalidad contrarreformista donde alcanza mayor notoriedad la doble idea de la condenación o salvación de las almas usando el miedo a la muerte como pretexto y argumento simbólico. Unos ejemplos de ello son las siguientes imágenes de gran difusión en Francia.
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Ilustración dual de un catecismo de finales del XIX |
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https://funjdiaz.net/museopapel/expo0106era_ficha.php?id=106210 |
Selección de imágenes de san Camilo de Lelis
Los grabados populares impresos forman parte de una cultura híbrida o de amalgama que asimila aspectos diversos se reproducen en una amplia diversidad de manifestaciones. De ahí su importancia como valor documental e histórico cada vez más tenido en cuenta por la historia cultural.
Las imágenes, si van acompañadas da algún texto, ayudan a la conceptualización del mensaje que se quiere transmitir, recurso muy utilizado en las estampas devocionales.
Toda caricatura, dibujo, viñeta o imagen general no deja de ser un relato visual que nos encamina a una historia o percepción, a una forma de extensión de la mirada. Las imágenes contienen una potencia descriptiva que en muchas ocasiones resulta, incluso, superior al propio lenguaje, pues su capacidad de significar interpretativamente resulta compleja en relación a lo percibido, ya que se trata de una construcción mental como ocurre con la metáfora.
Comienzo con una excelente estampa popular dedicada a san Camilo elaborada por José Guadalupe Posada (1852-1913), caso excepcional de creatividad como dibujante, ilustrador, caricaturista y litógrafo. Posada aportó una significación personalista al evocar en el conjunto de su obra el protagonismo de la dualidad vida-muerte.
Un padre camilo, portador de una vela encendida como símbolo de la luz divina, trata de exhortar al arrepentimiento al agonizante intercediendo por su alma ante la Santísima Trinidad representada en lo alto. El moribundo aparece perturbado al tiempo que su ángel de la guarda se muestra triste y lloroso. Una de las figuras demoníacas, además, le muestra un cuadro donde se ve a una mujer, que simboliza la lujuria, mientras que esparcido por el suelo se muestran botellas, sacos con dinero y una baraja como atributos del vicio.
De la colección de "Vidas ejemplares", editadas en México en formato de comic, adjunto la portada y las hojas iniciales del folleto junto a las hojas finales donde se alude al símbolo de la Cruz Roja Internacional.
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"Vidas ejemplares", Editorial Novaro, año IV, nº 38, México, 1957 |
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Novena y oración a san Camilo de Lelis
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Estampa y exvoto mexicano |
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Autor desconocido - Moribundo asistido por los Padres Camilos |
Añado esta otra curiosa ilustración sobre san Camilo que nos recuerda al superhéroe "Supermán" de la película por los aires.
©Antonio Lorenzo